Antonio Paiva, 1999
El Instituto de Arquitectura Holandesa (NAi) se deja transformar fácilmente, o seria más correcto decir que a las salas de la obra de Coenen le favorecen las transformaciones que otros arquitectos y sus exposiciones producen, con el beneplácito de la dirección del Instituto.
Esta vehemencia por tener todos los edificios posibles en los espacios del NAi se vuelve a ver este otoño con las exposiciones simultáneas de Morphosis/Thom Maine ‘Colisiones silenciosas’ y Frank Gehry ‘El estudio del arquitecto’.
Morphosis ocupa toda la sala principal y se muestra en proyectos: dibujos y maquetas que marcan la cronología de la oficina de Maine y Rotondi, muchos dibujos, muchas maquetas, poquisimas fotos de obras construidas. Quizás un desequilibrio intencionado, cuando el mismo montaje de la exposición se centra alrededor de la instalación de un pabellón de superficies (paredes y pisos) que se despliegan y modifican en el transcurso de una hora, modificando las transparencias y perspectivas del espacio de exposición. Nota bene: Maine se ha inspirado en una flor de su jardín que despliega sus pétalos a lo largo del día.
En todo caso, el material que se presenta exige atención para la observación y el disfrute. La habilidad gráfica legendaria de Morphosis también va desplegándose en la medida que el observador va descubriendo las capas de información (cortes con fachadas, plantas en la construcción de los alzados, etc.) y asimila los enigmáticos juegos cromáticos de los dibujos y maquetas. Sorprende el carácter artesanal de los primeros bocetos, litografías y plantas. El grafito, la tinta, la traza de lo borrado dan calor a esas imágenes que son perfectas y frías en las revistas y libros.
Sí hay veneno en estos pasillos, es un veneno de corta duración. Adaptar la mirada a los formatos y manipulaciones de Morphosis no cuesta más que quince minutos y al rato aparecen otras preguntas. Se manifiestan las arbitrariedades, surgen las preguntas sobre su validez y se extrañan las imágenes de obras construidas. La ausencia de este tipo de material en obras como la casa Crawford es lamentable. La instalación móvil es un sustituto pobre y extraño, un artefacto inocuo, particular, de feria, que desmerece de los logros de Morphosis en sus reflexiones tectónicas en papel y en obra. Aunque sea un ejercicio espectacular de técnica e ingenio (con la asistencia de Ove Arup en la construcción).
Pero en el primer piso se aclara el panorama y se muestran otros caminos de la arquitectura contemporánea. La visión intuitiva y aventurada de Frank Gehry se muestra viva y casi en directo con una exposición que es una transposición del estudio del arquitecto. Desde las intimidades de CATIA 3D, el software mágico usado por F.O. Gehry Associates; hasta las series de maquetas de los proyectos recientes. Toda la planta es como caminar por un taller de la oficina de Gehry con permiso para ver, husmear, hojear los rollos de planos, tomar las muestras de materiales (el titanio, por supuesto), voltear del garabato al vídeo que lo muestra radiante edificio, o viceversa.
Tela de alambre, animes, madera, colas de pegar, más la promesa de la construcción in-situ de un modelo para la oficina, a cargo de un grupo de estudiantes de la facultad de arquitectura en Delft. Hay varios monitores mostrando entrevistas, procesos. Series de polaroids de fachadas o de composiciones volumétricas, pruebas de texturas, cesterias de madera, de alambre, de madera y alambre y cintas adhesivas, conchas de yeso. Series de croquis exquisitos e inteligibles sobre pequeños papeles. Las computadoras encendidas, un par de sillas de cartón, otro par de sillas de madera enredada/entramada. Ambientación sonora con conversaciones recogidas en la oficina de California. Puede sonar ridículo, pero allá también se pierde la cuchilla del x-acto, desaparecen piezas de maquetas recién armadas, hay emergencias de tinta y cosas por el estilo. Un aterrizaje asombroso a la realidad artesanal y a la vez tecnológica del oficio.
La figura del arquitecto aparece de vez en cuando en los videos. El especial de la televisión australiana que se exhibe en el NAi es sugerente, casi que un pase de testigo: de la opera de Sydney al museo Guggenheim de Bilbao. Frank Gehry aparece humilde y contento, se incomoda ante los elogios superlativos y obscenos de la entrevistadora, pero contesta con humor y pasión las preguntas sobre la creatividad, el arte, la arquitectura y Bilbao.
¿Relaciones? Es extraño, pero la denominación de ‘escuela de Los Angeles’ desconcierta porque su punto de partida es la coincidencia geográfica y su justificación es la convergencia en el uso de los materiales, la fragmentación geométrica y la asimilación de lo anónimo de la ciudad californiana. La preeminencia de lo intuitivo y de la realización impide fundamentos teóricos a lo que el NAi y la curadora Kirsten Kirsen, llaman L.A. School. Si esa es una arquitectura donde la implosión de los lugares se desnuda y exagera, es interesante ver que en el NAi se manifiesta con la carga poética del pabellón de Morphosis y la cándida intimidad del taller de Frank O. Gehry.
Más información:
Instituto de Arquitectura Holandés (NAi)
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