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La estrategia de la manipulación:
La desinformación gubernamental como arma de guerra

Revista Orto

nº 117 Sep.-Oct. 2000

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A los 10 años de la escenificación del infoshow de la Guerra del Golfo, paradigma de masturbación mediática que ilustró la capacidad de la industria de la comunicación para entretener desinformando, asistimos hoy a una constante renovación de las estrategias de manipulación gubernamental que persiguen la adhesión incondicional del ciudadano medio a la verdad oficial cuando se trata de justificar una guerra, emprender una invasión o poner en marcha una nueva misión humanitaria.

La eficacia bélica se sustenta cada vez más en una opinión pública domesticada y obediente a los designios del poder militar. La desinformación militar encarna lo peor de 2 mundos: el de la violencia de las armas y el del chantaje mediático. Unidos, las mentiras deslizadas desde los mass-media y el puño de hierro del entramado militar configuran un arma poderosa. La víctima de esta unión es el consumidor de información, convertido en campo de maniobras para la desinformación.

Lamentablemente, la vulnerabilidad del teleconsumidor cobaya queda patente a la hora de comprobar la facilidad con que la frágil opinión pública se doblega ante ciertos arquetipos urdidos en función de las necesidades geoestratégicas de estructuras militares como la OTAN, o de mezquinos intereses políticos.

Sólo así podemos comprender surrealistas acontecimientos como los bombardeos humanitarios que han permitido a la OTAN establecer un protectorado militar en Kosovo, la campaña electoral armada del ejército ruso en Chechenia que sentó a Putin en el Krenlim, o la intervención de una coalición militar internacional que protege a la población de Timor Oriental. En cada caso, cada actuación militar viene sistemáticamente precedida por una (re)presentación de los acontecimientos que adopta la forma de una narración argumentalmente insostenible (deliberadamente simplista), con protagonistas inverosímiles (cruelmente letales o heroicamente altruistas) o con motivaciones incongruentes ("liberar Kuwait" o "proteger a la población albano-kosovar" fueron objetivos formales cuidadosamente presentados como ajenos a los intereses petrolíferos o a la necesidad de la OTAN de afirmar su papel hegemónico).

Nunca antes como ahora los Estados Mayores de los ejércitos y los mandatarios políticos han asumido tan abiertamente que, para ganar una guerra, es preciso crear opinión y construir un sólido consenso, aun cuando esté erigido sobre falsedades e incorrecciones, que allane el camino a las tropas. En este sentido, las tesis básicas de la guerra psicológica ya experimentadas por los gobiernos desde la I Guerra Mundial están en permanente proceso de sofisticación y actualización, dando lugar a un nuevo modelo que podríamos denominar manipulación industrial de las conciencias al servicio de objetivos estratégicos.

Un modelo de desinformación gubernamental eficaz que garantice el favor de la población ante una eventual intervención militar no sería posible sin la inestimable colaboración de 3 aliados: la credulidad popular, la amnesia colectiva, y, sobre todo, la existencia de un complejo industrial-mediático colaboracionista que refleja y difunde la verdad oficial, condimentada con selectas dosis de desgarrador dramatismo, violencia telegénica y ternurismo lacrimógeno... En suma, la conversión de los mass-media a un complaciente eco de los portavoces militares. Un eco carente de información sustancial, que actúa como cebo psicológico que crea en el ciudadano la grata ilusión de considerarse al corriente de la actualidad.

En las siguientes líneas trataremos de ejemplificar algunos aspectos del funcionamiento de la propaganda desinformativa en tiempo de guerra desde la guerra de las Malvinas hasta la intervención de la OTAN en Kosovo, señalando en cada caso sus características estructurales.

 

La desinformación y las modalidades del discurso persuasivo.

Estableceremos para empezar el concepto de desinformación como el conjunto de técnicas (intoxicación, creación de noticias falsas, maniobras de distracción hacia temas secundarios, ocultación de información, limitaciones a la investigación independiente) empleadas por la autoridad estatal u organismos afines para orientar la opinión de un público receptor y aspirar con ello a influir en su comportamiento. La desinformación se inspira en un principio pragmático: se busca manipular audiencias, grupos humanos o círculos específicos. Cuando es necesario, la desinformación adquiere la dimensión de una auténtica guerra psicológica al servicio de los intereses militares.La desinformación es, por tanto, una forma de violencia a través de la persuasión que, esencialmente, comparte las mismas características del discurso persuasivo al que pertenecen la información periodística (persuasión cognoscitiva), la propaganda (persuasión ideológica) y la publicidad (persuasión comercial).

