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Una nueva etapa
de la crisis
Autor: Juan Chingo
Fecha: 24 de enero de 2008
La baja de
75 puntos básicos de las tasas de interés por
la Reserva Federal en Estados Unidos (Fed) el
martes 22, movimiento que no hacía desde 1984
y que fue realizado sin esperar a su reunión
ordinaria a fin de mes, lejos de una maniobra
magistral de su actual presidente, Ben
Bernanke, es una muestra de la desesperación
que cunde en los altos círculos capitalistas y
de las finanzas por la creciente crisis
económica y así fue interpretado por los
“mercados” que continuaron a la baja. Este
martes negro, siguió a la fuerte caída de las
bolsas del mundo del lunes 21, con la debacle
más importante de las acciones europeas desde
el atentado a las Torres Gemelas en 2001.
Estas caídas accionarias junto a las pérdidas
records de bancos de primera línea como el
Citigroup o Merrill Lynch están señalando la
entrada en una nueva etapa de la crisis.
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¿Qué señalan estos
acontecimientos bursátiles y financieros? Primero, que
la recesión norteamericana es inevitable y ya ha
comenzado, y que será mucho más severa que las suaves
recesiones de ocho meses de duración de1990-91 y 2001.
Segundo, que el resto
del mundo no se desacoplará de la economía de EE.UU.; por
el contrario la fuerte recesión norteamericana implicará
una aguda desaceleración del crecimiento global en 2008.
Tercero, que una dura
recesión en EE.UU. tendrá pesadas consecuencias sobre las
ganancias de las empresas. Cuarto, que la agresiva
política de bajas de las tasas de interés de la Reserva
Federal no evitará esta fuerte recesión y que los
operadores tendrán que acostumbrarse a masivas pérdidas
financieras como ha sido el caso de los grandes bancos de
Wall Street, Citigroup y Merry Lynch, la semana pasada.
En otras palabras,
que cuando EE.UU. estornuda, el resto del mundo se
resfría, sólo que en este caso Norteamérica está sufriendo
una fuerte pulmonía. El comienzo de 2008 señala la entrada
en una nueva etapa de la crisis capitalista mundial.
Las
bases estructurales de la crisis
En
el reciente número de Estrategia Internacional decimos que
“Una característica saliente del capitalismo contemporáneo
es la recuperación de la tasa de ganancia desde comienzo
de los ’80 y, más decididamente desde los ’90 en adelante;
pero este proceso no va acompañado por un aumento de la
acumulación capitalista durable y generalizada”. A la vez,
sostenemos que esta tendencia inédita del capitalismo “se
da la mano con una tendencia a la sobreacumulación en los
escasos nichos de valorización productiva que encuentra el
capital a nivel internacional”, que en el último periodo
han sido las economías del sudeste asiático y en
particular China, la región más importante de la economía
mundial en términos de masa de plusvalía para la
reproducción capitalista a nivel global. Este país como
paradigma de la nueva división de trabajo internacional,
se benefició muchísimo más que otros, por su vasta
disponibilidad de mano de obra barata, de la tendencia de
las economías y multinacionales de los países
imperialistas a bajar los costos para recuperar la
rentabilidad después de la crisis de los ’70, tendencia
que se profundizó como salida a la sobreinversión de los
’90 en EE.UU. y la crisis recesiva que la acompañó.
El resultado de esta
configuración del capitalismo contemporáneo -y a la vez la
fuente de sus desequilibrios- es “una eficiencia en
recuperar la ganancia, estrechez del mercado mundial y
feroz competencia capitalista”. En otras palabras, el
“proceso de reestructuración y relocalización capitalista
de las últimas décadas” viene siendo contrarrestado por
una tendencia opuesta, “la estrechez del mercado mundial
que no permite valorizar y realizar los niveles de tasa de
ganancia alcanzados de manera sustentable”. Como
sintetizamos en la misma revista, “podríamos definir a los
últimos años como un período floreciente desde el punto de
vista de la capacidad del sistema para rentabilizar el
capital. Sin embargo, la plusvalía así obtenida tiene cada
vez más dificultades para encontrar espacios de
acumulación convenientes.
