EDUCANDO A LOS HIJOS

1. ¿Quiere que su hijo sea un delincuente?

2. Carta de un hijo

3. Ideas para tener presente

4. Tres parábolas

5. Cuando los hijos preguntan

6. La sorprendente oración de un niño

7. La convivencia feliz

 

1. ¿QUIERE USTED QUE SU HIJO SEA UN DELINCUENTE?

ENTONCES... SIGA ESTAS DOCE REGLAS:

1-Desde la infancia dele todo cuanto quiera, así creerá siempre que los demás deben sostenerlo.

2-Cuando diga malas palabras, festéjelo y creerá que es simpático. Cuando sea grande dirá palabras peores que le harán poca gracia.

3-No le dé ninguna instrucción espiritual. Cuando él sea mayor de edad podrá seguir la religión que desee. Con la misma lógica no le enseñe el idioma del país, cuando sea grande tal vez quiera aprender el chino.

4-Alábelo en presencia de todos los vecinos, haga que se sienta el más inteligente entre los otros chicos del barrio.

5-No le diga nunca que hizo algo "malo" porque eso podrá desarrollar en él un complejo de culpabilidad, así lo preparará para creer, que cuando más adelante sea castigado por robar automóviles y asaltar mujeres, todo el mundo está contra él y lo persiguen injustamente.

6-Recójale la ropa y el calzado que él deja tirado, así lo hará un experto en esperarlo todo de los demás.

7-Deje que lea todo lo que se le ocurra. No se preocupe de lo que entra en su cerebro mediante lecturas sucias.

8-Discuta en su presencia y lo preparara para tener mas adelante "un hogar feliz".

9-Dele todo el dinero que pida para sus gastos, haciéndole creer que no necesita ganárselo con su propio esfuerzo.

10-Satisfaga cada deseo que el niño tenga por alimentos, bebidas y todo lo que se relacione con los sentidos.

11-Dele la razón en todos sus problemas con la policía, los maestros y los vecinos. Creerá entonces que todos tienen "prejuicios " contra él.

12-Cuando él, finalmente se halle en serias dificultades, entonces... defiéndase usted diciendo: "Nunca pude con él."

2. CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO.

No me des todo lo que te pida. A veces solo pido para ver hasta cuánto puedo recibir.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.

No des siempre órdenes. Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también si es castigo.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quien sufre.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decídete y mantén esa decisión.

Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

Cuando yo hago algo malo no me exijas que te diga el "por qué lo hice". A veces ni yo mismo lo sé.

Cuando estés equivocado en algo admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti. Y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos; ya que por ser de la familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.

No me digas que haga una cosa que tu no haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas; pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

Cuando te cuente un problema mío no me digas "NO tengo tiempo para tonterías" o "eso no tiene importancia".

Trata de comprenderme y ayudarme.

Quiéreme y dímelo.

Abrázame, necesito sentirte mi amigo, mi compañero a toda hora.

3. IDEAS PARA TENER PRESENTE.

El niño que convive con el ridículo

aprende a ser tímido

El niño que convive con la crítica

aprende a condenar

El niño que convive con el recelo

aprende a ser falso

El niño que convive con el antagonismo

aprende a ser hostil.

El niño que convive con el afecto

aprende a amar

El niño que convive con el estímulo

aprende a confiar

El niño que convive con la veracidad

aprende a ser justo

El niño que convive con el elogio

aprende a estimar.

El niño que convive con quienes comparten

aprende a ser considerado

El niño que convive con el saber

aprende a ser sabio

El niño que convive con la paciencia

aprende a ser tolerante

El niño que convive con la felicidad

encontrará amor y belleza.

Por Ronald Russell

4. TRES PARABOLAS SOBRE LA EDUCACION

Primera:

Tomé la mano a un niño pequeño. Deseaba guiarlo al Padre. “Guiarlo al Padre”, me emocionaba, tan grande me parecía la responsabilidad.

