Ganar la
conciencia para cambiar el sistema
Izquierda del Frente Sandinista de Liberación Nacional
Nueva Radio Intercontinental - Suecia
«Si hay fidelidad
pero no hay duda,
la cosa no va bien.
Se deja de ser un hombre libre».
Jean Paul Sartre
Introducción
Este documento ofrece un conjunto de ideas y reflexiones con el propósito de contribuir al rescate de nuestra identidad, a la formulación de los nuevos paradigmas y a la construcción de un nuevo programa socialista para transformar la sociedad de mercado que padecemos.
Lo hacemos a partir de nuestras experiencias individuales y colectivas
desarrolladas en el trabajo como dirigentes y militantes del Frente Sandinista
de Liberación Nacional a lo largo de sus diferentes etapas:
organización guerrillera, partido en el poder y partido de oposición.
Primero, presentamos algunas conclusiones sobre la acción política, los sectores sociales, el papel de los jóvenes, las relaciones con los partidos; la consecuencia, la ética y el compromiso, y nuestra visión sobre el futuro de las luchas de resistencia a la mundialización capitalista.
En una segunda parte, ofrecemos los aspectos más relevantes que desde el Sur, o sea desde la pobreza, percibimos que nos distancian cada vez más del Norte, es decir, de la riqueza y el bienestar material.. Son aquellas razones estructurales que si bien ponen en entredicho una visión optimista del futuro, a su vez se transforman en verdaderos desafíos éticos y humanísticos que nos obligan a recurrir a nuestras mejores experiencias para renovar el compromiso y desde luego proclamar, a pesar de los reveses, que vamos a perseverar en la terca actitud de seguir luchando por las transformaciones radicales para producir justicia social.
Primera Parte
Idea Uno: Democratizar la política partidista
Desde los años finales del siglo XX está subyacente en la lucha por el cambio social y el quehacer político, la necesidad de cuestionar y transformar las prácticas, los métodos y los sujetos heredados del siglo XIX. Los partidos y los sindicatos en particular, sujetos y agentes privilegiados de la lucha por el cambio, se debilitan y sufren cuestionamientos de los ciudadanos, que imponen una profunda revisión crítica.
La realidad nos conduce al reconocimiento de una nueva horizontalidad con una gran diversidad de nuevas prácticas, la emergencia de nuevos sujetos económicos, políticos, sociales y culturales, alterándose de una manera que parece irreversible la realidad sociológica del mundo contemporáneo, con la consecuente pérdida del monopolio de los viejos sujetos y las formas tradicionales de la acción política.
Visto desde la lucha desde abajo, es urgente una democratización de la política partidista y sus relaciones.
La multisectorialidad y las multiformes expresiones de lucha y resistencia a la mundialización capitalista, imponen una nueva mentalidad y nuevas relaciones del liderazgo convencional acordes con la beligerancia de los sectores sociales emergentes.
La clásica relación de dependencia y subordinación de los sectores a los partidos, ha caducado.
Mas allá del reconocimiento formal de la autonomía de los sectores sociales, se requiere de una nueva y verdadera práctica democrática que reconozca estos liderazgos, otorgue la prioridad pertinente a sus reivindicaciones y programas de lucha y, sobretodo, garantice los espacios reales de poder que les corresponden.
Idea Dos: Una Nueva conciencia Crítica
La crisis de los paradigmas, acompañada de más de una década de arrogancia neoliberal, que daba como un hecho la ineluctabilidad del sistema, de un pretendido mundo unipolar, del fin de la historia y de la utopía, está siendo lenta pero progresivamente superada por el despertar de una nueva conciencia crítica que se resiste a aceptar la conquista del mundo por un puñado de megaempresas.
La pretensión de subordinar el planeta y todas las actividades humanas a la lógica de la ganancia, ha comenzado a producir una reacción todavía molecular, pero de inocultable tendencia planetaria, que nos encamina de manera gradual a la superación de la crisis de los paradigmas.
Idea Tres: Las nuevas banderas
Es fundamental desarrollar una actitud comprometida de resistencia permanente y organizada contra las múltiples formas de opresión de la mundialización capitalista.
Las luchas en la sociedad contemporánea, no tienen como imperativo el diseño acabado de un nuevo paradigma, como ocurría en el pasado. La resistencia de los pobladores del planeta ha comenzado a través de innumerables iniciativas innovadoras, de procesos autónomos de reflexión y acción. Los ciudadanos comienzan a reaccionar sin prejuicios ideológicos y sin exigir lealtades y obligaciones partidistas.
Las banderas de siempre, aquellas que desde el amor han inspirado
cada rebelión contra el status quo:
por la vida; contra la pobreza y por el progreso; contra la discriminación,
la marginalidad y el atraso; por la igualdad de oportunidades para los
ciudadanos y las naciones; contra la opresión y la dictadura; por
la libertad, la independencia nacional, la autodeterminación y la
soberanía, son ahora remozadas y enriquecidas por el vigor de las
nuevas generaciones en cuyas manos se han transformado en inspiración
de nuevas batallas sociales.