Esto es reflejo a su
vez de una contradicción agudizada entre producción y
consumo, que está recreando en las últimas dos décadas las
condiciones de una crisis de realización. Al estancarse
los ingresos de los asalariados declina el poder de compra
y el ritmo de fabricación se desconecta de la capacidad de
absorción de los mercados”.
La actual crisis
norteamericana grafica en forma patente estas agudas
contradicciones del capitalismo contemporáneo. EE.UU. ha
sido la principal fuente de los desequilibrios globales de
los últimos años: el masivo déficit de cuenta corriente
absorbe alrededor del 75% de los ahorros excedentes
mundiales, o la plusvalía no acumulada a nivel mundial.
Esto es expresión a su vez de las debilidades de las
fuentes autóctonas de acumulación de capital: la tasa neta
de ahorro ha promediado un mero 1,4% en los últimos cinco
años, lo que implica que EE.UU. debe importar los ahorros
excedentes del extranjero para seguir creciendo, es decir
debe atraer al capital externo. De ahí el origen del
altísimo déficit de cuenta corriente y los déficits
comerciales. La caída de las inversiones, expresión de la
debilidad de la acumulación capitalista y la reducción en
el ingreso de los asalariados aplicada por las
corporaciones para restaurar las ganancias, implica la
necesidad de impulsar la demanda con una creciente emisión
de deuda, dando origen a una economía que algunos autores
denominan “activo dependiente”. En este marco puede
apreciarse el rol para la economía de conjunto de la
llamada burbuja inmobiliaria que vino desarollándose desde
1997. Según cálculos serios, en la última década, y a
pesar del boom bursátil, la plusganancia obtenida por la
venta y reventa de viviendas particulares ha sido la
principal fuente (60%) de enriquecimiento patrimonial de
los hogares1. Pero con una burbuja siguiendo a la otra y
con un mercado de crédito barato, los desequilibrios
norteamericanos crecieron en proporciones descomunales. A
pesar de la débil generación de ingresos, el consumo
privado creció a un récord de 72% del Producto Bruto
Interno (PBI) en 2007. La deuda de los hogares alcanzó un
récord de 133% del ingreso disponible y las mediciones de
los ahorros personales en función de los ingresos entraron
en terreno negativo en 2007. Estas tendencias, que están
tras la crisis actual, se volvieron insostenibles y
comenzaron a estallar a mediados de 2007.
Características
particulares de la crisis norteamericana de 2008
Lo
que hace particularmente aguda la crisis norteamericana
actual, es que combina una tendencia a la recesión con una
fuerte crisis en el corazón del sistema financiero, los
pesos pesados de Wall Street. En este sentido, la recesión
norteamericana de 2008 puede ser similar en calidad -a
pesar de que no necesariamente en duración y profundidad-
a la contracción japonesa de principios de los ‘90 y que
perduró toda una década, o a la contracción alemana de
comienzos de la actual década, más que a la recesión
norteamericana de 2001.
Esta última fue
inusualmente corta ayudada por una importante baja de las
tasas de interés y un masivo estímulo fiscal que se
expresó en el pasaje abrupto de un importante superávit
presupuestario a un fuerte déficit. Por el contrario, las
crisis japonesa y alemana tuvieron años de bajas tasas de
interés antes de que la economía real mejorara.
En 2001, el principal
mecanismo de transmisión de la caída de las tasas fue el
crédito inmobiliario, que sostuvo de esta manera la
economía, evitando que la sobreacumulación en el sector
tecnológico se transformara en una recesión aguda o
incluso en una depresión. Además, este impulso monetario
llegó en un momento en el que el mercado inmobiliario ya
estaba en ascenso, dando lugar a un boom descomunal,
llamado “burbuja inmobiliaria”. Las perspectivas
inflacionarias eran bajas, por lo cual era un buen momento
para tomar nueva deuda como fue el caso en EE.UU. en los
pasados años.
