Las Uvas del Tiempo

1923 Medianoche del 31 de Diciembre

Desde Madrid, España.

Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ah, cómo gritan!
claro, como todos tienen su madre cerca...
Yo estoy tan solo, madre,
tan solo! pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras,si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas,
el hálito canalla
de las mujeres ebrias,
el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
anda por esas calles inventando piruetas
y por esa balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.
Esta es noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro
para no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
porque lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.
Aquí es de tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el año nuevo llega,
todos los hombres coman, al compas de las horas,
las doce uvas de la Noche Vieja.
Pero aqui no se abrazan ni gritan: "Feliz Año"
como en los pueblos de mi tierra;
en este goza hay menos caridad, la alegría
de cada cual va sola y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.
¡Oh, nuestras plazas, donde van las gentes,
sin conocerse, con la buena nueva!
las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva;
y al hombre que está solo, bajo un árbol,
le dicen cosas de honda fortaleza:
-Venir, compadre, que las horas pasan,
pero aprendamos a pasar con ellas!-
Y el cañonazo en la Planicie
y el Himno Nacional desde la iglesia,
y el amigo que viene a saludarnos:
-Feliz Año, señores- y los criados que llegan
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.
Y el besofamiliar a media noche:
-La bendición, mi madre.
    -Que el Señor te proteja ...
Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, como son ácidas
las uvas de la ausencia!
¡Mi casona oriental! aquella casa
con claustros coloniales, portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca,
-mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
que hablaban de los Reinos de la Naturaleza-
Al lado, el gran corral, donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia,
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas mas dulces que la miel de las abejas!
Bajo el parral hay un estanque,
un baño en ese estanque sabe a Gracia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas que del agua se podría cojerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.
Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus telas blancas,
sordas a la canción de las abejas ...
Y ahora, madre, que tan solo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fué dulzura
las uvas de la ausencia.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿qué fuerza
pudo más que tu  amor, que me llevaba
a la dulce anonímia de tu puerta?
¡Oh, miserable vara que nos mides!
el Renombre, la Gloria ... pobre cosa pequeña!
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!
Y esta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino;
¿dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a tí me lleva, madre, la vereda que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, muchachas de la aldea,
hobres que dicen -Buenos días, niño-
y el queso que me guardas simpre para merienda?
Esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.
¡Oh, mi casa sin críticos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una Reina!
¿qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas?
tú eres mi madre, que me dice siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, yo soy grande, cuando dices mis versos,
yo no se si los dices o los rezas...
y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando
y el momento de irnos está cerca
y no pensamos que se pierde todo!
por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mi regaron
su clara pleamar en tus ojeras
y manos pulcras y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa, madre todavía,
y yo estoy loco por estar de vuelta
porque tu eres la gloria de mis años
y no quiero volver cuando estés vieja!...
Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca
¡cómo me pierdo madre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta,
Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mio mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja.