Hugo
Chávez es una monstruosidad ideológica
Entrevista con
Fernando Rodríguez
El
Nacional, Caracas 21 de julio de 2002
El ex director de la Escuela de
Filosofía de la UCV considera que Chávez es el fundamentalista
venezolano. “Ahí hay de todo y de la manera más contradictoria:
militarismo, arcaísmo ideológico y un punto de mitología
izquierdista, pero de retórica, de vaciedades”, asegura. “Es un
anacronismo que habla de sensibilidad social mientras practica el capitalismo
salvaje. Su paquete ha sido peor que los anteriores, pues no instrumentó
programas sociales compensatorios. ¿De qué socialismo habla
Chávez? Aquí no se ha nacionalizado ni una pulpería
en el llano. Es un capitalismo corriente y moliente con rasgos bastante
salvajes. Hay que buscar cómo salir de esto. No creo que esta ópera
bufa deba terminar en una tragedia. El país no se lo merece”
RAMÓN HERNÁNDEZ
Fuma y tose, tose y fuma. Filósofo y ex director de la escuela de la especialidad en la Universidad Central de Venezuela, Fernando Rodríguez lleva jubilado un año, justo la edad que tiene su último hijo, “casi un nieto”. Modernizador de la Cinemateca Nacional, siempre lo ha acompañado el miedo escénico, pero nunca le ha faltado coraje para expresarse y decir lo que tiene que decir, sin importarle la tos o que se le hayan acabado los cigarrillos.
—Chávez está golpeado. Lo
veo turulato, como esos boxeadores que han recibido muchos golpes.
Militante de la renovación universitaria,
cuando en el salón de al lado le juraban al camarada Cervantes que
su muerte sería vengada, fue discípulo de Juan David García
Bacca, un Pensador (con mayúscula) y de Federico Riu, otro con la
misma mayúscula. Amante del cine y crítico acérrimo
de la televisión, se refugia en la política y en la tertulia
para no aburrirse de tanto tropezar con el asombro. ¿La cotidianidad?
—Cuando Caldera le otorgó el sobreseimiento a Hugo Chávez,
ningún militar retirado había tenido un destino lucido en
la política. Se pensaba que Chávez no iría a ningún
lado. Seis meses antes de las elecciones de 1998, cogió impulso
y enloqueció a los partidos. Los últimos 20 años fueron
de mucho deterioro: se duplicó la pobreza y la clase media se empobreció.
Nos volvimos un país muy irritado y muy descompuesto. Los partidos
políticos perdieron autoridad y las condiciones objetivas existentes
permitieron una salida poco coherente
—¿Eso explica a Hugo Chávez? —Para explicarlo hay que ser un poco “materialista vulgar”, como decía George Lukacs. Los países muy escindidos, en los que la exclusión funciona fuertemente y la desigualdad es muy grande, crean climas propicios para fundamentalismos. Hugo Rafael Chávez Frías es nuestro fundamentalista.
—¿Un talibán del populismo?
—La retórica de Chávez es de la Venezuela que tomaba cafecito en una pulpería de pueblo. Vieja y rural. Ha reinstalado toda una mitología heroica: la Independencia, Simón Bolívar, la vuelta a los orígenes. Un discurso arcaico.
—Nunca antes ningún gobierno había contado con el apoyo de tantos académicos: Ernesto Navarro, Adina Bastidas, Trino Alcides Díaz. La vanguardia de la UCV.
—Hay una UCV muchísimo mejor que esa. No son esos los sectores más esclarecidos de la universidad. Esa izquierda estaba un poco muerta históricamente, sin acceso a un camino político, cuando se reactivó con Chávez. Hay una UCV más ilustre.
—Estuvo Jorge Giordani...
—Que no fue tan ilustre. Los que han terminado siendo portavoces del régimen son de un nivel ínfimo. Pedro Carreño no es el militante común que hace trabajo político en un barrio, no. Es de los ideólogos, con Iris Varela, Nicolás Maduro y Cilia Flores. Es un gobierno sin prestancia.
—¿No era eso lo que proclamaba la izquierda: un gobierno popular, no de una élite esclarecida?
