Santa
fe de Bogotá, Colombia.
23
de octubrde 1997
La Revista del Jueves de El Espectador publica en la sección de cartas de los lectores la siguiente carta firmada por Daniel: ESTA CADENA LE TRAERA PROSPERIDAD. Esta es una carta cadena por la paz de Colombia. Hazla conocer de tus papás, profesores y de los adultos que conoces. ¿Por qué? Porque el próximo 26 de octubre todos los adultos deben ir a votar por el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad... Sácale fotocopias a esta carta y dásela a otros 7 amiguitos, para que ellos también inviten a los adultos a votar el 26 de octubre, día en que ningún colombiano puede negarle el voto a la paz.
La carta de Daniel, fechada casi un año después del Mandato Nacional de los niños por la paz, da cuenta del interés de niños y niñas por seguir impulsando el juego de la paz en el campo adulto, es apenas una muestra, una punta de iceberg. Un juego que a octubre de 1997 había visto crecer de manera vertiginosa el número de escenarios y participantes, que había incorporado a millones de espectadores impotentes y sufrientes de la guerra a la Fuerza de la Paz, la mayor movilización social vista en Colombia. De modo que cuando le publicaron la carta a Daniel las cosas estaban dadas para que los adultos también pudiesen expresar su Mandato aprovechando las elecciones de alcaldes, gobernadores y gobiernos locales que se realizarían el domingo 26 de octubre.
La iniciativa del Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad venía gestándose en el seno de la Red de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra (REDEPAZ) desde 1994, como una propuesta ciudadana para desarticular las guerras y las violencias que aquejan a Colombia, capaz de actuar como una fuerza de presión política hacia los actores armados y los gobernantes, y para insistir empecinadamente en el cumplimiento del artículo 22 de la Constitución Nacional que habla de una paz que es un derecho, un deber y una tarea de todos los colombianos. Era una iniciativa tan ambiciosa que a veces parecía irrealizable.
Sin embargo, la experiencia del Mandato nacional de los niños por la paz, su enorme resonancia, la telaraña tricolor de niños y adultos que dejó tejida, las lecciones aprendidas sobre la concertación de esfuerzos, la coordinación y la organización requeridas, dejó corriendo un río de por sí caudaloso al cual ahora era posible pensar en agregar los innumerables afluentes de las voluntades de los adultos. Además, durante 1996, más de 4.000.000 de colombianos habían manifestado su deseo de paz: a los 2.700.000 niños participantes en el Mandato, se sumaron el millón de personas que participaron de manera directa en la “Semana por la Paz”, las 500.000 que acudieron a la convocatoria “Por el país que queremos: No al secuestro”, en marchas realizadas en 5 ciudades, y las 100.000 que acompañaron en Semana Santa las estaciones del “Vía crucis por la Paz”. Había pues, a comienzos de 1997, un acumulado de experiencias y resultados de movilización ciudadana a favor de la paz, que auguraban éxito para esta nueva iniciativa.
Desde enero de 1997 REDEPAZ, UNICEF y la Fundación País Libre comenzaron a hacer la convocatoria y a desarrollar las actividades preparatorias. Lo primero fue establecer los ejes temáticos de la convocatoria, seleccionando aquellos que dentro de los muchos y muy amplios planteados por los Derechos Humanos, el Derecho internacional humanitario, la Constitución Nacional y la Convención de los Derechos del Niño, fuesen percibidos por colombianas y colombianos como necesidades sentidas, capaces de movilizarlos masivamente. La vinculación de menores de 18 años a la guerra, el asesinato, el secuestro, la desaparición, el ataque a la población civil y el desplazamiento forzoso de la misma, la vinculación de civiles al conflicto, fueron los ejes seleccionados.
Luego vino una frenética actividad de preparación, producción y distribución de materiales informativos y promocionales: afiches, adhesivos, volantes, banderitas, viseras, comerciales de radio y televisión. También de materiales pedagógicos: un dossier de síntesis de la iniciativa con objetivos, estrategias y modos de vinculación; un vídeo motivacional que hablaba de la guerra y la paz y del papel de la sociedad civil en la construcción de esta última; cartillas para niños y niñas, para jóvenes y adultos; directivas para las entidades animadoras y guiones para los conciertos con los cuales se lanzaría la iniciativa y se reforzaría la convocatoria. El verde esperanza, color predominante en la imagen corporativa del Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, bajo el lema “Tu Voto, la Victoria de la paz”, se fue tomando de a pocos pero con rapidez todos los rincones del país.
