WESLEY

El mensajero de esta edad fue, sin duda alguna, Juan Wesley. El Hermano Wesley nació en la ciudad de Epworth en Inglaterra, el día 17 de junio de 1703, y fue uno de diez y nueve hijos de Samuel y Susana Wesley. Su padre fue un capellán en la Iglesia de Inglaterra; pero es mucho más probable que la mente de Juan tomó la vía religiosa por razón de la vida ejemplar que vivió su mamá, en vez de la teología de su padre.

Juan fue un estudiante extraordinario. Fue mientras él estaba estudiando en el Colegio de Oxford que él y su hermano Carlos, fueron parte de un grupo que fue conmovido espiritualmente a adorar según el fundamento de vivir la verdad por razón de haber experimentado la verdad en vez de hacer que la doctrina sola fuera su norma. Los componentes del grupo redactaron un guía espiritual de obras, como por ejemplo, ayudando a los pobres, visitando los enfermos y los encarcelados. Por esto fueron llamados Metodistas y también otros nombres no tan honrados.

Ahora Juan fue tan infundido por su visión de la necesidad de religión para las gentes del mundo que él vi ajó a América del Norte (el estado de Georgia) como un misionero entre los indios. Durante el viaje se dio cuenta que muchos de los pasajeros eran moravos y fue muy impactado con su mansedumbre, paz y valentía ante toda clase de circunstancia. A pesar de la abnegación de sí mismo y el arduo trabajo, sus labores en Georgia fueron un fracaso. Volvió a Inglaterra con la lamentación, "Yo fui a América para convertir a los indios, pero ¡oh! ¿quién me convertirá a mi?"

En Londres, de nuevo se encontró con los moravos. Fue Pedro Boehler quien le mostró el camino de la salvación. El fue verdaderamente renacido aunque le causó deliquio y enojo a su hermano, Carlos, quien no podía entender cómo podía ser posible que un hombre tan espiritual como Juan pudiera decir que no estaba previamente bien con Dios. Sin embargo, no fue largo el tiempo hasta que Carlos también fue salvo por la gracia de Dios.

Wesley ahora empezó a predicar el Evangelio en los púlpitos de aquellas iglesias a las cuales antes tenía la bienvenida; pero dentro de poco tiempo lo echaron para fuera. Entonces fue cuando su amigo de muchos años, el Hermano Jorge Whitefield, le ayudó y le animó mucho porque le invitó que viniera a ayudarle a predicar el aire libre, donde miles estaban escuchando la Palabra. Al empezar, Wesley dudaba que debía predicar al aire libre en vez de un edificio, pero cuando vio las multitudes y también la obra del Evangelio en el poder del Espíritu, él se rindió enteramente a esta forma de predicar.

La obra creció a tal grado que él empezó a enviar numerosos laicos para predicar la Palabra. Esto parecía ser un paralelo al Día de Pentecostés cuando el Espíritu levantó a hombres con poder para predicar y enseñar la Palabra, casi de un día para otro.

Hubo enorme oposición a esta obra pero Dios estaba con él. La obra del Espíritu fue manifestado grandemente y frecuentemente el espíritu de convicción tomaba posesión de las personas a tal grado que les quitaba toda su fuerza y caían al suelo lamentando con sufrimiento agudo su condición como pecador.

Wesley fue un hombre de fuerza extraordinaria. El dijo de sí mismo que no se acordaba de haber sentido flaqueza de espíritu ni siquiera por un cuarto de hora desde su nacimiento. Dormía cuando mucho seis horas de cada veinticuatro. Se levantaba para empezar a predicar a las cinco de la madrugada casi todos los días de su ministerio. Predicaba hasta cuatro veces en un solo día y así tenía un promedio de más de 800 sermones al año. El viajaba miles y miles de kilómetros como también hacían sus ayudantes, llevando el Evangelio a todo hombre. Por cierto, Wesley mismo viajaba como seis mil kilómetros por año, a caballo.

El fue un gran creyente en el poder de Dios y oraba por los enfermos con enorme fe y resultados maravillosos. La manifestación de dones Espirituales estaba presente en muchas de sus reuniones.

Wesley no estaba a favor de organización. Sus asociados si tenían una "Sociedad Unida" la cual era "una compañía de hombres teniendo la forma, y anhelando el poder de la piedad, unidos para orar juntos, y para recibir la Palabra de exhortación, y para cuidar el uno al otro en amor, para poder ayudar el uno al otro a obrar su salvación." El único requisito de aquellos entrando era que tenían que ser de aquellos "quienes tenían el deseo de huir de la ira, y de ser salvos de sus pecados." Al pasar el tiempo, ellos redactaron una lista de reglamentos para ser usados en disciplina de si mismos y para el bien de sus almas. Wesley reconoció que después de su partida, sería posible que el movimiento fuera a organizarse y que el Espíritu de Dios los dejaría y entonces seria sólo una forma muerta. En una ocasión él dijo que no tenía temor de que el nombre Metodista fuera a desconocerse en el mundo pero más bien que el Espíritu de Dios llegara a tomar Su vuelo.

Durante su vida él pudo haber obtenido grandes riquezas, pero rechazó tales oportunidades. El dicho favorito de Wesley en cuanto al dinero era, "Obtén todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, y da todo lo que puedas." Qué cosa tan extraña seria si Wesley pudiera regresar hoy día para ver la denominación que lleva el nombre de Metodista! Ellos son ricos, muy ricos, pero la vida y el poder de Juan Wesley está ausente.

También se debe mencionar que Wesley nunca deseó edificar una obra sobre una base denominacional o sectaria. Aunque él fue Armenio en sus creencias, no quería separarse de otros hermanos solamente por razón de doctrinas distintas. El fue un hombre quien manifestaba perfectamente las enseñanzas de Santiago: basaba su Vida Eterna en fe y obras, o sea el vivir la vida en vez de simplemente aceptar un credo o una declaración doctrinaria. Juan Wesley murió a la edad de 88, habiendo servido a Dios como muy pocos hombres se atreverían a pensar que le servirían.

 

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