1. En la Internacional Socialista cohabitan organizaciones de muy distintos tipos:
- Algunas a las que ni siquiera puede calificarse de centro-izquierda (APRA peruano, PRI mexicano, Partido Liberal colombiano, AD venezolana, Partido Radical argentino, etc.).
- Viejos movimientos de liberación nacional o guerrileros (sandinismo, Fatah -miembro consultivo-, FRELIMO, MPLA -observador-, Congreso de Unidad Africana, etc.).
- Reconvertidos partidos ex-comunistas de los países del Este europeo.
Pero, en espera de que cuaje el muy prometedor proceso de desarrollo de izquierdas con influencia de masas en América latina y quizá en algunos países asiáticos, el núcleo característico de la Internacional Socialista está formado por los partidos de la socialdemocracia europea, y, en cierto modo, por el grueso del sindicalismo mundial organizado abrumadoramente en la CIOSL, aunque la relación entre ambas componentes, política y sindical, no esté exenta de conflictos. De esos partidos, y de los que se les asemejan, hablo aquí.
2. El Congreso de París de la Internacional Socialista (8 a 10 de noviembre 1999) ha tenido un fuerte alcance mediático. Ello se debe a la confluencia de una serie de circunstancias:
- El hecho sin precedentes de que en los países de la Unión Europea exista una amplia mayoría de gobiernos con hegemonía socialdemócrata, liderados por personalidades tan conocidas como Blair, Jospin, Schröder, D'Alema, Antonio Guterres, etc.
- La proyección supranacional de la controversia entre los "modelos" que, supuestamente, representarían la Tercera Vía de Blair y la Izquierda plural de Jospin.
- La presencia en la presidencia de Estados Unidos de una especie de "socialdemócrata sin socialdemocracia", situado, según las clasificaciones habituales en los medios de comunicación, en la izquierda del centro-derecha o en la derecha del centro-izquierda, y que, sin dejar de ser planetarca -término que debo a Juan Ignacio Crespo-, privilegia las relaciones políticas (foro de Florencia) con los socialdemócratas europeos frente a las mantenidas con las derechas conservadoras.
3. El Congreso de la Internacional Socialista ha roto algunas de las expectativas de quienes, por motivos comerciales o por afinidades políticas con Blair o Jospin, esperaban una guerra abierta entre lo que cada uno de ellos representa. La Declaración de París ha establecido una base de consenso muy genérica y que, como suele ocurrer con los eventos de la socialdemocracia, a poco compromete, aunque debe reconocerse que significa un pequeño giro hacia la izquierda y que, al menos en cuanto al lenguaje utilizado, está más cerca del socialismo francés que del New Labour. En todo caso, tanto Blair como Jospin forman parte del amplio y diverso espacio de la socialdemocracia. Ni Blair ni Schröder son thatcheristas, ni Jospin es un trotskysta infiltrado -ambas cosas han sido dichas y escritas-, aunque, evidentemente, existen diferencias significativas entre ambos.
4. .La declaración "fundadora" de la Tercera Vía y del Nuevo Centro de Blair y Schröder es un documento políticamente derechizante e intelectualmente vacuo, que abreva de los lamentos habituales de las clases privilegiadas y de las patronales de todo el mundo. Es pre-socialista su rechazo de un conflicto social que es inherente a la democracia y motor de progreso, y resulta irrealista su descripción de unas sociedades en las que se impondría un igualitarismo en las rentas y en las que el empresariado sufriría bajo el peso de los altos salarios, la hostilidad social, las cargas fiscales, el intervencionismo del Estado y otras cuantas tonterías similares, que no sólo pasan por alto el punto de vista de los y las de abajo, de los 14 de millones de personas que en el Reino Unido están por debajo del umbral de la pobreza, o del 20% de hogares británicos en los que nadie tiene un empleo, o de los trabajadores temporales sin derechos sindicales efectivos, sino que obvian las reales dificultades, derivadas de la propia lógica del sistema económico capitalista, y los nulos incentivos que encuentran para su desarrollo los empresarios realmente "emprendedores", creativos y social y ecológicamente responsables que opten por una actividad productiva duradera en vez de por la especulación financiera y el "toma el dinero y corre".
5. Sólo la inercia, la falta de imaginación y el empeño político en aparentar la talla de líder mundial capaz de codearse con Clinton explican que puedan presentarse como novedosos tantos lugares comunes, que en muchos casos parecen tomados del bagage intelectual de una "revolución conservadora" que, a diferencia de lo que afirman muchos, no se consolida ideológicamente a partir de las revoluciones antitotalitarias de 1989 sino que, por el contrario, floreció durante los ochenta y entra en decadencia, como muy tarde, a partir de 1992. Sin embargo, no puede juzgarse la experiencia del New Labour simplemente por ese documento, como tampoco puede juzgarse solamente por sus palabras a otros dirigentes socialdemócratas que, por el tono de sus palabras, parace que se comen a los capitalistas vivos pero que, en la práctica, nada realmente transformador tienen que ofrece y son los que más numantina resistencia ofrecen a cualquier soplo de aire fresco en las organizaciones del socialismo democrático o de la sociademocracia.
