Amado Nervo
Poeta mexicano nacido en Tepic el 27 de Agosto de
1870, hizo sus primeros estudios en su ciudad natal y posteriormente en
Michoacan, en 1894 se traslado a la Ciudad de Mexico, vivio un tiempo en
Europa y murió en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su retorno a la
patria y sus funerales constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus
restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Algunas de sus poesias son
las siguientes:
EL CELAJE
¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "Hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!
¿En que zarzas tu pie divino heriste?
¿Que muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Que nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?
¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.
Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.
INDICE
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
INDICE
EL TORBELLINO
»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;
»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;
»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.
»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?
»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;
»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,
»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»
Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,
y clamé, después de oír
«¡Oh, mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»
INDICE
JESÚS
Jesús no vino al mundo de "los cielos".
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.
INDICE
BRAHMA NO PIENSA...
Ego sum quo sum.
Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
sustancia huelgan. Brahma es lo que es.
Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el Cosmos torna al vacío:
mas si despierta renacerá!
INDICE
LA SOMBRA DEL ALA
Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;
ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;
ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.
Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.
Pero di, qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador quién sabe!;
que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?
De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.
INDICE
LA PUERTA
Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.
Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.
Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.
¿Por cuanto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?
¿Cuando habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡Oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!
INDICE
ÉXTASIS
Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
nunca se cansan de mirar mis ojos
¡el perpetuo milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
¡y aun me pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la naturaleza
mas sobrenatural, mas pura y santa,
Para mi, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."
INDICE
SI TÚ ME DICES VEN
Si tú me dices ven, lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo del ser,
levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices ven, todo lo dejo...
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular,
más he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh, Cristo! como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar.
INDICE
VIII
Al oír tu dulce acento
me subyuga la emoción,
y en un mudo arrobamiento
se arrodilla el pensamiento
y palpita el corazón...
Al oír tu dulce acento.
Canta, virgen, yo lo imploro;
que tu voz angelical
semeja el rumor sonoro
de leve lluvia de oro
sobre campo de cristal.
Canta, virgen, yo lo imploro:
es de alondra tu garganta,
¡Canta!
¡Qué vagas melancolías
hay en tu voz! Bien se ve
que son amargos tus días.
Huyeron las alegrías,
tu corazón presa fue
de vagas melancolías.
¡Por piedad! ¡No cantes ya,
que tu voz al alma hiere!
Nuestro amor, ¿en dónde está?
Ya se fue..., todo se va...
Ya murió..., todo se muere...
Por piedad, no cantes ya,
que la pena me avasalla...
¡Calla!
INDICE
A KEMPIS
Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tu escribiste!
¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!
Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grande ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!
Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,
huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...
¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!
INDICE
V
¿Ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
Así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.
Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.
¿Ves el faro en la peña carcomida
que el mar inquieto con su espuma alfombra?
Así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡cómo el rostro de un ángel en la sombra!
INDICE
VI
Rindióme al fin el batallar continuo
de la vida social; en la contienda,
envidiaba la dicha del beduíno
que mora en libertad bajo su tienda.
Huí del mundo a mi dolor extraño,
llevaba el corazon triste y enfermo,
y busqué , como Pablo el Ermitaño,
la inalterable soledad del yermo.
Allí moro, allí canto, de la vista
del hombre huyendo, para el goce muerto,
y bien puedo decir como el Bautista:
¡Soy la voz del que clama en el desierto!
INDICE
XXIX
Yo amaba lo azul con ardimiento:
las montañas excelsas, los sutiles
crespones de zafir del firmamento,
el piélago sin fin, cuyo lamento
arrulló mis ensueños juveniles.
Callaba mi laúd cuando despliega
cada estrella purisima su broche,
el universo en la quietud navega,
y la luna, hoz de plata, surge y siega
el haz de espesas sombras de la noche.
Cantaba, si la aurora descorría
en el Oriente sus rosados velos,
si el aljófar al campo descendía,
y el sol, urna de oro que se abría,
inundaba de luz todos los cielos.
Mas hoy amo la noche, la galana,
de dulce majestad, horas tranquilas
y solemnes, la nubia soberana,
la de espléndida pompa americana:
¡La noche tropical de tus pupilas!