Mientras el sistema capitalista ha emprendido con éxito la tarea de demolición de las relaciones fraternas entre los seres humanos, de sus escombros surgen nuevas banderas tales como la lucha contra la corrupción, por la honestidad y la transparencia en la gestión pública; contra la dictadura de los hombres sobre las mujeres y de los padres sobre los hijos, por la plena igualdad de derechos entre los sexos, y el diálogo y la democratización de las relaciones familiares; contra la doble moral, la discriminación, el racismo y la xenofobia, por la tolerancia, la convivencia entre las razas y el respeto a las diferencias; contra la imposición de la fuerza militar y económica, por la fraternidad y la solidaridad entre los ciudadanos y las naciones.
contra el oportunismo y la mentira, por la consecuencia y la sinceridad; contra la dilapidación de los recursos y el maltrato a las otras especies, por la defensa de la naturaleza y del medio ambiente; contra el «capitalcentrismo», por la autonomía regional y municipal.
Este es el punto de partida ya iniciado por los y las ciudadanos, con el acompañamiento desde luego de los sectores más conscientes, a los cuales con toda seguridad veremos en el futuro dotados de un mayor grado de coherencia, y por qué no, con altos niveles de coordinación y quizás hasta referentes globales alternativos.
Idea Cuatro: El Cambio No Tiene Dueño
Los partidos de izquierda y las llamadas vanguardias políticas,
no tienen el derecho exclusivo de la militancia revolucionaria. Durante
muchos años identificamos el compromiso y la militancia revolucionaria
con la pertenencia partidista. Sólo existía una manera de
reconocer a otros la condición de revolucionario:
pertenecer a «mi partido».
Los partidos de izquierda y las vanguardias, proclamaban y educaban que fuera de ellos no era posible una militancia legítimamente comprometida con las causas populares. Este exclusivismo sectario, responsable de muchos fracasos, de exclusiones y desmanes e incluso crímenes contra revolucionarios y patriotas, está condenado a la extinción.
En el seno de las fuerzas de la izquierda, nos parece que abre brecha una nueva conciencia más democrática y más tolerante. Con mucha mayor frecuencia de lo que sospechamos, en los sectores sociales organizados y en la sociedad en general, hay tanto o más ciudadanos comprometidos con el cambio, que en las filas de nuestra propia organización partidista.
Idea Cinco: Impulsar los cambios
Las rutas y caminos tradicionalmente conocidos para alcanzar las transformaciones revolucionarias, han puesto en evidencia graves y severas limitaciones. El simple hecho del cambio no garantiza ni su permanencia, ni su carácter revolucionario, como ya quedó demostrado con la caída del muro de Berlín o la derrota electoral del FSLN o el derrumbe de la Unión Soviética, y las consecuencias respectivas.
Muchos agentes del cambio parecieran manifestarse desde fuera y frecuentemente al margen de los actores considerados tradicionalmente como predeterminados por la historia para llevarlos a cabo. Esta observación no es despreciable cuando tenemos en la agenda la participación de los sectores sociales.
Los cambios y grandes realizaciones que desean los pueblos y ciudadanos del Norte y del Sur, no parecen estar sujetos de manera mecánica ni al desarrollo de las condiciones tecnológicas o económicas, ni a la toma del poder político por un partido o vanguardia, por los votos o por las balas.
Una u otra o ambas vías podrían presentarse, pero sería un crimen permanecer en el inmovilismo y tan solo esperar a que ellas se presenten, unos cuantos las promuevan y otros sean sus protagonistas.
Idea Seis: Unidad no es unanimidad
La verdadera unidad no es la que resulta de la incondicionalidad.
La unidad, proclamada frecuentemente en nuestros partidos y movimientos sociales como condición natural de la fortaleza interna y requerimiento para luchas victoriosas, se transforma muchas veces en la imposición de mayorías artificiales, en la exigencia de la unanimidad con el disfraz del consenso, en el aplastamiento de las minorías, en instrumento retardatario de la conciencia crítica, en la promoción del inmovilismo político, en la negación del derecho a la iniciativa por parte de los cuadros y bases de los partidos y sectores.
En fin, la unidad así entendida y así utilizada, se convierte en demasiadas oportunidades en el pretexto privilegiado de los órganos superiores, dirigencias y caudillos, para preservar el poder y aplicar sus criterios personales como decisiones del partido, al margen del criterio y la voluntad política de las bases.
Así como la disciplina partidista no es una categoría superior a la lealtad a los principios, a las propias convicciones ideológicas y a la ética, la verdadera unidad es la que resulta de la coherencia entre la conciencia adquirida, el acuerdo y los intereses compartidos en la acción común.
Idea Siete: Relaciones horizontales
Urge renunciar al vanguardismo y a las estériles pretensiones hegemonistas. Es necesario renovar y actualizar la tolerancia en las relaciones políticas, entre los diversos agentes de la resistencia a los desmanes y caos producidos por el neoliberalismo.
