"Todo empezó
con el resultado de un test.
Un día mi mujer entró
en mi estudio con un test de matemáticas que mi hijo (entonces en
segundo grado) había realizado. Había sacado mala nota,
algo inusual en él. Pero yo no le di mayor importancia, sin embargo,
mi mujer se sintió preocupada.
-¿Crees que es correcto
que saque estas notas? ¿No crees que podrías enseñarle
en casa?- Me preguntó enfadada.
Por entonces, yo había
estado enseñando matemáticas durante veinte años en
un instituto y, francamente, nunca se me había ocurrido enseñar
matemáticas a mi propio hijo desde que él empezó el
colegio. ¿Qué había pasado?.
-Una mala nota no es algo sobre
lo que asustarse. Tan pronto como él pase al instituto yo le enseñaré
algunas cosas- Contesté, esperando que se tranquilizase.
Pero mi mujer no lo aceptó:
-¿Puedes creer que él estará bien si tú essperas
a que llege al instituto?- ella preguntó -Tú adoras enseñar
a los niños de otras personas y trabajas duro, seguro que encuentras
la forma de enseñar a tu propio hijo.
Decidí intentarlo. ¿Cual
es la dificultad de enseñar segundo grado?.
Lo primero que hice fue examinar
los textos de matemáticas de segundo grado. Me sorprendió
que estaba dividido por partes. No lo entendí inmediatamente, especialmente
desde el punto de vista de un profesor de instituto, me parecía
que había muchas cosas innecesarias para avanzar hasta grados superiores
de matemáticas.
Me explicaré: si las
matemáticas del colegio tienen como finalidad entender las del instituto,
deben llevar un orden. Pensé que las partes innecesarias debían
ser borradas, y las partes esenciales introducidas en orden diferente.
Decidí crear mi propio material para ayudar a mi hijo.
Extendí mi investigación
a todos los textos del colegio y el instituto desde el punto de vista del
profesor de instituto. ¿Qué materia era esencial para dar
al estudiante la habilidad necesaria para entender las matemáticas
del instituto?. Después consideré el orden de presentación.
Organicé una progresión natural que llevaría a mi
hijo paso a paso desde las matemáticas más fáciles
hasta las más complejas, aquellas que yo enseñaba en mis
clases.
Escribí docenas de ejercicios
para darle a mi hijo práctica en la totalidad de los más
importantes elementos de matemáticas. Le daba sólo los ejercicios
del día. El material era tan similar que si podía hacer uno
podría hecerlos todos. En resumen, nunca perdía mucho tiempo
en sus nuevos "ejercicios", eran claros, fáciles de seguir y podía
terminarlos con rapidez, por lo que no le disgustaba y empezó a
disfrutar al hacerlo.
Cada día hacía
su trabajo y yo aumentaba el grado del material. Al día siguiente
empezaba corriguiendo los problemas que había contestado mal. Después
realizaba el trabajo asignado para ese día. Continuó estudiando
así y yo continué creando nuevos "ejercicios" todos los días
durante varios años.
Con el tiempo llegó
a sexto grado, había completado su formación de matemáticas
del colegio. Pensé que podría mantener el mismo ritmo de
trabajo en el instituto. Mi hijo no volvería a tener miedo a las
matemáticas durante el resto de su vida.
Estudiando durante menos de
30 minutos diarios, Takeshi, que entonces cursaba 2º de primaria,
consiguio resolver ejercicios de integrales en 6º de primaia, desarrollando
enormemente sus capacidades