Hoy esquivo del alba los sonrojos,
su saeta de oro me maltrata,
y el corazón, sin pena y sin enojos,
tan sólo ante lo negro de tus ojos
como el iris del buho se dilata.
¿Qué encanto hubiera semejante al tuyo,
oh, noche mía? ¡Tu beldad me asombra!
Yo, que esplendores matutinos huyo,
¡dejo el alma que agite, cual cocuyo,
sus alas coruscantes en tu sombra!
Si siempre he de sentir esa mirada
fija en mi rostro, poderosa y tierna,
¡adiós, por siempre adiós, rubia alborada!
doncella de la veste sonrosada:
¡que reine en mi redor la noche eterna!
¡Oh, noche! Ven a mi llena de encanto;
mientras con vuelo miesterioso avanzas,
nada más para ti será mi canto,
y en los brunos repliegues de tu manto,
su cáliz abrirán mis esperanzas!
INDICE
XXXIII
Amiga, mi larario esta vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastio
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! Su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huído...
¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!
¡Misterioso ataúd de trinos muertos!
¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!
INDICE
XLII
Yo también, cual los héroes medievales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi Dios, po rmi Patria y por mi Dama!
Hoy que Dios ante mí su faz esconde,
que la Patria me niega su ternura
de madre, y que a mi acento no responde
la voz angelical de la Hermosura,
rendido bajo el peso del destino
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡Quién me ame, que me siga!
Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese,
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad que en mi redor el ruido sese,
que la brisa noctívaga me bese
y el Olvido me dé su flor de loto.
INDICE
INCOHERENCIAS
Para José I. Bandera
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templado, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron asi, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y que miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad!, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: <analiza>,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!
INDICE
LA CANCION DE FLOR DE MAYO
Flor de Mayo como un rayo
de la tarde se moría...
Yo te quise, Flor de Mayo,
tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, cantando irán.
Flor de Mayo ni se viste
ni se alahaja ni atavía;
¡Flor de Mayo está muy triste!
¡Pobrecita, pobrecita vida mía!
Cada estrella que palpita,
desde el cielo le habla asi:
"Ven conmigo, Florecita,
brillarás en la extensión igual a mí"
Flor de Mayo, con desmayo,
le responde: "¡Pronto iré!"
.......................
Se nos muere Flor de Mayo,
¡Flor de Mayo, la Elegida, se nos fue!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, llorando irán...
"¡No me dejes!" yo le grito:
"¡No te vayas dueño mío,
el espacio es infinito
y es muy negro y hace frío, mucho frío!"
Sin curarse de mi empeño,
Flor de Mayo se alejó,
Y en la noche, como un sueño
misteriosamente triste se perdió.
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, ¡ay, cómo irán!
Al amparo de mi huerto
una sola flor crecía:
Flor de Mayo, y se me ha muerto...
Yo la quise, ¡Pero Dios no lo quería!
ENVIO
La canción que me pediste
la compuse y aquí está:
Cántala bajito y triste;
ella duerme (para siempre);
la canción la arrullará
Cántala bajito y triste;
cántala...
INDICE
PASAS POR EL ABISMO DE
MIS TRISTEZAS
Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mina de tus ternezas.
Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.
No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dió a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.
INDICE
YO VENGO DE UN BRUMOSO PAIS
LEJANO
Yo vengo de un brumoso país lejano
regido por un viejo monarca triste...
Mi numen sólo busca lo que es arcano,
mi numen sólo adora lo que no existe;
tú lloras por un sueño que está lejano,
tú aguardas un cariño que ya no existe,
se pierden tus pupilas en el arcano
como dos alas negras, y estás muy triste.
Eres mía: nacimos de un mismo arcano
y vamos, desdeñosos de cuanto existe,
en pos de ese brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...
INDICE
AZRAEL
Azrael, abre tu ala negra, y honda,
cobíjeme su palio sin medida,
y que a su abrigo bienechor se esconda
la incurable tristeza de mi vida.
Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,
ángel de redención, ángel sombrío,
ya es tiempo que consagres a la muerte
mi cerebro sin luz: altar vacío...
Azrael, mi esperanza es una enferma;
ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,
ven, ahora es preciso que yo duerma...
¿Morir..., dormir..., dormir...? ¡Soñar acaso!