Para quienes defendemos los intereses de las mayorías, las alianzas son necesarias pero no sólo para ganar elecciones: debemos priorizar a los sectores sociales organizados, con quienes es imprescindible establecer confiables y verdaderas alianzas estratégicas.
Es un requisito establecer relaciones horizontales con esas fuerzas con el fin cimero de transformar las estructuras económicas y sociales, en un nuevo contexto que ya ha puesto fin a la tradicional relación autoritaria y de subordinación de aquellos a los partidos, para sustituirlas con relaciones horizontales de respeto, tolerancia y espíritu crítico.
Idea Ocho: infórmatica para la Rebelión
Los sorprendentes adelantos de la informática y las comunicaciones han creado por primera vez, la posibilidad de la comunicación instantánea entre nosotros y ponen en perspectiva mas que virtual, la coordinación en tiempo real de las acciones de resistencia de los pobladores del planeta.
Pero no es posible olvidar también que para acceder a Internet es necesario al menos saber leer, tener una línea telefónica, una computadora y dominar el idioma inglés, en el que aparece el 80 por ciento de los mensajes contenidos en la red.
Cierto: es sobretodo un desafío para la acción futura. No obstante, nos ofrece desde ahora la opción de la intercomunicación, de la proximidad y la apropiación inmediata de nuestras respectivas experiencias y conocimientos.
La alfabetización informática de los dirigentes a todos los niveles, es desde ya ineludible para potenciar la calidad del trabajo de dirección y, sobre todo, de la apropiación del instrumental que permitirá dar saltos de calidad en la información, formación y capacitación política.
Idea Nueve: Ganar la conciencia popular
La vida es terca en demostrárnoslo una y otra vez: la toma del gobierno por la vía electoral, no significa de manera mecánica la garantía de las realizaciones esperadas por los sectores populares.
Tan o más importante que ganar elecciones, es el trabajo sobre la conciencia entre la gente y entre sus líderes. No es casual que en las condiciones de la democracia liberal, la lucha por la toma del poder se presenta de manera exclusiva como la toma del gobierno por la vía electoral.
En la actualidad, los partidos políticos casi sin excepción, incluidos los partidos de izquierda, son arrastrados por la lógica del marketing político. Las campañas electorales se transforman predominantemente en operaciones de mercadeo político.
Se ganen o se pierdan, las elecciones pasan y, con demasiada frecuencia, pasan bajo la forma de grandes frustraciones. Los intereses tácticos no deben oscurecer la prioridad de la inversión estratégica y de largo plazo del trabajo ideológico sobre la conciencia del militante y del ciudadano para poder garantizar en el futuro las deseables y durables victorias.
Las realizaciones verdaderamente transformadoras y revolucionarias, son aquellas que los ciudadanos realizan por ellos mismos motivados por su conciencia. No es posible realizar profundas transformaciones, aun cuando el gobierno se alcance por una mayoría electoral, sin una conciencia clara de la gente que le lleve a proponer, impulsar, participar y defender como propias tales transformaciones.
En las nuevas condiciones, los liderazgos partidarios son mucho menos confiables y no ofrecen por sí mismos garantías suficientes para la satisfacción de las aspiraciones ciudadanas. La experiencia indica que la seguridad de los intereses populares depende de sus propias fuerzas, de su capacidad organizativa y de su voluntad de lucha, independientemente del gobierno de turno.
Nos hace falta una nueva mentalidad para asumir la vía electoral como imperativo para alcanzar el gobierno, en donde la izquierda adolece de oportunidades equitativas. Esa nueva mentalidad debe ser capaz de producir nuevos instrumentos para articular, sumar y unir las fuerzas dispersas de un amplio abanico de iniciativas y grupos ciudadanos, barriales, feministas, juveniles, municipales, marginados, intelectuales, profesionales y tantos otros que actúan de manera autónoma.
Como señala uno de nuestros compañeros, el pueblo antes de apropiarse de las fuerzas productivas y de las armas, se apropió primero de sentimiento y coraje, de símbolos e identidades, de proyectos y esperanzas, de una bandera roja y negra que se encubaba en el alma y se cultivaba en la calle, en la lucha contra la dictadura, el imperialismo y por cambiar la conducción de la sociedad, por la necesidad de insertarse en un mundo de relaciones económicas y políticas internacionales más justo y más fraterno, por el deseo de participar en las decisiones del estado y de la sociedad, y enrumbar a su país a favor de los intereses del pueblo en su conjunto.
Idea Diez: Una nueva esperanza
El trabajo sobre la conciencia impone además la promoción de nuevos valores y esperanzas. En no pocos lugares del planeta esos nuevos valores y esperanzas surgen y surgirán de la rehabilitación de la producción y del trabajo, de la lucha por el bienestar social nacional, de la reconstrucción de los valores de cooperación y solidaridad, de la revalorización del autoesfuerzo, de la democratización de la sociedad.
