|
Sorry, no english translation planned in the near future, try Altavista:translations Durante el último Cuarto del siglo xx, la actividad económica internacional ha experimentado un considerable aumento. La producción internacional, el comercio mundial de bienes y servicios, la inversión exterior directa y la transferencia de divisas a través de las fronteras nacionales han llegado a constituir aspectos fundamentales de la vida económica del capitalismo y, en consecuencia, están definiendo su dinámica de desarrollo. Por ejemplo, la inversión exterior directa (IED), la actividad económica más significativa para la expansión del capitalismo transnacional, durante los años ochenta creció cuatro veces más deprisa que el producto nacional bruto de los países miembros de la OECD (Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica), tres veces más que el comercio y cuatro más que la producción mundial durante el mismo periodo. Paralelamente, las corporaciones multinacionales (principales agentes responsables de la IED) han alcanzado los confines del globo y, de hecho, experimentan un crecimiento mucho mayor que la economía mundial en conjunto. Este aumento de la actividad económica internacional, al que hoy en día mucha gente denomina "globalización", ha sido interpretado por la mayor parte de los expertos académicos, los funcionarios públicos y los medios de comunicación como el heraldo del advenimiento de una nueva era para la economía mundial. Son muchos quienes sostienen que las transformaciones revolucionarias de las tecnologías de la comunicación y el transporte, junto con la reestructuración de las finanzas globales y la organización de la producción más allá de las fronteras nacionales, están contribuyendo a la creación de un mundo en el que valores e intereses compartidos unen a las naciones y donde la economía de cada país funciona como una mera pieza del mercado mundial. Según la tesis de la globalización, asistimos a la constitución de un sistema económico radicalmente distinto al que hemos conocido hasta la fecha y no hay alternativa al proceso global de integración y recomposición. La sociedad global dirige el mercado doméstico y la política económica de las naciones. No cabe duda de que la transnacionalizacíón de la vida económica es uno de los rasgos más llamativos de este fin de siglo. No obstante, la tesis de la "globalización" se fundamenta en gran medida en mitos y conceptos erróneos que son fruto de la estrechez de los enfoques políticos adoptados, de una visión de la realidad social que prescinde de la historia, y de flagrantes malentendidos acerca de los procesos y fuerzas sociales que están remodelando la economía mundial. En primer lugar, el avance hacia la integración internacional de las economías nacionales es tan antiguo como la misma historia del capitalismo. La globalización comenzó a finales del siglo XV con la ascensión del capitalismo y su expansión hacia ultramar: la conquista y explotación de Asia, África y América Latina, y los asentamientos coloniales blancos en África del Norte y Australia, constituyen claros ejemplos de globalización. Desde el principio la "globalización" estuvo ligada al imperialismo; difícilmente puede considerarse un fenómeno nuevo. Lo único que tiene de nuevo es el nombre. Los principales agentes económicos de la actualidad, las corporaciones multinacionales, desempeñan el papel que antes realizaban las empresas mercantiles (integración y apropiación de recursos y explotación de mano de obra barata) mientras los estados imperiales extraen recursos internos para financiar la expansión en ultramar y asegurar así las condiciones que posibilitan una acumulación global de capitales. En segundo lugar, la globalización no es un proceso homogéneo o lineal de progresiva integración mundial. Tanto el Norte y el Sur como las economías nacionales han oscilado entre el mercado global y el nacional-regional a lo largo de los últimos quinientos años. La integración internacional de las economías nacionales ha experimentado varios ciclos ascendentes y descendentes. En muchos aspectos fundamentales, había mayor integración en la economía mundial a finales del siglo XIX que en la actualidad. Asimismo es importante recordar que la globalización, tanto hoy como en el pasado, siempre se ha restringido a zonas geográficas determinadas y no afecta más que a una porción bastante pequeña de la población mundial. La pauta de la evolución de la inversión exterior se ha traducido en un alejamiento respecto al mundo subdesarrollado para dirigirse preferentemente a los centros industriales. Por ejemplo, mientras en 1924 el flujo de capitales hacia el Tercer Mundo rondaba el 75 por ciento, en 1938 había caído hasta el 55 % y en 1960 al 40 por ciento. En 1993, el flujo de inversión exterior directa hacia los cuarenta y siete países menos desarrollados no alcanzó más del 0,7 por ciento. Más del 80 por ciento de toda la IED se invierte en países industrializados. Y ello en nombre de la integración global y el desarrollo del mundo. El quid de la cuestión es éste: constituye un grave error de concepto considerar que la globalización es un proceso inevitable o la "última" fase del capitalismo (la culminación de la historia). La globalización es un fenómeno "cíclico" que se alterna con periodos de desarrollo nacional, producto de políticas estatales vinculadas a instituciones económicas internacionales. Las pautas cíclicas de la globalización dependen en gran medida de la situación específica de las distintas clases sociales y de las fuerzas gubernamentales, así como de otras condiciones políticas y económicas que afectan al proceso de acumulación de capitales: el auge del globalismo es producto, en gran medida, de la aplastante derrota de la clase obrera, el campesinado y los pequeños empresarios a manos de las fuerzas capitalistas que, desde el poder, imponen políticas contrarias al Estado del Bienestar, con el consiguiente descenso del nivel de vida, y crean incentivos estatales para promover las estrategias de exportación. El declive de la "globalización" es resultado de la crisis mundial del capitalismo (igual que durante los años treinta) y del surgimiento de movimientos revolucionarios sociales y nacionalistas que subordinan los cambios externos a las necesidades nacionales y al desarrollo interno (quede claro que NO estamos describiendo la "autarquía"). El ascenso del globalismo está íntimamente relacionado con el recrudecimiento del conflicto de clases y la disminución de los beneficios que tienen lugar durante el período de globalización limitada asociado al Estado del Bienestar. Éxito del capital al socavar el poder popular, desmantelar el Estado del Bienestar y convertir el Estado en un instrumento para la expansión en el exterior es la condición que sirve de base a la globalización, no "los cambios tecnológicos", "las exigencias del mercado mundial" ni la "lógica del capital".
