

La Coruña, con "L" de Libertad

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¡GRACIAS PACO VÁZQUEZ, POR DEVOLVER LA L DE LA
LIBERTAD A LA CORUÑA!
El pasado 2 de Noviembre de 2004, el Alcalde de La Coruña,
Francisco Vázquez, y su corporación, amparándose en la Ley de Grandes
Ciudades que otorga la opción de elegir el topónimo a las ciudades que cumplen
los requisitos de dicha ley, ha DEVUELTO de forma co-oficial la "L" a
La Coruña, entre los berridos de los nazi-onalistas y la cobardía del PP que
se abstuvieron en la votación para no "mojarse" con su jefe Fraga,
aunque ostentando unas camisetas con una ostentosa "L". Vuelve pues a
la oficialidad lo que es una REALIDAD en la calle. Desde el siglo XII que se
dice La Coruña, y se seguirá diciendo. No se ha prohibido la forma sin la
"L" para que cada uno llame a la ciudad como más le plazca. Eso enoja
a los naZi-onalistas, actuales enemigos públicos número 1 de la libertad en
España.
LA LIBERTAD LA DEFIENDEN LOS VALIENTES, NO LOS NAZIS NI LOS
COBARDES
(Página antinaZionalista)

!INTRODUCCIÓN:
Sirva esta página Web para dejar constancia de un hecho que está ocurriendo
actualmente en algunos lugares de España, y que no es otra cosa que la privación de la
Libertad de Expresión, de educación, y de elegir el idioma en el que cualquier persona
quiera expresarse.
También sirva esta página para denunciar el hecho del expolio que se está cometiendo
con la ciudad de La Coruña y de su área de influencia. Ciudad en la que nadie es
forastero, como reza su lema, ciudad en la que la mentalidad abierta siempre ha sido una
característica predominante en su población; abierta a todos y a todo.
Pero en los tiempos que actualmente corren en nuestro país, en los que una serie de
grupos de ideología naZionalista pretenden imponer a la fuerza determinadas costumbres,
políticas e idiomas, la idiosincrasia de La Coruña no casa bien con estas ideas
totalitarias. Curiosamente, el PP en Galicia se comporta como un grupo nazionalista
¿tendrán que quedar bien con alguien?.
La Coruña es una de las pocas ciudades de España en las que para acceder a una vía
rápida para salir o entrar, hay que pagar peaje; la autovía gratuíta se construyó a
unos cuantos kilómetros de la ciudad, para que no se pueda acceder sin pagar, a no ser
que uno quiera meterse en medio de caravanas de coches y camiones, atravesando zonas
industriales.
La Coruña es una ciudad en la que su aeropuerto es constantemente marginado y atacado,
con supresión de vuelos que van llenos de pasajeros, para favorecer a su vecina Santiago,
de forma totalmente descarada. Tampoco tiene acceso fácil al aeropuerto.
La Coruña fue despojada de la capitalidad de Galicia hace ya unos años. El gobierno
autónomo la mantiene a pan y agua, y su televisión, la Televisión de Galicia, sólo se
acuerda de ella cuando sucede algún tipo de desgracia. Paga los impuestos más elevados
de toda Galicia al gobierno autónomo a cambio de aislamiento; su dinero se va para
favorecer otras zonas.
Y, finalmente, fue despojada de su toponímico, lo que SIEMPRE se denominó "La
Coruña", y ya en el siglo XII aparecen documentos escritos con ese topónimo,
topónimo que los habitantes de esta ciudad siempre hemos utilizado (y seguimos), ya que
la inmensa mayoría de los coruñeses somos castellanoparlantes, ya que somos castellanopensantes. Y a pesar de que hay dos idiomas
oficiales en la Comunidad Autónoma de Galicia, que son el castellano (o español) y el
gallego, pues resulta que ahora lo que ocurre es que quieren PISOTEAR los derechos de los
castellanoparlantes, cosa que actualmente ocurre en otros lugares de la geografía
hispana, impulsados por gentes a las que los derechos individuales les importa un rábano
frito. Así surge el tema de que a La Coruña, se le cambia de forma antidemocrática su
toponímico por el de "A Coruña"; sin referéndum ni ningún tipo de consulta.