De ese proceso de construcción, inevitablemente surgirán un nuevo tipo de relaciones en la vida cotidiana, en la familia, la escuela, barrio, centro de trabajo, que cuestionen el individualismo, la desconfianza, la inseguridad, la envidia y la odiosa costumbre de sentirnos dueños de quienes decimos amar.
Idea Once: La consecuencia como conducta
Necesitamos una verdadera refundación de conceptos y valores, de luchas y banderas que ahora languidecen bajo los efectos de derrotas, reflujos, frustraciones y antivalores, de manera especial, aquellos vinculados a Ética y Política.
Debemos ser humildes y autocríticos: el sistema capitalista ha impuesto la ganancia como el antivalor supremo, han convertido a los seres humanos, sus valores y sus obras en simples mercancías que se compran y se venden al mejor postor, y esos antivalores han calado en la sociedad en su conjunto y en la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.
Es doloroso constatar cómo al compás del mercado han sucumbido la solidaridad, la sinceridad, la fraternidad, la honradez, la vocación de servicio, la tolerancia, el diálogo, la capacidad de escuchar, la autoestima y hasta el sentido mismo de la justicia.
Es también cada vez más débil aquella magia de los ideales revolucionarios que despertaron el entusiasmo de las masas y llevaron a millares de jóvenes rebeldes a entregar sus vidas por las causas populares.
Al mismo tiempo, entre aquellos que declaramos nuestra oposición al sistema, es cada vez más evidente, una sospechosa distancia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre discurso y acción, entre la palabra y los hechos.
La conducta personal de los dirigentes, el distanciamiento de los ciudadanos, las decisiones políticas unilaterales tomadas por cúpulas degradadas y excluyentes, a menudo han promovido la desconfianza y el desaliento en el seno del pueblo.
Los revolucionarios de izquierda debemos rescatar como estilo personal y colectivo de conducta, la de aquellos que, como dijo nuestro poeta insigne Leonel Rugama, "no dijeron que morían por la Patria, sino que murieron".
Si predicamos el compromiso con la causa de los pobres, debemos estar nosotros mismos comprometidos en la práctica. Si reclamamos honradez y transparencia en la gestión pública, nosotros debemos ser honrados y transparentes. Si exigimos igualdad de derechos entre hombres y mujeres, nosotros mismos debemos reconocer y ejercitar tal igualdad con nuestra pareja, con nuestra familia, en nuestro ámbito social.
La nueva ética está basada en el ejemplo personal y colectivo. Si somos candil de la calle, debemos ser antorcha en nuestra casa.
Idea Doce: Sumarse a la Rebeldía
Tal pareciera que el más sano camino para seguir avanzando hacia la contribución por los cambios y por lo tanto a nuestra propia transformación como hombres y mujeres nuevas, es la que logra articular y combinar –con diálogo y tolerancia-- los mejores senderos de los caminos ya recorridos, y poniendo especial atención a los actos imprevisibles de la conciencia humana, que termina por rebelarse y que no acepta de manera indefinida la sumisión y la dependencia.
No se trata de erigir el pragmatismo y el espontaneísmo como paradigma de la acción transformadora. Se trata a nuestro juicio, de afinar cada vez más nuestros sensores para percibir la acción renovadora de la conciencia crítica, empeñándonos en la tediosa y paciente tarea de organizar, concatenar y articular las nuevas ideas y los pluriclasistas actos de rebeldía.
Nuestra sugerencia no pretende tampoco hacer la apología de la acción en detrimento de la reflexión y la teoría. Tampoco somos nadie para pretender que los caminos tradicionalmente admitidos para la promoción de los cambios se encuentren definitivamente agotados.
Sin embargo, no deberíamos obviar por ejemplo, que los cambios revolucionarios no se agotan y ni siquiera se garantizan con las transformaciones de la economía, de la vida material, o la democratización del Estado. El universo subjetivo, el espacio de los valores, el mundo de la cultura, está siempre presente, activo, en los periodos de las luchas desde abajo y, con mayor razón, en la plenitud de los cambios desde arriba.
A nuestras grandes referencias doctrinarias debemos sumarles la necesidad de su cuestionamiento crítico, y la constante contribución para su permanente adecuación y renovación.
Por otra parte, los actos de insumisión de cada vez más sectores y con expresiones muy diversas requieren del acompañamiento y de la indispensable labor intelectual comprometida, que contribuya a dar unidad y coherencia a semejante complejidad y desafío.
Idea Trece: Asedio perpetuo a la opresión
Sería poco responsable, sin embargo, ocultar o disfrazar una realidad inobjetable: no hemos salido aún de un ya largo período de reflujo revolucionario, de euforia neoliberal y de hegemonía de la sociedad de mercado.
En estas condiciones, nos parece que la táctica para la promoción de los cambios es la del asedio permanente, multiclasista y multisectorial, a la hegemonía del capital y su cultura de opresión.
Por ello, el espíritu crítico y la actualización renovada de nuestros presupuestos teóricos, deben estar acompañados de una táctica política flexible, promotora del diálogo, del consenso y de la incorporación a la lucha de las más diversas expresiones posibles de rebeldía.
