Capitalismo Global versus Democracia
Sergio
Moya Mena
Vicepresidente
de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas
Los procesos económicos, sociales y tecnológicos de este nuevo milenio vislumbran avances extraordinarios para el futuro de la humanidad. En medio de este crisol de cambios la imagen de un hecho histórico queda grabada en la mente de los testigos asiduos del siglo veinte, tal y como quedó grabada la llegada del hombre a la luna, o las protestas de la Plaza de Tiananmen: el fracaso de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ante la furibunda protesta de 40.000 manifestantes en las calles de Seattle. Sindicalistas, ecologistas, aborígenes, defensores de los derechos de los animales, obreros siderúrgicos, granjeros franceses, feministas, jóvenes, todos congregados para protestar contra lo que consideran la expresión más palpable del excluyente capitalismo global.
El hecho de que sectores sociales tan disímiles protestaran unidos en contra de la OMC y sus políticas, ha sido un hecho sin precedentes en la historia de los Estados Unidos y del mundo, pues las manifestaciones de Seattle tuvieron -además de su carácter plural- un verdadero carácter internacionalista. Un nuevo internacionalismo que definitivamente trasciende aquel formulado por Marx y Engels, nutrido del universalismo religioso, el cosmopolitismo burgués y el socialismo del siglo XIX. Es un nuevo internacionalismo que reconoce la interpenetración de lo local, lo nacional y lo global y la creciente interdependencia de las fuerzas democráticas y progresistas.
Algunos analistas han comparado este renovado activismo con los movimientos sociales que en los sesentas, sacudieron las capitales del mundo. Sin embargo, existen diferencias fundamentales. Hace tres décadas estudiantes y obreros estuvieron en aceras separadas. Esta vez no. No significa que reconciliar los intereses de sindicalistas, ambientalistas o estudiantes sea ahora más fácil que antes, pero al menos en Seattle, las diferencias se pusieron de lado para luchar conjuntamente contra lo consideran una globalización excluyente y manipulada por los grandes intereses económicos.
Estas nuevas redes de activistas sociales ya se han anotado otros triunfos significativos aparte de Seattle. Hace algunos meses se logró detener la implementación del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), una iniciativa de la Organización para el Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que habría implicado una supeditación aun más abyecta de los Estados- Nación a los intereses de las transnacionales.
¿Fracasó la reunión ministerial de Seattle por la protesta de los activistas globales? No precisamente. La misma reunión tenía alcances muy limitados: decidir que aspectos serían objeto de negociaciones comerciales en los próximos años; pero la imagen de la ciudad paralizada y los ministros de comercio de todo el mundo incapaces de tomar la más mínima de las decisiones, hicieron ver a los activistas globales como los verdaderos vencedores de la “Batalla de Seattle”.
Lo que todo esto viene a dejar claro es que existen varios puntos de vista sobre lo que el comercio mundial y la OMC deberán ser en el futuro. Es un choque de opiniones que no se remite -como muchos creen- al simplismo de la dicotomía entre proteccionismo y aperturismo. La esencia de la cuestión es que la OMC debe reformarse o colapsará por su falta de legitimidad. Las grandes decisiones en el comercio no pueden seguir siendo tomadas en detrimento de las conquistas sociales, los estándares ambientales, los márgenes de intervención de políticas o de los valores democráticos. El debate nos conduce ahora a la cuestión de fondo: ¿Ha ido la globalización demasiado lejos? Obviamente no se trata de negar o satanizar a la globalización, cuyas expresiones son a todas luces objetivas. Al contrario, este mismo proceso ofrece enormes posibilidades para el progreso de la humanidad, así como nuevos instrumentos de lucha social de gran utilidad como la Internet.
Los que es preciso dejar claro es que existe una particular concepción de la globalización que desde un punto de vista progresista y democrático, es dañina para los intereses de la gente común. Es el Capitalismo Global que unas cuantas corporaciones quieren imponer a los pueblos a contrapelo de cualquier criterio que no responda a los intereses de un mercado voraz e irrestricto. Es la globalización en la que unas cuantas empresas manejan los mercados, los precios, los productos, el suministro de materias primas y las cotizaciones de la bolsa. Si un gobierno les es hostil lo hacen caer abandonando todas sus inversiones y dejando a miles de trabajadores en la calle; creándose un escenario en el que las reglas de juego no las imponen los gobiernos o los parlamentos elegidos por los pueblos, sino las empresas que carecen de legitimidad democrática.
A los viejos totalitarismos del siglo XX no les debe seguir uno nuevo,
basado en la visión economiscista y unilateral de la globalización
que el capital internacional pretende imponer. A esta visión
absoluta debe oponerse la alternativa integradora, plural y democrática
que los sectores progresistas deben articular por todos los medios posibles.
Incluso a través de la acción de los estados y los gobiernos
que aun en la era de las corporaciones transnacionales conservan
un enorme poder, no solo en el campo técnico y militar sino en el
económico, que les hace capaces de implementar mecanismos de posibiliten
una regulación política y económica de la globalización,
anteponiendo el interés colectivo por encima del lucro y los intereses
de las corporaciones. Ese es definitivamente, un desafío para la
democracia en el umbral del nuevo milenio.