PRIMERO: el argumento de que la globalización es fruto de la revolución tecnológica o de la información (la llamada Tercera Revolución Científica) presenta varios puntos flacos fundamentales Las nuevas tecnologías informáticas facilitan el flujo de información, aumentan la velocidad de las transferencias y traslados de capitales y proporcionan redes de comunicación que hacen más sencilla la reubicación de las fábricas. Pero la tecnología no determina hacia dónde se dirige la inversión, la investigación o el diseño. La tecnología no es un fuerza social autónoma. El tipo de actividad económica (especulación financiera o inversión productiva) y su ubicación dependen de decisiones sociopolíticas y de la capacidad del estado para ejecutarlas. La política está al mando de la tecnología. La tecnología y los nuevos sistemas de información Son tan compatibles con los modelos nacional-estatales como con los neoliberales, tal y como han demostrado los capitalistas asiáticos. SEGUNDO: el argumento de que las "exigencias del mercado mundial" constituyen la fuerza dinámica que empuja a la globalización pasa por alto la viabilidad y el dinamismo inherentes a los mercados locales y regionales. La existencia de demandas concurrentes de clases vinculadas a distintos "mercados" significa que el giro hacia el "mercado mundial" no es fruto de "exigencias" sino que, más bien, es resultado de una superior organización político-militar de las clases sociales vinculadas a los mercados globales. La exigencia no emana de un mercado mundial abstracto sino de los consejos de administración de las corporaciones multinacionales y de los ministerios gubernamentales vinculados a ellas. La influencia del mercado varía en función de su relación con otras consideraciones sociales y otras demandas concurrentes. La lucha de clases puede condicionar el alcance y la protudidad de las fuerzas del "mercado", tal como ha venido haciéndolo a lo largo de la historia. Bajo la hegemonía de las clases populares, el "mercado" (los capitalistas que producen y venden mercancías para ganar dinero) puede subordinarse para servir a intereses sociales, al menos a corto plazo. El mismo lenguaje que emplean
los ideólogos de la globalización está impregnado de una especie de antropomorfismo que
disimula su naturaleza. La idea de que "el mercado exige" es un despropósito.
El "mercado" no hace nada por el estilo. Las cuestiones de base relacionadas con el comportamiento de los mercados son esencialmente cuestiones políticas que en última instancia son resueltas por la política estatal. La importancia relativa de producir para las clases sociales del mercado nacional o para el mercado mundial, la cuestión de cuán abierta o cerrada será una economía en relación al mercado (cómo insertarse en el mercado), la decisión de cuándo entrar en los mercados y en cuáles, están en gran parte influidas por quienes toman las decisiones políticas.