Al revés de lo que ocurre en otros lugares, en los que la gente habla
el gallego y ya se denominaban de una forma determinada, tales como pudieran ser Rianxo,
por ejemplo, La Coruña, siempre se denominó así, no hubo traducción al castellano,
porque siempre su toponímico fue en castellano. Es como si ahora en los Estados Unidos,
Los Ángeles pasaran a denominarse "The Angels", o San José pasara a
"Saint Joseph", etc.
En España, también se han cambiado otros toponímicos por el mismo
método, como Lérida que pasó a Lleida, o Gerona, que pasó a Girona, etc. No queremos
entra en polémicas con los catalanes, sólo lo ponemos como ejemplo. Curiosamente, en
castellano, para obtener el fonema del catalán debería ser "Llirona" (¿se
pueden hacer excepciones en un lenguaje a golpe de decreto-ley?).
Es por eso que la gente que amamos la libertad nos negamos a que nos
impongan las cosas sin contar con nuestra opinión.
No tenemos nada en contra del idioma gallego, ni de ningún otro idioma, pero sí
tenemos en contra de lo que suponga una merma de las libertades. Y tras 40 años de
dictadura franquista, ahora los naZionalistas, buenos discípulos del dictador, quieren
continuar con la política de imposiciones lingüísticas.
Algunos elegimos el idioma español, o castellano, por sus características de
universalidad, y además nos sentimos españoles, y no tenemos razón alguna para
despreciar a nuestro país, que es España, y en el que, en algunas zonas coexisten
idiomas regionales y que nunca hubo problemas de este tipo.
Pero hay quien confunde el lenguaje con la cultura, y se pone en plan radical a imponer
un idioma para defender esa cultura regional; sin darse cuenta de que el idioma en sí NO
es la cultura, es sólamente un MEDIO de transmisión de los pensamientos y de
comunicación. Es como al que le enseñan la Luna y se queda mirando para el dedo.
Evidentemente, se puede tener la cultura gallega, o catalana hablando en español, y se
puede ser gallego o andaluz, o vasco, o riojano, o catalán siendo español, ya que una
cosa no contradice la otra.
Por eso, ante la ola de abusos naZionalistas, defendamos la L de la Libertad. Libertad de
idioma, Libertad de Expresión, Libertad de Pensamiento.
Acciones propuestas:
* A todos, seáis o no coruñeses, en vuestras cartas poned siempre La
Coruña, con la L bien grande.
* A los coruñeses:
- Pongamos siempre la L de La Coruña en nuestras tarjetas de presentación, membretes,
cartas, sobres, e-mails, etc.
- Exijamos un referéndum.
- No nos acobardemos ante los naZionalistas, son pocos y cobardes. Comienzan por el
toponímico y acaban haciendo limpieza étnica (véase Vascongadas), o multando por no
poner películas en "su" idioma (véase Cataluña).
¿Qué partidos con representación parlamentaria apoyan ésto? ABSOLUTAMENTE NINGUNO.
El PP en Galicia esconde la cabeza como el avestruz, ha hecho un centralismo en Santiago y
ha demostrado siempre su desprecio por La Coruña, y del tema de la libertad de idioma
hace oidos sordos. El PSOE se ha echado en los brazos de los naZionalistas gallegos e
ignora a La Coruña y está en contra de la libertad de idioma ya que tiene que demostrar
a sus socios que es más nazionalista que nadie (la excepción es Paco Vázquez, el único
político que ha demostrado lucidez mental, que defiende a ultranza las libertades, el
único que no comulga con ruedas de molino, y un fuerte baluarte en la defensa de la
ciudad). Del Bloque mejor no hablar, porque es un partido que odia la libertad y es la
principal fuerza a favor de la imposición lingüística y de la persecución intelectual
de los castellanohablantes, firmante de la Declaración de Barcelona, y hasta no hace
mucho aliado de Herri Batasuna, el brazo político de la más cruel de las organizaciones
mafiosas y fascistas que han asolado y asolan nuestro país: ETA.
Links interesantes:
Página del R. C. Deportivo de La
Coruña (con "L")
Ayuntamiento de La
Coruña (con "L")
La Coruña, en
español, con "L"
Asociación Gallega
para la Libertad de Idioma
Web anti-ETA
ANTE LA IMPOSICIÓN NAZIonalista DE UN TRIBUNAL SUPREMO VENDIDO
A LOS TRAPICHEOS POLÍTICOS, PEDIMOS UN TOTAL APOYO A PACO VÁZQUEZ EN SU LUCHA.