La actual recesión no
puede ser más diferente. Los precios de la vivienda están
cayendo y podrían caer aún más hasta alcanzar un nivel
sostenible con la demanda solvente. La tasa de inflación
(4,1%) es la más alta de las últimas décadas. No hay forma
de que la Reserva Federal cree un nuevo boom inmobiliario
aun si quisiera. Mucho menos de contraer nuevas deudas. En
este marco, la caída de los precios de la vivienda tiene
una dinámica propia que no es fácil romper. Más aguda aún
es la desvalorización del precio de los activos y la huida
de la deuda del conjunto de los agentes económicos que
puede desencadenar una “sequía crediticia” y un círculo
vicioso deflacionario.
Posibles
escenarios para EE.UU.:el peligro de una espiral
deflacionaria y la interrupción del crédito
La
crisis financiera implica una contracción del crédito, un
proceso que parece muy díficil que la Fed pueda detener,
aunque esto no significa necesariamente que sea totalmente
incapaz de hacerlo. Su presidente, B.Bernanke, es un
experto en la Gran Depresión y sabe perfectamente los
peligros de dejar que el proceso de contracción crediticia
se alimente a sí mismo. Él y sus colegas harán todo lo
posible para evitar que se desarrolle un círculo vicioso.
Las inyecciones abiertas y encubiertas de liquidez a los
grandes bancos como el Citi o a las grandes firmas
hipotecarias de los pasados meses, intentan impedir que el
mercado de capitales (donde se negocian los bonos o
títulos, tanto públicos como privados) se declare en
bancarrota. Tal vez la Fed haga uso de medidas
extraordinarias para mantener la confianza en un nivel
razonable. Es que la confianza entre los grandes bancos
(las tendencias a la “ guerra fría” como las llamó el
semanario The Economist) y la voluntad de otorgar créditos
es lo que realmente está en juego. La cuestión, en última
instancia, es que la brutal extensión del crédito fue más
allá de niveles sostenibles. La magnitud de las pérdidas
calculadas desde el inicio de la crisis hacen insostenible
la continuación de cualquier esquema de postergación del
default. Pero, ¿en qué proporción? Esta es la gran
pregunta. Un crack financiero es una posibilidad real.
Algunos analistas calculan su probabilidad en un 30%.
Aunque ésta es peligrosamente alta, no significa que no
pueda ser prevenido. La Fed intentará evitar esta
calamidad ingeniando una recesión cuyo peso caerá
principalmente en los asalariados de medianos y bajos
ingresos. Pero desde el punto de vista capitalista, la
alternativa es mucho peor: una deflación a la japonesa
debido a la negativa de computar las pérdidas en el valor
de los activos inflados. Es evidente que la crisis
financiera ya se ha extendido más allá del colapso de las
garantías del mercado hipotecario, como demuestran las
previsiones de pérdidas de los grandes bancos en el
crédito de consumo de tamaño similar al mercado subprime.
Otros segmentos de mayor magnitud como los CDS2 “tienen el
potencial de causar un serio contagio financiero. La
crisis subprime estuvo bastante cerca de desestabilizar el
sistema financiero global. Una crisis de los CDS, en un
escenario pesimita, puede producir un descalabro del
sistema financiero global”3. Según este análisis la clave
no es si EE.UU. puede evitar una fuerte contracción, sino
cuál será la duración de esta. El escenario más optimista
sería el de una desaceleración corta y poco profunda. Uno
intermedio sería una recesión aguda pero breve. Por
último, un escenario verdaderamente horrible sería una
recesión prolongada, como las experimentadas por EE.UU. en
el pasado, por ejemplo desde noviembre de 1973 a marzo de
1975, aunque en aquel momento todavía no había un mercado
de CDS, lo que en la actualidad agrava el panorama.
Como vemos, la crisis
financiera ya está afectando los cimientos del capital
bancario. En los próximos meses evitar que éste entre en
un círculo vicioso en el cual las ajustadas condiciones de
liquidez, los bajos valores de las acciones, recursos de
capital debilitados, una reducida oferta de créditos y una
demanda lenta se alimenten la una a la otra, será la gran
prueba que tendrá que soportar el sistema financiero
mundial.