TERCERO: La noción de que la "globalización" es fruto de la "lógica del capital" es al mismo tiempo antisocial y antihistórica. En primer lugar porque oculta los múltiples actores (los diversos capitales, el papel de los obreros, etc.) y los diversos estados que intervienen y dan forma a los "movimientos" (o a la lógica) del capital. En segundo lugar, la "lógica del capital" no logra explicar los períodos de "involución" del capital, las crisis que empujan el capital hacia el exterior o lo hacen regresar a la economía nacional; es una concepción lineal del capital en perpetuo crecimiento. En tercer lugar, no explica los distintos grados de integración del capital en la economía mundial en distintas épocas. Tampoco la sitúa en relación al papel que desempeñan la política y la ideología del Estado en el establecimiento de parámetros y condiciones para la acumulación de capitales. Para comprender el proceso real o histórico de la globalización es preciso efectuar un análisis del Estado y de sus relaciones con el capital, tanto en los países imperialistas como en el Tercer Mundo. Los grandes protagonistas de la globalización son los países imperialistas ascendentes, es decir, los países cuyas principales instituciones económicas son "mundialmente competitivas" y por tanto no tienen nada que perder y mucho que ganar con el "libre comercio" y los "mercados abiertos". Estos favorecen una globalización sin restricciones. Tienden a abrir sus economías así como a exigir "apertura" a los demás (Alemania, Japón). El segundo grupo de países favorables a la globalización sin restricciones está constituido por los "clientes" (Chile, por ejemplo) de los países imperiales ascendentes, que se "especializan" en exportaciones agro-minerales, forestales y marinas (materias primas) que proporcionan sustanciosos beneficios y recursos para el crecimiento de los centros imperiales. Los países imperiales en declive optan por una globalización restrictiva y selectiva, buscando apertura allí donde siguen ostentando una posición competitivamente ventajosa, al tiempo que imponen restricciones estatales a la importación en los sectores donde han perdido competitividad (EE.UU.). Los países ascendentes en vías de desarrollo con una base industrial diversificada echan mano de la globalización como fórmula para la exportación, mientras conservan una estricta normativa estatal que controla las entradas de capital extranjero y las importaciones que podrían entorpecer el desarrollo de los sectores económicos más débiles o de reciente aparición. De este modo, mientras todos los países fingen estar de acuerdo con el discurso de la globalización, se dan distintas interpretaciones de su significado y aplicación, según la posición de cada uno en el ciclo imperial (ascendente/descendente) y su relación con los centros imperiales (país cliente/país ascendente en vías de desarrollo). En este contexto, el Estado es, con diferencia, el agente sociopolítico más importante del proceso de globalización. Así, el estado imperial desempeñó una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, una función fundamental en la reconstrucción de las principales economías. Lejos de ser contrario al estatismo, el capital multinacional exige un "Estado activista", cuya actividad consiste en desmantelar el Estado del Bienestar en favor de la globalización. Presionado por el capital multinacional, el Estado imperial subvenciona y financia la expansión global al tiempo que facilita la explotación interna en vistas a acumular capitales para la exportación. En los países del Tercer Mundo el Estado desempeña una función muy similar. Mediante una política de reducción de salarios, recorte de las partidas sociales en los presupuestos y transferencia de las pensiones al capital privado, los Estados del Tercer Mundo concentran ingresos al alza para la expansión exterior ("globalización" o "reubicación de capitales"). Este proceso resulta más obvio que nunca en la actual fase neoliberal del capitalismo con las llamadas "políticas de reajuste estructural". Diseñadas por el FMI y el Banco Mundial con la colaboración de los Estados del Tercer Mundo, las políticas de reajuste estructural incrementan el flujo de ingresos "al alza" y la disponibilidad de las propiedades públicas nacionales para su posterior privatización por parte de las multinacionales y las élites locales adineradas. Mirándolo bien, los Estados imperiales y los del Tercer Mundo son elementos esenciales en el establecimiento de las condiciones iniciales (políticas de inventivos; privatizaciones; libre comercio) que faciliten el movimiento de capitales y su continua expansión, y para echar la carga de las crisis periódicas del capitalismo sobre los hombros de quienes trabajan para ganar un salario. El capital multinacional en ningún caso crea su propio universo ni trasciende las estructuras estatales existentes. No obstante, la cuestión sigue abierta: ¿cómo entendemos y analizamos específicamente la fase actual de globalización? Hablando en términos
generales, la fase actual de globalización supone la reestructuración" de la
economía mundial mediante la liberalización de los flujos de capital y de las normas que
rigen las operaciones internacionales de las instituciones financieras. Al mismo tiempo, la intervención estatal se redujo a controlar y definir la actividad social de la sociedad civil y a establecer nuevos parámetros para el debate político y económico. Con nuevos actores en escena orientados hacia el "mercado mundial", el estatismo neoliberal devino la ideología dominante: las subvenciones estatales a la exportación y la asunción de las pérdidas de la banca privada se vieron acompañadas por una redistribución de la riqueza dirigida por el Estado y justificada en nombre de la "competitividad internacional". Por supuesto, el proceso de
globalización es un fenómeno muy contradictorio. Lo que le está sucediendo a
la mayoría de economías y países capitalistas de todo el mundo es comparable a los
procesos que tuvieron lugar a mediados del siglo XIX: un crecimiento a gran escala del
capital acompañado por un aumento del desempleo, la pobreza, el crimen y el sufrimiento
humano en general. Hoy, la cifra oficial de desempleo en los países miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) supera los 35
millones de personas y sigue creciendo.
© Ajoblanco
|
|