Una telaraña tricolor





Santandercito, Colombia.
24 de mayo de 1996

En el Campamento Bochica, una de las sedes campestres de la Asociación Cristiana de Jóvenes ubicada a pocos kilómetros de la capital de Colombia, están reunidos 27 niñas y niños y 36 adultos, representantes de 20 organizaciones con trabajos varios a favor de la paz en 10 departamentos del país. En un salón, distribuidos en 3 grupos, van tejiendo telarañas. Uno de los grupos lo hace con una madeja de lana amarilla; otro, con una de lana roja; el tercero, con una de lana azul. Los colores de la bandera de Colombia. Cada participante es un punto de la telaraña y cuando, cruzando el aire lanzada por otro la madeja le llega a las manos, hace su aporte sobre la manera cómo se podrían abrir cauces a la expresión de los niños en defensa de sus derechos y a favor de la paz, requisito indispensable para lograr la realización de aquéllos. Es el segundo día de trabajo y los niños, a través de los ventanales, miran con ojos golosos la piscina. Más tarde, ante la consternación de los adultos, romperán la agenda de la reunión para saltar al agua y pensar jugando estos y otros asuntos. De esta y otras maneras, lúdicas, capaces de poner en juego la fantasía y la magia propias de los niños, en Santandercito se le dio la puntada inicial a la organización del Movimiento de los niños por la paz.

Este Taller de Coordinación es el resultado de una labor previa de trama y urdimbre. Nydia Quiroz, consultora de UNICEF, había estado de aquí para allá durante enero y febrero del 96, de allá para acá, tejiendo, llenado libretas y libretas de notas con los rasgos rápidos y empecinados de su letra. Estudiaba las acciones emprendidas en el país, con niños, relacionadas con la paz. Sus objetivos, sus metodologías, sus formas de abordar contenidos como la tolerancia, la convivencia, la solidaridad, la mediación, la resolución de conflictos y la participación cívica y democrática. A cada rato le venían a la memoria las lecciones aprendidas en experiencias similares de movilización con niños en Ecuador y Mozambique. Hacía una labor de búsqueda de aliados con base en aquella idea innovadora sobre el potencial de cambio positivo que tendría la participación y la expresión de las niños y los niños de Colombia en esos tiempos difíciles. Aliados grandes y pequeños, del sector gubernamental y de la sociedad civil, con representatividad y capacidad de convocatoria, diversos, sobretodo. Aliados capaces de llegar hasta los niños y las niñas del país, de enriquecer los contenidos y los materiales pedagógicos necesarios, de provocar mediante metodologías apropiadas sus expresiones, de sistematizarlas, de canalizarlas hacia las instancias de poder, de difundirlas.



 


A estas alturas la idea había ido madurando, adquiriendo el volumen de una fruta apetecible. Ya estaba formulada de la siguiente manera: “El movimiento de los niños por la paz se propone elevar el papel protagónico del niño a nivel nacional, considerar al niño como un nuevo actor social, digno de fe, digno de crédito, auténtico y verdadero, capaz de iluminar desde su punto de vista propuestas de paz, para lograr una convivencia ciudadana que impulse una cultura de reconciliación y que garantice el ejercicio pleno de los derechos humanos en Colombia “. Era una idea que generaba entusiasmo, que ponía a la gente a botar corriente, como decimos por acá. Tal vez, uno de estos aliados buscados y encontrados, sea quien mejor la haya comentado y valorado. Se trata de Horacio Arango, sacerdote jesuita, Secretario Ejecutivo del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús en ese entonces, quien en una hojita consignó, entre otros puntos:

Es necesario apelar a nuevos caminos de imaginación, mucho más en países donde la guerra y las violencias acaban con la imaginación.
• Cuando los caminos tradicionales se agotan, es urgente apelar a la palabra profética encarnada en los niños.
• Los niños son capaces de allanar los caminos de la paz.

También había una propuesta generosa y realista para sacar adelante esta idea. Nydia repetía una y otra vez que el procedimiento consistía en componer una canción en la cual cada iniciativa, cada experiencia, cada grupo de niñas y niños, cada entidad, cada región tuviera y desarrollara su línea en el pentagrama, pero con una clave común que permitiera que esa canción armónica para la paz sonara, resonara y llenara de ecos los distintos rincones del país. Si es con los niños, sí le jalamos... Pero la sopa hay que tomarla caliente... le dijeron a Nydia y por eso, apenas dos meses después de iniciado el proceso de consultas, estaban en Santandercito, niñas y niños y adultos, liando amistades que se prolongarán durante los años venideros, curándose los miedos, intercambiando ideas, poniéndole los pies en la tierra a los sueños.

