EDUCANDO A LOS HIJOS
1. ¿Quiere que su hijo sea un delincuente?
6. La sorprendente oración de un niño
1.
ENTONCES...
SIGA ESTAS DOCE REGLAS:
1-Desde la infancia dele todo cuanto quiera, así
creerá siempre que los demás deben sostenerlo.
2-Cuando diga malas palabras, festéjelo y creerá
que es simpático. Cuando sea grande dirá palabras peores que le harán poca
gracia.
3-No le dé ninguna instrucción espiritual.
Cuando él sea mayor de edad podrá seguir la religión que desee. Con la
misma lógica no le enseñe el idioma del país, cuando sea grande tal vez
quiera aprender el chino.
4-Alábelo en presencia de todos los vecinos,
haga que se sienta el más inteligente entre los otros chicos del barrio.
5-No le diga nunca que hizo algo "malo"
porque eso podrá desarrollar en él un complejo de culpabilidad, así lo
preparará para creer, que cuando más adelante sea castigado por robar automóviles
y asaltar mujeres, todo el mundo está contra él y lo persiguen injustamente.
6-Recójale la ropa y el calzado que él deja
tirado, así lo hará un experto en esperarlo todo de los demás.
7-Deje que lea todo lo que se le ocurra. No se
preocupe de lo que entra en su cerebro mediante lecturas sucias.
8-Discuta en su presencia y lo preparara para
tener mas adelante "un hogar feliz".
9-Dele todo el dinero que pida para sus gastos,
haciéndole creer que no necesita ganárselo con su propio esfuerzo.
10-Satisfaga cada deseo que el niño tenga por
alimentos, bebidas y todo lo que se relacione con los sentidos.
11-Dele la razón en todos sus problemas con la
policía, los maestros y los vecinos. Creerá entonces que todos tienen
"prejuicios " contra él.
12-Cuando él, finalmente se halle en serias
dificultades, entonces... defiéndase usted diciendo: "Nunca pude con él."
2.
CARTA DE UN HIJO A TODOS
LOS PADRES DEL MUNDO.
No me des todo lo que te pida. A veces solo pido
para ver hasta cuánto puedo recibir.
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y
me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No des siempre órdenes. Si en vez de órdenes a
veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas o malas. Si me
prometes un premio, dámelo; pero también si es castigo.
No me compares con nadie, especialmente con mi
hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a
sufrir, y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quien sufre.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que
debo hacer, decídete y mantén esa decisión.
Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo
por mí, yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que
las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y
perder la fe en lo que me dices.
Cuando yo hago algo malo no me exijas que te diga
el "por qué lo hice". A veces ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocado en algo admítelo y
crecerá la opinión que yo tengo de ti. Y me enseñarás a admitir mis
equivocaciones también.
Trátame con la misma amabilidad y cordialidad
con que tratas a tus amigos; ya que por ser de la familia no quiere decir que
no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa que tu no haces. Yo
aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas; pero nunca
haré lo que tú digas y no hagas.
Cuando te cuente un problema mío no me digas
"NO tengo tiempo para tonterías" o "eso no tiene
importancia".
Trata de comprenderme y ayudarme.
Quiéreme y dímelo.
Abrázame, necesito sentirte mi amigo, mi compañero
a toda hora.
El niño que convive con el ridículo
aprende
a ser tímido
El niño que convive con la crítica
El niño que convive con el recelo
El niño que convive con el antagonismo
El niño que convive con el afecto
El niño que convive con el estímulo
El niño que convive con la veracidad
El niño que convive con el elogio
El niño que convive con quienes comparten
El niño que convive con el saber
El niño que convive con la paciencia
El niño que convive con la felicidad
4.
TRES PARABOLAS SOBRE LA
EDUCACION
Primera:
Tomé
la mano a un niño pequeño. Deseaba guiarlo al Padre. “Guiarlo al Padre”,
me emocionaba, tan grande me parecía la responsabilidad.
Comencé
a hablarle al niño del Padre. Hablaba solo de Él. Quería hacer un buen
trabajo. Con palabras trazaba los rasgos severos en la cara del Padre, en el
caso que el niño no le obedecería.
Paseábamos
entre árboles altos. Le decía que el Padre tiene poder para destruirlos con
rayos y truenos. Con reverencia el niño los miraba.
