Los niños
en la cumbre

Santa Fe de Bogotá, Colombia.
28 de noviembre de 1996

El Hotel Tequendama está ubicado en un sector conocido por los habitantes de la ciudad como “centro internacional”.  Un sector de altos edificios, centros comerciales y pasos vehiculares subterráneos que lucha por mantener su exclusividad a pesar del desplazamiento de las actividades hoteleras y financieras hacia otros sectores de la ciudad, ubicados más al norte. Desde muy temprano, la puerta giratoria que separa la calle del lobby del hotel ha sufrido el tráfico inusual de 100 niños y niñas que la han tratado como equipamiento de parque, bajo la mirada impertérrita de los porteros uniformados con largos sacones rojos y kepis azules. Por el contrario, niños y niñas no se han cansado de mirarlos como quien mira a los invitados a una fiesta de disfraces. Los niños que arriban al hotel con motivo de la Cumbre de los Niños por la Paz tampoco pueden quitar los ojos admirados del enorme pesebre de chocolate que pone el lobby a tono con las festividades navideñas. Niños y niñas provienen de los cuatro puntos cardinales del país: de Florencia, de Montería, de Pasto, de Cartagena y de otros 31 municipios regados por el mapa. Muchos le han dado otro uso a su morral escolar para éste, su primer viaje a la capital. Muchos conocen de sobra la pobreza y entonces dan rienda suelta a su curiosidad para recorrer por primera vez los fastos de un hotel de  5 estrellas.

Cada niña, cada niño, viene en representación de al menos 10.000 niños y niños que votaron en sus regiones durante la jornada del Mandato de los niños por la paz. Y, lo que escapa a cualquier observador desprevenido, traen entre sus morrales un trabajo previo de evaluación en Cabildo Abierto de las actividades realizadas el 6 de septiembre en el marco de la Semana por la Paz, del proceso preparatorio al Mandato y de los resultados regionales y nacionales del mismo.
 



 
 


Entonces niños y niñas vienen a ejercer en el Hotel Tequendama (cuartel general de candidatos en trance de elección presidencial, lugar de eventos rituales de las más variadas agremiaciones industriales y profesionales, en últimas, otro templo de adultos) su derecho a asociarse libremente y a celebrar reuniones pacíficas para hablar de los asuntos que les conciernen que, dicho sea de paso, son casi todos. Niñas y niños están aquí, en la capital de Colombia, para construir con ojos y voces infantiles el documento síntesis del Mandato de los niños y las niñas por la paz.

Durante tres días, los niños se dedican a dinámicas lúdicas para romper el hielo, para trabar conocimiento, para acercase físicamente, lo cual no les cuesta nada, pues, a diferencia de los adultos, están dispuestos a mirar a los otros como iguales, sin desprecios o pretensiones de superioridad, y pueden jugar o sentarse a la mesa con cualquier otro niño o niña, interactuar sin prejuicios. Y hacen un festival regional para presentar los materiales que crearon y las actividades que desarrollaron en las regiones a propósito de la Semana por la paz y del Mandato. Luego, divididos en grupos según sus inclinaciones hacia la música, la danza, la poesía o la expresión plástica, se dedican a responder 3 preguntas: ¿cuál es el país que los niños y las niñas queremos?, ¿qué le pedimos a los adultos?, ¿qué aportamos los niños?. Gracias a los aportes de Fárliz y Juan Elías, quienes además traen la experiencia del encuentro de Young Voices  en Nueva York, ya saben que no son los únicos niños del mundo trabajando por la paz, aportando ideas y compromisos.

Como parte de la agenda está prevista una teleconferencia. Niños y niñas se toman durante una hora en directo las pantallas de los televisores para interlocutar con el país. Presentan entonces muestras del trabajo realizado en los talleres e interpelan a los adultos invitados: Gloria Cuartas, Alcaldesa de Apartadó; Daniel García Peña, encargado de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz; León Valencia, de la Red de iniciativas por la paz y contra la guerra; y Augusto Ramírez Ocampo, de la Comisión de Conciliación. Luego, dicha conferencia se retransmitiría 4 veces en los horarios de mayor audiencia de Señal Colombia.

Finalmente, para pulir el documento hecho por una comisión redactora a partir de los resultados de los talleres de expresión, de las experiencias regionales y de las charlas sostenidas con adultos claves, los niños se toman el salón de sesiones de la Cámara de Representantes del Congreso Nacional y redactan el documento final de la Cumbre de los Niños y las Niñas por la Paz y sus Derechos, que arranca así: “Los niños y las niñas de Colombia tuvimos la gran oportunidad de expresar lo que sentimos y queremos por medio de la Consulta nacional de los niños por la paz el pasado 25 de octubre. Luego, reunidos en Bogotá los días 5, 6 y 7 de diciembre, continuando este proceso de paz, hemos querido mostrarles nuestro trabajo por medio de este documento. En él está expresado nuestro granito de arena como niños para construir la paz de Colombia”. Niños y niñas habían logrado lo que parecía imposible al comienzo del año: abrir un cauce grande, allanar el camino hacia la paz. Su Mandato, como una pelota de colores rebotando alegre y provocadora, quedó en el centro del campo adulto.





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