Comencé a hablarle al niño del Padre. Hablaba solo de Él. Quería hacer un buen trabajo. Con palabras trazaba los rasgos severos en la cara del Padre, en el caso que el niño no le obedecería.

Paseábamos entre árboles altos. Le decía que el Padre tiene poder para destruirlos con rayos y truenos. Con reverencia el niño los miraba.

Paseábamos por la luz del sol. Yo le hablaba del Gran Padre, que hizo el sol ardiente y abrasador.

Y después, a la luz del crepúsculo, encontramos al Padre. El Niño se escondía temeroso detrás de mí. No miraba su cara, ni su sonrisa amorosa, porque solo recordaba la cara severa que yo le había trazado. No quería poner su mano en la mano del Padre.

Yo estaba entre el niño y el padre. Me dolía ver la pared entre ellos. Me preguntaba: "¿Habré sido demasiado escrupuloso, demasiado serio?"

Segunda:

Tomé la mano de un niño pequeño en la mía. Debía llevarlo al Padre. Sentía un peso sobre mí, taaantas cosas había para enseñarle.

No perdimos el tiempo. Sin descansar íbamos deprisa de un lado a otro. Por un momento comparábamos las hojas de los árboles, un momento más tarde analizábamos un nido de pájaros. Mientras que el niño aún hacía preguntas, yo lo mandaba para agarrar una mariposa. Cansado se quiso acostar, pero no lo dejaba, pues no podía perderse cosa alguna, que según mi parecer tendría que ver.

Hablamos mucho y apurados del Padre. Yo le abrumaba con muchas historias de Él, que debería aprender. Sin embargo a menudo se interrumpió nuestra charla por el soplo del viento, sobre el cual teníamos que hablar; por el brillo de las estrellas, que teníamos que observar; por el murmullo del arroyo, del cual teníamos que buscar la fuente.

Después en la luz tenue del sol que se ocultaba, encontramos al Padre. El niño apenas podía atender. El Padre le invitaba con amor a tomar su mano, pero el niño no estaba interesado. Sus cachetes colorados ardían con fiebre. Agotado se recostó en el piso y se durmió.

Nuevamente estaba entre el niño y el Padre. ¿Porqué? me preguntaba yo. Le había enseñado tanto del Padre.

Tercera:

Tomaba la mano pequeña de un niño en la mía para guiarlo al Padre. Mi corazón rebozaba de gratitud por este privilegio. A paso lento paseábamos por la creación del Padre. Yo ajustaba mis pasos a los pequeños pasitos del niño. Hablábamos de las cosas que el niño veía: A veces era uno de los pájaros del Padre. Observábamos como edificaban su nido; vimos los huevitos, que puso la mamá pájaro. Después vimos los pichoncitos, bien cuidados y abastecidos y nos alegrábamos por el cuidado amoroso de los papás pájaros. A veces tomábamos una de las flores del Padre. Gozábamos su dulce aroma, acariciábamos sus suaves pétalos y nos divertíamos con sus brillantes colores. Muchas veces contábamos historias del Padre. Las contábamos una y otra vez y nos alegrábamos con ellas. A veces hacíamos un recreo para descansar. Sentados en el suave pasto, nos reclinábamos por algún árbol y permitíamos que la brisa del viento nos refrescara la cara. No había necesidad de hablar.

Y después en la tardecita, a la puesta del sol, encontramos al Padre. Los ojos del niño brillaban al verlo. Levantó su carita y miró con amor y confianza la sonriente cara del Padre. Puso su mano en la mano del Padre.

A mí me había olvidado en este momento. Yo me sentía realizado.

De "Christian Nurture"

Escrito por Alta Mae Erb

Traducido por H.W.

5. Cuando los hijos preguntan...

En una ocasión una niña preguntó: “Mamá, ¿cuándo voy a tener novio como mi hermana?” La madre le respondió: “Hoy no tengo tiempo, otro día te contesto.”