El punto de vista desregulacionista de Blair pesa en su política social, insuficiente en muchas de sus medidas y abiertamente rechazable en otras justamente criticadas por la izquierda laborista, aunque desgraciadamente una buena parte de ésta -no toda- está marcada por un profundo nacionalismo y un cierto arcaismo, que en algunos de sus sectores llega a ser un filo-estalinismo que les ha llevado a una clara condescendencia con los regímenes de Milosevic y Castro. Pero tacharlo de thatcherismo es una caricatura grosera: el gobierno laborista ha introducido el salario mínimo, hace una fuerte apuesta por un sistema educativo gravemente dañado por el verdadero thatcherismo, ha firmado la Carta Social Europea, etc. Además, Blair ha encabezado profundas reformas del sistema político británico, como la devolución de los parlamentos de Escocia y Gales, el inicio del proceso de paz en Irlanda del Norte y la reforma de la Cámara de los Lores. Particularmente, me satisface también su decisión para sostener y defender la intervención armada de la OTAN en Serbia y Kosovo, aunque bien sé que esto desata las furias de otros compañeros de la izquierda de quienes me puedo sentir más cercano en otros aspectos de la política.
6. El Partido Socialista hace un enfoque teórico bastante distinto. Donde Blair y Schröder se limitan a reclamar la extensión del libre comercio, el socialismo francés reclama también la extensión universal de los derechos sociales. Donde Blair y Schöder lamentan el exceso de regulaciones, el PSF propone establecer una regulación de los mercados financieros y afirma que "La regulación debe conocer todas las cuestiones relativas al bienestar de los seres humanos. Es por ello que ha de ser completa y armoniosa, debiendo considerar aquellas preocupaciones que no sean solamente económicas, sino en particular todo lo social, la diversidad cultural, el respeto del medio ambiente". En mi opinión, este punto de vista tiene mucho más que ver con el mundo en que vivimos que el de la Tercera Vía.
En su práctica política, el gobierno de la izquierda plural en Francia es una experiencia apasionante y Jospin se ha comportado con gran coraje y sensibilidad social, encabezando el gobierno más a la izquierda existente hoy en el mundo y altamente novedoso en su articulación plural, aunque no debe olvidarse que también Schröder ha sido capaz de establecer una alianza de gobierno con Los Verdes, o D'Alema con diversas fuerzas de centro-izquierda (y, desgraciadamente, también con la turbia derecha de Cossiga, configurando un gobierno más a la derecha que el que encabezaba el democristiano Prodi). Pero no cabe trazar un panorama idílico. Hasta la Ley de las 35 horas, quizá la medida de la izquierda plural más conocida fuera de Francia, y a mi entender un buen paso adelante, es sometida a crítica y debate dentro de la izquierda, pues son numerosos, con la Gauche Socialiste (Izquierda Socialista) a la cabeza, quienes la creen insuficiente, quizá con razón. También son muchos los activistas de derechos humanos que cuestionan la política respecto a inmigración y el trato dado a los "sin papeles" -mejor sin duda que bajo la derecha-, y no deja de ser inquietante que Interior esté en manos de quien representa, pese a cierto discurso "izquierdista", al ala derecha y más nacionalista del gobierno de la izquierda.
7. De lo dicho anteriormente, no quiero deducir un suave eclecticismo. Lo que en realidad quiero poner de relieve es que la antinomia Blair/Jospin no aporta casi nada a la discusión crucial: ¿qué hacer? Cada una de estas experiencias nacionales debe ser apoyada frente a la derecha y criticada desde la izquierda, incluso con movilizaciones sociales. Pero a la hora de ponerlas en común lo fundamental no es oponerlas sino el articularlas para dotar a la izquierda de mayor capacidad transformadora. Y ahí es donde, más allá del balance que pueda hacerse de cada gobierno nacional, toda la socialdemocracia europea ha demostrado su enorme debilidad política, su carencia de un proyecto más o menos claro.