Paseábamos
por la luz del sol. Yo le hablaba del Gran Padre, que hizo el sol ardiente y
abrasador.
Y
después, a la luz del crepúsculo, encontramos al Padre. El Niño se escondía
temeroso detrás de mí. No miraba su cara, ni su sonrisa amorosa, porque solo
recordaba la cara severa que yo le había trazado. No quería poner su mano en
la mano del Padre.
Yo
estaba entre el niño y el padre. Me dolía ver la pared entre ellos. Me
preguntaba: "¿Habré sido demasiado escrupuloso, demasiado serio?"
Segunda:
Tomé
la mano de un niño pequeño en la mía. Debía llevarlo al Padre. Sentía un
peso sobre mí, taaantas cosas había para enseñarle.
No
perdimos el tiempo. Sin descansar íbamos deprisa de un lado a otro. Por un
momento comparábamos las hojas de los árboles, un momento más tarde analizábamos
un nido de pájaros. Mientras que el niño aún hacía preguntas, yo lo
mandaba para agarrar una mariposa. Cansado se quiso acostar, pero no lo
dejaba, pues no podía perderse cosa alguna, que según mi parecer tendría
que ver.
Hablamos
mucho y apurados del Padre. Yo le abrumaba con muchas historias de Él, que
debería aprender. Sin embargo a menudo se interrumpió nuestra charla por el
soplo del viento, sobre el cual teníamos que hablar; por el brillo de las
estrellas, que teníamos que observar; por el murmullo del arroyo, del cual
teníamos que buscar la fuente.
Después
en la luz tenue del sol que se ocultaba, encontramos al Padre. El niño apenas
podía atender. El Padre le invitaba con amor a tomar su mano, pero el niño
no estaba interesado. Sus cachetes colorados ardían con fiebre. Agotado se
recostó en el piso y se durmió.
Nuevamente
estaba entre el niño y el Padre. ¿Porqué? me preguntaba yo. Le había enseñado
tanto del Padre.
Tercera:
Tomaba
la mano pequeña de un niño en la mía para guiarlo al Padre. Mi corazón
rebozaba de gratitud por este privilegio. A paso lento paseábamos por la
creación del Padre. Yo ajustaba mis pasos a los pequeños pasitos del niño.
Hablábamos de las cosas que el niño veía:
A veces era uno de los pájaros del Padre. Observábamos como
edificaban su nido; vimos los huevitos, que puso la mamá pájaro. Después
vimos los pichoncitos, bien cuidados y abastecidos y nos alegrábamos por el
cuidado amoroso de los papás pájaros. A
veces tomábamos una de las flores del Padre. Gozábamos su dulce aroma,
acariciábamos sus suaves pétalos y nos divertíamos con sus brillantes
colores. Muchas veces contábamos historias del Padre. Las contábamos una y
otra vez y nos alegrábamos con ellas. A veces hacíamos un recreo para
descansar. Sentados en el suave pasto, nos reclinábamos por algún árbol y
permitíamos que la brisa del viento nos refrescara la cara. No había
necesidad de hablar.
Y
después en la tardecita, a la puesta del sol, encontramos al Padre. Los ojos
del niño brillaban al verlo. Levantó
su carita y miró con amor y confianza la sonriente cara del Padre. Puso su
mano en la mano del Padre.
A
mí me había olvidado en este momento. Yo me sentía realizado.
De "Christian Nurture"
Escrito por Alta Mae Erb
Traducido por H.W.
5.
Cuando los hijos preguntan...
En una ocasión una niña preguntó: “Mamá, ¿cuándo
voy a tener novio como mi hermana?” La madre le respondió: “Hoy no tengo
tiempo, otro día te contesto.”
Muchas
veces los hijos formulan preguntas espontáneas y sin preámbulos, porque a
través de ellas están manifestando una necesidad de saber muchas cosas
relacionadas con la vida. En algunos casos estas preguntas resultan chocantes
o irritantes para los padres, espacialmente cuando están relacionadas con el
sexo, la droga, el fumar, la muerte, la política, la violencia o la religión
y la fe. Pero también están aquellas preguntas que parecen inocentes sobre
lo que piensan y obran con relación a los demás. El estilo de vida, los
gustos, la forma de vivir el amor matrimonial, la fe, la esperanza, la verdad,
la libertad, la justicia y el lenguaje en el corazón del hogar, son cosas que
despiertan inquietudes y preguntas, pues no hay que olvidar que los hijos
aprenden a vivir mirando muy especialmente los gestos y actitudes de los
padres.
