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Comité Central del Partido Popular Socialista | México
 
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Manifiesto al Pueblo de México

ERRADICAR AL NEOLIBERALISMO
PARA SALVAR A LA NACION

Compatriotas:

El neoliberalismo ha puesto en grave riesgo la viabilidad de México como país independiente y soberano; los daños que ha causado afectan todos los aspectos de la vida pública, sin excepción. Sólo combatiéndolo sin tregua seremos consecuentes con las luchas de las anteriores generaciones de los mexicanos y con sus grandes conductores, Hidalgo y Morelos, Juárez, Villa y Zapata, Lázaro Cárdenas y Lombardo Toledano. Sólo erradicándolo podremos salvar y reconstruir a la Nación y heredarla a nuestros hijos.

Los gobiernos neoliberales desarticularon la economía y entregaron la soberanía nacional

Los gobiernos neoliberales implantaron una política de privatizaciones y excesiva apertura al exterior. Con ello, destruyeron la planta industrial, abatieron nuestra capacidad productiva, desacapitalizaron al país, enajenaron el patrimonio del pueblo, y volvieron la economía nacional más vulnerable que nunca.

Para aliviar o intentar prevenir las crisis de financiamiento —que se volvieron cotidianas— sólo se les ha ocurrido contratar nuevos créditos en el exterior. Se trata de créditos que únicamente se obtienen a cambio de compromisos que privatizan la toma de decisiones públicas y, lo que es más grave todavía, trasladan a ámbitos del extranjero las facultades de decisión sobre cuestiones que son fundamentales para la vida nacional, como las relativas a la política económica. Facultades que, constitucionalmente, corresponden a los Poderes de la Unión.

Al contratar cada nuevo crédito -al más reciente se le llamó "blindaje"-, el gobierno cede facultades que corresponden a la soberanía del Estado mexicano. Lo hace a través de un mecanismo simple pero perverso: el gobierno acepta sumiso, en privado, ciertas exigencias del Fondo Monetario Internacional, sin las cuales no otorga créditos a un país como el nuestro. Y ambas partes, en público, fingen que se trata de iniciativas que surgen del gobierno solicitante.

Se trata de compromisos graves, como incrementar más todavía el proceso de privatizaciones y de apertura a los capitales extranjeros, para facilitar la expropiación de los bienes públicos nacionales y su traslado al dominio de los inversionistas del exterior; modificar las normas legales que protegen derechos legítimos de los trabajadores mexicanos para, a costa de su sacrificio, asegurar a los empresarios extranjeros las más altas tasas de ganancia; como restringir cada vez más el gasto público, sobre todo el que pudiera destinarse a fines productivos, para seguir incrementando la anemia financiera que nos obligue a depender de nuevos créditos, que a su vez otorgarán a cambio de otras cesiones de soberanía, pérdida de bienes nacionales, mayores sacrificios para los mexicanos y una nueva mengua en nuestra capacidad productiva, en un proceso que nunca parece terminar.

Ese es el mecanismo por el cual los gobiernos neoliberales desarticularon la economía, debilitaron la independencia de México y abatieron su soberanía.

Corrupción, inseguridad y delincuencia sin precedentes; falsificación de la vida democrática, frutos del neoliberalismo

Los gobiernos neoliberales todo lo supeditan al mercado, es decir, todo para ellos se pone a la venta y a la compra; todo se convierte en mercancías. Por eso la corrupción se convirtió en hecho cotidiano. Participan los gobernantes de manera notoria, vendiendo lo mismo favores que empresas públicas; y sus familiares, en calidad de intermediarios; participan los capitalistas, sobre todo extranjeros, comprando todo lo que les convenga, y un enjambre de personajes de opereta: banqueros, prestanombres y pillos de todo calibre. Así es como se amasan fortunas descomunales, en medio de la ruina general de la población.

La política libertina de los gobiernos neoliberales conlleva la degeneración del tejido social y genera un clima de inseguridad y delincuencia que los mexicanos no habíamos vivido en el pasado.