Echemos un vistazo a un muy buen artículo sobre el tema:
AQUÍ QUÉ LENGUA HABLAMOS
(artículo de José Antonio Vera publicado en "La Razón" el 14/10/2000)
Porque suena mal. Decir, por ejemplo, «vamos a A Coruña» suena mal, y pretenden algunos
que lo digamos y nos acostumbremos a decirlo. Menuda se la han organizado a Vázquez. El
alcalde herculino tiene más razón que un santo cuando se empeña en emplear el término
«La Coruña» en vez del gallego «A Coruña». Pero clama solo en el desierto. En su
partido, el psóe, le persiguen y le reprochan su actitud. El pepé-gallego no quiere
saber nada de la polémica. Y los del bloque, como no podía ser menos, le atacan y
satanizan. En fin, Le tratan como a un vulgar franquista al que hay que combatir, cuando
el hombre, que sepamos, lo único que hace es decir en público lo que muchos pensamos en
privado. O sea. Que obligarnos a decir «A Coruña» es una insensatez propia de los que
la aprobaron en su día en el Parlamento. Preguntas por la calle a los coruñeses y el
ochenta por ciento te dice que «no se entiende». Suscitas el debate en la radio o en la
tele y la mayoría piensa como Vázquez. Sin embargo, qué casualidad, los políticos
dijeron lo contrario.
Claro que, en privado, sin boligrafos ni micrófonos, no hay un sólo diputado del pepé
que esté a favor de usar genéricamente la denominación «A Coruña» en vez de «La
Coruña». Pero lo justifican con el cuento de que a veces hay que ser más nacionalista
que los propios nacionalistas. Más radical que los radicales. Hay que ser más del bloque
que los del bloque para evitar que te llamen facha o carcamal, para que no te identifiquen
con el pasado y no te señalen por la calle por defender el uso de «La Coruña» en lugar
de «A Coruña».
Vázquez es un socialista íntegro de los que quedan pocos. Ha conseguido cinco mayorías
absolutas en su ciudad y es, hoy por hoy, el alcalde con mayor apoyo social de la
transición. Se supone que Vázquez sabe lo que quiere y que los coruñeses también lo
saben cuando le votan cada cuatro años por mayoría. Los vecinos desean que su ciudad se
siga Ilamando «La Coruña». El alcalde también. Igual que la mayor parte de los
españoles. Entonces, por qué se decide y se aprueba lo contrario.
Algunas decisiones políticas son absurdas y ésta a la que me refiero lo es mucho más.
Porque, a ver. Aquí qué lengua hablamos. Si hablamos en castellano, el topónimo a
emplear debe ser el propio de la lengua castellana. Nadie dice, por ejemplo, «me voy de
vacaciones a London», ni mucho menos «cómo me gusta Deutschland». Si alguien se
expresa de esa manera ante nosotros pensamos de inmediato que se trata de un chiflado o de
un tipo verdaderamente raro. No es que despreciemos palabras como London o como Moskva. Es
que, sencillamente, no son propias de la lengua castellana y, por tanto, no las empleamos
cuando hablamos castellano.
En el Estado autonómico en que vivimos, sin embargo, nos quieren hacer tragar con ruedas
de este tipo. No basta con que los que hablan gallego empleen el término «A Coruña».
Lo tenemos que emplear todos los demás, vivamos en Madrid o en Almería. No basta con que
en catalán se emplee el término Girona. Debemos decir Girona y Lleida los que no
hablamos catalán y residimos a seiscientos kilómetros de Lleida y de Girona. Para qué
sirven entonces las palabras castellanas Lérida y Gerona. Es absurdo, con perdón, que a
los que no hablamos catalán nos obliguen a llamar Illes Balears a las Islas Baleares.
Como lo es también que nos pretendan imponer la palabra Gasteiz en lugar de Vitoria, y
Hondarribia en vez de Fuenterrabía.
Nos hemos dejado llevar por la moda autonómica y si no dices "conseller" o
«Govern» o «Parlament" corres el riesgo de ser considerado un individuo arcaico y
trasnochado, una especie de carcoma española a la que hay que fumigar.
Es lo que le pasa a Vázquez. El hombre sólo pide que le dejen hablar en castellano y que
le permitan, por favor, usar el nombre de su ciudad en castellano. Es decir. Poner en los
carteles: «Ayuntamiento de La Coruña, Concello de A Coruña». O sea. En las dos
lenguas. En castellano y en gallego. Haciendo gala del bilingüismo que consagra la
Constitución y que algunos olvidan.