 

La omnipresencia del discurso persuasivo en la sociedad contemporánea es innegable y garantiza, a través de los mass-media, la prevalencia de determinados significados construidos jerárquicamente por las principales instituciones de control y coacción sociocomunicativa: la empresa, los partidos políticos y las iglesias, en su papel de pilares del orden social. Vivimos, por tanto, inmersos en el discurso persuasivo al que estamos permanentemente expuestos, aunque hayamos rutinizado tanto su presencia que casi no nos demos cuenta de su proximidad. En todos estos casos, el discurso persuasivo busca en el receptor la conformidad con el mensaje, la identificación con la idea expresa o subyaciente y la internalización del significado.

De hecho, la desinformación gubernamental ha aprendido mucho de las modernas técnicas publicitarias para parasitar potenciales clientes y reducir al mínimo la resistencia psicológica del receptor domando su subjetividad. De la misma forma, la desinformación ha dejado de ser un monopolio estatal administrado por los Servicios de Inteligencia para convertirse en un lucrativo negocio privado. Así las Oficinas de Relaciones Públicas como Rudder Finn Global Public Affairs han jugado un importante papel en la desinformación de la guerra en la ex Yugoslavia, tal como comprobaremos más abajo. A modo de anticipo, cabe mencionar la antológica declaración de principios efectuada por el director de esta empresa especializada en asesorar a Estados de todo el mundo y en idear proclamas mediáticas "Nuestro oficio consiste en diseminar la información hacerla circular lo más rápido posible para que las tesis favorables a nuestras causas sean las primeras en ser expresadas. Desde el momento en que una información es buena para nosotros nos esforzamos por anclaría en seguida en la opinión pública. La primera información es la que cuenta, los desmentidos no tienen ninguna eficacia". Todo un decálogo del quehacer desinformativo.

Como puede intuirse, las técnicas de desinformación con fines bélicos han evolucionado mucho en las últimas décadas, particularmente desde la finalización de la guerra de Vietnam, por lo que se impone un seguimiento de los episodios más flagrantes de manipulación desinformativa. Es preciso, por tanto, que refresquemos la memoria y echemos una breve ojeada a los episodios más significativos.

 

De las Malvinas a la Guerra del Golfo: el nacimiento de las nuevas técnicas de manipulación.

La primera guerra de envergadura en la que participa una potencia de OTAN tras Vietnam es la de las Malvinas en 1982. Aquí se aplicarán las enseñanzas obtenidas por el batacazo informativo de Vietnam, conflicto en el que la cobertura informativa reveló al gran público la existencia de una guerra injusta y cruel, donde se masacraba y torturaba a civiles. Este precedente sirvió de pauta respecto a la política informativa que no había que tolerar. El gobierno británico ideó una cuidadosa política informativa. Para empezar, se presentó el conflicto como la guerra de una democracia contra una autocracia. La acción reviste a primera vista unas características muy similares a las de Vietnam: una potencia nuclear enfrentada a un país prácticamente tercermundista. La prioridad de los británicos va a ser romper con la autonomía de los medios de información y controlarlos con medios "democráticos" que permitían la censura y la manipulación. Los británicos idean la cobertura mediática integrando 3 elementos. La guerra está lejos y la única manera de asistir es ir en los buques del la Armada de Guerra. Se advierte, por tanto, que no todos los corresponsales podrán ir a la guerra. Se crea el principio del "pool": sólo un grupo de periodistas con ciertas aptitudes físicas para viajar y asistir a una contienda serán elegidos. En esta fase los periodistas cohabitan y tratan sólo con oficiales británicos sin otro contacto exterior. Además, los periodistas no pisan tierra, sino que se limitan a recibir información oficial en un buque fuera del círculo de guerra. La información, por tanto, es fácilmente orientada por el propio ejército. Así pudieron los periodistas ingleses dar informaciones triunfalistas los primeros días de combates, negando que los británicos sufrieran bajas cuando en realidad la aviación argentina hundió alguno de los navíos ingleses más modernos. Hasta la BBC se dio cuenta de esta manipulación y amenazo con emitir imágenes de la televisión argentina para informar a los británicos de lo que realmente ocurría. Esta intención fue considerada escandalosa por las autoridades inglesas, porque Argentina era una vil dictadura y el Reino Unido, en cambio, el paradigma de la democracia. Sin embargo, los ingleses no llegaron a saber lo que realmente estaba sucediendo en la guerra. La guerra de las Malvinas fue la primera guerra sin imágenes, cuando el público británico pensaba que podría acudir en directo al espectáculo bélico.

El éxito mediático de los ingleses llevó a los yanquis a aplicar el modelo de control informativo al año siguiente, con ocasión de la invasión por los EE.UU., toda una potencia nuclear, de la diminuta isla de Granada en las Pequeñas Antillas. La invasión se produjo sin avisar a los medios de comunicación y sólo después de terminados los combates se permitirá la presencia de periodistas (un tipo de censura insólito para un país cuyos periodistas asistieron en vivo al desembarco de Normandía). Las cadenas de televisión entablaron pleito con el Pentágono, pero el Departamento de Defensa se salió con la suya y el ejército pudo desde ese momento restringir el acceso de periodistas a escenarios de conflicto. Recordemos que fue el general Schwarzkopf, artífice de la Operación Tormenta del Desierto, el encargado de dirigir la invasión de Granada, guerra-relámpago que se saldó con con 67 muertes civiles (incluyendo 21 pacientes de un hospital para enfermos mentales).

 

Los franceses también seguirán la técnica de impedir miradas indiscretas. Durante la guerra del Chad, el ejército francés desplegó un gran contingente de tropas en este país africano, pero el público francés tan sólo pudo ver imágenes suministradas por el SIRPA (servicio de información del ejército), las únicas vistas en la televisión francesa, que además quedó obligada a emitir las imágenes sin añadir comentarios.

También fueron excluidos de la zona de guerra los corresponsales que cubrieron la invasión norteamericana de Panamá en 1989. Una vez más, el ejército no quería testigos. Por otra parte, los EE.UU. se aprovecharon del efecto escudo causado por los sucesos de Rumania que, en plena Navidad, captaron la atención del mundo, quedando lo sucedido en Panamá como un asunto secundario de escasa importancia.

En efecto, en Rumania se dio lo que algunos expertos han calificado como la mayor mentira mediática de la historia comunicacional moderna. Allí donde nos dijeron que había una guerra entre la policía secreta del siniestro régimen de Ceaucescu y los defensores de la democracia, nunca hubo tal. Los presuntos subterráneos que recorrían el subsuelo de Bucarest construidos por la Securite nunca existieron (los vimos en TV, pero eran el refugio antiaéreo del aeropuerto). Se nos habló de tropas mercenarias sirias que jamás existieron. El superreloj emisor de señales digno de James Bond que Ceaucescu llevaba durante su juicio sumarísimo y que supuestamente le mantenía en contacto con una unidad especial de la Securite que habría de rescatarle simplemente era un cuento de película de espías. Un camelo tan falso como el de las célebres fosas de Timisoara. La prensa publicó que centenares de cuerpos habían aparecido con terribles heridas consecuencia de una cruel tortura en el cementerio de Timisoara. Hoy sabemos que aquellos muertos fallecieron por causas accidentales y que simplemente se les practicó la autopsia como en cualquier otro país. La televisión mostró a un anciano con los pies atados con alambre y se dijo que la Securite lo había torturado. En realidad era una persona a la que los bomberos habían rescatado de un pozo y la imagen no tenía nada que ver con la represión política. ¿Cómo fue posible semejante sucesión de desatinos?.¿Cómo pudo ser la prensa mundial tan fácilmente burlada? Sencillo: todos estos hechos sucedieron en pleno periodo navideño de1989 y ningún medio pudo sustraerse a la tentación de mostrar historias conmovedoras sobre la supuesta revolución popular contra un régimen tiránico. Ciertamente, el régimen de Ceaucescu era tiránico y odioso, pero las imágenes difundidas en todos los medios fueron una grandísima farsa. El clima de histeria navideña en el año que cayó el muro de Berlín propició este bluff mediático...