Consecuencias para
la economía mundial
El año pasado la
mayoría de los economistas y políticos sotenían que la
economía mundial podría desacoplarse de la desacelaración
de la economía norteamericana. Pero frente al “aterrizaje
forzoso” que está experimentando, este debate se ha
acabado. Es que si EE.UU. se encamina inevitablemente
hacia una recesión, entonces el resto del mundo no puede
desacoplarse, sino que va a sufrir una seria
desaceleración. El consumo norteamericano representa casi
9 billones de dólares, el chino sólo un billón y el de la
India sólo 600.000 millones de dólares. A su vez los
consumidores de Europa y Japón están disconformes frente a
la disminución de su poder adquisitivo y la creciente
inseguridad laboral que los ha llevado a ahorrar más que a
consumir. Por lo tanto no hay nadie en condiciones de
reemplazar a EE.UU. como comprador en última instancia. En
este marco, la mayor integración de la economía
capitalista mundial implica una mayor difusión de sus
crisis. Como decimos en Estrategia Internacional, “la
internacionalización del capital productivo ha convertido
a casi todo el planeta en su coto de valorización y ha
sido uno de los elementos esenciales que han permitido la
recuperación de la tasa de ganancia. Sin embargo, a la vez
también ha implicado que los mecanismos de propagación y
contagio de las crisis se hayan acelerado”.
Estos van desde los
canales comerciales, financieros, monetarios, de inversión
u otros que transmiten los shocks económicos o financieros
desde EE.UU. a las otras economías alrededor del mundo.
Así en el plano financiero, la crisis del mercado subprime
ha llevado a una amplia y muy severa crisis de liquidez y
crediticia en Europa, Australia y otras partes del mundo,
mediante la compra por inversores de estos países de
“securitized instruments” norteamericanos. Otro mecanismo
de contagio financiero sigue siendo la dependencia de las
bolsas del mundo de los resultados de Wall Street como se
ha podido apreciar en forma elocuente en estos días.
Desde el punto de
vista comercial, una recesión en Estados Unidos y la
consecuente caída en el consumo y en la inversión de las
empresas llevará a una reducción de las importaciones.
Dado que EE.UU. tiene un déficit comercial anual de
700.000 millones de dólares, el efecto de su
desaceleración es probable que sea más grande que su peso
en el economía global (el PBI de EE.UU. representa un 25%
del PBI mundial). Esto tendrá un impacto fuertemente
contractivo para una serie de países altamente
dependientes de las exportaciones hacia EE.UU., como
Canadá y México pero también China, Japón, Corea y una
parte significativa del resto de Asia (Singapur, Hong Kong,
Malasia, Filipinas y Tailandia). China es particularmente
vulnerable a una recesión norteamericana debido a que gran
parte de su crecimiento reciente se apoya en las
exportaciones, aunque en el último tiempo la Unión Europea
(UE) ha superado a EE.UU. como su principal mercado. Si
los eslabones del último ciclo de crecimiento mundial uno
por el lado de la demanda (EE.UU.) y el otro por el lado
de la oferta (China) caen, la demanda China de bienes
intermedios del resto de Asia también caerá y con esto el
dinamismo de estas economías. Es mentira que la mayor
interrelación del comercio inter-asiático hace a esta
región menos dependiente de EE.UU. La realidad es que el
surgimiento de China como “taller del mundo” ha
transformado a muchos de estos países en productores de
insumos –como los chips de computadoras- que exportan a
China y ésta los ensambla y luego los exporta a EE.UU. o
Europa, por ejemplo bienes de consumo electrónicos. De la
misma manera la detención de los dos motores de la
economía mundial en los últimos años afecta a la demanda
de commodities -petróleo, energía, alimentos, minerales- y
el precio de tales materias primas que ha aumentado
fuertemente en los últimos años debido al crecimiento de
China y en cierta medida la India y otras economías. Esto
va a golpear especialmente a los países semicoloniales de
Asia, América Latina y África. Por ejemplo, el cobre
chileno, dependiente en forma directa del mercado
norteamericano y en forma indirecta del mercado chino,
puede caer en picada.