INDICE
Oración
traducida del Latín
Ante tus ojos benditos
Las culpas manifestamos,
Y las heridas mostramos,
Que hicieron nuestros delitos.
Si el mal, que hemos cometido,
Viene a ser considerado,
Menor es lo tolerado,
Mayor es lo merecido.
La conciencia nos condena,
No hallando en ella disculpa,
Que respecto de la culpa,
Es muy liviana la pena.
Del pecado el duro azar
Sentimos, que padecemos
Y nunca enmendar queremos
La costumbre de pecar.
Cuando en tus azotes suda
Sangre la naturaleza,
Se rinde nuestra flaqueza,
Y la maldad no se muda.
Cuando el pecado mancilla
La mente con fiera herida,
Padece el alma afligida,
Y la cerviz no se humilla.
La vida suelta la rienda
En su acostumbrado error,
Suspira por el dolor,
Y en el obrar no se enmienda.
Puestos entre dos extremos,
En cualquiera peligramos;
Si esperas, no la enmendamos;
Si te vengas, nos perdemos.
De la aflicción el quebranto
Nos obliga a la contricción
Y en pasando la aflicción,
Se olvida también el llanto.
Cuando tu castigo empieza
Promete el temor humano;
Y en suspendiendo la mano,
No se cumple la promesa.
Cuando nos hieres, clamamos
Que el perdón nos des, que puedes,
Y así que nos lo concedes.
Otra vez te provocamos.
Tienes a la humana gente
Convicta en su confesión,
Que si no le das perdón,
la acabarás justamente.
Concede al humilde ruego
Sin mérito a quien criaste,
Tú que de nada formas
A quien te rogará luego.
INDICE
Nacimiento de Cristo
De la más fragante rosa
Nació la abeja más bella,
A quien el limpio rocío
Dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
Cuando en la misma moneda,
Lo que en perlas recibió
Empieza a pagar en perlas.
Que llora el alba, no es mucho
Que es costumbre en su belleza;
Mas ¿quién hay que no se admire
De que el sol lágrimas vierta?
Si es por secundar la rosa,
Es ociosa diligencia,
Pues no es menester rocío
Después de nacer la abeja.
Y más cuando en la clausura
De su virginal pureza
Ni antecedente haber pudo,
Ni puede haber quien suceda,
¿Pues a que fin es el llanto,
que dulcemente riega?
Quien no puede dar más fruto
¿qué importa que estéril sea?
Mas ay, que la abeja tiene
Tan íntima dependencia
Siempre con la rosa, que
Depende su vida de ella;
Pues dándole néctar puro,
Que sus fragancias engendran,
No sólo antes le concibe
Pero después le alimenta.
Hijo y madre, en tan divinas
Peregrinas competencias,
Ninguno queda deudor,
Y ambos obligados quedan.
La abeja paga el rocío
De que la rosa la engendra,
Y ella vuelve a retornarle con
Lo mismo que la engendra.
Ayudando el uno al otro
Con mutua correspondencia,
La abeja a la flor fecunda,
Y ella a la abeja sustenta.
Pues si por eso es el llanto,
Llore Jesús, norabuena,
Que lo que expende en rocío
Cobrará después en néctar.
INDICE
Ante la ausencia
Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
Y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte.
Expresa los efectos del amor divino
Traigo conmigo un cuidado
y tan esquivo que creo
que aunque se sentirlo tanto,
aun yo misma no lo siento.
Es amor, pero es amor
que faltándole lo ciego,
los ojos que tiene son
para darle más tormento.
El término no es a quo,
que causa el pesar, que veo,
que siendo el término el bien
todo el dolor es el medio.
Si es lícito y aun debido
este cariño que tengo
¿por qué me han de dar castigo
porque pago lo que debo?
¡Oh cuánta fineza, oh cuántos
cariños he visto tiernos!
que amor que se tiene en Dios
es calidad sin opuestos.
De lo lícito no puede
hacer contrarios conceptos
con que es amor que al olvido
no puede vivir expuesto.
Yo me acuerdo ¡oh nunca fuera!
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de extremo.
Más como era amor bastardo
y de contrarios compuesto,
fue fácil desvanecerse
de achaque de su ser mesmo.
