UN NUEVO PILAR EN EL MANEJO DE LA DIABETES MELLITUS.
Primero fue la insulina, luego las sulfonilureas,
más recientemente la metformina y ahora las glitazonas.
Dos de ellas, metformina y glitazonas, pueden ser consideradas
con justicia como uno de los avances farmacoterapéuticos
más relevantes del fin del siglo XX (años 90's),
y no sólo con relación a la diabetes, sino al contexto
global de los factores de riesgo cardiovascular.
La metformina tuvo un renacimiento brillante al demostrase
en el estudio británico de diabetes (UKPDS), ser el único
antidiabético que reduce, no sólo las complicaciones
microvasculares de la diabetes, como también lo hacen la
insulina y las sulfonilureas, sino también las macrovasculares,
y lo que es aún más importante, la mortalidad, siendo
costo-efectiva, pues por cada catorce pacientes tratados por diez
años, se evita un evento mayor o una muerte.
El advenimiento reciente de las glitazonas, que son agonistas
de los receptores PPAR-gama (receptor activador de la proliferación
de las peroxisomas), significa un nuevo y muy prometedor mecanismo
o enfoque para el manejo de la diabetes y prevención de
sus complicaciones. Importantes grupos de investigadores se están
ocupando con este enfoque en todo el mundo.
Las glitazonas van al verdadero corazón de
la diabetes tipo 2, la insulinoresistencia y el síndrome
metabólico. Mejoran la sensibilidad a la insulina en los
tejidos, disminuyen la producción de glucosa hepática,
favorecen la acción de la insulina endógena o exógena
(por lo que se pueden usar como monofármacos, o en combinación
con insulina, metformina o sulfonilureas) y actúan favorablemente
sobre los lípidos, al menos sobre los triglicéridos
y el colesterol HDL. Si cumplen su promesa, podrán contribuir
a reducir las complicaciones y la mortalidad en la diabetes. Un
factor importante es que, similar a la metformina, mejoren el
metabolismo de la glucosa sin aumentar el INDICE PULSOMASA, es
decir, sin producir hiperinsulinemia, estímulo simpático,
aumento del pulso en reposo o aumento significativo del peso corporal.
Es decir, que el INDICE PULSOMASA (Pulso en reposo por Indice
de Masa Corporal dividido entre 1730) del paciente, se mantenga
o mejor aún, que disminuya.
Otra de las promesas de las glitazonas es que parecen
actuar favorablemente en otro de los procesos claves de la aterosclerosis,
a saber, la inflamación de la pared arterial. Desde ya
sugerimos hacer estudios a largo plazo sobre eventos mayores (infartos,
mortalidad, etc.), pues el tiempo es el que dirá la última
palabra.
Las glitazonas también favorecen las diferenciación
o maduración de los adipocitos, por lo que podrían
ser útiles en algunos tipos de cáncer (hígado,
colon, próstata, mama), en los que estas células
de algún modo están implicadas. De nuevo, falta
muchísimo por investigar en esta áreas.
De las glitazonas aprobadas por la FDA, dos se encuentran
en Nicaragua, la troglitazona (Rezulin) y la rosiglitazona (Avandia,
la más reciente). La primera ha producido algunos casos
de hepatotoxicidad, por lo que se recomienda un estricto control
de las enzimas hepáticas. La rosiglitazona, el más
potente agonista de los receptores PPAR-gama, no ha resultado
hepatotóxico en más de cuatro mil pacientes estudiados,
lo que nos confiere a médicos y pacientes un mayor margen
de seguridad. De todos modos consideramos prudente, si no indispensable,
llevar un control de la función hepática, al menos
al inicio, y ser cautelosos con los pacientes que ya la tienen
alterada.
Esperamos que esta brillante adición al manejo
de la pandemia mundial de diabetes, las glitazonas, cumplan la
"regla de oro" y aprueben la "prueba del tiempo",
sin olvidar que el ejercicio y la dieta balanceada siguen siendo
el mejor y más económico medio de evitar la resistencia
a la insulina y de mejorar la diabetes y sus complicaciones.