Civilizaciones Antiguas
El Egipto de los Faraones
Entre las civilizaciones del Antiguo Oriente destaca por su singularidad la egipcia, creada por poblaciones de origen hamítico, a las que se superpusieron pueblos semitas procedentes de Siria y Palestina, libios venidos del oeste y Nubios que descendieron Nilo abajo. Hacia la segunda mitad del cuarto milenio a.C. apareció una cultura que presentaba ya los razgos básicos de lo que sería el Egipto histórico. A esta época inicial se le llama en arqueología Nagada II, debido a una estación de
características especiales. Suegieron entonces la escritura jeroglífica, la irrigación a gran escala y un urbanismo incipiente, los cultos primordiales y los centros de poder político que cristalizaron en dos reinos, uno en el norte y otro en el sur.

El Primer Estado Histórico
A finales del milenio los reyes del sur conquistaron el norte y crearon el primer Estado territorial que ha conocido la historia del hombre. A partir de la unificación de ambos, Egipto pasó a comprender todo el Valle del Nilo, desde la primera catarata (Assuan) hasta el Mediterráneo, incluidos los oasis de la zona occidental (Kharga, Dakhla, Farafra y Siwa), aunque muy pronto empezaron las expediciones rio arriba en pos de las riquezas de
Nubia, que llegaron hasta la segunda catarata. Las primeras dinastías crearon un Estado que superó la diversidad local, alcanzando su punto culminante en la IV dinastía. Sin embargo, este Estado inició muy pronto un proceso de desintegración que condujo a la feudalización del país, durante las dinastías VI y VII, y se continuó en la etapa siguiente (dinastías IX y X), época de intensa actividad cultural y de creación de nuevas formas de vida. Los hombres de Tebas volvieron a reunificar el país -otra vez el sur imponiendose sobre el norte-, pero en lo esencial recogieron los cambios del período inmediatamente anterior y crearon un Estado más humano, que constituyó la época clásica egipcia, cuyos razgos distintivos fueron: el predominio del culto a Amón, la liquidación del feudalismo y una notable expansión hacia el sur (Nubia) y hacia Asia (Siria y Palestina). Esto sucedió en las dinastías XI y XII.
Una vez más, las fuerzas desintegradoras se impusieron y el Estado se debilitó hasta el punto de no poder resistir la penetración de los asiáticos (dinastías XIII y XIV), que consiguieron apoderarse del país con el nombre de hicsos (dinastías XV y XVI). Su dureza militar suscitó una vez más el ímpetu reconquistador del sur tebano, que restableció la unidad de Egipto y pasó a la ofensiva creando un gran Imperio Militar (dinastías XVII, XVIII, XIX y XX), que se extendió desde el Eufrates hasta la tercera catarata. Es la época de la modernidad, de los grandes monumentos y de efímeros episodios de renovación espiritual protagonizados por Amemhotep IV. Después, la decadencia.
Agotadas las energías históricas de Egipto, los pueblos vecinos se instalaron en sus tierras: libios (dinastías XXII y XXIII), etíopes, asirios, persas, griegos, romanos y bizantinos dominaron sucesivamente al gran coloso, que se fue extinguiendo poco a poco. Un largo proceso que duró desde el 3100 a.C. hasta los albores de la Edad Media.

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Un Sistema Complicado de Pensamiento

Al enjuiciar la cultura egipcia en sus facetas política, religiosa, literaria, artística y filosófica se nota, ante todo, la fuerza de la tradición, presente en todas las culturas antiguas, pero especialmente operante en Egipto. Durante el Imperio Antiguo se creó el primer Estado propiamente dicho de la humanidad y, a partir de entonces, no sólo el Estado en sí mismo, sino todas las estructuras vitales de la organización política del país quedaron fijados como un modelo para las demás civilizaciones. Esto hizo que el espíritu egipcio fuera capaz de crear mucho, pero incapaz de olvidar nada, y el resultado de todo ello fue un sistema complicado de pensamiento monótonamente repetido hasta el final de su historia. No obstante, no hemos de pensar que no hay variaciones a través de la larguísima historia egipcia. En ella se pueden observar diversas crisis y revoluciones.



Decían los antiguos griegos que los egipcios eran los más religiosos de los hombres, y aunque esto sea tal vez exagerado, no cabe duda de que las creencias de este pueblo fueron el elemento constitutivo de su mentalidad: Horus, dios de la realeza primitiva; Seth, tal vez divinidad de los campesinos primitivos; Ra, dios solar; Osiris, dios de la naturaleza y del Más Allá; Amón, dios de la monarquía tebana; Isis, diosa del amor y rica en magia. Muchos de estos dioses sobrevivieron al Estado egipcio y se extendieron por todo el Imperio Romano: tan atrayentes resultaban sus cultos incluso para hombres de otras culturas. La religión fue la gran impulsora de la creación de templos, entidades religiosas, económicas y culturales, así como de centros de poder, controlados por el faraón. En su mayoría son exponentes magníficos de un arte grandioso. La religión conformó las creencias sobre la vida de ultratumba, que motivaron toda una literatura sobre el Más Allá, la cual se inició con los Textos de las Pirámides (dinastías V y VI), Los Textos de los Sarcófagos (dinastías XI y XII) y el Libro de los Muertos (épocas posteriores).

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