—Los sectores intelectuales, salvo algunos funcionarios, se sienten alejados del Presidente. Como Chávez necesita una alta dosis de admiración y de afecto, no es extraño que haya puesto la cultura donde está. Nunca había estado tan alejada, golpeada y humillada.
—Tampoco había sido tan jaleti y genuflexa...
—Por los códigos y normas del sector intelectual, se puede ser jaleti, pero no tanto. Debe imperar el famoso espíritu crítico. Los intelectuales no le han hecho grandes loas a Chávez. Salió un documento y Manuel Espinoza dice alguna cosa, pero no hay gente ideologizando. Son pocos los columnistas favorables al régimen. En general, la gente que usa la pluma y que tiene alguna consistencia de pensamiento no apoya a Chávez.
—Se ha impuesto otra definición de cultura...
—Catia TV, que pudo ser una experiencia importante de televisión comunitaria, el petitorio de toda la vida de los sectores comunicológicos para pluralizar y democratizar los emisores, es un desastre, un horror. No es comunitaria, ni es televisión ni es nada. El Canal 8 es un degredo.
—¿Por falta de dinero?
—Se podría decir que no basta dinero para que haya filósofos o fotógrafos, pero sí para que haya cine. En los últimos veinte años, hubo un cierto desarrollo de las instituciones culturales venezolanas. El gran drama es que siendo una cultura que cuesta lo suyo, aunque no cuenta con presupuestos fabulosos, no tiene público. Es extremadamente elitista, en el sentido sociológico, no necesariamente negativo.
—¿Quién o qué ahuyentó al público?
—Aunque nunca hubo una época dorada,
siempre éramos los mismos, en este momento hay una especie de apatía,
con la cultura y con muchas otras cosas. El clima de angustia y de incertidumbre,
la crisis económica, en fin, la política, absorbe al ciudadano.
Es probable que por el clima de zozobra, tan prolongado como estéril,
no se tenga energía, entusiasmo ni alegría para la contemplación,
para el acto artístico. Falta como aire fresco para ponerse a escribir
un libro o a pintar. Hay un peso, una atmósfera oscura.
—¿?
—Siempre nos quejamos porque los gobiernos no son suficientemente generosos con las artes, pero en estos años el bajón ha sido impresionante. El retardo en la entrega del primer dozavo es algo tradicional. Llegaba en marzo o en abril. Pero es una crueldad espantosa que a estas alturas del año no se haya recibido. La gente no tiene la quincena y le han cerrado los créditos.
—La revolución cultural es el fin de la cultura de élites...
—Ahora no tenemos ni de élites. Yo no soy especialmente duro, ni quiero serlo, con las personas del sector cultural. Hay gente buena y amiga, como Luis Alberto Crespo y otros, personas más o menos conscientes de la cultura. Hay peligros peores, como que caigamos en manos de algunos talibanes o de algún coronel que hizo un cursillo cultural.
—O de la esposa de algún militar, pintora de cuadros al óleo...
—La indiferencia total, ese escarnio, ese desprecio, esa burla, como dice Alberto Arvelo, se debe a la distancia del hombre de cuartel con la cultura. Hasta ahora, la revolución cultural de Chávez se limita a aquel memorable domingo cuando destituyó a Sofía Imber y a otros directivos. Una grosería. Creo que para salir de los cánones habituales de la cultura, de los públicos más o menos constituidos, se necesita una voluntad política muy grande, un gran esfuerzo nacional. Por las vías regulares la cultura llegará poco más o poco menos, pero no habrá revolución, ni salto cultural. El problema está en otro lado.
—¿Dónde?
—En la educación formal, que debe culturizar de una manera más orgánica. En la medida que hagamos una educación de mayor calidad y reformemos el sistema de radio y televisión tendremos personas más preocupadas por la cultura. Esa es la revolución.
—¿Está proponiendo una radio y TV aburridas?
—No. Los ejemplos europeos son excelentes. La BBC no es fastidiosa, es sumamente buena. ¿Por qué no podemos pensar un Canal 8 que haga grandes telenovelas, como lo hizo Cabrujas en un momento? Aquí hay talento, se puede hacer una televisión estatal que rivalice y lidere, que sea capaz de proponer novedades, y esté menos atada al rating, la muerte de toda creatividad.