Una de las preguntas que debe estar presente en
los padres es: “CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE responder a los hijos. Muchas de las
decepciones que sufren los niños comienzan a gestarse en el momento en que el
padre o la madre responden: “Hoy no tengo tiempo,
te contesto otro día.” ¡Cuidado!, que ese otro día no tarde
demasiado y se cierre una puerta para nunca más disfrutar de la confianza con
los padres, dejando así el camino libre para que la busquen la respuesta en
dudosos consejos fuera del hogar.
Dichoso los padres que no dejan para “otro día”
lo que pueden responder con amor y naturalidad en el momento oportuno.
Dichosos los padres que saben hacer tiempo para ejercer una virtud bastante
olvidada en estos tiempos, la de saber escuchar a los hijos. Dichosos los
padres que saben buscar la ayuda de Dios para orientar en forma integral la
vida de sus hijos para que de esta manera estuvieren poniendo el verdadero
fundamento para la vida y formándolo para ser una persona plena (vea Prov
22:6).
Pedro Laluz
Señor, no quiero pedirte nada especial ni
inalcanzable, como ocurre con otros niños que se dirigen a ti cada noche.
Tú que eres bueno y proteges a todos los niños de esta tierra, hoy quiero pedirte un gran favor, sin que se enteren mis padres. Transfórmame en un televisor, para que mis padres me cuiden como cuidan al televisor, para que me miren con el mismo interés con que mi madre mira su teleteatro preferido, o mi padre su programa deportivo. Quiero hablar como ciertos animadores que cuando lo hacen, toda mi familia calla para escucharlos con atención, sin interrumpirlos. Deseo ver a mi madre suspirar frente a mí como lo hace cuando ve los trajes de la última liquidación o ver reír a mi padre como lo logra el humorista o comediante de moda, o simplemente que me crean cuando les cuento mis historias de fantasías, diciendo “Es cierto, yo lo escuché en la tele”.
Quiero representar el televisor para ser
el rey de la casa, el centro de atención que ocupa el mejor lugar, donde
todas las cosas miradas se dirijan a mi.
Quiero sentir sobre mí la preocupación
que experimentan mis padres cuando el televisor comienza a fallar y rápidamente
llaman al técnico.
Quiero acompañar a mi madre cuando se
sienta sola, cuando se sienta triste y entonces consolarla; que cuando se
sienta desesperada yo pueda alentarla, para que nuestro pequeño mundo sea
mejor.
Quiero ser televisor para ser el mejor
amigo de mis padres, el héroe favorito, el que más influya en sus vidas, el
que recuerde el día del niño y el que ojalá les mostrara más la paz que la
violencia.
Amén.
Preguntas
para meditar:
¿En qué se asemeja la situación relatada y
la que se vive en su hogar?
¿Cuánto tiempo ocupa al día en ver televisión?
¿Cuánto tiempo dedica al día a conversar
con su hijo?
¿Qué significado le atribuye usted a la
televisión?
¿En qué medida y de qué forma controla
usted la cantidad de horas que el televisor está encendido en su hogar y los
programas que en él se ven?
¿Cómo fomenta usted el diálogo y la
comunicación en su hogar?
Tomado
del diario ”La Época”
7. RECETA PARA UNA CONVIVENCIA FELIZ
Cantidad: Para doce meses
Preparación
Mezclar:
2
tazas de Fe y Comunión con Cristo
1 ½ tazas de trabajo
½ taza de alegría
Se
le agrega:
3 cucharadas de gratitud
3 cucharitas de tolerancia
2 cucharitas de humor
una pizca de delicadezas
Unir la masa con una buena cantidad de AMOR hasta que quede tersa y
suave.
Llevarla
al horno de la obediencia a Cristo a una temperatura de 250 Grados centígrados
por 40 min.
Conservarla
En
frascos esterilizados hasta el momento de servirla; asegurándose de que quede
libre de toda amargura, excesivo perfeccionismo, temor y falta de perdón.
Se sirve
cada día una porción recalentada con 1/2 hora de tiempo con el Señor,
decorándola con:
un ramito de pequeñas atenciones
bañada con una crema doble de
gozo
DISFRÚTELA
BIEN COMO FAMILIA