A veinte años del primer gobierno socialiste en España
Por el Cambio, de nuevo

Rodolfo Losada Chaveli (*)


El pasado 27 de octubre vio la celebración del vigésimo aniversario de la llegada al poder del primer gobierno socialista desde 1936, y con ello el comienzo de más de 14 años de gobiernos del PSOE en España. Tal fecha de 1982, marcó el comienzo de un proceso de verdadero cambio y transformación de una sociedad, como la española, que por fin tomaba el tren de la historia que tanto se le había negado durante tantos decenios. Fue el filosofo español José Ortega y Gasset quien decía, “España es el problema, y Europa la solución”, y nunca tanta razón tuvo. Después de más de veinte años tras aquella fecha, el resultado ha sido hoy día la plena integración de España en Europa, cerrando así la brecha que tanto nos diferencio del norte del continente. La solidaridad europea mostrada con las ayudas de cohesión, junto con medidas que ampliaban así el Estado de Bienestar y la solidaridad- mecanismos de distribución de las bonanzas económicas- pasaron a ser parte del legado socialista. “España”, como dijo Alfonso Guerra durante la campaña electoral de ese mismo ´82, “no la iba a conocer ni la madre que la parió”.

Los Gobiernos del PSOE duraron hasta 1996 con resultados no sin críticas como sería de esperar de la coyuntura del momento. Pero visto con un poco de distancia histórica podemos hablar de una diferencia notoria con los actuales gobiernos del Partido Popular, que si no cabe mal decirlo ha metido a España por un sendero retrograda, que ha visto en el plano exterior a un país perder peso en el mundo y en la política doméstica atacar a los más vulnerables de la sociedad. Por desgracia a los afectados y por fortuna a medio plazo, las medidas antisociales del actual gobierno de derechas no hacen más que trabajar a favor de los socialistas y esperemos que la memoria política del pueblo devuelva a un gobierno de izquierda para las elecciones anunciadas, a lo más tardar en la primavera del 2004, sin antes pasar por un bautismo de fuego al actual Secretario General, José Rodríguez Zapatero, en las próximas elecciones municipales anunciadas para mayo del 2003.

Desde 1996 la travesía por el desierto político de la oposición no ha sido fácil. Los años de gobierno habían dejado su desgaste. Las primeras reflexiones de las elecciones de 1996 concluían en que la derecha no había ganado sino que el PSOE había perdido. Las torpezas cometidas durante los últimos años de gobierno fueron acentuadas en campañas de acoso y derribo por parte de un sector de la prensa en España, que aun hoy vive a expensas de intentar explotar aquellos fallos sin mirar la gestión y la corrupción generada por los que sostienen responsabilidades en este gobierno del PP. Declaraciones de defensa por parte de la prensa de la derecha, con el “pero vosotros robasteis más” entristecen y devalúan un debate político que ha ayudado a propiciar la imagen de que todos los que se dedican a la actividad pública son iguales, acentuando así el desinterés y la apatía, que suelen siempre afectar más al electorado de la izquierda que al de la derecha: que siempre va a votar. Y en eso hay que trabajar, en hacer volver el espíritu y la ilusión del ´82 en España. Si el lema electoral en aquel momento fue “Por el Cambio”, el próximo también debería ser por un nuevo cambio, con el actual liderazgo de Zapatero.

El estilo de Zapatero ha sido marcado por el hecho de que gano el último Congreso del PSOE con seis votos de diferencia a su más cercano rival, en una carrera por el liderazgo que desmembro al partido entre “las familias” de siempre. Su estilo levantó críticas dentro del partido, notablemente los de Felipe González (todavía con una gran influencia en el partido), entre otros, acusándolo de andar con demasiada prudencia sin pronunciarse sobre temas que podrían claramente marcar una diferencia con el actual gobierno. Su estrategia parece haber sido recompensada ya que llegó a la secretaría general del partido con una ineludible responsabilidad de cohesionarlo y de llevar a cabo una renovación de personas e ideas- condiciones previas para ser una alternativa real al Gobierno del Partido Popular. El PSOE hoy presenta mejor aspecto y nadie cuestiona el liderazgo del Secretario General que ha visto que su estrategia deja dividendos. Aun así, si ha habido un cambio generacional en las caras, queda quizás el capítulo de la renovación ideológica.
Como cualquier renovación ideológica, esta tiene que esculpirse basándose en las necesidades coyunturales del país. Pero, ¿qué país heredaremos tras 8 años de gobiernos de derechas?

La sociedad no es una entidad estática, y transformaciones las ha habido. Las más importantes se han visto en el ámbito de la propia composición social, donde el país ha pasado de ser una sociedad homogénea a una de un país como los de sus vecinos del norte europeo: heterogénea, multicultural y diversa. Gracias a que la bonanza económica española lo haya convertido en objetivo de inmigración en vez de lugar de éxodo como era el caso hasta hace poco.

