A Nuestros
                 derechos no los
                 toca nadie...
 

Sante Fe de Bogotá, Colombia
24 de octubre de 1998

Anuestros derechos no los toca  nadie... esta frase –que sobre el papel está acompañada por una palabra cortica entre paréntesis, (bis), que viene del latín y significa “dos veces”–, cantada por voces infantiles y adolescentes, hace vibrar de emoción el aire de tarde de sábado atrapado en el salón. Se trata del estreno mundial del himno del Movimiento de los Niños por la Paz, recién compuesto por la mañana, y como ya han sido cantadas la introducción y las cuatro estrofas que lo componen, y éste es el último coro, estallan los aplausos en las manos de los 180 niños y niñas provenientes de todo el país, de los y las talleristas de la Fundación Rafael Pombo, de  las personas vinculadas a las instituciones aliadas al Movimiento, de los 20 scouts encargados de promover el orden y de algunos periodistas (menos en las de los camarógrafos, por obvias razones).

Todas ellas, las personas y las palmas de las manos calientes de aplaudir, congregadas desde el día anterior en este hotel de 5 estrellas ubicado al norte de Bogotá, para la realización de la II Asamblea de los Niños y las Niñas por la Paz. También ruedan algunas lágrimas, pues, como ya se insinuó, la chispa de la emoción salta de boca a oreja, arruga el sentimiento y abre los grifos de los ojos.

El himno es apenas la punta del iceberg, pues durante todo el día los niños y las niñas, por grupos de interés según sus derechos, han realizado talleres de expresión artística, conducidos por personas de la Fundación Rafael Pombo, centrados en un tema: su papel en relación con la convivencia en el país, analizando las dificultades y las posibilidades para hacerla avanzar sobre la cuerda floja tensada entre la violencia y la paz.

El día anterior, viernes, las niñas y los niños habían llegado desde los cuatro puntos cardinales, se habían registrado en el hotel y se habían maravillado con sus espacios y usos: las habitaciones y las camas grandes hasta producir miedo, los bombillitos de los ascensores como árboles de navidad, las tarjetas de película de espionaje para abrir las habitaciones y prender las luces, las tinas como piscinas privadas en cada baño... Ante semejante golosina, los organizadores debieron recurrir a los Mandamientos de Convivencia para Gente Joven, que prescribían silencio para no perturbar a los otros huéspedes, no correr por los pasillos ni jugar con los ascensores, trasladarse siempre en compañía de los guías para no perderse, usar las escaleras de emergencia sólo en caso de emergencia y los teléfonos internos sólo cuando resultara indispensable y respetar los horarios establecidos para las actividades, entre otros asuntos.

Veinte jóvenes scouts fueron los encargados de promover su cumplimiento y los niños y niñas los acataron no sin eventuales protestas. Incluso, las camareras del hotel empezaron a comentar admiradas el orden de los cuartos, que encontraban por las mañanas con las camas tendidas y ocupadas por osos, tigres y perros de peluche que algunos de sus pequeños huéspedes trajeron para que les hicieran compañía. Después, en la evaluación del evento, los organizadores calificarían como dificultades estas limitaciones a la movilidad y espontaneidad de los niños; sin embargo, para ellos fue una experiencia inolvidable: “¿Cuándo vuelve uno a tener una oportunidad como ésta?”, “Yo nunca había estado en un lugar así...” dijeron.


En la tarde, durante el Acto de Apertura, representantes del Consejo de Niños por la Paz de Bogotá, quienes actuaban como anfitriones, plantearon como propósito general  para la Asamblea el de “sensibilizar para la paz a los adultos armados y estar cada uno de nosotros limpio por dentro”. También hablaron de la relación estrecha de la paz con sus derechos, pues sin ella no hay modo de que éstos se realicen. Así mismo, las y los asambleístas (cuyas edades oscilan entre 10 y 15 años y representan a sus regiones a razón de mínimo 2 y máximo 5 por región, según la fuerza del Movimiento en cada una) recibieron un reconocimiento a su labor por parte de los adultos, a través de las palabras y/o la presencia de representantes de las instituciones aliadas, entre las que se destacó la carta enviada por Mary Robinson, de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas,  quien se encontraba de visita en Colombia, cuyas primeras líneas resumen bien dicho reconocimiento:

En tierras lejanas, en otros lugares del mundo, muchos hombres, mujeres, niñas y niños, siguen con atención y preocupación los acontecimientos tristes de la guerra y de otras formas de violencia, que tanto afectan a Colombia. Sin embargo, desde la distancia, pueblos y naciones del mundo miran con esperanza los esfuerzos de PAZ que se hacen es este país. José Ramos Horta (Premio Nobel de la Paz 1996), impresionado por los resultados del movimiento de los niños, los nominó al Premio Nobel del presente año, en el cual ustedes fueron finalistas. La iniciativa histórica sin precedentes de 2.700.000 niños encendió una luz que hoy es visible en todo el mundo.