El auténtico problema, perdona, es que a más de uno le molesta el bilingüismo. Quieren
que todo el mundo escriba como ellos escriben. Quieren implantar la lengua única. Quieren
imponernos, y lo han conseguido, unos nombres ajenos a la lengua que hablamos y quieren,
además, que si no usamos esos nombres nos denigren y señalen como denigran y señalan al
alcalde de La Coruña.
Porque si es malo obligar a que digan «La Coruña» los que sólo hablan gallego, igual
de malo es obligarnos a decir «A Coruña» a los que sólo hablamos castellano. Hoy ya es
difícil encontrar un libro o un mapa o un cartel de carretera en el que se utilice el
término «La Coruña». Lo mismo pasa con Lérida y con Gerona. Igual que con decenas de
pueblos y ciudades que han perdido su nombre castellano para pasar a denominarse de otra
forma por muchos españoles desconocida.
Tan dificil es, pregunto, poner al lado del término gallego o vasco o catalán su
equivalente en castellano. Parece que sí, puesto que en las carreteras catalanas, cuando
vas en dirección a Zaragoza, sólo pone «Saragossa», y en las gallegas sólo pone A
Coruña cuando vas a La Coruña.
No queremos imponer el término La Coruña a nadie. Sólo queremos que se respete a los
que, como Paco Vázquez, empleamos el término La Coruña para referirnos a "A
Coruña". ¿Hay algo de malo en ello?
A continuación, unos interesantes artículos:
La lengua propia de Galicia
Roberto Rey Serrallé
El Correo Gallego, Domingo, 13 de Mayo de 1990
La enunciación de un principio que va a considerarse básico es algo que debiera
realizarse con sumo cuidado, primero, por las consecuencias ideológicas de tal
enunciación; y segundo, para que los discrepantes no puedan derribarlo fácilmente.
Normalmente, una vez el principio en marcha, la superestructura ideológica, la malla
conceptual que puede desarrollarse en torno a él, es probable que llegue a adquirir
proporciones gigantescas, especialmente cuando existen fuertes intereses en que así
ocurra, y en ocasiones se llega, si es preciso, a altas cotas de irracionalidad.
Un principio muy especial corre por estos pagos. Tiene carácter sagrado, y se considera
un axioma. ¡Ay de los discrepantes! ¡Pobres los heterodoxos!. Tal es aquello de "el
gallego es la lengua propia de Galicia".
Al que está convencido de ello, o pretende convencer a los demás, se le llena la boca de
patriotismo e iluminación extática, cual si le hubiese sido revelado en el Picro Sacro o
en el Pindo, toda vez que el Sinaí cae lejos y está para otros usos.
"-El gallego es la lengua propia de Galicia". Pero, ¿qué es Galicia?. Sin
entrar en academicismos, podemos definir a Galicia como la porción Noroeste de la
Península Ibérica, con unas características singulares en cuanto a orografía,
hidrografía, vegetación, clima, fauna, y una cierta población humana.
De todos estos elementos, y los que pudieran tornarse en consideración para completar la
descripción, resulta evidente que solamente hablan los humanos. Creo que la cosa no
admite réplica. Por lo tanto, el principio básico quedaría expresado de la siguiente
forma: "El gallego es la lengua propia de los habitantes de Galicia".
Esta exactitud ha sido, creo, deliberadamente evitada, porque entonces chocaría
inmediatamente con el hecho tangible y real de que no todos los gallegos hablan gallego.
Hay un tercio de la población, aproximadamente, que se expresa en castellano. Un
milloncejo de personas, más o menos. Incluso, podríamos rebajarlo a seiscientos mil, en
caso de atenernos a las estadísticas esotéricas de algún exdirector general de
Política Lingüística.
Suficientes como para tener que modificar el enunciado del principio básico sagrado y
ponerlo más o menos así. "El gallego y el castellano son las lenguas propias de los
habitantes de Galicia".
El castellano se habla en Galicia desde hace unos ciento cincuenta años, según opiniones
muy autorizadas. Otros dicen que desde el siglo XIV. En cualquier caso, existe desde hace
generaciones. Su legitimidad está fuera de toda duda. Y por otra parte, es bien sabido
que ambas lenguas tienen como origen común el latín, lengua de los 'imperialistas
romanos' según doctrina de los ultranacionalistas galaicos. Por lo tanto, no se es ni
más ni menos gallego por expresarse en alguno de ambos idiomas. Al menos, esto es lo que
indica el sentido común.