 

La guerra del Golfo es un acontecimiento clave que reúne, sintetiza y supera los procedimientos de manipulación aplicados en los casos anteriores y que, tan sólo después de transcurridos 10 años de la "liberación de Kuwait", han salido poco a poco a la luz. Aún hoy resulta difícil de creer que semejante cantidad de majaderías envenenadas llegaran a ser publicadas, televisadas o radiadas. En 1990 todo el mundo tuvo la sensación de asistir en directo a una gran batalla cuando en realidad no se trató sino de una sucesión de manipulaciones. Los militares ya habían comprendido por aquel entonces que la estrategia militar debía de ser acompañada de una estrategia mediática propia y singular y que, si esta última no funciona bien, puede peligrar el curso de la guerra. Encontramos una gran ejemplo de eficacia mediática en la forma en que consiguió presentarse a los regímenes teocráticos y reaccionarios de Kuwait y Arabia Saudí en aliados sin tacha de Occidente, convirtiendo a estados impresentables en objeto de solidaridad y compasión. Representaba toda una proeza conseguir despertar entre la opinión pública el aprecio por el emir de Kuwait. La gente sabía que Kuwait era un miniestado creado artificialmente por Gran Bretaña para impedir el acceso de Irak al mar, regido por una aristocracia petrolífera multimillonaria propietaria de yates en Marbella, de cuentas bancarias en Suiza y de casinos en la Costa Azul. Es decir, a priori no despertaba lástima un emir desposeído de su fortuna y de su patrimonio (el propio emirato de Kuwait era propiedad particular de la familia Al Sabbah). El problema mediático más urgente era crear simpatía por los kuwaitíes. Y esto se consiguió cuando la familia Al Sabbah contrató al mayor manipulador de masas que pudo encontrar: Mike Digel, de la agencia de relaciones públicas Hilí & Knowlton, por cuyos servicios el emir desembolsó casi 11 millones de dólares. Digel se preguntó a sí mismo:¿Qué es la información? Asistir a un acontecimiento. ¿Cuál es el acontecimiento? La invasión de Kuwait. Pero desgraciadamente no hay imágenes porque los iraquíes invadieron a las 2 de la madrugada y todo duró escasamente 2 horas. Pero sin imágenes era imposible hacer comprender al público que el más grande había aplastado al más débil. Por tanto, hay que empezar dejando claro que los más débiles son los kuwaitíes. Es así como se desarrolla la absurda tesis de que Irak tiene el cuarto mayor ejército del mundo. Digel sabe que siguen siendo necesarias imágenes que muestren al mundo la resistencia kuwaití contra el invasor. Se difunde la idea de que hay kuwaitíes heroicos que resisten en el interior. En ese momento, la prensa internacional ofrecerá un oportuno vídeo casero sacado por un residente con riesgo de su propia vida. Esta grabación que muestra la resistencia kuwaití parece filmada desde un balcón con métodos primitivos y en ella se aprecia que el cámara tiembla mientras graba cómo un puñado de heroicos kuwaitíes armados con viejos fusiles se enfrentan a los tanques iraquíes. La grabación probaba la existencia de una resistencia interior a la que era preciso ayudar. Otro documento muestra a una joven enfermera que ha conseguido escapar de Kuwait City relatando que los iraquíes entraron la noche de la invasión en el Hospital de Maternidad y cómo los soldados iraquíes sacaron salvajemente a las criaturas de las incubadoras, dejándolos en el suelo para llevarse los equipos. Este testimonio causó un impacto impresionante. Sin embargo, estos dos sobrecogedores documentos fueron un fraude. Las imágenes de la "resistencia" fueron filmadas en Nuevo Méjico con tanques de cartón suministrados por una empresa italiana especializada en la construcción de señuelos y que reprodujo los carros de combate iraquíes. Por otra parte, la supuesta enfermera no era otra que la hija del embajador de Kuwait en Washington, estudiante de medicina en los EE.UU. Estos ejemplos demuestran el carácter acrítico de unos medios de comunicación que difundieron un material suministrado por los servicios de inteligencia militar sin pararse a comprobar la veracidad de la fuente porque, de haberlo hecho, cualquier otro medio de la competencia con menos escrúpulos se hubiera beneficiado de la "exclusiva". La calidad de la información se vio considerablemente devaluada debido a la propia naturaleza competitiva de los medios de comunicación. El papel tan destacado que adquirieron las corporaciones de relaciones publicas como Hilí & Knowlton también representó un fenómeno emergente. En el historial de H&K figuran clientes tan dudosos como los gobiernos de Turquía, Israel, Perú, Egipto o la Iglesia de la Cienciologia. H&K llegó incluso a especializarse en la gestión de crisis mediáticas como la desatada tras el accidente en la central nuclear de Three Mile Islands.

