El marco histórico
En el
siglo IX, el 23 de abril del año 831, Abd al-Rahman II fundó la
ciudad de Murcia, Medina al Mursiya. El nombre puede tener su
origen tanto en murcius, humedal, nombre que los
romanos dieron a un pequeño asentamiento sobre el que se
construyó más tarde la ciudad árabe como en
mursin, mirto, aunque algunos historiadores
identifican el significado del nombre con la
afincada.
Al Mursiya fue una ciudad amurallada que llegó a contar con 95 torres defensivas y nueve puertas, de las que apenas quedan rastros por un crecimiento urbanístico de principios del siglo XX, más destructivo que las riadas del río Segura.
Los árabes construyeron un sistema de regadíos y de control de las crecidas del Segura, del que han sobrevivido en perfectas condiciones, la Contraparada y las acequias Alquibla y Aljuflia y norias de antecedentes romanos. En esta época de dominación se construyó en la encrucijada de caminos de Murcia con el exterior un puente de barcas que por su precariedad dio paso a varios puentes de madera.
En el año 1266 Murcia fue conquistada por Jaime I el Conquistador de Aragón y entregada a Alfonso X el Sabio, esposo de su hija, doña Violante; así pasó a formar parte del reino de Castilla, con lo que la ciudad se transformó gradualmente hasta adaptarse al modelo urbanístico castellano, con calles donde se practicaban los oficios, dirigidos por los gremios, como Platería, Trapería y Vidrieros. A partir de esta época se llevan a cabo en la ciudad de Murcia una serie de construcciones y reconstrucciones de un puente situado en la encrucijada de paso de los caminos del siglo XIII, condicionadas por las riadas y la escasez de recursos.
En el siglo XVII Murcia sufre una serie de calamidades por los efectos de un clima riguroso, el hambre, epidemias de peste y ataques de los berberiscos, factores que llegan a desencadenar 30.000 muertos en la capital en 1648. Estos desastres culminan con la riada de 1701 que destruye el puente de piedra del Alcázar.
A partir del siglo XVIII se inicia la recuperación económica, agrícola, ganadera, industrial y comercial en la que intervino el Cardenal Belluga, con la iniciativa en proyectos diversos, entre los que se encuentran la construcción del Puente Viejo, en sustitución del antiguo puente derruido, y la terminación de la catedral.
A finales del siglo XIX el crecimiento urbanístico a ambos lados del río Segura requiere un nuevo paso que comunique el casco antiguo con las nuevas barriadas. En 1896 se inicia el proyecto de construcción del Puente Nuevo o Puente de Hierro en el lugar donde se asentó otro puente medieval.
A partir de la segunda mitad del siglo XX la ciudad experimenta un nuevo crecimiento urbanístico y adquiere un estilo moderno, pero a costa de perder parte de su identidad tradicional e histórica, ya que se destruyen numerosas calles estrechas de origen islámico, sobre las que se edificaron nuevas vías y se derriban los Baños Moros. En esta época se inicia la construcción de los 4 puentes restantes, el Puente de la F.I.C.A, la Pasarela del Martillo, el Puente del Hospital y la Pasarela de Manterola.