Con el ánimo fortalecido por tales reconocimientos, niños y niñas emprendieron entonces la preparación del Festival por Regiones, actividad coordinada por personas vinculadas a Bemposta. El resultado permitió visualizar, como si se tratara de un gran fresco, el variopinto conjunto de acciones emprendidas en la Costa Atlántica, la Costa Pacífica, la Amazonia, la Orinoquia y la región Andina por las niñas y los niños del Movimiento. Algunos cuadros de este gran fresco: “Nosotros vivimos la violencia esquivando las balas y escondiéndonos...”, contaron los niños del Meta, después de ofrecer a los asistentes una corta muestra de música y bailes tradicionales / Los del Amazonas hablaron de una mujer enamorada de un gusano que tuvo un hijo en forma de árbol que creció tanto que tuvieron que cortarlo para coger los frutos y entonces calló al río y se convirtió en agua y así nació el río del que su departamento tomó el nombre; después sentenciaron:

“Somos constructores de paz y somos solución al conflicto” / Los de la Costa Atlántica, también cantaron y bailaron y ensayaron definiciones sobre sí mismos:“Los niños y las niñas somos más presente que futuro, parecemos tortugas, pero tortugas persistentes”; entonces contaron del proyecto de recuperación psicoafectiva con los niños afectados por la violencia en Urabá y de las campañas contra las minas quiebrapatas / Los de Nariño sacaron de las maletas cartelones con mensajes elaborados por los compañeros y compañeras que se quedaron en el sur, en los que la paz estaba vestida con nubes, soles, árboles y ríos / Los de Santander hablaron de 600 metros de colcha compuesta por mensajes de paz que le daban la vuelta a un parque; colcha que luego partieron en cuatro pedazos, uno para el gobierno y los otros tres para los grupos armados, con la esperanza de que cuando se sienten a dialogar los junten otra vez...


Después, el padre Gonzalo Gallo, un sacerdote católico dedicado a la prédica de la paz y la tolerancia en los más diversos escenarios, tuvo una charla con los y las asambleístas, salpicada de anécdotas, comentarios y chistes, que giró en torno al Deseo, la Decisión y la Disciplina que debían guiar la participación en la Asamblea. Niñas y niñas disfrutaron la charla que, al cierre, coloreó el ya clásico símbolo de la mano, tan caro al Movimiento, con nuevos sentidos que resonaron largamente en las mentes infantiles y juveniles, como se notó en los comentarios posteriores. Dijo el padre Gallo:

Para terminar voy a enseñarles que en la mano uno tiene todo lo que necesita en la vida. Vamos a bautizar “detalles” a este dedo pequeñito, pues la vida depende de detalles y por un tornillo se daña un aparato. Ahora este gordito, que parece  que no lo quieren los otros porque está alejado, se llama “colaboración”. Ahora éste donde papá y mamá tienen la argolla, se llama anular y la argolla es de compromiso y ése es su nombre, “compromiso”. Y está este otro dedo que sirve para señalar el camino, es el índice y se llama “visión” o “metas”. Y, finalmente, este es el dedo del corazón, que también lo usan para otras cosas pero ustedes no. Entonces uno se mira la mano y encuentra lo que necesita en la vida: necesito cuidar los detalles y que haya colaboración, pero no voy a lograr nada sin una meta y para alcanzarla necesito compromiso y, claro, nada se logra sin amor.

El sábado, niños y niñas amanecieron con las pilas recargadas para afrontar las múltiples actividades previstas en los talleres de expresión artística. Juegos y representaciones teatrales, cuentos vueltos a inventar y cuentos inventados, miradas al propio cuerpo y al de los demás, máscaras y símbolos, nuevos superhéroes que luchan por la justicia y un himno... Un sábado de frenética actividad, visto a retazos:

El medio ambiente está lleno de colores que son los que forman el arco iris, dijeron, embadurnados hasta las cejas, niños y niñas agrupados en torno al  derecho a un ambiente sano. Concluyeron: El ambiente sano empieza por seres humanos limpios por dentro.