Paralelamente se adelantó un arduo trabajo organizativo. Se pasó de 33 Mesas de Trabajo por la Paz, ubicadas en las capitales departamentales, a 100 puntos de paz ubicados en los municipios más poblados del país. Cada punto, un nudo de encuentro, de concertación de entidades gubernamentales y organizaciones no gubernamentales, de gremios y grupos de trabajo, de medios de comunicación... Cada punto, una fuente de irradiación, de planeación y ejecución de actividades: difusión de los materiales del Mandato, eventos de lanzamiento, marchas y caravanas, talleres y conversatorios, festivales e intervenciones en medios de comunicación locales y regionales. Dieciséis equipos de personas vinculadas a las entidades convocantes rodaron por tales municipios, especialmente por aquellos en el que el proceso organizativo era más débil, aportando ideas, sirviendo de puente para el intercambio de experiencias. El resultado fue la consolidación y ampliación de la telaraña tricolor tejida durante el Mandato de los niños, con más de 400 entidades de todos los ordenes, perfiles y campos de acción trabajando en forma coordinada.
De modo que el domingo 25 de octubre 10 millones de colombianas y colombianos mayores de edad introdujeron la papeleta verde que decía: VOTO POR LA PAZ, LA VIDA Y LA LIBERTAD. Me comprometo a ser constructor de Paz y Justicia Social, a proteger la vida y a rechazar toda acción violenta y acojo el Mandato de los niños por la Paz. Exijo a los actores del conflicto armado: NO MAS GUERRA, resuelvan pacíficamente el conflicto armado. NO MAS ATROCIDADES, respeten el Derecho Internacional Humanitario. No vinculen menores de 18 años a la guerra. No asesinen. No secuestren personas. No desaparezcan personas. No ataquen a la población ni la desplacen por la fuerza. No vinculen civiles al conflicto armado. En ésta, la votación más copiosa de la historia de Colombia, niñas y niños, con la misma insistencia con la que piden helados y con los resultados positivos que suelen obtener en tal propósito, le dijeron a los adultos: 2.700.000 niños votamos por la paz y nuestros derechos en 1996. Este año invitamos a los adultos a votar... Este 26 de octubre de 1997, frescos, nosotros los niños les llevaremos de la mano. Y los llevaron.
El Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad se convirtió en una herramienta de la sociedad civil para precipitar una salida política negociada al conflicto armado. Lo que parecía impensable sucedió: los actores del conflicto armado se encontraron ante una muralla de ciudadanos desarmados que exigía paz, justicia social, el respeto al Mandato de los Niños y el fin de la guerra y de las atrocidades. Desde entonces las balas dudan acerca de cualquier tipo de legitimidad cuando asoman a las bocas de los fusiles.
Postdata: Justo por estos días, Joemir, a sus dieciséis años y a pocos meses de finalizar el grado 11, en los ratos que le dejan libres los deberes del colegio y el trabajo voluntario en la Comisión Diocesana de Derecho Humanos de Apartadó, se preguntaba: ¿Y ahora cuando me toque prestar el servicio militar, qué voy a hacer? Yo no puedo tomar un arma, yo que fui uno de los niños del movimiento de los niños por la paz y que impulsé el mandato ciudadano, no puedo prestar servicio... ¿qué voy a hacer?. En la capital de Colombia, a 1000 kilómetros de distancia del lugar de cavilaciones de Joemir, por los pasillos del Congreso se cocinaba una ley que le daría un respiro. La nueva ley de orden público, sancionada en los primeros meses del 98, en consonancia con los Mandatos, el de los niños y el de los adultos, prohibe terminantemente la vinculación de menores de 18 años a las fuerzas en conflicto e impone penas mayores a 5 años de cárcel a quienes incurran en este delito. Más de 27.000 bachilleres menores de edad, al igual que Joemir, respiraron con alivio. Los Mandatos empezaban a hacerse realidad.