—El ejemplo del Estado chavista no es la cultura francesa sino el control que de manera perfecta existe en Cuba sobre la información y el pensamiento. Una TV estalinista.
—Chávez ha aumentado el pecado de todos los gobiernos: hacer una televisión gobiernera. Nadie se cala un noticiero gobiernero. El Canal 8 debe ser la televisora de todos los venezolanos. No serlo es idiota, desde el punto de vista comunicacional, y perverso en lo ideológico.
—El gran comunicador es Chávez...
—Sí, tiene unas grandes dotes de comunicador, pero eran imaginables políticas más inteligentes. El gran canal estatal sigue siendo un reto para el país. Es la única forma de contrarrestar la barbarie televisiva. Chávez ha hipotecado la izquierda.
—¿La izquierda está hipotecada?
—Nacional e internacionalmente, Chávez aparece como la izquierda. No lo es, aunque lo sea para Ignacio Ramonet y algunos otros, como Eduardo Galeano y Noam Chomsky, que ven a lo lejos la anomalía y se conforman con que el hombre no entre en la globalización. Chávez invoca la mitología de izquierda, pero sólo de palabra. Ha terminado por descoyuntar un país y por traernos a estos abismos, de guerra civil y de colapso económico total. Los análisis psiquiátricos no son aleatorios. Estamos ante una personalidad desquiciada, megalómana, obsesivamente confrontacional.
Tose y hace un ruido extraño, como si se le salieran los adentros o se le desconflautaran las cuerdas vocales. Vuelve al tema y a la normalidad del humo. Cof, cof, cof.
—Chávez es una monstruosidad ideológica. Ahí hay de todo y de la manera más contradictoria: militarismo, arcaísmo ideológico y un punto de mitología izquierdista, pero de retórica, de vaciedades. Es un anacronismo que habla de sensibilidad social mientras practica el capitalismo salvaje. Su paquete ha sido peor que los anteriores, pues no instrumentó programas sociales compensatorios. ¿De qué socialismo habla Chávez? Aquí no se ha nacionalizado ni una pulpería en el llano. Es un capitalismo corriente y moliente con rasgos bastante salvajes. Hay que buscar cómo salir de esto. No creo que esta ópera bufa deba terminar en una tragedia. El país no se lo merece.
—¿Qué es inventar la izquierda?
—Las ideologías están muy deterioradas, pero hay lugar para una izquierda sensata, que reconozca los límites y la enorme catástrofe que fue el mundo socialista. Vivimos en un continente plagado de contradicciones, cuyas cifras de pobreza empiezan a africanizarse, que quizás necesite una izquierda, pero no como Chávez sino como Lagos y Lula, quienes han intentado una cosa más realista.
—¿Eficiencia tanto en la distribución como en la producción?
—Más allá del chavismo, hay espacio para una izquierda nueva. Los grandes modelos colectivistas fracasaron, tanto del comunismo clásico como del fascismo. Igualmente fracasaron las sociedades de extremo individualismo y extrema competencia, sin mediaciones que atemperen. Norberto Bobio, un hombre sabio y prudente, dice que habría que buscar una síntesis entre socialismo y liberalismo. El pensamiento liberal, en el sentido de que el individuo posee derechos inalienables, es un dato irrevocable de la cultura, de los derechos humanos. Quizás los equilibrios serían unificar el derecho a la individualidad y a la libertad de cada quien con una especie de sentido republicano, de país. En Chávez hay muchos rasgos fascistas, pero el fascismo no lo define bien.
—Es el estadio superior del fascismo. Antes, la Disip encarcelaba a los periodistas; ahora, los círculos bolivarianos intimidan y aterrorizan...
—Definirlo es muy difícil, Chávez es muy contradictorio. Si visita a Tony Blair, se dice partidario de la tercera vía; pero si va a China, es maoísta. Es una especie de cosa posmoderna, folklórica, ignara, primitiva, un gran minestrone ideológico, difícil de explicar con teorías estables. Sin embargo, con Chávez, los venezolanos han acentuado su sentimiento republicano. Algo positivo.
Percatado de la cara de asombro del entrevistador, se apresura a aclarar y a toser.