Un canto-rap, basado en la idea de no trabajar más para poder jugar, liberó a un grupo de personajes infantiles y juveniles que pintaban paredes y pegaban ladrillos, echaban azadón, vendían en Corabastos, lavaban ropa y levantaban cargas pesadas... Entonces los personajes soltaron las herramientas y se dedicaron a una gimnasia festiva. Un niño que trabaja es un adulto resentido, fue la conclusión del grupo que esclareció el derecho a no trabajar antes de la edad permitida.

1-2-3, el niño va a estudiar / 4-5-6, que el profe no vaya a faltar / 8-9-10, ayudemos al bebé /  22-23-24, el niño no quiere trabajo / 40-40-40, con el niño no se meta / 90-90-91, cuidemos el agua para el siglo 21 / ocho-ochote-ochito, cuidemos a los viejitos igualito a los niñitos / 30-30-30, la vida siempre cuenta... Algunas de las rimas del grupo que trabajó el derecho a ser los primeros.

“El país de los duendes decreta que la educación sea para crear, no para memorizar”, sentenciaron niñas y niñas congregados alrededor del derecho a la educación.

Luego de un representación teatral basada en una experiencia cotidiana (que mi papá llega a la casa borracho y le pega a mi mamá), niños y niñas congregados en torno al derecho al amor y a la familia, concluyeron: la familia es el núcleo; entonces, que los padres nos guíen, pero explicando; nosotros podemos ayudar a buscar el diálogo para solucionar los problemas familiares.

Este es el inicio del cuento de la Familia Serpa Jojoy2: Serpa y Consuelo-la-desplazada-pachanguera se conocieron en una archa de desplazados y formaron una muy buena relación gracias a un flechazo de cupido; fueron al hotel Radisson Royal y se establecieron allí por tres largos meses... Después de inventar este cuento, niños y niñas se impusieron el siguiente decreto sobre el derecho al buen trato: Contagiar a los adultos de buen trato. (Claro, primero tenemos que demostrarlo nosotros).

“Aprendimos a respetar lo que la otra persona quiere ser y a ponernos en los pantalones de los demás”, dijo a manera de conclusión una de las integrantes del grupo que asumió la recreación del derecho a la libre expresión, luego de exhibir tres series de diapositivas que habían montaron sobre este tema.

Never, Medusa, Ninfa... todos defensores de la justicia, fueron algunos de los superhéroes inventados por el grupo que asumió este derecho, sintetizado como la acción de dar a cada cual lo que se merece, teniendo en cuenta valores como la imparcialidad y la equidad.

Que sea pegajoso... que hable de los derechos del niños... que tenga crítica social... que resalte los anhelos de paz de los niños... que, como himno que va a ser, aglutine el movimiento de los niños y las niñas por la paz... Tales fueron las pautas del trabajo del grupo que asumió la composición del himno como estrategia para recrear el derecho a ser diferentes, síntesis de todos los demás. Y a fe que lo lograron.




Terminadas las presentaciones, contentos y exhaustos, niñas y niñas salieron al patio para cumplir con un rito. Hicieron un círculo alrededor de cinco figuras humanas tendidas. Una conga y una guitarra le pusieron fondo musical a las voces infantiles y juveniles que trataban de reanimarlas gritando consignas y protestas emanadas de sus  derechos. Las figuras, al incorporarse, dejaron al descubierto el croquis del mapa de Colombia. Entonces, niños y niñas, recibieron velas de colores que encendieron y, sin atropellarse, colocaron sobre la línea hasta que el mapa quedó hecho de puntos de luz y calor. Una llovizna leve, contra la cual las llamitas debieron luchar, acentuó el carácter simbólico del acto.

Con este símbolo fuerte en el recuerdo se fueron para sus casas y sus asuntos el día siguiente, domingo, después de haberse impuesto compromisos por regiones, en tanto que una delegación compartía con los demás niños del país los resultados de la Asamblea a través de una teleconferencia. Cada niño, cada niña, una velita encendida con el compromiso de encender muchas otras, en cumplimiento del compromiso general con que cerraron el evento: Recordemos que esta Asamblea no termina ahora, que en este momento es cuando empieza.
 
 


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