Elecciones de Alcaldes
:: LIBERACIÓN SI GANÓ

Luis Gmo. Solís Rivera
Secretario General del Partido Liberación Nacional

Nunca dejará de fascinarme la pulcritud con que los “analistas políticos” impregnamos el estudio de la realidad.  También me resulta verdaderamente intrigante (por no decir curiosa) la renuencia que tenemos a admitir, excepto como variable muy independiente, que los factores políticos así como otros de naturaleza bastante más subjetiva, a lo mejor tienen algo que ver en los procesos electorales.  Mi extrañeza deriva de la lectura               -interesante porque estoy seguro que no puedde ser interesada- que algunos de mis respetados colegas hacen de las últimas elecciones cantonales en la cuales el PLN resultó el mayor y el más obvio ganador.

No voy a entrar en el debate sobre si Liberación Nacional tiene o no tiene que “echar las campanas al vuelo” tras los comicios del domingo porque es evidente que no debe hacerlo.  Para el PLN las elecciones recién pasadas no son sino un punto de inflexión, un evento importante pero no determinante, en un largo proceso de reconstrucción, reforma y recuperación que no acabará en varios años.  Sin embargo, permítame reclamar, en nombre de miles y miles de liberacionistas en todo el país (no sólo en las zonas rurales, como se dijo hace algunos meses), algún mérito al trabajo tesonero, diligente, sacrificado y tremendamente comprometido de la dirigencia de base, que pese a todos los pesares, sacó la tarea y nos devolvió la alegría tras una annus horribilis del cual ya por fortuna  vamos librándonos.  De  ése triunfo magnífico, hablaremos otro día.

Sobre si aquél otro partido (no el del gobierno, que por cierto habría hecho el ridículo si no hubiese sido capaz de derivar ganancias electorales del abierto apoyo oficial a sus candidatos que ganaron o casi empataron en los cantones menos poblados del país) perdió por juventud o virtud -dice su presidente que él prefiere perder a ganar-permítaseme observar con todo respeto, que a mi juicio fue por ineptitud.  Eso, por el bien de ellos, hay que decirlo con toda claridad.  De ese partido, ninguno de mis colegas analistas alegó falta de experiencia cuando obtuvo un resonante 26% en las elecciones nacionales.  De ese partido, ninguno de mis colegas analistas dijo nada cuando tras su derrota en febrero convocó al no voto, tesis que ahora revierte con toda impunidad y descaro.  De ese partido, ninguno de mis colegas analistas dice nada cuando tranza con el gobierno y cercena el presupuesto 2004 cerca de 11.000 millones de colones para los caminos vecinales a cambio de un concupiscente pacto político con Abel Pacheco para la próxima legislatura.  Ese partido, cuyos diputados y diputadas, con salvadas excepciones, andan dando tumbos diciendo que se van, que no se van o que le ofrecen las provincias que representan al mejor postor, a lo mejor perdió por torpeza; a lo mejor la gente no le voto por incapacidad.

No se trata, pues, de pedirle a los analistas políticos que nos den la razón.  Sólo quiero que lean la política como hay que leerla: sin tenerle miedo a ensuciarse las manos entrándole a la realidad sin tantos recovecos.  Aquí no se trata de adherirnos a  triunfalismos fatuos; de desconocer que un abstecionismo de más del 80% es una tragedia cívica o que los partidos históricos (sigan llamándoles “tradicionales” si eso les tranquiliza, da igual) han cometido muchos y graves errores y actos incalificables de corrupción.  Sólo se trata, amigas y amigos, de decir a la gente la verdad.
 
 
 

San José, 4 de diciembre de 2002.