Otro Brasil y otra Latinoamérica
son posibles(*)
 Sergio Moya Mena
Profesor de Relaciones Internacionales,
Universidad Internacional de las Américas

 
 

Las calles de São Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de São Paulo, se volvieron a llenar de obreros metalúrgicos el pasado 1º de octubre para recibir al líder sindical que en 1980 encabezó la mayor huelga de la industria metalúrgica en São Paulo. Veintidós años más tarde, ese mismo tornero mecánico y sindicalista está a un paso de convertirse en el presidente de la novena economía más grande del mundo.
El triunfo de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT), en esta primera ronda electoral, es un acontecimiento trascendental en la historia política de Latinoamérica; solo comparable a la victoria de Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile durante los años 70.

El Brasil que gobernaría Lula es uno de los países con más contrastes sociales del mundo. El 20% de los más ricos se apropia del 64,1% de la renta nacional, mientras que el 20% más pobre se queda apenas con el 2,2%. De los 76,1 millones de trabajadores, 12,1 millones están desempleados. La posesión de la tierra representa también uno de los problemas sociales más agudos. Si bien el país tiene 182 millones de hectáreas ociosas, existen 4,5 millones de campesinos sin tierra.

El sistema financiero experimenta también una gran crisis. La deuda pública representa el 62% del PIB; $20.000 millones han salido por fuga de capitales; $30.000 millones han salido del país por concepto de pago de intereses de la deuda externa, que en el periodo de gobierno de Fernando Henrique Cardoso ha pasado de $148.000 millones a $250.000 millones.

Este es el legado de 20 años de neoliberalismo. El modelo sencillamente no da más y el bloque social y económico dominante se ha resquebrajado, siendo evidente la necesidad de cambio que expresa gran parte de la población. No es por lo tanto extraño que cinco de los seis candidatos a la presidencia fueran socialistas, o que hace un año una encuesta realizada por la firma IBOPE evidenció que el 55% de la población brasileña apoyaría una revolución socialista.

El triunfo de Lula en la primera vuelta es también sumamente significativo porque se trata de una contundente derrota para ese modelo neoliberal y porque es el triunfo de un nuevo tipo de izquierda, distinta no solo del tradicional modelo burocrático y verticalista del partido marxista sino también de la socialdemocracia clásica. Es una izquierda moderna, "post Guerra Fría", capaz de desenvolverse creativamente en el marco del capitalismo global.

El PT, si bien es un partido fundado por la clase obrera, ha tenido la capacidad de realizar lo que siempre ha sido una aspiración de la izquierda: funcionar como un bloque histórico con los movimientos sociales, los sindicatos, comunidades eclesiales de base, campesinos sin tierra, intelectuales, artistas, etc. Esto ha convertido al PT en un partido con extraordinario arraigo popular y una de las organizaciones socialistas más grandes del mundo.

Teniendo como base la ética en la política, la prioridad en lo social y la alternativa de un Brasil más justo y solidario, el PT gobierna en cinco estados y 182 municipios brasileños. En estos lugares se ha experimentado una significativa mejoría en la calidad de vida de la gente, un descenso impresionante de los niveles de corrupción y sobre todo una nueva forma de hacer política. Iniciativas como el Banco del Pueblo, los programas de renta mínima o el Presupuesto Participativo han jugado un papel fundamental en la democratización de las ciudades gobernadas por el PT y en el mejoramiento de los mecanismos de control social sobre los recursos públicos.

Todo esto augura que de ganar Lula la segunda ronda, otro Brasil será posible. Pero también otra Latinoamérica es posible. El triunfo de la izquierda en Brasil abrirá las puertas para un giro progresista en la política latinoamericana. Un giro que se ha evidenciado también en Bolivia, donde hace pocos meses el líder indígena boliviano Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) alcanzaron un 22% de los votos en las elecciones presidenciales, y en Uruguay, donde el Frente Amplio-Encuentro Progresista de Tabaré Vázquez se perfila como ganador de las elecciones del año entrante.

Esta tendencia implicaría un nuevo equilibrio de fuerzas a nivel hemisférico que posibilitaría un replanteamiento crítico de iniciativas como el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), hasta ahora aceptada dócilmente por todos los gobiernos latinoamericanos y que es considerada por Lula como una "anexión a los Estados Unidos".

América necesita una nueva izquierda, que vaya más allá de los viejos modelos organizativos y discursivos del pasado. El PT de Brasil es desde hace mucho tiempo un referente de innovación y expresión concreta de la posibilidad de hacer gobierno con participación, justicia social y democracia. La esperanza del continente renacerá en Brasil.

Publicado en El Heraldo el 15 de octubre de 2002