—Éramos un país indolente, quizás por ser rentista. Alguien dijo una vez que en Venezuela no había malos o buenos gobiernos, sino buenos o malos precios del petróleo. Antes de Chávez, veíamos la política de lejos, pero como ahora están en peligro cosas muy básicas como la democracia, la paz, la supervivencia, el propio país, nos hemos dado cuenta de que la patria la hacemos nosotros y que también nosotros podemos destruirla. Quizás salgamos de esto más ciudadanos.
—¿Hay posibilidades de salir?
—Lo que vemos es un retroceso de Chávez, que fue omnipotente y ahora perdió la calle. La calle es de la oposición. Espero que la conciencia que despertó Chávez no se adormezca. Está en el aire, como una especie de conciencia política, que el país depende de nuestras libertades y de lo que hagamos. Quizás debería nacer una conciencia social de que no habrá paz, democracia, instituciones, legalidad ni un país sereno y armónico mientras una parte de la población siga excluida. Después de Chávez continuará la crisis económica.
—No es nada bueno lo que nos espera...
—La izquierda naufragó. El cataclismo es de proporciones insólitas. Hay que rehacer el pensamiento de izquierda, pero humildemente; rescatando algunas de las cosas que se salvaron del naufragio y tratando de montar ciertos ideales colectivos.
—¿Qué intentará construir?
—No será el estatismo que ya demostró sus límites, tampoco el mercado omnipotente y omnipresente. Habrá que buscar el equilibrio. Quizás la matriz socialdemócrata sea la ruta, y se parezca al esquema liberal de Clinton y de Blair. Un pensador muy olvidado, Charles Péguy decía que el motor revolucionario no es la igualdad sino la solidaridad. No se puede tener un país con 40% o 50% de pobreza. Si 40% vive en condiciones muy jodidas, eso produce inestabilidad, violencia. Produce Chávez y cosas peores que Chávez.
—¿Adónde vamos?
—Yo espero que una de estas soluciones electorales, la enmienda o el referéndum, sea la salida. La gente tiene mucha prisa, pero no es prudente precipitarse. Chávez está golpeado. Lo veo turulato, como esos boxeadores que han recibido muchos golpes.
—Sigue siendo, verbalmente, un guapetón de barrio.
—Hay que mantener la paz a como dé lugar; aquí no debe haber una mortandad. Tengo la esperanza de que recuperaremos la razón.
—Derrotados por la inseguridad, la inflación, el desempleo...
—Es de esperar que eso funcione en su contra y horade su popularidad. La situación es difícil, y la barriga de la gente es lo que decide.
—Si fuera por la barriga, Cuba se habría rebelado hace mucho tiempo.
—En Cuba es imposible. El poder absoluto lo controla todo. Aquí no. El discurso de Chávez es extemporáneo. Es un discurso patético, heroico, que no tiene nada que ver con el universo mediático; por tanto, tiene demasiados antídotos. Es un discurso ampuloso, ridículo, de cuartel. Estrambótico. Chávez es un tipo totalmente desquiciado, delirante, con muy poco sentido de la realidad. Su discurso es enervante e invasivo. —Es difícil salir de una dictadura a través de elecciones...
—No creo que esto se pueda tipificar como una dictadura militar. La psiquis de Chávez es fundamental, no aleatoria, para conceptualizar un modelo de gobierno. En una estructura débil como el Estado venezolano, la psiquis del caudillo es determinante. Su manera de mandar es desquiciante, como Sancho Panza en la ínsula de Barataria: “Fulano, dale 200 mil bolívares a fulano para que monte una arepera en Sabaneta”. No puede ser. Se necesita planificación, disposición ordenada de los recursos, determinación de prioridades. Es muy posible que Chávez siga jodiendo por años, en la oposición o en el gobierno.
—¿Por eso algunos asoman el magnicidio
como la solución? Evita el Chávez del gobierno y también
el de la oposición.
—Eso puede ser la espoleta para un desbarajuste terrible. Creo que debemos endurecernos un poco.
—¿Aguantar más?
—Hay que salir de Chávez, pero hay que mantener en la balanza el valor de la paz. A veces los pueblos tienen que sufrir. Ahora nos tocó la mala, pero creo que el venezolano saldrá con una mejor conciencia cívica.