El tema de la inmigración ha pasado a ser uno de los grandes campos que nos diferencian y nos diferenciaran más del actual gobierno que ha endurecido con creces una ley de inmigración que le ha servido de forma demagógica de usurpar el puesto a cualquier partido populista de corte ultraderechista. Nuestro mensaje no puede ser otro que el de la solidaridad, y quizás sea triste decir que el PSOE no haya estado a la altura de las circunstancias, ya que se pudo haber dado más fuerte al PP en este ámbito.

En el mismo sentido el estilo de “arrogancia gubernativa” del PP no ha podido ser peor. Medidas que se podrán calificar como de corte reaccionario, como la prohibición de Batasuna, el brazo político de la banda terrorista ETA podrían haber sido utilizadas como medida de diferenciación con el actual gobierno. Entendiendo que nosotros los socialistas hemos sufrido en nuestras propias pieles la lacra del terrorismo, el votar a favor de la prohibición de una formación política, por muy odiosa que sea, es una equivocación, ya que pone en las manos de los violentos el papel de víctima y con ello su justificación en el uso de la violencia. Cualquier solución al tema vasco tendrá que ser política, ya que ningún conflicto se ha arreglado con soluciones policiales.

Estas dos últimas medidas políticas del PP, aunque hayan sido populares entre la población deberían haber sido mejor reflexionadas por el PSOE, ya que no cabe la menor duda que se pagarán. En el pasado- y esto se ha visto por los últimos comicios electorales en Europa- los partidos de izquierda contaban con el voto incondicional de su electorado tradicional, los partidos se habían dedicado a buscar el voto de centro. Sería una equivocación caer en la misma trampa como sucedió en Francia con la perdida de Lionel Jospin, donde su electorado tradicional paso a hinchar los índices de las cifras de abstención en los comicios. Y es que hoy en día las elecciones se pierden no por el partido más votado, sino porque la población no va a votar.
Actualmente, y quizás más en la Europa de la zona Euro, marcar diferencias en política económica son prácticamente imposibles. Los “estúpidos” criterios del Pacto de Estabilidad (como dijo el Presidente de la Comisión Europea) dejan poco margen de maniobra en este sentido. La fijación de los tipos de interés- que permiten estimular una economía- han sido transferidas al Banco Central Europeo de Francfort, y el límite de endeudamiento de un 3% del PIB prohiben cualquier avance que podría proporcionar más recursos en gasto social- uno de los ámbitos que nos han separado de la derecha.

Desde el PSOE no ha habido pronunciamiento sobre subir los impuestos, aunque sí sobre una fiscalidad más justa. Pero el discurso de izquierdas requiere dinero, o al menos la promesa de gastos y de redistribución, y más en Europa donde los electorados sienten que el estado de bienestar está amenazado. Hasta la fecha las privatizaciones eran utilizadas por los gobiernos para financiar lo que faltaba en la tabla de contabilidad- en el caso del PP para ganar las elecciones bajando los impuestos- sin esa variable se necesitará más que la retórica del incrementar de la tarta (la economía) para su posterior reparto de porciones más grandes.
Como sucedió durante las últimas elecciones generales en Alemania las diferencias entre izquierda y derecha vinieron marcadas por temas coyunturales. En este caso el punto de inflexión vino fijado por la negativa del partido socialdemócrata de Schröder a envolverse en una guerra de EEUU contra Irak. Aunque las diferencias se harán más patentes, con temas coyunturales podremos decir que el PSOE puede y debe impulsar la imagen y marcar diferencias en política exterior, que con los gobiernos del PP han sido nada menos que desastrosas.

Ejemplos de ello se han visto con las relaciones de España con Cuba, y Marruecos, al igual que la generalizada perdida de influencia en el mundo, para un país que se sitúa como puente entre tres culturas (Latinoamérica, Europa y el Mundo Árabe). Estos fracasos del PP han sido patentes ejemplos de un “provincialismo acomplejado” más dignos de la época dictatorial que podrían y deberían ser mejor aprovechadas por el PSOE.

Es cierto que Zapatero ha sido capaz de mejorar su imagen y la del partido respecto a la retórica autocrática de PP. Aunque Aznar ha dicho que no se presentará a las próximas elecciones del 2004, y el candidato conservador está todavía por decidirse, es necesario que el PSOE realmente plantee una alternativa de izquierda más allá que la de la pura imagen. Es cierto que quedan todavía dos años para los comicios, y que todas las cartas no se pueden enseñar, aparte la coyuntura del momento marcará parte del debate electoral. Pero es cierto que si el PSOE quiere ser una verdadera alternativa a gobierno, y si lo pudiese ser con la misma ilusión del ´82, tendría que dar un verdadero vuelco en la imagen de cambio con ideas y proposiciones que fuesen más allá de la mercadotecnia, sino estaremos de nuevo condenados a repetir oposición- como han demostrado los últimos comicios electorales en Europa que han proporcionado perdidas por goleadas.
La oposición es un lugar en ese desierto que sirve para perfilar la próxima etapa de gobierno, pero como decía Giullio Andreoti, antiguo Primer Ministro italiano, “el poder desgasta, pero la oposición más”.

(*) Miembro del Consejo Editorial del CCS