Mas ahora ¡ay de mi! está
tan en su natural centro,
que la virtud y razón
son quien aviva su incendio.
Quien tal oyere dirá
que si es así ¿por qué peno?
Más mi corazón ansioso
dirá que por eso mesmo.
¡Oh humana flaqueza nuestra,
adonde el más puro afecto
aun no sabe desnudarse
del natural sentimiento!
Tan precisa es la apetencia
que a ser amados tenemos,
que aun sabiendo que no sirve
nunca dejarla sabemos.
Que corresponda a mi amor
nada añade, mas no puedo
por más que lo solicito
dejar yo de apetecerlo.
Si es delito, ya lo digo;
si es culpa, ya lo confieso,
mas no puedo arrepentirme
por más que hacerlo pretendo.
Bien ha visto quien penetra
lo interior de mis secretos
que yo misma estoy formando
los dolores que padezco.
Bien sabe que soy yo misma
verdugo de mis deseos,
pues muertos entre mis ansias,
tienen sepulcro en mi pecho.
Muero ¿quién lo creerá? a manos
de la cosa que más quiero,
y el motivo de matarme
es el amor que le tengo.
Así alimentando triste
la vida con el veneno,
la misma muerte que vivo,
es la vida con que muero.
Pero, valor, corazón,
porque en tan dulce tormento,
en medio de cualquier suerte
no dejar de amar protesto.
II
Mientras la gracia me excita
por elevarse a la esfera,
más me abate a lo profundo
el peso de mis miserias.
La virtud y la costumbre
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte,
temo que tal vez la venzan.
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna.
Obscurécense el discurso
entre confusas tinieblas
pues ¿quién podrá darme luz
si está la razón a ciegas?
De mí misma soy verdugo
y soy cárcel de mí mesma.
¿quién vio que pena y penante
una propia cosa sean?
Hago disgusto a lo mismo
que más agradar quisiera;
y del disgusto que doy,
en mí resulta la pena.
Amo a Dios y siento en Dios,
y hace mi voluntad mesma
de lo que es alivio, cruz;
del mismo puerto, tormenta.
Padezca, pues Dios lo manda,
mas de tal manera sea
que si son penas las culpas,
que no sean culpas las penas.
INDICE
Día de comunión
Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que adoro
hoy que tan propicio os miro
que me animás a la osadía
de poder llamaros mío;
hoy, que en unión amorosa,
pareció a vuestro cariño,
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;
hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado vos mismo,
pregunto ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y que de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos;
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.
Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro,
el infinito pasado,
hasta el presente finito;
luego no necesitabais,
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,
entrar a mirarlo fino;
luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.
INDICE
Letras para cantar
Hirió blandamente el aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los ecos
Por boca de las heridas.
De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.
Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el Móvil,
El Sol ser estrella fija.
Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.
Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la hermosura,
O en los ojos la armonía.
Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.
Quién podrá vivir seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.
El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida.
INDICE
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Sor
Juana Ines de la Cruz
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació en 12 de noviembre de
1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca, murió el 17 de abril de 1695.
Las obras de Sor Juana no se han editado completas. Algunas piezas:
Los Empeños de una Casa, Sonetos, Poesías Escogidas, Autos
Sacramentales, etc., etc. han circulado intermitentemente,
aisladas del grueso de su producción, algunas otras se han perdido.
DETENTE SOMBRA
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
INDICE
REDONDILLAS
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
INDICE
FINJAMOS QUE SOY FELIZ
Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.
A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.
El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.
Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.
Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.
Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.
Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.
Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.
Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.
Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?
O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?
Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?
El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.
Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?
No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.
Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.
En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.
Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!
No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.
También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.
Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.
Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.
En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?
¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?
Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.
El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.
Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.
Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.
¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!
¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!
Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.
INDICE
PUES ESTOY CONDENADA
Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has, fiero, condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado,
nunca alegre me mires ni te vea;
si le hablé con agrado,
eterno desagrado en ti posea;
y si otro amor inquieta mi sentido,
sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero,
sin resistir a mi infeliz suerte,
que me des sólo quiero
licencia de que escoja yo mi muerte;
deja la muerte a mi elección medida,
pues en la tuya pongo yo la vida.