Por su parte, en el
terreno monetario la devaluación del dólar, que busca
mejorar la competitividad de las corporaciones
norteamericanas, es una mala noticia para todos los países
que exportan a EE.UU. que ven encarecer sus productos en
los mercados norteamericanos. Esto afecta particularmente
a la UE debido a la fuerte revaluación del euro y la
consecuente pérdida de competitividad de muchas de sus
empresas.
En otro plano, el
desinfle de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. ha sido la
señal de alarma que ha desatado el comienzo del
hundimiento de otras similares en especial en el Reino
Unido, España e Irlanda.
Una dislocación
emergente del sistema monetario internacional
La agresiva baja de
las tasas de interés en EE.UU., con el consiguiente
peligro en lo inmediato de un aumento de la inflación, ha
creado el riesgo de una precipitada caída del dólar. Sin
embargo, lo sorprendente es que, aunque otras monedas como
el euro o el yen se han apreciado, ninguna de ellas se ha
convertido en moneda de reemplazo del dólar sino que es el
oro, que se acerca a los 1.000 dólares la onza, cuando la
crisis recién comienza, el que según el Financial Times,
se ha convertido en “la nueva moneda global”. Esto no
significa una vuelta al estricto patrón oro que rigió el
sistema monetario internacional entre 1870 y 1913 o el
patron cambio oro4 que lo sucedió desde la Segunda Guerra
Mundial hasta 1971 cuando fue abolido por el presidente
nortemericano Nixon. Más bien representa una emergente
dislocación del sistema monetario internacional en donde
el oro actúa como refugio universal del valor, frente a la
desvalorización de todos los demás activos monetarios o
financieros. Pero como decía Keynes, el oro es una
“reliquia bárbara”... más aún en la epoca de las
transacciones electrónicas. Su ascenso es sinónimo del
nerviosismo y de la desconfianza que impera en los altos
círculos capitalistas.
El dólar no es la
única moneda en problemas. Martin Wolf, principal
economista del Financial Times, asegura que la libra
seguirá el camino del billete norteamericano. La
combinación de fuertes déficits de cuenta corriente, el
enorme endeudamiento interno y el fin de la burbuja
inmobiliaria están acabando con el espejismo de
prosperidad de los últimos 15 años, mientras la City de
Londres intenta por todos los medios recuperar el
prestigio dañado después de que la crisis golpeara a
Nothern Rock, constituyendo la primer corrida bancaria en
un país imperialista desde la Gran Depresion. Esta
devaluación de la libra agrava los problemas del euro
generados por la desvalorización del dólar y la creciente
entrada de mercancías baratas de China. No olvidemos que
Gran Bretaña es el principal socio comercial de la UE.
Por su parte el yen
se viene apreciando fuertemente, lo que amenaza con
desatar una nueva oleada recesiva y deflacionaria en
Japón. Es que durante estos años la existencia de bajas
tasas de interés en este país, permitía a toda sociedad
financiera instalada en Tokio, sea japonesa o filial de
una entidad extranjera, aprovechar la diferencia de
remuneración del dinero en otras plazas por comprar
activos financieros a precios regalados. Este mecanismo
llamado carry trade, junto con la acumulación de reservas
de los excedentes comerciales de los nuevos países
industrializados de Asia, en particular China, así como de
los beneficiarios de rentas energéticas como el petróleo o
el gas, fueron las principales fuentes del crecimiento
incontrolado de la masa de divisas o de escrituras que se
usan como “moneda”, que es lo que está detrás de la
pérdida de control de los bancos centrales sobre las
variables, como por ejemplo la cantidad de moneda en
circulación, que antes podían controlar. Esto se ha podido
desarollar por la falta de coordinación internacional
entre las principales potencias imperialistas para regular
estos flujos, debido a los distintos intereses de éstas,
en particular de EE.UU., interesado en no poner la menor
traba a este dinero con el que se financian sus déficits y
es la savia que alimenta su hipertrofiado sistema
financiero. Frente a las perspectivas negras que se
ciernen sobre la economía mundial, esta falta de
coordinación se hará más aguda y puede ser la piedra de
toque de crecientes roces monetarios, ya sean
devaluaciones competitivas en caso de que la crisis se
agrave o de crecientes medidas proteccionistas.