Desde la perspectiva del asedio a la opresión y al capital, debemos proponernos generar el hecho del cambio, el acto emancipador, hoy y ahora, en cada trecho, en cada espacio disponible, contemos o no con el concurso de las conocidas contradicciones de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, contemos o no con la toma del poder político por un partido o una vanguardia por los medios que fuese.
A nuestro juicio, es hora de avanzar en el quehacer transformador, hacia la disputa de todos los espacios, políticos, económicos o ideológicos. Hoy. Ahora mismo. Sin despreciar ninguna lucha, ningún acto de insubordinación. Sin actitudes excluyentes. Resistiendo y avanzando. Cuestionando todo aquellos que oprime y subyuga. Sin despreciar nada ni a nadie, dando lugar a todas las expresiones de la conciencia posible. Reconociéndonos y afirmándonos. Tejiendo sin prejuicios los vínculos entre los ciudadanos.
Promoviendo la fraternidad, la audacia, la cooperación, la solidaridad entre quiénes luchan rebelándose al orden establecido. Asentando los pasos y las ideas liberadoras. Creando las respuestas, inventando la esperanza.
Todas las vías están abiertas para insubordinarse, para intentar transformar las cosas y al mismo tiempo –lo cual nos parece esencial- transformarnos nosotros mismos en permanentes sujetos de cambio, en la medida que somos portadores y ejemplo de ese cambio.
Mejor aun, como señala nuestro compañero Orlando Núñez: «Desarrollar la audacia para deshacernos de la actual civilización y desprendernos de todos los «atavíos» para comenzar a construir una nueva forma de pensar, sentir, luchar y vivir, recurrir a la memoria histórica de la liberación hasta salirse de las rutas enajenadas cambiar de creencias, recuperar el goce del trabajo creativo, de las acciones compartidas desarrollar la ética de las alianzas de justicia popular a fin de recuperar el amor individual y colectivo».
Idea Catorce: La juventud como protagonista
La experiencia nos enseña, que es entre los jóvenes donde encontramos la mayor capacidad de abnegación y sacrificio disponible en la sociedad frente al acomodamiento de la clase política. Son ellos los más capaces para acometer la realización de tareas que a otras generaciones parecen imposibles.
Pero también los jóvenes son víctimas de los antivalores que promueve el capitalismo y han sido marginados no sólo de la información real de lo que ocurre en su entorno y en el mundo, sino de la toma de decisiones nacionales y locales, y han sido relegados a meros receptores de una educación formal cada vez menos integral, poco rigurosa, repleta de prejuicios y despojada de herramientas científicas.
El capitalismo educa a nuestros niños y a nuestros jóvenes, no para pensar, crear y decidir, sino para obedecer, someterse y subordinarse. El sistema reclama autómatas al servicio del dinero, y no profesionales, ni científicos ni artistas ni mucho menos nuevos protagonistas de la sociedad.
Y simultáneamente, con la doble moral como norma, los capitalistas sustituyen la recreación, el deporte y la actividad artística, con las drogas, el alcohol y la televisión, con toda su carga de daños, su secuela de perjuicios a la familia y la sociedad, y la deformación de su personalidad.
Ellos, los mismos capitalistas locales y extranjeros que se encargan de manifestar con aparente candor su preocupación supuesta por la violencia juvenil, el narcotráfico y el alcoholismo, son los mismos que convierten el deporte y la recreación en un odioso negocio para diversión exclusiva de los ricos, son los mismos fabricantes y comerciantes del licor y, muchas veces, son los mismos encargados de la producción y el comercio de las drogas.
Ellos, los mismos capitalistas que llaman turbas de vagos a los jóvenes cuando se rebelan y protagonizan protestas callejeras, son quienes los excluyen del mercado laboral, se niegan a facilitar la educación pública y promueven subrepticiamente el consumo de narcóticos y alcohol.
Al mismo tiempo, la juventud es ahora víctima de la decepción y el desengaño. Muchos que en algún momento de su vida fueron ejemplo de entrega, sacrificio y valentía por las causas del pueblo y su libertad, y en esa medida se convirtieron en ejemplo para las nuevas generaciones, terminaron mimetizándose con quienes representan exactamente lo contrario de esos valores y conductas, y dejaron en la orfandad política a la juventud.
Es triste y doloroso constatar que el estilo demagógico, mentiroso, corrupto y oportunista de quienes han hecho de la política su profesión y su modus vivendi, ha decepcionado a tal nivel a nuestra juventud, que esta muchas veces prefiere marginarse del quehacer político de su entorno, temerosa de contaminarse de algo que considera sucio y procaz.
Y pese a todo, ni el sistema ni los demagogos han podido castrar a los jóvenes. Pese a todo. Los jóvenes siguen siendo los rebeldes por antonomasia. Y su corazón y sus energías, son, como antes, la firme esperanza de que habrá cambios radicales en el sistema.
