Noche
de
Vigilia
Santa
Fe de Bogotá, colombia
15
de Octubre de 1998
Y
llegó el día señalado para el pronunciamiento
del Comité Noruego del Premio Nobel. Pero, en razón de la
diferencia horaria, la noticia definitiva sólo se conocerá
a las cuatro de la mañana, hora colombiana. Entonces, en una antigua
casona del céntrico y tradicional barrio de La Candelaria, que fuera
lugar de habitación del creador de Rin Rin Renacuajo, el personaje
más importante de la literatura infantil colombiana, sede de la
Fundación Rafael Pombo, están 25 niñas y niños
bogotanos, acompañados por el emblemático Juan Elías
y por algunos adultos, dispuestos a esperar la noticia durante 10 lentas
horas nocturnas que el segundero consumirá morosamente.
La idea de la vigilia surgió del Consejo de Niños por la Paz de Bogotá, que asumió la vocería y representación de los demás niños y niñas del país, cuyos representantes no podían desplazarse para la ocasión hasta la capital, dada la proximidad de la fecha de realización de la II Asamblea de los Niños y las Niñas por la Paz. El grupo de instituciones aliadas del Movimiento la acogió con entusiasmo y dispuso el apoyo necesario.
Así que esta noche, alrededor de una vela encendida en medio de flores, este pequeño núcleo realiza el ejercicio de canalizar los buenos propósitos de los millones de almas vinculadas al Movimiento en el país y sirve, además, como punto de referencia para los medios de comunicación interesados en cubrir el acontecimiento.
Con la debida anticipación y en la medida de lo posible, una buena cantidad de niños, niñas y personas adultas vinculadas Movimiento se vacunaron contra la desilusión. No se les escapaba que si bien la nominación del Movimiento de los Niños al Premio Nobel de la Paz de 1998 tenía bastante fuerza, había otras nominaciones igualmente importantes y valiosas: la de los negociadores del Acuerdo del Viernes Santo para la pacificación de Irlanda del Norte; la de Vaclav Havel por su protagónica participación en la “Revolución del Terciopelo”, que posibilitó la transición pacífica del régimen comunista checoslovaco en 1989, y la de Médicos sin Fronteras por su labor para aliviar los sufrimientos de las víctimas de los conflictos de Afganistán y Ruanda, entre otras.
De modo que durante los meses anteriores, con el apoyo de UNICEF y el concurso metodológico de la Fundación Rafael Pombo, se realizaron 5 talleres regionales en los que participaron niños, niñas e instituciones aliadas, durante los cuales se precisó mejor el significado de la nominación al Nobel de la Paz y se inoculó un argumento que era el antídoto para la desilusión: la nominación ya era un triunfo.
Por su parte, los niños que velaron esa noche, tuvieron dos sesiones de preparación para tratar con la prensa, pues se preveía el acoso que irían a sufrir ese día. Hicieron juegos de roles; fueron reporteros y entrevistados. Una y otra vez ensayaron respuestas para preguntas como las siguientes: ¿Qué significa el premio Nobel para ustedes? / ¿Cómo se sienten después de haberlo ganado... o perdido? / ¿Cómo creen que se debe manejar la plata del premio, en caso de ganarlo?. Para calificar las respuestas, el grupo se remitía al espíritu del Movimiento, que del ejercicio salió remozado. El juego cumplió su objetivo y a la lluvia de preguntas que recibieron ese día, niños y niñas respondieron con mesura y precisión.
Para muchos de ellos, cuyas vigilias más prolongadas habían sido las de la espera de los regalos de Navidad, ésta resultó excesiva. Poco a poco fueron cambiando la ansiedad de la espera por el sueño reparador, arropados con mantas dispuestas para el efecto por la Cruz Roja. Hacia las cuatro de la mañana llegaron al lugar, bastante despabilados por la inminencia de la noticia, otros adultos ligados al Movimiento, entre ellos Ana Teresa Bernal, de Redepaz, y Cecilio Adorna, de Unicef.
Entonces una cadena radial dio la primicia. El premio Nobel de la Paz de 1998 había sido otorgado a los negociadores del Acuerdo del Viernes Santo en Irlanda del Norte, que marcó el inicio del fin de 30 años de violencia. A pesar de estar vacunados, niñas, niños y adultos se confundieron en un abrazo y no faltaron las lágrimas, pues muy en el fondo de sus corazones daban el premio por ganado, ya que la esperanza no se ajusta bien a los cálculos de probabilidades y ésa es una de sus virtudes. A los adultos la cara larga les duró más que a los niños. En la rueda de prensa prevista para las 10 de la mañana, niños y niñas, ante un enjambre de reporteras y reporteras y aún con las huellas del trasnocho en los rostros, felicitaron a los ganadores del Nobel, reconocieron el sabor agridulce que les dejó la decisión del Comité Noruego, dieron la noticia de su nueva nominación para el Nobel de la Paz de 1999, hecha por José Ramos Horta (ese señor de gafas redonditas y corbatín con quien han hecho tan buenas amigas), e insistieron en su decisión de seguir siendo protagonistas de la paz en el nuevo escenario abierto por el inicio de los diálogos de paz de los grupos guerrilleros con el gobierno y la sociedad civil.