INDICE
ESTA TARDE MI BIEN
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
INDICE
ESTOS VERSOS LECTOR MIO
Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.
No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.
No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?
Di cuanto quisieres de ellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,
pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.
Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.
Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la priesa de los traslados;
que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;
y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;
que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.
Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;
y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.
Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.
Y adiós, que esto no es más de
darte la muestra del paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el fardo.
INDICE
YA QUE PARA DESPEDIRME
Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas, por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?
Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ay triste!,
en mi infeliz suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.
Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.
INDICE
DIME VENCEDOR RAPAZ
Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?
Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.
En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos que te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo
e invencible el Castellano.
Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
INDICE
COGIOME SIN PREVENCION
Cogióme sin prevención
Amor, astuto y tirano:
con capa de cortesano
se me entró en el corazón.
Descuidada la razón
y sin armas los sentidos,
dieron puerta inadvertidos;
y él, por lograr sus enojos,
mientras suspendió los ojos
me salteó los oídos.
Disfrazado entró y mañoso;
mas ya que dentro se vio
del Paladión, salió
de aquel disfraz engañoso;
y, con ánimo furioso,
tomando las armas luego,
se descubrió astuto Griego
que, iras brotando y furores,
matando los defensores,
puso a toda el Alma fuego.
Y buscando sus violencias
en ella al príamo fuerte,
dio al Entendimiento muerte,
que era Rey de las potencias;
y sin hacer diferencias
de real o plebeya grey,
haciendo general ley
murieron a sus puñales
los discursos racionales
porque eran hijos del Rey.
A Casandra su fiereza
buscó, y con modos tiranos,
ató a la Razón las manos,
que era del Alma princesa.
En prisiones su belleza
de soldados atrevidos,
lamenta los no creídos
desastres que adivinó,
pues por más voces que dio
no la oyeron los sentidos.
Todo el palacio abrasado
se ve, todo destruido;
Deifobo allí mal herido,
aquí Paris maltratado.
Prende también su cuidado
la modestia en Polixena;
y en medio de tanta pena,
tanta muerte y confusión,
a la ilícita afición
sólo reserva en Elena.
Ya la Ciudad, que vecina
fue al Cielo, con tanto arder,
sólo guarda de su ser
vestigios, en su ruina.
Todo el amor lo extermina;
y con ardiente furor,
sólo se oye, entre el rumor
con que su crueldad apoya:
"Aquí yace un Alma Troya
¡Victoria por el Amor!"
INDICE
ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza. "
Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
INDICE
VERDE EMBELESO
Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
INDICE
La sentencia del justo
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias
INDICE
A Una rosa
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
INDICE
Sentimientos de ausente
Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.
Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.
Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.
Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.
Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.
Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.
Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,
Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.
Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?
¿cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
Que tanto ha de penar quien goza tanto.
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.
Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.
Excusándose de un silencio en ocasión de
Un precepto para que le rompa
Pedirte, señora, quiero
De mi silencio perdón,
Si lo que ha sido atención,
Le hace parecer grosero.
Y no me podrás culpar
Si hasta aquí mi proceder,
Por ocuparse en querer
Se ha olvidado de explicar.
Que en mi amorosa pasión
No fue descuido ni mengua
Quitar el uso a la lengua
Por dárselo al corazón.
Ni de explicarme dejaba,
Que como la pasión mía
Acá en el alma te hablaba
Y en esta idea notable
Dichosamente vivía;
Porque en mi mano tenía
El fingirte favorable.
Con traza tan peregrina
Vivió mi esperanza vana
Pues te puedo hacer humana
Concibiéndote divina.
¡Oh, cuan loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cuán loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cómo en tu Sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lúcido,
olvidó lo peligroso!
Perdona, si atrevimiento
Fue atreverme a tu ardor puro;
Que no hay Sagrado seguro
De culpas de pensamiento.
De esta manera engañaba
La loca esperanza mía,
Y dentro de mí tenía
Todo el bien que deseaba.
Mas ya tu precepto grave
Rompe mi silencio mudo;
Que él solamente ser pudo
De mi respeto la llave.
Y aunque el amar tu belleza
Es delito sin disculpa,
Castíguense la culpa
Primero que la tibieza.
No quieras, pues, rigurosa,
Que estando ya declarada,
Sea de veras desdichada
Quien fue de burlas dichosa.
Si culpas mi desacato,
Culpa también tu licencia;
Que si es mala mi obediencia,
No fue justo tu mandato.
Y si es culpable mi intento,
Será mi afecto preciso;
Porque es amarte un delito
De que nunca me arrepiento.
Esto en mis afectos halló,
Y más, que explicar no sé;
Mas tú, de lo que callé,
Inferirás lo que callo.
Teme que su afecto parezca
Gratitud y no fuerza
Señora, si la belleza
Que en vos llego a contemplar
Es bastante a conquistar
La más inculta dureza,
¿Por qué hacéis que el sacrificio
Que debo a vuestra luz pura
Debiéndose a la hermosura
Se atribuya al beneficio?
Cuando es bien que glorias cante,
De ser vos, quien me ha rendido,
¿Queréis que lo agradecido
Se equivoque con lo amante?
Vuestro favor me condena
A otra especie de desdicha,
Pues me quitáis con la dicha
El mérito de la pena.
Si no es que dais a entender
Que favor tan singular,
Aunque se puede lograr,
No se puede merecer.
Con razón, pues la hermosura
Aun llegada a poseerse,
Si llega a merecerse,
Dejara de ser ventura.
Que estar un digno cuidado
Con razón correspondido,
Es premio de lo servido,
Y no dicha de lo amado.
Que dicha se ha de llamar
Sólo la que, a mi entender,
Ni se puede merecer,
Ni se pretende alcanzar.
Ya que este favor excede
Tanto a todos, al lograrse,
Que no sólo no pagarse,
Mas ni agradecer se puede.
Pues desde el dichoso día
Que vuestra belleza vi,
Tal del todo me rendí,
Que no me quedó acción mía.
Con lo cual, señora, muestro,
y a decir mi amor se atreve,
Que nadie pagaros debe,
Que vos honréis lo que es vuestro.
Bien se que es atrevimiento
Pero el amor es testigo
Que no se lo que me digo
Por saber lo que me siento.
Y en fin, perdonad por Dios,
Señora, que os hable así,
Que si yo estuviera en mí
No estuvierais en mí vos.
Sólo quiero suplicaros
Que de mí recibáis hoy,
No sólo el alma que os doy,
Mas la que quisiera daros.
INDICE
Amor importuno
Dos dudas en que escoger
Tengo, y no se a cual prefiera,
Pues vos sentís que no quiera
Y yo sintiera querer.
Con que si a cualquiera lado
Quiero inclinarme, es forzoso
Quedando el uno gustoso
Que otro quede disgustado.
Si daros gusto me ordena
La obligación, es injusto
Que por daros a vos gusto
Haya yo de tener pena.
Y no juzgo que habrá quien
Apruebe sentencia tal,
Como que me trate mal
Por trataros a vos bien.
Mas por otra parte siento
Que es también mucho rigor
Que lo que os debo en amor
Pague en aborrecimiento.
Y aun irracional parece
Este rigor, pues se infiere,
Si aborrezco a quien me quiere
¿qué haré con quien aborrezco?
No se como despacharos,
Pues hallo al determinarme
Que amaros es disgustarme
Y no amaros disgustaros;
Pero dar un medio justo
En estas dudas pretendo,
Pues no queriendo, os ofendo,
Y queriéndoos me disgusto.
Y sea esta la sentencia,
Porque no os podáis quejar,
Que entre aborrecer y amar
Se parta la diferencia,
De modo que entre el rigor
Y el llegar a querer bien,
Ni vos encontréis desdén
Ni yo pueda encontrar amor.
Esto el discurso aconseja,
Pues con esta conveniencia
Ni yo quedo con violencia
Ni vos os partís con queja.
Y que estaremos infiero
Gustosos con lo que ofrezco;
Vos de ver que no aborrezco,
Yo de saber que no quiero.
Sólo este medio es bastante
A ajustarnos, si os contenta,
Que vos me logréis atenta
Sin que yo pase a lo amante,
Y así quedo en mi entender
Esta vez bien con los dos;
Con agradecer, con vos;
Conmigo, con no querer.
Que aunque a nadie llega a darse
En este gusto cumplido,
Ver que es igual el partido
Servirá de resignarse.
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