Romance de la derivada y
el arcotangente
Por la Jaca Jacobiana
Texto extraido de la revista VE.T.SII
lon. Diciembre de 1989, número 2
Veraneaba una
derivada enésima en un pequeño chalé situado en la recta del infinito del plano
de Gauss, cuando conoció a un arcotangente simpatiquísimo y de espléndida
representación gráfica, que, además, pertenecía a una de las mejores familias
trigonométricas.
Enseguida notaron que tenían propiedades comunes.
Un día, en casa de una parábola que había ido a pasar allí una temporada con
sus ramas alejadas, se encontraron en un punto aislado de ambiente muy íntimo.
Se dieron cuenta que convergían hacia límites cuya diferencia era tan pequeña
como se quisiera. Había nacido un romance. Acaramelados en un entorno de radio
épsilon, se dijeron mil teoremas de amor.
Cuando el verano pasó, y las parábolas habían vuelto al origen, la derivada y
el arcotangente eran novios. Entonces, empezaron los largos paseos por las
asíntotas siempre unidos por un punto común, los interminables desarrollos en
serie bajo los conoides llorosos del lago, las innumerables sesiones de
proyección ortogonal.
Hasta fueron al circo, donde vieron a una troupe de funciones logarítmicas dar
saltos infinitos en sus discontinuidades. En fin, lo que eternamente hacían los
novios.
Durante un baile organizado por unas cartesianas, primas del arcotangente, la
pareja pudo tener el mismo radio de curvatura en varios puntos. Las series
melódicas eran de ritmos uniformemente crecientes y la pareja giraba
entrelazada alrededor de un mismo punto doble. Del amor había nacido la pasión.
Enamorados locamente sus gráficas coincidían en más y más puntos.
Con el beneficio de las ventas de unas fincas que tenía en un campo complejo,
el arcotangente compró un recinto cerrado en el plano de Riemann. En la
decoración se gastó hasta el último infinitésimo. Adornó las paredes con unas
tablas de potencias de "e" preciosas; puso varios cuartos de
divisiones del término independiente que costó una burrada. Empapeló las
habitaciones con las gráficas de las funciones más conocidas, y puso varios
paraboloides de revolución chinos de los que surgían desarrollables tangencialmente
en flor. Y Bernoulli les prestó su lemniscata para adornar su salón durante los
primeros días. Cuando todo estuvo preparado, el arcotangente se trasladó al
punto impropio y contempló satisfecho sus dominios de existencia.
Varios días después fue en busca de la derivada de orden n y cuando llevaban un
rato charlando de variables arbitrarias, le espetó sin más:
-¿Por qué no vamos a tomar unos
neperianos a mi apartamento? De paso lo conocerías, ha quedado monísimo.
A ella, que le quedaba muy poco para anularse, tras una breve discusión del
resultado, aceptó.
El novio le enseñó su dominio y quedó integrada. Los neperianos y una música
armónica simple, hicieron que entre sus puntos existiera una correspondencia
unívoca. Unidos así, miraron el espacio euclídeo. Los astroides rutilaban en la
bóveda de Viviany...¡Eran felices!
- ¿No sientes calor?- dijo ella.
- Yo sí, ¿y tú?
- Yo también.
- Ponte en forma canónica, estarás más cómoda
Entonces él le fue quitando constantes. Después de artificiosas operaciones la
puso en paramétricas racionales...
- ¿Qué haces? Me da vergüenza...-dijo
ella.
- Te amo, ¡yo estoy inverso por tí...! Déjame besarte la ordenada en el
origen... ¡No seas cruel!... ¡Ven!. Dividamos infinito.
Él la acarició sus máximos y sus mínimos y ella se sintió descomponer en
fracciones simples.
(Las siguientes operaciones quedan a la penetración del lector).
Al cabo de algún tiempo, la derivada enésima perdió su periodicidad.
Posteriores análisis algebraicos demostraron que su variable había quedado
incrementada y su matriz era distinta de cero.
Ella le confesó a él saliéndole los colores: "voy a ser primitiva de otra función"
Él respondió:"podríamos eliminar el
parámetro elevando al cuadrado y restando. "Eso es que ya no me
quieres". "No seas irracional, claro que te quiero. Nuestras
ecuaciones formarán una superficie cerrada. Confía en mí".
La boda se
preparó en un tiempo diferenciable de "t", para no dar que hablar en
el círculo de los nueve puntos.
Los padrinos fueron el padre de la novia, un polinomio lineal de exponente
entero, y la madre del novio, una asiroide de noble asíntota. La novia lucía
coordenadas cilíndricas de "Satung" y velo de puntos imaginarios.
Ofició la ceremonia Cayley, auxiliado por Pascal y el nuncio S.S. Monseñor Ricatti.
Hoy día, el arcotangente tiene un buen puesto en una fábrica de series de
Fourier, y ella cuida en casa de cinco lindos términos de menor grado, producto
cartesiano de su amor.