Desborda de vida y calidez, de arte e inteligencia, ella está siempre tan cerca, no virtualmente, sino a un lado de nuestros pasos, vigilante, solidaria, de todas formas.
Quienes conocemos a Vicky Navia estamos convencidos que es una artista innata. Aunque tuvo escuela en algunas áreas artísticas, sobradamente sabemos que su talento proviene de ese natural y permanente pacto secreto que tiene con la arcilla, con las lanas, con su guitarra y con su voz, con ese hermoso laberinto de artesanías y obras de su casa, con los esmaltes en cobre... con el fuego. Durante años acumuló calladamente hermosas creaciones, resultado de ese juego cotidiano y vital con su sensibilidad. Para dar una idea, sólamente en sus apasionados encuentros con el esmaltado en cobre, produjo más de mil piezas y se aventuró con múltiples técnicas: crakelado, esgrafiado, albeolado, scroling, etc. Pero fué también una aliada del silencio y prefirió, -hasta hace muy poco, que sus cuadros, peces, vasijas, grabados, dialogaran a solas con su círculo familiar y de amigos. En esta complicidad con el anonimato, se resitía a darse a conocer, a extender las antenas de la comunicación. ... Medios de expresión antiguos y olvidados que regresan en un momento oportuno y que, por sus enormes dificultades técnicas, su desesperante inseguridad hacen surgir la expresión como centro en el deleite del resultado como una seguridad posible, Además del formato (que no es decisión sino imposición del esmalte sobre el metal) todo lo demás es aventura, excursión pictórica por un mundo casi virgen entre nosotros. Y lo que es más importante en Vicky Navia es el hallazgo paulatino de una personalidad estética, seria y vigorosa. Alberto Arvelo fragmentos del programa de mano de la exposición que realizara en noviembre de 1984 en Cumaná Venezuela. |
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