:: Lula llega al gobierno subido a la ola
del giro a la izquierda
 

Israel Sotillo­

El fenómeno del aplastante triunfo de Lula viene a ocurrir en un momento particularmente turbulento de la economía brasilera. Meses atrás, tratando de intimidar al electorado ante una eventual victoria de Luiz Inácio da Silva, “Lula”, se decía que si éste llegara al poder la moneda brasilera superaría en enero la barrera de los tres reales por dólar. El martes 24 de septiembre el dólar se cotizó a 3,78 reales. Un récord desde que la moneda fue creada a mediados de 1994. En la ocasión, también por primera vez en mucho tiempo, el real cotizó por debajo del peso argentino. Por algo a mediados de año el oficialismo inauguró la campaña electoral afirmando que Lula sería el Fernando de la Rúa de Brasil. La economía se ha fragilizado y las elecciones fueron la excusa ideal de los especuladores para ganar dinero en un contexto propicio.

El nuevo Lula. - Fue el propio candidato del Partido dos Trabalhadores (PT) quien, dos meses atrás, autodefinió su campaña como “Lulinha paz y amor”. Luego, requerido por la prensa, respondió que no atacaría a los otros candidatos, que le lanzaron gruesos dardos: desde haber traicionado a su base social hasta realizar acuerdos secretos con la banca.

En esta campaña de primera y segunda vuelta que acaba de finalizar surgió una faceta más del “nuevo” Lula. Tal vez la más llamativa haya sido la contratación del publicitario Duda Mendonça, cuya fama se forjó cuando en 1992 consiguió rehabilitar a un recalcitrante político derechista, acusado por corrupción, Paulo Maluf, derrotando al PT en las elecciones municipales de San Pablo.

Pero no terminaron ahí las sorpresas. En un lance osado, Lula ungió a un gran empresario textil, senador del Partido Liberal, como candidato a vicepresidente. El grueso de la bancada de diputados liberales, vinculados a las iglesias evangélicas -que en las elecciones presidenciales de 1989 hicieron campaña contra Lula afirmando literalmente que era la encarnación del diablo en la tierra-, también se pasaron a las filas petistas. El ex dirigente obrero obtuvo también apoyos de políticos de centro: el senador y ex presidente José Sarney (1985-1989), el ex gobernador de San Pablo (1986-1990) y candidato a senador Orestes Quercia, y el ex presidente (1992-94) y actual gobernador de Minas Gerais Itamar Franco. Algunos grandes empresarios también se sumaron a su campaña. Más allá de intereses electorales, había entre todos ellos un hilo conductor que permitió tales alianzas: una crítica al actual modelo económico y un cierto nacionalismo.

Pero Lula hizo también hizo gestos fuertes hacia el centro. Frente a los intentos de vincular la turbulencia económica del país a su crecimiento electoral, a mediados de año lanzó su “Carta al pueblo brasileño”, en la que prometía explícitamente no romper compromisos de pago de deuda externa contraídos por el actual gobierno (el documento fue bautizado maliciosamente por sectores de la izquierda del PT de “Carta a los banqueros”). Y cuando el gobierno de Fernando Henrique Cardoso firmó un leonino acuerdo con el FMI para “calmar al mercado”, Lula se entrevistó con el presidente para afirmar que mantendrá lo acordado. Al visitar instituciones empresariales (Bolsa de Valores, Federación de Bancos) el candidato del PT constituyó grupos de trabajo conjuntos, entre su asesoría y la de esas instituciones, para formular propuestas económicas.
En cuanto a su formulación estratégica, Lula alimentó la idea de un “nuevo contrato social” entre trabajadores, empresarios y sociedad en general, que lo tendría como árbitro, ya que a partir de su experiencia sindical en los años setenta se define como el mejor negociador del escenario nacional. Al ser abordado insistentemente por los periodistas sobre “quién perderá” con su gobierno, se niega a hablar en esos términos y sólo se refiere a “quienes ganarán”: todos, al mismo tiempo.

Los movimientos sociales, pese a diferencias de matices, apoyaron a Lula. La Central Única de Trabajadores (CUT) decidió meses atrás entrar oficialmente en la campaña petista. Lo mismo hizo la Asociación Brasileña de ONGs (Abong), al tiempo que la totalidad de la dirección del Movimiento de los Sin Tierra (MST) apoyó la victoria de Lula, aunque no definió una posición oficial. João Pedro Stédile, uno de los principales dirigentes del MST, resumió en una entrevista que a pesar de que Lula giró hacia el centro, las fuerzas sociales del cambio decidieron apoyarle porque su triunfo abrirá un período de cambios profundos en la sociedad por el impulso de las expectativas y movilizaciones que desataría.

Dos proyectos. - Mucha gente que le dio su voto a Lula (los sectores más humildes, la izquierda combativa obrera y campesina) lo hizo para vencer no sólo al resto de candidatos sino también al Brasil que fue siempre hegemonizado por las elites, hasta con Fernando Henrique Cardoso (FHC), esas elites que, según el teólogo Leonardo Boff, construyeron de afuera para adentro y de arriba hacia abajo un país desgarrado por la mayor injusticia social del planeta, que siempre dieron las espaldas al pueblo, e incluso llegaron a desmontar la nación. Pero también apoyaron al líder del PT quienes apostaron al otro Brasil, que está siendo reinventado de abajo hacia arriba y de adentro hacia fuera, a partir de los movimientos sociales, de los partidos libertarios y de la Iglesia vinculada a los pobres.

El primer proyecto, insiste Boff, era representado por el candidato Serra, quien prolongaba el status quo de ayer y de hoy con las contradicciones que encierra. Se articula internacionalmente con los hombres de Davos, del Foro Económico Mundial, para quienes la economía y el mercado son el eje de todo.
El segundo, representado por Lula, inaugura la ruptura instauradora, encarna el sueño de un Brasil en el cual todos puedan caber, sustentado por las fuerzas que se formaron en contraposición a aquella herencia perversa. Para Boff, su referente mundial son los hombres de Porto Alegre, el Foro Social Mundial, que tienen a la sociedad sustentable como centro.

Para el Lula que admira Boff, el cambio es de tipo de sociedad, representando ahora realmente a las mayorías destituidas, garantizando la naturaleza social del Estado, colocando la sociedad y la sustentabilidad en el centro.

Según este esquema, Lula habla de desarrollo social, partiendo del proyecto «hambre cero», pasando por el banco del pueblo y terminando en el presidente del banco central que entiende de hambre. Lula se transformó, a la semejanza de Nelson Mandela, en un símbolo para muchos en el mundo. No habla palabras, sino cosas. Transmite credibilidad porque conoce, por el sufrimiento en su propia carne, la tragedia y la grandeza del pueblo brasileño. Lula es mayor que el Partido de los Trabajadores (PT), es el Brasil a ser reinventado a partir de una nueva base de poder, soporte de una nueva esperanza. Alcanzado este plano, la historia da un salto de cualidad. Irrumpe lo que debe ser. Y lo que debe ser tiene fuerza. Es la victoria cierta de Lula y de su movimiento.

Seguramente, ello evidencia lo que dice el poeta mayor latinoamericano, Pablo Neruda: “Es memorable y al mismo tiempo desgarrador, encarnar para muchos, por un lapso de tiempo, la esperanza de todo un pueblo”. Ahora sólo queda saber cómo se adaptará Lula a gobernar, que no es lo mismo que fungir de opositor. Su suerte ya está echada. La de Brasil dependerá de sus aciertos, debilidades o errores.

Tomado de