Es esa juventud la depositaria de las mejores experiencias y por lo tanto, se transforma en exigente sujeto de la acción política y social, en un mundo donde están en crisis la ética y la credibilidad de los dirigentes sociales y de la clase política.
Es esa juventud la que ha probado estar mejor dispuesta en espíritu y energía para emprender la rebelión mundial frente a la mediatización de las luchas; frente a las mutaciones ideológicas de quienes alguna vez fueron dirigentes revolucionarios; frente a las claudicaciones políticas y el pragmatismo; frente a la búsqueda del poder por el poder mismo; frente a la defensa de los nuevos intereses frutos del ejercicio no siempre lícito ni legítimo del poder; frente a búsqueda sin principios de espacios de poder, frente a la mezquindad y el egoísmo; frente al abandono de la solidaridad como conducta ética y política; frente al sometimiento a los valores individualistas y mercantiles de la globalización neoliberal, frente a todos esas viejas enfermedades del capitalismo, convertidas ahora en verdaderas pestes planetarias.
Las tareas más audaces, esas que requieren del desprendimiento absoluto, esas que sólo son realizables por la creencia y la entrega sin límites a un ideal, aquellas que requieren de la fraternidad y la solidaridad sin retribución alguna, esas que reclaman del compromiso, del abandono de amigos y parientes, esas que reclaman la entrega de la vida misma, todas ellas encuentran en los jóvenes conscientes, la fuerza de choque para que dejen la esfera de los sueños y se transformen en realidades tangibles.
Segunda Parte
Es indispensable continuar con la denuncia permanente y sin ambigüedades del sistema mundial capitalista, conocido ahora como neoliberalismo, el cual a juicio de los expertos, de la conciencia crítica de la humanidad e incluso de los moderados organismos del sistema de Naciones Unidas, es el principal responsable de la explotación global de los habitantes del planeta.
Y decimos explotación, para tomar distancia de quienes solo quieren admitir la responsabilidad del sistema por las «desigualdades» que produce con tanta eficacia como la riqueza acumulada por un puñado de capitalistas megamillonarios. En ese contexto, conviene meditar sobre las posibilidades del progreso para todos en el siglo XXI.
Sobre este tema, tal pareciera que por encima de las diferencias entre filósofos y científicos, prevalece el acuerdo entre ellos de que en el presente siglo el progreso dependerá ante todo, del factor educativo. El filosofo chileno Hopenhaym lo resume así:
La educación como base del conocimiento
El conocimiento como base de información
La información como base del desarrollo
Sin embargo, 20 años de «progreso» neoliberal nos
conducen a una dramática constatación:
En el mundo vivimos más de seis mil millones de seres humanos,
y cada año nacen 80 millones, casi todos en los países pobres.
El 20 por ciento de la población más rica del planeta posee 82 veces la riqueza del 20 por ciento más pobre. En 1960, esa diferencia era de 30 a 1.
Los países ricos, con el 19 por ciento de la población del planeta, concentran el 86 por ciento del PIB del mundo, el 82 por ciento del comercio mundial de bienes y servicios, el 68 por ciento de la inversión extranjera directa y el 91 por ciento de todos los usuarios de Internet.
Las economías de los siete países más ricos del mundo, con 685 millones de habitantes, suman 20 millones de millones de dólares de producción de riqueza (PIB). En cambio, en los otros 181 países, donde viven más de 5 mil millones de habitantes, las economías suman apenas 10 millones de millones de dólares de PIB.
Los 4,500 millones de habitantes de los países subdesarrollados consumen sólo el 14 por ciento de todo lo que se produce en el mundo, mientras los 1,500 millones que viven en los países desarrollados consumen el 86 por ciento restante.
De los 4,500 millones de habitantes que viven en los países subdesarrollados, casi mil millones pasan hambre, tres quintas partes carecen de alcantarillado, un tercio no accede a agua limpia, un cuarto no tiene vivienda y un quinto no dispone de servicios básicos de salud.
Cada 24 horas casi 70 mil nuevos indigentes se suman a los centenares de millones de hambrientos que deambulan en los países del sur.
La riqueza de las tres personas más ricas del mundo es superior al total de la riqueza que producen los 48 países menos desarrollados, con sus 600 millones de habitantes.
Sólo en Africa hay 900 millones de hambrientos y 1.300 millones de pobres.
23 millones de africanos infectados de SIDA, aguardan la muerte porque saben que no pueden pagar el tratamiento de 12 mil dólares anuales ni sus gobiernos les pueden ayudar.
Sólo en 1998, quienes viven en los países ricos gastaron 12 mil millones de dólares en perfumes, importaron automóviles por 124 mil millones de dólares, gastaron 8 mil millones de dólares en cosméticos y 17 mil millones de dólares en alimentos para animales domésticos.
El 97 por ciento de las patentes las controlan los países ricos, y el 84 por ciento del gasto mundial en investigación para el desarrollo está concentrado en sólo 10 países.
30 mil niños menores de 5 años mueren cada día por causas que podrían prevenirse.
850 millones de adultos son analfabetos.
