"...
ese interés mezcla de angustia y aventura que caracteriza al investigador. Ese interés
que desvela, esa angustia que nos lleva a descubrir, esa aventura que a veces nos presenta
cosas "que incomodan". Esa pasión que nos moviliza a conocer, y que algún día
llevara al descendiente del mono a las estrellas, y que tal vez, y haciendo fuerza, nos
permita vivir mejor, en una sociedad más justo, en un mundo donde el progreso mas que un
índice sea una realidad de todos. En un mundo sin Dios, pero con muchas naturalizaciones
que ostentan la categoría de divinidades.
Supongo que con
la forma impuesta, el contenido permitirá la apertura y el debate de ideas, tan
productivos dentro de la ciencia, y digo, sobre todo en las ciencias sociales; debate que
tanta falta nos hace en los tiempos del "nuevo orden mundial", donde reinan las
desproporciones, y el orden solo esta en la denominación.
Mundo raro este
donde se proclama el fin de la historia. Uno no sabe si se refieren al final seguro de los
que padecen hambruna en Africa, (por no hablar de los que la padecen a un par de
kilómetros del congreso), o bien del final de todos esos trabajadores de antaño, los que
hicieron grande al mundo cuando parecía que todo se venia abajo, los que ahora entre el
desempleo estructural y la pauperización creciente relegan su condición a una mera
suposición. Suposición que es esperanza de que las cosas cambien, suposición que es
deseo, deseo de ser.
No será tiempo
de volver a poner en movimiento la rueda, de levantar el pie del acelerador de unos pocos,
que es freno de muchos otros, y permitir que la razón avance por el cauce del río del
devenir hacia la desembocadura del infinito.
No será tiempo?..."
"El orden por el orden castra al hombre de su poder esencial, el de transformar tanto
al mundo como a sí mismo. La vida crea al orden, pero el orden no crea a la vida.
Nos parece, muy por el contrario, que nuestro ascenso no ha terminado,
que la verdad de mañana se nutre del error de ayer, y que las contradicciones que hay que
superar son el abono mismo de nuestro crecimiento. Reconocemos como nuestros aun a quienes
difieren de nosotros.
¡Pero qué parentesco tan extraño es éste que se funda en el futuro y no en el pasado,
en el fin y no en el origen! Somos, los unos para los otros, peregrinos que a lo largo de
camino diversos penamos con destino a la misma cita.
Pero hoy ocurre que el respeto por el hombre, condición de nuestro ascenso, está en
peligro. Los crujidos del mundo moderno nos han hundido en las tinieblas. Los problemas
son incoherentes, las soluciones contradictorias. La verdad de ayer ya está por
construirse. No se entrevé ninguna síntesis válida, y cada uno de nosotros sólo lleva
consigo una parcela de la verdad. Las religiones políticas, carentes de evidencia que las
imponga, apelan a la violencia. Y así, mientras nos dividimos en lo que respecta a los
métodos, corremos el peligro de no volver a reconocer que todos nos apresuramos hacia el
mismo fin.
Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella el
viajero se deja absorber demasiado por los problemas del escalamiento se arriesga a
olvidar cuál es la estrella que lo guía. Si se mueve sólo por moverse, no irá a
ninguna parte. Si la sillera de la catedral se preocupa demasiado por la ubicación de las
sillas, se arriesga a olvidar que está sirviendo a un dios. Del mismo modo, si me
encierro en alguna pasión de partido, me arriesgo a olvidar que una política sólo tiene
sentido con la condición de estar al servicio de una evidencia espiritual.
(...) Nadie de entre nosotros tiene el monopolio de la pureza de
intenciones. Puedo combatir, en nombre de mi camino, el camino que otro ha elegido; puedo
criticar los pasos de su razón- los pasos de la razón son inciertos-. Pero debo respetar
a ese hombre, en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella.
¡Respeto por el hombre! ¡Respeto por el hombre!...Si el respeto del hombre está fundado
en el corazón de los hombres -siguiendo el camino inverso- terminarán por fundar el
sistema social, político o económico que consagrará tal respeto. Una civilización se
funda ante todo en la sustancia; primeramente es, en el hombre, el ciego deseo de un
cierto calor. Luego, el hombre, de error en error, encuentra el camino que lleva al
fuego(*)."
(*)Extraído de Carta a un rehén, de Antoine de
Saint-Exupéry, Editorial Goncourt.
Dos grandes revoluciones se produjeron en mi interior a lo
largo de mis años concientes; este site trata acercade una de ellas, y esta dedicado a la
otra. Karly.
S&L Ind, Copyrigth by Leandro G. Peruzzotti