En la gloria del triunfo se está gestando el fracaso, del que tuvimos amenazante aviso en las últimas elecciones. Una socialdemocracia que gobierna la gran mayoría de los países de la Unión Europea no ha sido capaz de gobernar la U.E., o, al menos, no ha sido capaz de hacerlo de forma significativamente diferente a cómo lo hizo la derecha. No ha sido capaz de introducir reformas duraderas, cambios institucionales, decisiones sociales y ambientales que miren realmente hacia el futuro. Y, lo peor de todo, no ha sido capaz de hacer de la idea de la Unión una idea ciudadana con contenido político y social transformador, una idea que alienta e impulsa en vez de promover indiferencias, temores o desconfianzas. Creo muy lúcido el siguiente diagnóstico realizado por Joaquín Almunia: "Gobernamos, pero como fuerza política no conseguimos encontrar, como ha señalado Antonio Gutierres, ese impulso para situar en el corazón de las decisiones que adopta Europa ideas tan próximas y tan necesarias para nuestra propia identidad socialdemócrata como las de cohesión o solidaridad. Cuando las viejas causas que nos llevaron a unos o a otros a apostar por Europa ya las sentimos unos y otros más lejanas que hace 20 años, los nuevos motores de la idea europea fallan o no los encontramos, o creemos tenerlos en el ámbito nacional. Pero no somos capaces de ponerlos en común a escala europea" (Joaquín Almunia, Los socialdemócratas y la idea de Europa, Berlín, 17 y 18 de junio de 1998).
Para una izquierda cuyo reto es gobernar la mundialización, no ser capaz de gobernar la Unión Europea es un serio fracaso. Aquí y ahora, esa es la gran responsabilidad y, por qué no decirlo, la gran culpa de la socialdemocracia.
8. El fracaso de la socialdemocracia en el gobierno de la Unión Europea no puede satisfacer a ninguna izquierda responsable. Es cierto que de ese fracaso pueden alimentarse sectores de la izquierda antieuropeista. Pero su alternativa es peor que la enfermedad, pese a las mejores intenciones que puedan animarles. En el repliegue nacional no hay salida alguna.
No hay política de izquierda posible, de aquí a varios años, sin contar con la sociademocracia como eje en torno al que aglutinar gobiernos progresistas. Pero eso no excluye la conveniencia de que surgiera una tercera izquierda, radical y realista, de la que yo diría lo siguiente:
a) La tercera izquierda es mundialista, libertaria y antiburocrática, liberal (en el "buen sentido"), laica y antidoctrinaria, democrática radical, socialista (no caben aventuras como la de un Partido Radical italiano que, pese a lo justo a muchas de sus campañas, mantiene extrañas relaciones con la peor derecha y promueve demandas que atentan contra los derechos sociales y el movimiento obrero organizado), verde y feminista.
b) La tercera izquierda promueve una cultura de izquierda distinta a la hoy imperante, impulsa campañas en torno a objetivos concretos, colabora en los esfuerzos y alianzas dirigidos a la formación y mantenimiento de gobiernos progresistas, trata de desplazar hacia la izquierda la actuación de éstos sin rehuir el enfrentamiento con algunas de sus decisiones cuando esto sea necesario, es reformista en tiempos y lugares de reforma y es revolucionaria en tiempos y lugares de revolución.
c) La tercera izquierda no se cree el ombligo del mundo. No es "iglesia" ni refugio. No posee una Verdad que debe propagar ni trae mensaje de salvación. No está imbuida de una misión histórica.
d) La tercera izquierda, hoy por hoy, no existe, aunque haya embriones dispersos. Y, si llega a existir, será un movimiento sin fronteras y no un partido similar a los existentes, aunque formalmente, en cierto lugar y en cierto momento, pueda adoptar legalmente esa forma o ser una de las componentes de uno o varios partidos políticos tradicionales o emergentes.
9. Por último, querría mandar un extravagante mensaje de optimismo moderado. Los riesgos son enormes, pero las potencialidades del socialismo son hoy mayores que lo hayan sido nunca.
Claro está que los bárbaros siguen su obra. Multinacionales, especuladores financieros y, por qué no decirlo, empresarios de menor talla pero con igual falta de escrúpulos siguen haciendo sus beneficios a costa del dolor de otros (¿cuándo no?), del deterioro social y de la depredación ecológica. La Organización de las Naciones Unidas se humilla y anula la financiación a programas relacionados con el aborto simplemente porque unas cuantas decenas de congresistas y senadores republicanos de EE.UU. así lo han decidido. Afganistán, Bosnia, Ruanda, Somalia, Chechenia, Kosovo, Sierra Leona... son los nombres propios de un horror que no cesa.
Pero nunca como ahora ha habido tantas organizaciones sindicales libres en el mundo. Nunca como ahora ha habido un tal alto grado de asalarización de la población mundial. Nunca como ahora ha habido tal número de países con sistemas políticos que permiten, al menos, la creación de partidos y sindicatos, la difusión de opiniones diversas, el ejercicio de derechos de huelga y manifestación, aunque no siempre sin riesgos. Nunca como ahora ha habido una reafirmación tan universal de los derechos humanos, aunque sigan siendo incumplidos y pisoteados. Nunca las mujeres han afirmado tan alto el poder de sus derechos y su derecho al poder. Nunca ha sido tan grande la conciencia de los riesgos ecológicos...
Como escribió Toni Negri, todo queda en "nuestras comunes y potentes manos".