Pues bien, resulta que hay unos sectores sociales, cuyo máximo exponente es el
'nacionalismo' exaltado' (definición de M. Jardón), que están empeñados en que la
única lengua legítima es el gallego, idioma que al parecer deberíamos hablar todos,
queramos o no. Ahora, por lo visto, no son las lenguas para el hombre, sino al contrario.
Así, al castellanohablante de nacimiento, que en el ejercicio de su libertad de opción
lingüística asume voluntariamente el gallego como su lengua de expresión habitual, se
le ensalza y felicita por contribuir a la recuperación de la "identidade propia do
noso pobo".
Sin embargo, para el galego-falante que también usa su libertad de opción para intentar
expresarse y educar a sus hijos en otra lengua cooficial, se le denigra "por su
bien" diciendo que es presa de "auto-odio", en exhibición esperpéntica de
las dos varas de medir que usan los ayato1as del fundamentalismo lingüístico,
dispensadores de certificados de galleguidad, para corregir las desviaciones de la
ortodoxia idiomática que ellos han creado, en virtud del poder doctrinal y de
representatividad con que les debió de ungir Breogán, porque lo que sí está claro es
que no han sido los gallegos de la urnas.
La realidad socio-lingüística de Galicia, pese a quien pese, está muy clara. Aquí se
hablan dos idiomas, gallego y castellano, y la legislación vigente, además, refuerza
esta realidad a través de la Constitución, doctrina del Tribunal Constitucional,
Estatuto de Autonomía, Ley de Normalización Lingüística y Ley General del Sentido
Común. Pese a ello, estamos asistiendo pasmados a unos abusos increíbles en un Estado
que se dice de Derecho: miles de jóvenes gallegos y no gallegos se obligados por una
Orden no parece respetar el ordenamiento jurídico constitucional a estudiar en una lengua
no es la suya propia, y que asumen voluntariamente: todos los gallegos, de grado o por
fuerza, estamos siendo objeto de una galleguización "a fortiori" que viene de
arriba abajo, que no responde a demanda social, y que se subvenciona con fondos públicos
aportados por todos.
Las rotulaciones en centros públicos, los impresos y la formación proveniente de
Administración autónoma viene solamente en gallego. En los libros de texto oficial se
destila ideología anti-española y anti-castellana. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué el
Gobierno central recurre primera Orden anticonstitucional, y no la segunda, prácticamente
igual? ¿Por qué el Gobierno autonómico dicta tales órdenes contra lo dispuesto en la
Constitución? ¿Quién tiene interés, y por qué, en la galleguización total de nuestra
Comunidad Autónoma? ¿Porqué unos grupos minoritarios y vociferantes imponen sus
criterios irracionales a toda población gallega (y transeúnte), con inhibición de los
poderes públicos, representantes de la mayoría de la población?.
Todas estas preguntas tienen sus respuestas claras contundentes. Quien no as vea, que no
se preocupe, las sentirá en su propio cuerpo si algún día se llega a concretar el
diferencialismo que se busca.
Roberto Rey Serrallé, Presidente la Asociación Gallega para la Libertad de Idioma.
La exención de la lengua gallega
Por Roberto Rey Serrallé,
La Voz de Galicia, 10 Julio 1990
El reciente decreto sobre la exención del estudio de la lengua gallega durante tres
años, prorrogables a cuatro, para aquellos que no son oriundos de nuestra comunidad
autónoma ha desatado auténticos vendavales, cuya contemplación dejaría estupefacto a
cualquier observador imparcial, toda vez que el tal decreto, tremendamente moderado, se
limita a ampliar la anterior disposición, que era exención por dos años, e incluye a
los niños sordos con la loable intención de rebajar su nivel de dificultad en el
aprendizaje de la lengua que han de utilizar para su expresión personal. Obsérvese que
tal exención es voluntaria, y el niño sordo gallego hablante puede, sin embargo, pedir
la exención de la lengua castellana, según aclaración del conselleiro de Educación.
Por lo tanto, no existe perjuicio para nadie, y el acierto de tal medida resulta evidente,
a juzgar por las cartas que algunos representantes de asociaciones de padres de niños con
deficiencias auditivas publicaron en los periódicos gallegos.
