Apartadó, Colombia
20 de abril de 1996
Hoy
los niños de Urabá tenemos la palabra. Nosotros los niños
y jóvenes de Urabá, reunidos en un cabildo abierto los días
17, 18 y 19 del presente mes, analizamos cómo nos está afectando
el conflicto armado y adelantamos algunas soluciones a este problema...”
Estas son las primeras frases de la Declaración de los Niños
de Urabá, leída con firmeza y certeza por Fárliz
Calle a sus quince años, blusa blanca y falda a cuadritos azules
y blancos, el uniforme del colegio, ante mucha gente que la escuchaba con
atención, pues ya ostentaba el título de Alcaldesa Protocolaria
de Apartadó. Entre quienes la escuchaban estaba Gloria Cuartas,
la alcaldesa del municipio, tal vez la más famosa de Colombia por
su valeroso trabajo a favor de la paz y del respeto por la población
civil en medio de un territorio escindido por la guerra, quien mediante
decreto le había conferido el título a Fárliz, en
representación de los casi 5.000 niños y niñas, pertenecientes
a los gobiernos estudiantiles de escuelas y colegios de 15 municipios del
Urabá antioqueño, quienes durante una semana discutieron
a la luz de los derechos del niño cómo la violencia los estaba
afectando. También estaba la señora Graça Simbine
Machel, quien por esos días se encontraba en el país asistiendo
a la Consulta Regional para América Latina y el Caribe sobre Impacto
de los Conflictos Armados en la Infancia.
Desde el lunes anterior al sábado caluroso del discurso de Fárliz, niños y niñas habían echado mano de todos sus recursos expresivos para hacer visible su opinión: recortaron y pegaron fotografías y titulares para componer afiches, convirtieron sábanas viejas en pancartas, escribieron a muchas manos cartas-acordeón con pocas frases y muchos-muchísimos dibujos, compusieron canciones, modelaron en plastilina, inventaron comparsas... Como en una moneda, las diversas expresiones infantiles mostraban por un lado la cara de la violencia, el miedo ambiente, las balas matando los papás, los niños yéndose de la casa y dejando los juguetes, las lágrimas trazando surcos en las mejillas. Por el sello estaban las peticiones: niños y niñas pedían a los violentos paz para sus hogares, que no los dejaran huérfanos, tranquilidad para poder salir a jugar a la calle, que no le pasara nada a los hermanitos ni a la familia. Decían que querían un Urabá feliz, con amor y alegría.
También nombraron sus representantes. Entonces, 20 grupos de personeros, provenientes de las distintas escuelas y colegios, se reunieron en Cabildo Abierto en Apartadó y redactaron la Declaración de Urabá en la que, además de exponer los problemas que les causa la violencia, se comprometieron a ayudar a disminuirla. También hicieron una marcha por la paz y los vecinos de Apartadó pudieron verlos y marchar con ellos y constatar cómo los niños y las niñas se sienten conmovidos por todo lo que ocurre en Urabá y tienen cosas qué decir y hacer al respecto.
Después del
Taller de Coordinación de Santandercito, la experiencia de Urabá
se replicaría luego en muchos otros lugares del país, superando
las limitaciones originadas en la escasa capacidad de los adultos para
dejar que los niños opinen libremente y la sospecha de manipulación
que recaía sobre los aliados adultos impulsores del Movimiento.
Allí se pusieron en práctica por primera vez los preceptos
de protagonismo, de organización y representación infantil,
de apropiación de espacios alternativos, de interlocución
con las autoridades adultas, de visibilidad y presencia de niñas
y niños en los medios de comunicación que luego caracterizarían
al Movimiento. Los niños y niñas de Urabá fueron los
primeros en desarrollar las actividades preparatorias del Mandato nacional
de los niños por la paz. Porque la idea de hacer unas votaciones
en las que los niños se manifestaran sobre sus derechos tomaba cada
vez más fuerza, a pesar de las reservas existentes acerca de la
validez de un proceso como éste y de la propia seguridad de los
niños participantes.
NOTA AL MARGEN
Organizadores:Alcaldía de Apartadó, Cruz Roja Colombiana, Casa de la Cultura, Comisión Diocesana de los Derechos Humanos, Casa de la Juventud.