Muchas veces los hijos formulan preguntas espontáneas y sin preámbulos, porque a través de ellas están manifestando una necesidad de saber muchas cosas relacionadas con la vida. En algunos casos estas preguntas resultan chocantes o irritantes para los padres, espacialmente cuando están relacionadas con el sexo, la droga, el fumar, la muerte, la política, la violencia o la religión y la fe. Pero también están aquellas preguntas que parecen inocentes sobre lo que piensan y obran con relación a los demás. El estilo de vida, los gustos, la forma de vivir el amor matrimonial, la fe, la esperanza, la verdad, la libertad, la justicia y el lenguaje en el corazón del hogar, son cosas que despiertan inquietudes y preguntas, pues no hay que olvidar que los hijos aprenden a vivir mirando muy especialmente los gestos y actitudes de los padres.

Una de las preguntas que debe estar presente en los padres es: “CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE responder a los hijos. Muchas de las decepciones que sufren los niños comienzan a gestarse en el momento en que el padre o la madre responden: “Hoy no tengo tiempo, te contesto otro día.” ¡Cuidado!, que ese otro día no tarde demasiado y se cierre una puerta para nunca más disfrutar de la confianza con los padres, dejando así el camino libre para que la busquen la respuesta en dudosos consejos fuera del hogar.

Dichoso los padres que no dejan para “otro día” lo que pueden responder con amor y naturalidad en el momento oportuno. Dichosos los padres que saben hacer tiempo para ejercer una virtud bastante olvidada en estos tiempos, la de saber escuchar a los hijos. Dichosos los padres que saben buscar la ayuda de Dios para orientar en forma integral la vida de sus hijos para que de esta manera estuvieren poniendo el verdadero fundamento para la vida y formándolo para ser una persona plena (vea Prov 22:6).

Pedro Laluz

6. La sorprendente oración de un niño

Señor, no quiero pedirte nada especial ni inalcanzable, como ocurre con otros niños que se dirigen a ti cada noche.

Tú que eres bueno y proteges a todos los niños de esta tierra, hoy quiero pedirte un gran favor, sin que se enteren mis padres. Transfórmame en un televisor, para que mis padres me cuiden como cuidan al televisor, para que me miren con el mismo interés con que mi madre mira su teleteatro preferido, o mi padre su programa deportivo. Quiero hablar como ciertos animadores que cuando lo hacen, toda mi familia calla para escucharlos con atención, sin interrumpirlos. Deseo ver a mi madre suspirar frente a mí como lo hace cuando ve los trajes de la última liquidación o ver reír a mi padre como lo logra el humorista o comediante de moda, o simplemente que me crean cuando les cuento mis historias de fantasías, diciendo “Es cierto, yo lo escuché en la tele”.

Quiero representar el televisor para ser el rey de la casa, el centro de atención que ocupa el mejor lugar, donde todas las cosas miradas se dirijan a mi.

Quiero sentir sobre mí la preocupación que experimentan mis padres cuando el televisor comienza a fallar y rápidamente llaman al técnico.

Quiero acompañar a mi madre cuando se sienta sola, cuando se sienta triste y entonces consolarla; que cuando se sienta desesperada yo pueda alentarla, para que nuestro pequeño mundo sea mejor.

Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres, el héroe favorito, el que más influya en sus vidas, el que recuerde el día del niño y el que ojalá les mostrara más la paz que la violencia.

Amén.

Preguntas para meditar:

Tomado del diario ”La Época”

7. RECETA PARA UNA CONVIVENCIA FELIZ

Cantidad: Para doce meses

Preparación

Mezclar:

Se le agrega:

Unir la masa con una buena cantidad de AMOR hasta que quede tersa y suave.

Llevarla al horno de la obediencia a Cristo a una temperatura de 250 Grados centígrados por 40 min.

Conservarla

En frascos esterilizados hasta el momento de servirla; asegurándose de que quede libre de toda amargura, excesivo perfeccionismo, temor y falta de perdón.

Se sirve cada día una porción recalentada con 1/2 hora de tiempo con el Señor, decorándola con:

DISFRÚTELA BIEN COMO FAMILIA

 

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Yamandú Sánchez