Resulta de evidente sentido común tal exención, que debería ser indefinida, ya que los
escolares que por razones familiares deben cambiar de residencia frecuentemente llegarán
a ser poliglotas o fracasar en el intento. De aceptar los planteamientos nacionalistas,
determinados grupos de jóvenes acabarían estudiando catalán, valenciano, vasco, bable,
aranés, caló y gallego, lo que les resultaría utilísimo para viajar por toda España,
aunque no encontrarían muchos libros de Física, Química, Matemáticas, Biología,
Medicina, Historia, Ingeniería, Electrónica, Informática, etcétera, escritos en tales
idiomas.
Derechos constitucionales
A pesar de lo maravilloso que resultaría tal dominio lingüístico, en realidad no parece
estrictamente necesario, pues según la Constitución y la doctrina del Tribunal
Constitucional, la única lengua oficial de España es el castellano o español, que
existe obligación de conocer y derecho a usar, mientras que del resto, lo único que
legalmente existe en la actualidad es el derecho a usar tales lenguas, que, además,
serán cooficiales en las respectivas autonomías: De esta suerte, se garantizan varios
derechos constitucionales, tales como el de libre fijación de residencia en cualquier
punto de la geografía nacional española, y el de la educación. Y en principio, no
debería existir problema alguno para el que únicamente sepa expresarse en castellano o
español. Sin embargo, la realidad es muy otra, y asistimos con tristeza e indignación al
pisoteamiemo de derechos amparados por la Constitución con la inhibición de aquellos que
más deberían defenderla y hacerla cumplir.
Pero si nos preguntamos el porqué de tanta algarada por un decreto que afecta a pocas
personas, y no obliga a nadie, por esta disposición tan moderada que trata de respetar
ciertas opciones de libertades personales, no resulta fácil encontrar una respuesta a
tanta irracionalidad. Hay, que escarbar un poco para descubrir las intenciones
subterráneas que motivan tales conducías irracionales y aparatosamente desproporcionadas
de los "demócratas" nacionalistas, que han amenazado, una vez más, con
"medidas contundentes de presión" para persistir en su intento de imposición
lingüística, en un alarde de cómo se entiende la democracia desde ciertos sectores
ultranacionalistas.
¿Cuáles son, pues, los fines que se persiguen, y por qué se utilizan tales métodos? En
un análisis de urgencia, resulta claro que se intenta amedrentar. Algo así como si se
advirtiera: "si por esta pijada armamos esto, imaginaos lo que haríamos si
intentaseis derogar la Orden anticonstitucional que obliga a estudiar varias asignaturas
en gallego". Porque éste es el quid de la cuestión, y expresa realmente el temor
que se detecta en los ambientes «galeguistas».
Arreglar la "desfeita"
El Gobierno de Fraga parece dar algunos leves síntomas de querer arreglar la
"desfeita" constitucional del Gobierno de Fernández Albor. No resulta
descabellado pensar que uno de los padres de la Constitución, con mayoría y poder
suficientes para hacerlo, dado el puesto que ocupa actualmente, pudiese dar un puñetazo
en la mesa y corregir las aberraciones imperantes en materia lingüística. Además, hace
poco los gallegos han evidenciado una intención de voto favorable a
Fraga, que hoy por hoy, y, guste o no guste, es adorado, apreciado y admirado por más de
la mitad de los gallegos. Y por otra parte, tal acción sería plenamente coherente con su
trayectoria personal, con su fuerte carácter y su enérgico proceder. Y restauraría la
legalidad constitucional en materia lingüística.
Pero no parece que el señor presidente de la Xunta vaya a hacer tal cosa. Quizás el
viejo león de Villalba tenga las uñas gastadas y prefiera «laissez faire, laissez
passer" y evitar que termine su vida política demostrando aquello de «genio y
figura..". A mi modo de ver, resulta lamentable esta situación, cuando podría
rectificar el daño causado durante el gobierno de Fernández Albor y apuntarse el tanto
final de hacer respetar la Constitución, a lo que está más obligado que nadie, antes de
que dicte sentencia el Tribunal Constitucional.
Los partidarios de la imposición lingüística de momento están de enhorabuena.
Esperemos que sea por poco tiempo.
Roberto Rey Serrallé es presidente de la Asociación Gallega para la Libertad de Idioma.
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