Los países ricos invierten anualmente 780 mil millones de dólares en gastos militares.
600 mil mujeres mueren cada año en el parto.
260 millones de niños en edad escolar no reciben educación.
Los países pobres, donde vive mas del 60% de la población mundial de estudiantes, disponen de menos del 12% del presupuesto mundial para la educación.
Más de 100 millones de niños en los países pobres, abandonan los estudios en los primeros grados porque no pueden pagar sus estudios ni pueden alimentarse.
Un avión de combate cuesta tanto como 80 millones de textos escolares.
160 millones de niños están desnutridos.
En la bolsa de valores de los países ricos, cada día, un puñado de oportunistas compran y venden cosas que no existen por valor de 3 millones de millones de dólares.
La tasa de mortalidad infantil en los países del Tercer Mundo es de 64 por mil nacidos vivos.
La deuda de los países pobres alcanza los 2,500 millones de millones de dólares, y sus gobiernos deben dedicar el 25 por ciento de las exportaciones sólo para cubrir el servicio de la deuda.
Estados Unidos vive con un déficit de cuenta corriente que ya ronda los 300 mil millones de dólares, pero el FMI jamás le ha impuesto un programa de ajuste estructural.
En los últimos 30 años, la humanidad ha consumido el 40 por ciento del agua potable disponible en 1970.
Y hoy, habemos 2,300 millones de seres humanos más que entonces.
Mientras en Estados Unidos, Suecia y Suiza existen más de 600 líneas telefónicas por mil habitantes, en Cambodia, Chad y Afganistán hay un teléfono por cada mil habitantes.
En Estados Unidos y Canadá, con menos del 5 por ciento de los habitantes del planeta, viven más del 50 por ciento de los usuarios de Internet, y en Estados Unidos hay más computadoras que en todo el resto del mundo.
Dentro de estos parámetros del «progreso» neoliberal, en América Latina nos preguntamos ¿qué perspectivas tendrán nuestras sociedades, donde el 50% de sus ciudadanos son jóvenes menores de 18 años y en donde el 50% de los Latinoamericanos que inician la primaria no la terminan? ¿Qué posibilidades nos asignan en la llamada aldea global, cuando según otros estudiosos, en tan solo treinta ciudades están concentradas más del 90% de las capacidades científicas y tecnológicas mundiales? Obviamente, a los jóvenes y ciudadanos del Sur no sólo se nos tiene negado el progreso: peor aún, según la lógica del sistema global, estamos excluidos del futuro. La globalización representa una auténtica encrucijada la cual tendrá que ser resuelta fundamentalmente por y para la población joven del planeta. Y sus consecuencias en términos históricos son mucho más profundas que la propia concentración de la riqueza en pocas manos.
La globalización capitalista no es sólo un proceso puramente económico. Trasciende el diagnóstico del proceso de la concentración de capitales, de la «dolarización» de la economía, de la «desregulación» de los mercados y de los capitales, de la deuda externa, de las políticas de ajuste estructural, de las instituciones antidemocráticas que controlan la economía y el comercio mundial, de la inestabilidad financiera internacional.
En fin de cuentas, desde el punto de vista ético y humanístico, esa globalización se proyecta como un nuevo totalitarismo que nos niega el progreso, nos excluye del futuro y nos convierte a centenares de millones de seres humanos del planeta en los nuevos condenados de la tierra, en la resurrección de Los Miserables de la Francia del siglo XVIII.
Porque sino, ¿qué perspectivas de democratización de la riqueza mundial nos ofrece un sistema que tan solo para 1994, propició que los ingresos combinados de las 500 empresas más grandes del mundo capitalista sumaban diez mil doscientos cuarenta y cinco punto tres (10,245.3) billones de dólares? Son cifras espeluznantes, difíciles de asimilar. Un puñado de familias, controlan una riqueza diez veces mayor que el producto interno bruto de los países de América Latina y el Caribe en 1990, es 25 veces mayor que el PIB del Brasil, el país más grande de América Latina, y 230 veces mayor que la riqueza que produce Venezuela.
¿Qué posibilidades concede este sistema a nosotros los ciudadanos del sur, si para 1994 –y estábamos menos mal que ahora-- 94 millones de ciudadanos de América Latina tenían que sobrevivir en condiciones de extrema pobreza con ingresos menores de 30 dólares mensuales? ¿o cuando cerca de otros 200 millones sobrevivían con ingresos inferiores a 60 dólares al mes? O bien, ¿qué posibilidades nos concede este sistema en Nicaragua, en donde según el Informe 2000 sobre la pobreza preparado por el PNUD, el 80% de la población vive en condiciones de pobreza, un millón de niños y jóvenes no tuvieron acceso al sistema educativo en el presente año escolar, 70 de cada 100 de los ciudadanos del campo, tienen que arreglárselas con un ingreso familiar inferior a los 100 dólares mensuales? Con esas cifras, ¿acaso existe alguna posibilidad de acceder al progreso mundial? Según el mismo informe oficial de Naciones Unidas, en Nicaragua el 7% de la población vivirá sólo 15 años y el 12% no llegará a los 40 años. Es el resultado inevitable de una situación de miseria donde el 70% de la población rural carece de agua potable, la desnutrición afecta al 40% de los niños, el 40% carece de los servicios de saneamiento y el 45% de los mayores de 15 años son analfabetas.
