Martes 28 de noviembre de 1999

EL CAMBIO
La noche y el día

Fagiani y su desilusión. Basualdo y su alegría. Bianchi saca al lateral por fatiga muscular y llega el interminable Pepe: "Siempre aparezco en estos partidos".

TOKIO . Tenía una mufa que no se podía creer. Se le notaba en la cara, en ese gesto de dolor que prefería esconder con la cabeza hacia abajo. Desde que Bianchi lo puso a trabajar en el grupo de los suplentes, tuvo claro que sería muy difícil dar vuelta la historia. Una adaptación difícil, los aductores fatigados por el esfuerzo, dejaban a Daniel Fagiani -al menos de entrada- afuera del partido.

Tenía la sonrisa de un pibe al que le compran el chiche que cada día ve al pasar camino a la escuela. El buen humor se le notaba en las bromas del entrenamiento, en la mirada. Desde que Bianchi lo puso a trabajar en el grupo de los titulares, tuvo claro que estaba cerca de cumplir el sueño de jugar. Una adaptación sin dramas y un físico sin maltratos pese a los 37 años metían a José Basualdo en el partido.

La cara. "Desde que salimos de Buenos Aires me tenía confianza. Y bueno, luché, me sacrifiqué y acá estamos", dice el Pepe, tal vez orgulloso de que se le haya cumplido el pálpito. Está claro que los problemas que sufrieron Matellán y Fagiani facilitaron el desenlace. Mate no pudo participar de la práctica formal de fútbol del viernes, Fagiani no pudo entrenarse con normalidad el sábado y, los dos días, Basualdo puso su nombre entre los titulares. Al final, el Gringo no llega al ciento por ciento. Pero el Pepe habla de lo suyo: "Es un partido muy importante a esta altura de mi carrera. Por la edad, por todo lo que costó llegar y porque siempre estuve peleando la posibilidad de estar acá. Siempre aparezco en estos partidos y es muy bueno que me tengan en cuenta".

-¿Aparecés porque sos el técnico adentro de la cancha?
-Yo puedo tratar de manejar el grupo, hablarle a Román para que no se aisle demasiado, para que siga metido en el partido. Qué sé yo, con Chicho hablaremos para que Battaglia no se pierda tanto... Pero también ando bien en lo físico y con la pelota. No es que me ponen para ordenar y después me caigo a pedazos, sino que le puedo rendir al equipo. Puedo quitar y colaborar en la llegada. Si aparezco en estos partidos es porque Carlos quiere, pero yo me preparo para todos".

La cruz. Hace un tiempito que Fagiani eligió no hablar con el periodismo, tal vez por el fastidio de tener que explicar por qué no viene bien en lo futbolístico. Pero se había hecho muchas ilusiones con esta final. Sobre todo porque ya se había quedado sin otra ante el Real: la de la Copa de Campeones que perdió el Valencia.

El Gringo soñaba con una suerte de desquite y no olvidaba que, mientras estaba en España, jugó uno de sus mejores partidos ante el Barcelona de Figo, anulando al portugués. Pero el destino parece organizar una conspiración en su contra. Aquella final no pudo ser por una decisión táctica. Para ésta, no llega bien en lo físico.

Uno está feliz: el Pepe. Otro está con bronca: Fagiani. Son la cara y la cruz de esta historia que Boca está escribiendo en Tokio. Pero al fin de cuentas los une el mismo deseo: levantar la Copa.



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