El viernes lo dedicamos a recorrer la ciudad. Fuimos a La Menara (que aparte de ser un enorme estanque con voraces carpas no tiene mucho más que ver). Y por supuesto, acabamos con nuestros huesos en Jema el Fná y en la medina que se abre por detrás, donde visitamos la Herboristería Robio, donde Kamal nos atendió con suma amabilidad a la vez que nos enseñaba interesantes secretos botánicos y medicinales. |
![]() |
|
![]() |
![]() La cosa empezó como suele: precio desorbitado por parte suya, contraoferta a la baja... Pero pronto nos dimos cuenta que aquel hombre no pensaba bajar hasta una cantidad razonable (había establecido un precio de salida de unas 70.000 pts, y nosotros, por lo alto, no valorábamos aquel lote en más de 20.000). |
|
|
Así que sin comprar ni un solo souvenir en Marrakech, a la mañana siguiente nos pusimos en camino por la P-24 hacia las Cascadas de Ouzoud. En una de las aldeas que bordean esta ruta paramos a comprar frutas y bebidas para sobrellevar lo mejor posible el viaje. | |
Llegamos a las Cascadas a eso de las 13 horas, tras serpentear durante unos 40 kilómetros por una carretera que en muchos tramos es sólo una pista asfaltada. Había algunos puentes de tablas que ponían los pelos de punta al atravesarlos. El paisaje era espectacular. Un tanto apartadas de las rutas turísticas habituales, las cascadas no poseen una infraestructura muy acorde con los gustos europeos: no hay ningún hotel; sino un par de albergues; un montón de chiringuitos cutres jalonan el descenso del curso de agua, y poco más. |
![]() |
![]() |
Sin embargo, el lugar es tranquilo y las cascadas hermosas; así que decidimos alquilar una habitación (en la que hubiesen cabido diez o doce personas) por el módico precio de 1.700 pts la noche. Para comer, echamos mano de unas latillas y el pan y fruta que habíamos comprado por el camino. |
![]() Volver |
![]() Inicio |
![]() Siguiente |