Los gobiernos neoliberales han falsificado la democracia, empezando por la conducta de los mismos gobernantes: fue de la manera más despótica, y a la vez conspirativa, como impusieron su proyecto: jamás abrieron sus propuestas al debate de las ideas; nunca las sometieron a consulta pública de ninguna especie; jamás expusieron sus tesis de gobierno como plataforma para pedir el voto de los mexicanos; ni siquiera las incluyeron en los planes de gobierno que sometieron a la aprobación del Poder Legislativo. Vergonzantes, escondieron sus proyectos, para luego, ya en el poder, imponerlos con autoritarismo brutal. Aunque de vez en cuando fingen estar dispuestos al debate, pero nunca lo concretan; al contrario, lo bloquean por el mecanismo fácil de descalificar e injuriar a los adversarios.

Además, han promovido reformas "democráticas" que sin excepción resultan en la reducción del nivel de vida del pueblo que en una democracia es quien manda y a quien los gobernantes deberían servir, no explotar ni sacrificar en beneficio propio y de sus patrocinadores, los oligarcas locales y los capitalistas extranjeros, que son quienes detentan el poder real. Se trata de una falsa democracia, simulada para fines de publicidad, y del reparto de prebendas entre grupos afines.

El neoliberalismo, la crisis de la educación superior y la extrema polarización social.

Los gobiernos neoliberales han puesto en crisis toda la educación, y en especial la superior, porque quienes los patrocinan desde fuera del país y se quieren apoderar de él, no quieren que se formen las nuevas generaciones de mexicanos patriotas, resueltos a defender la independencia y la soberanía de la Nación; que a la vez sean internacionalistas y solidarios con todos los pueblos del mundo que luchan por su emancipación; que sean de verdad democráticos y estén dispuestos a luchar por la elevación constante del nivel de vida del pueblo; capaces de ejercer el pensamiento científico y ajenos a dogmas y servidumbres.

Ese es el perfil de los mexicanos que se define en el artículo tercero constitucional, y que el capital financiero transnacional y los oligarcas locales pretenden abolir en la práctica. Lo que ellos quieren es una generación de elementos dispuestos sólo a vender su fuerza de trabajo y a conducirse con docilidad frente a sus patrones.

Los gobiernos neoliberales luego de más de quince años de ejercicio han empobrecido de manera brutal a decenas de millones de compatriotas y, como contraparte, han generado una docena de multimillonarios en dólares. Para su mayor vergüenza.

Los neoliberales y los populistas: un falso debate

Incapaces como son de reconocer sus responsabilidades, ajenos a la honestidad intelectual, que sólo invocan cuando les conviene, los neoliberales culpan a los anteriores gobernantes de todos los males. Y, queriendo ofenderlos, los motejan de "populistas, estatistas y paternalistas", aunque parecen desconocer tales conceptos. Se trata de un falso debate contra un enemigo inventado; un mero recurso retórico para eludir la discusión seria y verdadera.

Ni siquiera se toman la molestia de cotejar las cifras objetivas de unos y otros, que no dejan lugar a especulaciones; tales cifras revelan que los neoliberales han resultado incomparablemente peores que los que se reconocen como partidarios del nacionalismo revolucionario, a pesar de que muchos de ellos en efecto, hicieron graves concesiones contra los intereses populares y cometieron serios errores.

Erradicar al neoliberalismo implica derrotar a la derecha y desenmascarar a sus cómplices.

La meta inmediata que debemos alcanzar los mexicanos, sus fuerzas patrióticas y progresistas, es la erradicación del neoliberalismo, depredador de nuestro patrimonio económico e histórico, para salvar y reconstruir a la Nación.

Sin embargo, esto no sería posible si no se ubica con claridad y se combate con la mayor energía a una fuerza que está todavía más a la derecha y representa, por tanto, un peligro mayor, la del PAN.

