::El Psiquiatra Presidente

Jorge Urbina


La posición del Presidente de la República y de su gobierno ante el conflicto bélico en Iraq, ha sucitado una
justificada reacción de parte de mucha gente. Apartándose de la tradición costarricense, el mandatario respalda acciones
militares unilaterales, tomadas fuera de las Naciones Unidas. Propicia que Costa Rica se incluya en una lista de 45 países que apoyan la invasión a Iraq y compromete así nuestra seguridad y nuestra economía. Peor aún, el Presidente respalda acciones que violan el Derecho Internacional, único recurso de esta democracia desarmada que ha confiado su paz y la seguridad de sus habitantes al imperio del Derecho y a los mecanismos de seguridad colectiva.

Pareciera ignorar el Presidente que el debilitamiento del Derecho debilita también a Costa Rica.

Pudo haber sido diferente. Debió haber sido diferente. Pero no podía ser diferente. El muchacho que invadió Costa Rica
para derrocar su gobierno constitucional, en 1955, vive aún en el septuagenario que nos gobierna. No hay norma ni
institución que le merezca respeto total. Y en las escuelas de medicina y en los hospitales psiquiátricos no se aprende
el valor del Derecho. Esa ignorancia es común entre la gente, explicable en un psiquiatra pero imperdonable en el
Presidente de una democracia que ha dedicado su vida a elevar el Derecho.

Débil también, desgraciadamente. El Presidente se agarra de don Juanito Mora y se adorna con el retrato de Ricardo
Jiménez pero tiembla ante la efigie de George Walker Bush o ante la presencia de su representante. Como si una actitud
gallarda, costarricense, le puediera acarrear grave daño.Como si una actitud sumisa le fuese a significar alguna
ventaja. ¡¡Ay, si don Juanito y don Ricardo pudieran ver la debilidad de carácter de quien una vez vino por la senda de
William Walker!!

Le ha interesado poco la Política, la que acerca a los valores fundamentales. Quizás nunca leyó una biografía de
Churchill, ni "Palabras Gastadas" de José Figueres y no sepa de las exigencias del Hombre de Estado. Puede ser que
tampoco entendiera lo que si entendieron los suecos, que la determinación de Oscar Arias, al contradecir el designio de
Reagan de hacer guerra en Centroamérica, trajo "grandes beneficios a la humanidad", como lo exige el testamento de
Alfred B. Nobel de quienes son distinguidos con los premios que llevan su nombre. Parece que no puso atención a que en
aquellos días la salud del país era precaria y convalecíamos en parte gracias a la generosidad del pueblo y el gobierno
de los Estados Unidos y que, aún así, no nos apartamos del recto camino que iniciaron nuestros abuelos. Quizás no
recuerda la insolencia de Eliott Abrams, Sub Secretario de Estado, cuando creía tratar con una "Banana Republic", ni la
entereza de nuestro Presidente. Tampoco recuerda que Costa Rica, cuando recibíamos más de un millón de dólares al día
de ayuda norteamericana, tuvo la dignidad suficiente para votar contra la invasión a Grenada en Naciones Unidas, hace
veinte años, porque la consideró "una violación flagrante del Derecho Internacional, de la independencia, soberanía e
integridad territorial" de aquel Estado.

Irrespetuoso el mandatario. Ha llamado cobardes a quienes exigimos firmeza y censuramos la ambigüedad de su gobierno e
insinúa que ignoramos el incumplimiento reiterado de Irak de las resoluciones del Consejo de Seguridad o la barbarie de
la oproviosa dictadura de Saddan Hussein. Ni lo uno ni lo otro. Él solo ve dos partes en esta controversia: el
terrorismo y quienes comparten su opinión. Ignora deliberadamente a la mayoría de los estados que, en esta guerra, piensan que le corresponde al Consejo de Seguridad, y solo a él, dictar cualquier medida contra la rebeldía de Iraq. Nos ignora también a quienes sabemos la perversidad de Sadam Husein y la desobediencia iraquí, quienes admiramos a los Estados Unidos, mantenemos relaciones de afecto y amistad con muchos norteamericanos y tenemos la convicción de que por encima de todo ello, debe prevalecer el Derecho Internacional y la autoriad de la Organización de las Naciones Unidas.

No puede ignorar nuestro mandatario que esta guerra se ha preparado fríamente y nunca hubo la menor intención de
evitarla. Desde el 11 de octubre del año pasado, el Presidente Bush obtuvo la autorización del Congreso para usar el poder militar contra Iraq y desde mucho antes se señalaba la segunda quincena de marzo como el momento propicio para llevar a cabo una operación bélica. Si Gran Bretaña y Estados Unidos buscaron un mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para actuar contra Iraq, fue para dar respaldo jurídico internacional a una decisión unilateral que ya habían tomado. Solo quien no ha estudiado el tema, puede pretender ahora que se agotaron todas las vías pacíficas y que no quedaba mecanismo posible para lograr que Iraq respetara las decisiones del Consejo de Seguridad. Con leer un poco sabrían que todos los países allí representados hubieran estado dispuestos a incrementar las inspecciones y a fijar plazos para el total cumplimiento de las resoluciones por parte de Iraq. No debe el Presidente, falsear la verdad ni intentar manipular a la
opinión pública.

Nos sobra el valor para defender en lo que creemos y por eso no nos tiembla en pulso para pedir la rectificación y no
vamos a desistir en nuestros esfuerzos. No cejaremos hasta que el Gobierno de la República acerque su comportamiento a
la tradición costarricense y al sentir de sus más preclaros ciudadanos o hasta que nuestro pueblo comprenda que la
salamería y el dicharacho no bastan para cubrir la muerte, el dolor, la orfandad y la ruina que acompañan a la guerra.

"...y si no, que Él y la Patria os lo demanden"