LA FUERZA DE LOS PREJICIOS.
Jesús comenzó a enseñar en la sinagoga de su pueblo, entre sus
familiares y
conocidos. Todos estaban maravillados de la sabiduría de ese
joven que
habían visto crecer. Y no podían menos que maravillarse.
De la maravilla pasaron rápidamente a imaginarlo haciendo
milagros mas
espectaculares que los que la fama había traído hasta sus oídos.
Pero cuando
se dieron cuenta de que no había espectáculo se decepcionaron.
La maravilla estaba frente a sus ojos, llegaba hasta sus oídos
en las
palabras del Maestro, pero los prejuicios los hacían ciegos y
sordos.
Los prejuicios reinaban entonces y señorean también en la
sociedad hoy en
día. A veces se convierten en una potente voz interior que no
nos permite
valorar a la persona amiga que nos da un buen consejo. Otras
veces oculta a
nuestra inteligencia la capacidad de nuestros padres, maestros,
abuelos. A
menudo es el impedimento que quiebra la misión de un sacerdote o
de un laico
que por ser muy conocidos son menos apreciados.
Es notable como anormalmente, los buenos médicos, predicadores, sacerdotes
los vamos a buscar muy lejos. Y los de lejos, vienen a buscarlos
cerca de
nosotros.
El prejuicio que no nos deja ver los profetas hoy es el que no
dejaba que
los paisanos de Jesús vieran en el al Mesías. Puede ser también
la venda que
cubre nuestros ojos y no nos deja ver las maravillas con que Dios
adorno el
camino de nuestra vida