Este partido, el de Acción Nacional, en nada ha cambiado en su esencia. Sigue siendo el brazo electoral de la extrema derecha; la fuerza que se organizó para tratar de frenar los avances de la Revolución Mexicana en su etapa constructiva: para acabar con la Reforma Agraria; para oponerse a la nacionalización de la industria petrolera, en fin, a todas las conquistas de carácter popular. Un solo cambio registra el PAN y es de grado: hoy está más a la derecha que en el pasado.

El Partido (de) Acción Nacional, durante los últimos tres lustros, ha actuado en contubernio sistemático y permanente con el grupo de los neoliberales. Se ha beneficiado de todas las medidas de estos gobiernos. Se ha retroalimentado con ellos, puesto que los unen afinidades ideológicas, programáticas y, sobre todo, los intereses a los que ambos sirven: la oligarquía local y el capital financiero transnacional.

Por todo ello, este partido y su virtual candidato presidencial, el señor Vicente Fox, representan una amenaza de retroceso, un peligro para la independencia y la soberanía de México, todavía de mayor magnitud que el propio grupo neoliberal.

Por eso combatirlos y desenmascararlos constituye una tarea esencial.

Lo anterior implica igualmente desenmascarar una peligrosa maniobra que se está dando y que resulta, en la práctica, provechosa para la extrema derecha. La de quienes proponen, como si fuera una necesidad para el progreso "democrático" de México, una alianza en la que fuerzas heterogéneas, algunas de "centro" y otras de la izquierda "light", se supediten al PAN y le sirvan de vehículo para que capture la dirección de la vida pública. Derrotar al PRI, dicen, es la tarea esencial para culminar el tránsito de nuestro país hacia la democracia. Sí, en efecto, con ello conseguirían sin duda culminar un tránsito que ya se ha venido dando, pero hacia una falsa democracia, la democracia neoliberal, que en verdad encubre una feroz dictadura, la de la oligarquía local y el capital financiero transnacional.

Por eso, ese planteamiento resulta confusionista, ingenuo y peligroso. Es lamentable que en él se hayan involucrado personalidades que en otros momentos históricos se ubicaron en el campo de las fuerzas democráticas y progresistas, como el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y organizaciones políticas, como el Partido de la Revolución Democrática, que para sectores importantes de la población mantienen una imagen supuestamente vinculada con los intereses populares.

Si el Partido (de) Acción Nacional pudiera llegar a tomar la dirección de la vida pública en sus manos, muy difícil resultaría salvar y reconstruir a México.

Salvar y reconstruir a la Nación

Hoy, cuando estamos por arribar al próximo milenio, mantiene plena vigencia la propuesta formulada por Vicente Lombardo Toledano en el año de 1963, de convertir en política de Estado los planteamientos más avanzados en materia económica surgidos del proceso revolucionario de nuestro país. Es necesario detener el proceso privatizador y revertirlo; recuperar y reafirmar el papel del Estado como agente directo de la economía, como productor de bienes y servicios en sus ramas fundamentales.

El desarrollo económico de México con soberanía, independencia y progreso para el pueblo sólo puede darse, en efecto, sobre la base de una decidida intervención del Estado como productor directo de bienes y servicios en las ramas fundamentales de la economía, a partir de dos ejes:

El dominio directo del Estado sobre las ramas de la economía que tienen un carácter estratégico, como por ejemplo, las industrias petrolera, eléctrica, petroquímica básica; como la comunicación satelital y otras más, por lo que habrá que conservar en manos del Estado las que hasta hoy se han salvado del proceso privatizador, y renacionalizar las que fueron entregadas a capitales privados nacionales y extranjeros, y

La planeación del desarrollo económico a la que deberán sujetarse el Gobierno Federal, los gobiernos de los estados, los de los municipios y los particulares.

Para avanzar en la solución de los problemas económicos es necesaria una base política y social que cree una correlación de fuerzas distinta. Para ello es necesario ampliar el régimen democrático, que debe ser concebido como un sistema que garantice la integración de los distintos sectores populares y sus fuerzas más avanzadas al poder público en todos sus niveles, el municipal, el de las legislaturas de los estados y de las cámaras del Congreso de la Unión, y a los poderes ejecutivos locales y federal.

 

   
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