La omisión de información esencial es otro extendido procedimiento utilizado frecuentemente para encubrir las causas profundas que provocan un conflicto internacional. Así, la mayoría de los medios no mencionó que una de las causas de la invasión iraquí fue la política de Kuwait y de los Emiratos Arabes de exceder su cuota de producción petrolífera en un millón de barriles diarios, con lo que se dañaría gravemente a la economía iraquí. La presentación del villano Saddam Hussein también fue construida a la medida del personaje que requería el guión. Así, por ejemplo, las acusaciones de eco-terrorismo lanzadas contra Irak resultaron particularmente cínicas.. si tenemos en cuenta que 4 de las 5 mareas negras provocadas en el Golfo durante la guerra fueron provocadas por los EE.UU. El cormorán bañado en gasoil y presentado como prueba de la degradación ambiental atribuida a los planes de Saddam fue otro señuelo fraudulento: se trataba de imágenes de archivo deshonestamente presentadas como actuales. Las acusaciones acuñadas poco antes del inicio de la guerra oscilaron entre lo ridículo y lo grotesco. Así, por ejemplo, el servicio de aduanas británico en colaboración con el FBI acusó al régimen iraquí de intentar abastecerse de "detonadores nucleares" que, tal como se demostró finalmente, eran simples condensadores eléctricos solicitados por la Universidad de Bagdad. Estos elementos y muchos otros fueron recursos empleados para fabricar artificialmente un consenso entre la opinión pública favorable a la intervención militar.

¿Pero que pasaba en el bando de los informadores independientes e incorruptibles al servicio de la transparencia informativa? Simplemente, cedieron el paso a una triste realidad: en tiempo de guerra, la verdad tiene dueño, y ese dueño es el ejército. La autocensura periodística fue aplicada con insólita frecuencia por los informadores de esta guerra prefabricada. La prensa parisina publicó un mes después de finalizada la guerra fotografías de iraquíes acusados de pillaje fusilados por el propio ejército de Saddam. La disculpa enarbolada fue que tales documentos gráficos no se publicaron en su momento "para no favorecer a Saddam". Muchos medios occidentales silenciaron episodios inconvenientes, como el abordaje de 400 marines a un barco fletado por la Liga de Mujeres Árabes que transportaba medicinas destinadas a las víctimas del bloqueo contra Irak. Los marines inmovilizaron el barco durante 9 días y violaron a varias mujeres, entre ellas 2 norteamericanas.. Las imágenes inconvenientes que mostraban el sufrimiento iraquí tampoco tuvieron repercusión en los medios. El periodista de la NBC J. Alpert tomó imágenes del Bagdad bombardeado que mostraban víctimas civiles pensando que este material interesaría a las cadenas de televisión. Sin embargo, la NBC decidió suprimir la emisión de una imágenes demasiado inoportunas. En otro plano, tampoco se abordaron con seriedad las verdaderas razones geoestratégicas que constituyeron el trasfondo real del conflicto, esto es, los esfuerzos occidentales por recuperar el control sobre las importaciones petrolíferas mediante la presencia permanente de los EE.UU. en el Golfo, estableciendo bases militares en Arabia Saudita (objetivo largamente acariciado) con lo que se conseguiría influir sobre el precio del petróleo. Y sobre todo, los EE.UU querían demostrar a sus socios de todo el mundo que eran capaces de restituir en el poder a los regímenes aliados. Al fin y al cabo, los EE.UU sólo podían contar con su supremacía militar para imponer su liderazgo. Toda solución militar refuerza, por tanto, el protagonismo de los EE.UU ente las naciones desarrolladas, algo que no podría conseguir únicamente mediante la coacción comercial y económica. Además, esta guerra vino de perlas para reforzar el nivel de inversión en armamento. El presidente de la patronal francesa de la industria armamentística llegó a declarar que "afortunadamente la coyuntura internacional es buena para nuestro negocio y la distensión USA-URSS ha liberado otras tensiones y abierto otros mercados". Sin embargo, fueron muy escasos los medios de comunicación que fomentaron el debate sobre estas cuestiones...