La actual crisis será
una prueba para la llamada “zona del euro”, que carece de
un gobierno unificado, porque puede impactar fuertemente
en la UE, sacando a relucir las importantes fallas que la
atraviesan, esto es: las crecientes dificultades para
mantener bajo una misma manta a los países nórdicos, en
especial Alemania, cuyo eje es el peligro inflacionario y
la solidez de su moneda, y los países del sur de Europa,
en particular España e Italia, y en cierta medida Francia,
con fuertes problemas de competitividad, de déficts
comerciales, de galopante endudamiento privado o público
que exigen una política menos estricta que la que
actualmente comanda el Banco Central Europeo. Aunque no
está en los planes de nadie, la crisis puede terminar con
el principal logro de la UE: su moneda única.
El
interrogante chino
A mediano plazo, la
cuestión de si la presente crisis desencadenará una crisis
mundial, del tipo de la del ‘29, depende de Asia, en
particular de China.
Esta región, la
principal zona de acumulación del sistema capitalista
mundial como ya dijimos, viene desarollando una
sobreacumulación de capital y una consecuente
sobreproducción de mercancías que excede largamente las
capacidades de absorbción del mercado mundial. Hasta ahora
el superendeudado consumidor norteamericano actuó como
comprador en última instancia de esta sobreproducción, a
costa de agravar los desequilibrios de la economía
mundial.
Este “equilibrio
dentro del desequilibrio” se ha roto. ¿Podrá la demanda
interna china reemplazar esta válvula de salida a sus
sobrecapacidades productivas, como esperan los
capitalistas occidentales? Dificil que este reordenamiento
interno se produzca debido a que la orientación
exportadora china es un resultado de la relocalización de
la actividad productiva de los principales grupos
multinaciones de EE.UU., Europa y Japón y toda
modificación de este curso significaría alterar gravemente
sus intereses económicos. Tampoco es probable que la gran
mayoría de los consumidores chinos que no cuentan como en
el pasado con las conquistas sociales en educación,
jubilación, y vivienda (“iron rice bowl”5) y que por lo
tanto ahora deben pagar por ellas, se arriesguen a dejar
de ahorrar y volcarse al consumismo desenfrenado actuando
de esa manera como reemplazo del consumidor
norteamericano. Por el contrario lo más probable es que la
crisis norteamericana, con su consecuente desaceleración
del comercio internacional, golpee fuertemente a China
exacerbando sus crecientes contradicciones económicas,
políticas y sociales y su fuerte desigualdad social y
regional. Esto podría agudizar la ascendente lucha de
clases tanto en el campo como en la ciudad poniendo en
cuestionamiento el actual curso restauracionista de la
burocracia de Pekín. La gran fiesta de los Juegos
Olímpicos en 2008 que iba a convertirse en la gran prueba
de la entrada de China al escenario internacional puede de
repente amargarse. Una agudización simultánea de la crisis
china y norteamericana sería un escenario de pesadilla
para la economía mundial.