En Santandercito se sentaron, pues, las bases del Movimiento de los niños por la paz. Se reafirmó y se puso en práctica el principio del protagonismo de niños y niños en todos los aspectos del Movimiento. Ellos serían actores y actrices principales, y así lo asumieron desde entonces. Se determinó que la escuela no sería el único escenario de la película; que la iglesia, el salón comunal, el parque y la calle, y también los recintos reservados para los adultos como los de los Consejos Municipales y el del Congreso Nacional, serían espacios importantes para expresarse y hacerse visibles. Que para que el asunto resultara una superproducción de impacto nacional e internacional se necesitaba que participaran niños escolarizados y no, de los campos y las ciudades, de toda condición social, económica y cultural. Que el juego, esa manera muy seria que tienen los niños de aprender disfrutando, de aprender a ganar, a perder y a reconciliarse, sería el eje de todas las acciones a emprender. Que los niños jugando en el “campo adulto”, haciendo uso de mecanismos de participación establecidos en la Constitución Nacional como el Cabildo Abierto y el Voto, se harían visibles y, de paso, dignificarían esos mismos mecanismos deteriorados de tanto ser “mal jugados” por los adultos. Que había que garantizar el acceso niñas y niños a los medios de comunicación para que sus voces y gestos infantiles, casi nunca tenidos en cuenta, fuesen amplificados, reconocidos como provenientes de sujetos capaces de opiniones propias, de reclamos válidos, de iniciativas acertadas. Que esta convergencia de iniciativas de organización y expresión infantil, antes aisladas, sería una formidable presión no violenta sobre los actores del conflicto en Colombia, capaz de desatar la voluntad política para solucionarlo de manera negociada. Que, por último, el Movimiento de los niños por la paz tiene un marco de acción aún más amplio: los derechos de los niños, del niño todo y de todos los niños, y que entonces la Paz, aunque a más de uno le sonara demasiado ambicioso, era apenas el comienzo.

Con un puntal firme en la sociedad civil, en donde REDEPAZ era la entidad con mayor capacidad de movilización y coordinación en el tema de la paz; con el aval del gobierno a través de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz; con la participación de una entidad de control ciudadano como la Defensoría del Pueblo; con el apoyo de la Iglesia y de un organismo internacional como UNICEF y con los aportes diversos y enriquecedores de los demás aliados distribuidos por los más diversos lugares del país, el centro de la telaraña tricolor quedó firmemente atado en Santandercito, listo para iniciar su expansión, para atar otros muchos nudos grandes y pequeños esparcidos por costas, valles, llanos y montañas de Colombia. Por el camino se arreglarían las cargas, se definirían fechas, eventos y procedimientos a través de los cuales las voces de niños y niñas se volverían, por primera vez en el país, más importantes, más interpelantes, que las de los adultos.
 

Nota al margen
Movimiento de los niños por la Paz
Marco institucional

• Instituciones convocantes: Conferencia Episcopal Colombiana – Pastoral Social. Defensoría del Pueblo. Alto Comisionado para la Paz. UNICEF.

• Institución operativa: Red nacional de iniciativas ciudadanas por la paz y contra la guerra.

• Aliados: Comité permanente de los derechos humanos. Christian Children Fund. Defensa de los Niños Internacional. Compromiso SOS por Colombia / Viva la Ciudadanía. Asociación Cristiana de Jóvenes. Compañía Nacional por la Paz (COMPAZ). Cruz Roja Colombiana. Programa por la paz – Compañía de Jesús. Programa el Semillero – Medellín. Fundación Social. Scouts de Colombia. Programa para la Reinserción. Foro Nacional por Colombia. Fundación Solidaridad por Colombia. Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Juventud (COLJUVENTUD). Asociación Probienestar de la Familia Colombiana (PROFAMILIA). Instituto FES de liderazgo – Proyecto Cultural para la Convivencia Ciudadana. BENPOSTA. Visión Mundial. Instituto para el desarrollo de la democracia Luis Carlos Galán. Red de organizaciones comunitarias a favor de la infancia – Boyacá. Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Defensa civil. Fundación para la comunicación popular. Organización indígena de la Guajira. Ministerio de Educación Nacional. Ministerio del Interior. Registradora Nacional.
 


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