En el conflicto del Golfo funcionó a la perfección el sistema de pool, por el que se asimila al periodista a una unidad militar. Los periodistas fueron estrechamente controlados para que sólo trascendiese al público lo que las propias autoridades militares deseaban, esto es, elogios sobre el despliegue militar y sobre los infalibles golpes quirúrgicos propinados al enemigo. Todo ello sin que por ninguna parte el público pudiera constatar la magnitud real de los daños colaterales ocasionados sobre la población civil. ¿No es acaso una clara complicidad con los militares informar sobre la guerra como si las personas no murieran en ella?. Pero existe algo peor que la complicidad: la vanalización. Fueron abundantes las declaraciones de pilotos de combate que compararon los bombardeos con fuegos artificiales o con árboles de Navidad. El carácter limpio y aséptico de la guerra debía ser resguardado a través del control militar sobre los periodistas o maquillando los escenarios. De este modo, los militares norteamericanos limpiaron sistemáticamente las calles de Khafji, donde hubo violentos combates, retirando los cadáveres y hasta los casquillos de munición para preservar el mito de la guerra limpia antes de permitir la entrada de los periodistas autorizados. Del mismo modo, prohibieron a un reportero filmar a jóvenes kuwaitíes jugando al fútbol porque "no es adecuado sacarles así cuando otros luchan". Sin embargo, todo debe mantener una imagen de verosimilitud bajo control, porque los militares saben que si la cobertura mediática de la guerra no es verosímil, se desvanecería la razón de ser de la guerra misma.

 

Las intervenciones militares que revisten el aspecto de misiones humanitarias representan hoy un auténtico filón para los ejércitos. Este modelo de humanitarismo armado fue ensayado por primera vez con ocasión de la misión militar en Somalia en 1992. Muchas cosas fueron ocultadas entonces a la opinión pública sobre el despliegue humanitario en la región. En primer lugar, se omitió que la ocupación militar de Somalia por tropas de EE.UU. era, nuevamente, debido al petróleo. De hecho, 4 de las más grandes compañías petrolíferas de los EE.UU. habían comprado la concesión de 2/3 del subsuelo somalí, considerados entre los más prometedores del mundo. Durante 3 años, un equipo del Banco Mundial estudió el rico subsuelo de la costa norte de Somalia, concluyendo que existían importantes yacimientos comercializables. Cuando las diferentes facciones somalíes en litigio estaban a punto de restablecer la soberanía del país, el ejército norteamericano se decidió a intervenir para controlar el desarrollo de la explotación de este importante yacimiento. Casualmente, pocos días antes del desembarco de las tropas de la misión "Devolver la Esperanza" en Somalia, la sede de la empresa petrolífera Conoco (norteamericana) fue preparada para albergar la embajada de los EE.UU.. Sin embargo, una vez más la verdad oficial acabó por imponerse y la gran mayoría de los medios vieron en el operativo "Devolver la Esperanza" una hazaña humanitaria del Alto Mando norteamericano y sus aliados. Además del petróleo, jugaron un importante papel las reservas de uranio así como la posibilidad de instalar una base militar en la estratégica zona del Golfo, que permitiría hostigar a regímenes-paría como Sudán. Francia se sumó al operativo, y no precisamente por motivos humanitarios, sino porque no estaba dispuesta a que los norteamericanos siguieran conquistando nuevas plazas en el mapa neocolonial africano que los franceses tanto se han esforzado por dominar. La intervención humanitario-castrense, en la que también participó Alemania, contó con una fuerte resistencia por parte de la población somali, que vio cómo de agudizaba su hambruna crónica tras el aluvión de arroz humanitario que provocó el abandono del cultivo en muchas regiones, mientras que otros productos sanitarios (semillas, productos fitosamitarios, vacunas) no llegaron nunca. En este conflicto resultó ridícula la repetida escenificación de desembarco que los marines norteamericanos hubieron de repetir varias veces ante las cámaras de televisión de todo el mundo porque, al parecer, estaba oscureciendo y hubo que repetir varias tomas. Y es que, también en lo relativo a las invasiones militares, el que se mueve no sale en la foto...

Sin embargo, puede afirmarse que el apogeo de la desinformación moderna llegó con los conflictos generados por el desmembramiento de la antigua Yugoslavia y que culminaría con el bombardeo de Serbia y la ocupación de Kosovo por fuerzas de la OTAN, esta vez sin recurrir siquiera al paraguas legal proporcionado anteriormente por la ONU...

Revista Orto

nº 117 Sep.-Oct. 2000

  

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