Prepararse
para la catástrofe que se avecina
Los
países capitalistas avanzados, en especial EE.UU. y en
cierta medida la UE, que han descargado sus propias
dificultades sobre sus competidores como fue el caso de
Japón a fines de los ‘80, o sobre la periferia como
demuestra la crisis de la deuda latinoamericana en 1982 o
las sucesivas crisis de los países llamados emergentes, no
han experimentado en los últimos años duras recesiones,
menos aún depresiones. La actual crisis, que tiene su
epicentro en EE.UU. y que puede propagarse rápidamente a
algunos países europeos como Italia o España en los que se
cierne como perspectiva el crecimiento de la desocupación
y una sostenida baja de los salarios después de décadas de
crecimiento basadas en el “ladrillo” en el primero o la
fuerte pérdida de competitividad en el segundo, acabará
con ese estado de cosas. Ya la prensa patronal le exige a
Zapatero que sea como Sarkozy, mientras que a éste, a
pesar de sus avances parciales, le pide más coherencia en
el ataque a las conquistas obreras. En la periferia
también significará un cimbronazo para aquellos países que
sufrieron duras crisis en la década pasada o al comienzo
de ésta y que creyeron salvarse de las contradicciones
capitalistas con el boom de la materias primas como es el
caso de Argentina, Venezuela, México ó el mismo Brasil o
la potencia reemergente de Rusia. Como dijimos, China, que
se salvó de la crisis asiática de 1997-98 y que desde ese
momento empezó su despegue imparable, también será puesta
en una dura prueba. En este marco los trabajadores y los
pueblos del mundo deberán prepararse para hacer frente a
catástrofes mayores, como millones de desalojos,
crecimiento del desempleo y desocupación en masa, pérdida
de los ahorros de sectores de las clases medias,
disminución aún mayor del poder adquisitivo del salario y
la incapacidad de dar cuenta de las necesidades básicas,
ni qué hablar del acceso a la educación, la salud y la
cultura, derrumbe de las economías nacionales más débiles,
etc.
El último periodo de
crecimiento, el más fuerte desde los ‘70, permitió una
recomposición objetiva y limitadamente subjetiva de la
clase obrera mundial, con la incorporación de millones de
nuevos trabajadores que vienen tensando sus músculos. Este
fenómeno abarca desde países capitalistas más avanzados
como Francia, Italia y últimamente Alemania, América
Latina, el continente a la vanguardia de la lucha de
clases mundial, hasta la recuperación de la clase obrera
polaca y rusa en Europa del este y la ex URSS, los
trabajadores sudafricanos o por último la emergente clase
obrera china, que para algunos observadores ya se está
convirtiendo o amenaza con convertirse en un epicentro de
la lucha de clases. La crisis mundial pondrá a prueba a
estos nuevos batallones de la clase obrera, obligándola a
avanzar al calor de los golpes cada vez más rudos que le
prepara el capital. A la maduración revolucionaria del
único sujeto que puede terminar con las crisis
capitalistas y sus secuelas de catástrofes, miserias y
guerras apostamos los revolucionarios en el próximo
periodo.
1 Las plusganancias bursátiles (20%)
ocupan la segunda posición.
2 Los CDS, o Credit Default Swaps, son un instrumento financiero que
permiten desligar el riesgo crediticio y negociarlo por
separado. Es un seguro que protege al banco contra la
pérdida derivada del incumplimiento de los préstamos. Fue
gracias a ellos que la bancarrota de Enron pudo ser
contenida. Pero en última instancia la solidez de este
instrumento depende de la magnitud de las insolvencias. Y
éstas a su vez dependen del estado de la economía. El
mercado de los CDS ha crecido enormemente en los últimos
años alcanzando la friolera de 45 billones de dólares,
esto es tres veces el producto bruto anual de EE.UU.
3 Financial Times, 13/01/08.
4 Este es un sistema monetario por el cual se fija el
valor de una divisa en términos de una determinada
cantidad de oro . El emisor de la divisa garantiza poder
devolver al poseedor de sus billetes, la cantidad de oro
en ellos representada. Este sistema se implementó en
Bretton Woods, cuando surgió el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Las divisas que garantizaban el
cambio al oro fueron el dólar y la libra esterlina. Este
sistema dio lugar a una estabilidad relativa y durable, de
1944 a 1971.
5 En ingles “iron rice bowl”, nombre que recibe la
política maoísta, ya prácticamente extinta, de
proporcionar hogar, comida, y asistencia a todo el pueblo
chino. Ejemplo de ello eran las fábricas, que contaban con
habitaciones para sus trabajadores y sus familias en sus
premisas, además de proporcionarles alimento y un salario.
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