La ilusión del futuro

La clave es cómo alcanzar los objetivos

Enrique Obregón Valverde
 

Recuerdo las palabras de Daniel Oduber en una pequeña reunión en su oficina, cuando el Partido Liberación Nacional perdió por primera vez unas elecciones en 1958. Varios compañeros estaban muy preocupados, algunos hasta decían que el Partido estaba liquidado y que había que estudiar la forma de enterrarlo con honores.

En respuesta, Daniel, con su característica sabiduría política, dijo que no nos equivocáramos porque jamás una derrota liquidó a un partido socialdemócrata. Más bien, aseveró, el caso es al revés, son los triunfos mal digeridos los que terminan con los partidos. Entonces recordaba yo un sabio dicho andaluz: "Algunos se reponen de un fracaso; pero muy pocos de un gran triunfo".

Así andamos hoy aquí, liberacionistas y antiliberacionistas, diciendo que Liberación Nacional está liquidado. Pero eso no es cierto; más bien, pienso, la preocupación debe estar en las filas de la Unidad Social Cristiana, porque posiblemente no estén preparados para reponerse de dos triunfos consecutivos, con una dirigencia máxima totalmente desarticulada.

Ciencia y técnica. El gran problema en Costa Rica no es tanto los partidos como la democracia. Cierto, según viene afirmando Geovanni Sartori, se ha llegado a la conclusión de que ya no hay argumentos válidos para rechazar la democracia, pero cada vez entendemos menos la forma de administrarla. La ciencia y la tecnología han avanzado a tan altas velocidades que son muy pocos los que comprenden lo que realmente está sucediendo. La ciencia política, cada vez más, se ve invadida, interferida, por la ciencia en general y la técnica. El político que no entiende el papel que tienen, por ejemplo, la biología y la informática en la vida diaria de los pueblos, anda demasiado perdido buscando la forma en que debe administrar la democracia en nuestro tiempo.

Con los partidos, los políticos se han quedado dando vueltas a los planteamientos de hace 50 años. No son los objetivos de la democracia lo que nos debe preocupar. En relación con ellos, poca discusión podemos encontrar. Es la forma de alcanzarlos lo que no logramos entender.

Cuando Helmut Kolh recibió el Premio Príncipe de Asturias, en Oviedo, manifestó que "el pesimismo, en la época actual, se convierte en una especie de filosofía". Esa propensión a ver las cosas en su aspecto más desfavorable es una de las principales características de las sociedades democráticas de hoy. Se ha ido perdiendo el entusiasmo por la democracia porque los políticos no han sabido producir lo que el pueblo necesita para vivir y confiar. Todos creemos en la democracia, pero vivimos democráticamente desilusionados porque solo apreciamos el aspecto desfavorable de la vida contemporánea.

Filosofía del pesimismo. La idea de la democracia, la filosofía de la democracia, la entendemos y estamos dispuestos a defenderla, pero cada vez vamos dando más tumbos al aceptar inconscientemente esa filosofía del pesimismo. En una ocasión, don José Ortega y Gasset dijo: "Las ideas las sostenemos nosotros, pero a nosotros nos sostiene la fe". Si nos acostumbramos a vivir de lo negativo, perdiendo poco a poco la fe en la democracia, en esa forma de vida solidaria y fraternal, ¿cómo podemos defender los fundamentos en que está sustentada?

Refiriéndose a Italia –pero válido para Costa Rica–, dice Sartori que "un gobierno democrático de 50 años consecutivos presenta, al final, varias páginas en blanco y que, para el futuro, la democracia resistirá si el pueblo sabe escribir esas páginas con inteligencia y responsabilidad".

Tal vez la clave de un despegue apropiado en la búsqueda de las grandes soluciones para nuestros diarios problemas es encontrar la forma adecuada de aplicar dos grandes y ahora raras cualidades: inteligencia y responsabilidad. Si logramos encontrarla, es posible que podamos evitar que la vida cotidiana nos robe la ilusión del futuro