La lógica y la ideología de la globalización nos quieren conducir a aceptar que la pobreza y el crecimiento son compatibles, que no importa que aumente la pobreza, si la economía crece y los ricos se llevan la tajada más grande.
En una especie de esquizofrenia estadística, los tecnócratas del sistema declaran felices que la economía va bien, porque creció, por hay más recaudación de impuestos, porque hubo más exportaciones; pero no derraman ni una lágrima porque al mismo tiempo, ahora mueren muchos más niños al nacer, muchas más mujeres al parir, crecen las epidemias y las pandemias, el desempleo y la delincuencia, el analfabetismo y la deserción escolar, el hambre y la miseria de la inmensa mayoría de las gentes, en el campo y en la ciudad.
Esos tecnócratas y los políticos corruptos a su servicio, por una parte se ponen a contar cuántas manzanas más se sembraron cada año, cuánto aumentó la cosecha y cuánto el rendimiento. Pero no cuentan las empresas quebradas ni los campesinos que vendieron sus tierras porque no tienen para sembrar, ni los despedidos ni de los excluidos totalmente del sistema que ahora son parte del ejército de indigentes.
Por un lado hacen las cuentas de cuánto dinero prestaron los bancos al sector agropecuario, pero por otro esconden que los banqueros sólo tienen corazón cuando le prestan a los ricos, con quienes tienen un trato preferente, mientras a los pequeños y medianos productores, y a los campesinos pobres, o no les prestan nada, o les cobran intereses leoninos con lo cual incrementan sus ganancias. Nunca hacen las cuentas cuantos campesinos perdieron todo a manos de los bancos usureros.
Quieren engañarnos con las limosnas que reparten los ricos y nos dicen que si los ricos son más ricos, entonces nos podrán dar mas limosnas, y al mismo tiempo, son esos ricos los que se niegan a pagarnos el precio justo por lo que producimos, nos venden cada día más caro todo lo que no producimos y para colmo, nos cobran cada día más caro por cada centavo de dólar que nos prestan. A nosotros, los delegados del gran capital mundial nos exigen desmantelar nuestras fronteras y arriar las banderas del proteccionismo nacional, pero ellos, los europeos y los norteamericanos se vuelven más selectivos, imponen barreras arancelarias y aumentan sus exigencias sobre nuestros productos. Nos obligan a comprarles todo lo que ellos quieran vender, y por otro lado, nos prohiben vender a ellos mismos, todo lo que nosotros producimos. Ciertamente, en este marco de la globalización, la llamada "cooperación" internacional no puede seguir encubriendo el la notoria injusticia del actual comercio internacional. El desarrollo no puede seguir basado en el productivismo depredador y expoliador. La demanda del progreso no puede seguir pregonando la profundización del modelo donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Por un lado se nos obliga a vender nuestros activos bajo la forma de las privatizaciones, que ajustemos nuestro consumo, que disminuyamos el gasto en educación y salud, que despidamos a más soldados, policías, maestros y empleados públicos, sin que por ninguna parte las sacrosantas variables macroeconómicas indiquen la solvencia económica. En fin, se trata de una tendencia estructural inevitable que refleja nuestros padecimientos como naciones del Sur. Vivimos en paz, pero en la paz de los esclavos, sin conciencia de nuestra esclavitud. Asistimos, padecemos y debemos resistir la construcción del infierno en la tierra. Hace treinta años, en Nicaragua nadie hablaba de sectores sociales organizados y seguramente nadie lo hacía en otras partes. En medio de los combates más desiguales contra la dictadura somocista, nuestros combatientes caían con la fe de que solo los obreros y los campesinos llegarían hasta el fin, como lo advirtió el general de Hombres Libres Augusto C. Sandino. No se puede explicar el fenómeno de la insurrección victoriosa del pueblo nicaragüense, del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, de la resistencia a la agresión militar imperialista, sin la participación desinteresada, masiva y heroica, de nuestra juventud. Carlos Fonseca, el jefe de la Revolución y fundador del FSLN, proclamó que por un buen tiempo, correspondería a los jóvenes y los estudiantes jugar el papel de vanguardia en las luchas populares. Es por esta experiencia, ilustrada con la sangre y el sacrificio de nuestra juventud, que de corazón decimos y con convicción afirmamos: en manos de las muchachas y muchachos se encuentra la esperanza de un futuro de libertad, igualdad y solidaridad que hoy se nos niega. Sólo ellos serán capaces de revertir lo que ahora parece inevitable: una sociedad capitalista globalizada y también deshumanizada, y transformarla en el paraíso de la solidaridad, la honradez, la equidad, la justicia social y de la dignidad como seres humanos.