La política interna iraní, se debate entre una clase política renovadora y una jerarquía religiosa muy conservadora. El presidente reformista Mohammed Khatami, si bien ha sido electo popularmente, tiene un margen de maniobra muy reducido, que lo obliga a pactar con el clero chiíta. Irán es el único país del mundo en el que el Islam chiíta es la religión oficial del Estado.
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Sergio Moya Mena
Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad
Internacional de las Américas, UIA
www.elheraldo.net
Cuando el mundo sigue con extrema atención
la labor de los inspectores de armas de Naciones Unidas en Irak y la estabilidad
en Oriente Medio se constituye en un objetivo prioritario de la diplomacia
internacional, conviene examinar el rol estratégico que juega Irán
en la región.
Irán fue cuna en 1979 de la primera Revolución Islámica moderna, que derrocó al impopular Sha Mohammed Reza Pavhlevi e instauró un régimen político y social basado en el Islam. Casi inmediatamente el país fue invadido por Irak, sumiendo a ambos países en una sangrienta guerra que duró ocho años y que le costó la vida a casi 200.000 iraníes.
Desde entonces, el país se ha enfrascado en la tarea de reconstruir la economía y reinsertarse en la arena internacional. En este último aspecto, las relaciones con Estados Unidos son un factor clave, pues éstas han estado marcadas por una profunda hostilidad. Una hostilidad que se remonta al patrocinio que EE.UU. dio al golpe de estado contra el Primer Ministro Mossadeg en 1953, que reinstauró al Sha; a la crisis de los rehenes en 1979 y al apoyo dado a Sadam Hussein en la guerra contra Irak.
La política interna iraní, se debate entre una clase política renovadora y una jerarquía religiosa muy conservadora. El presidente reformista Mohammed Khatami, si bien ha sido electo popularmente, tiene un margen de maniobra muy reducido, que lo obliga a pactar con el clero chiíta. Irán es el único país del mundo en el que el Islam chiíta es la religión oficial del Estado. Desde su llegada al poder, Khatami ha introducido una serie de medidas liberalizadoras en materia de prensa y participación política que han contado con el apoyo mayoritario de la población iraní, especialmente entre los estudiantes. Sin embargo, han tenido un alcance limitado, debido al enorme poder que aún mantienen los sectores conservadores encabezados por el Ayatollah Alí Sayed Khamenei, Líder Supremo del país según la constitución. El Líder Supremo es la autoridad legal máxima del Estado, con poder para eliminar cualquier acción o ley gubernamental "contraria" al Islam. Para esto, Khamenei cuenta con el control de la prensa estatal, los jueces, los Guardias Revolucionarios, los servicios de inteligencia y las fuerzas armadas, lo que le ha permitido arrestar a muchos activistas de la oposición, clausurar varios periódicos y revistas y bloquear varias leyes que pretendían expandir las libertades civiles.
Recientemente ambos bandos protagonizaron un duro enfrentamiento en las calles de Teherán debido a la decisión de un juez de condenar a muerte al académico reformista Hashem Aghajari, por el delito de blasfemia. Aghajari, había dicho: "Marx dijo que la religión es el opio de los pueblos.Yo digo que también es el opio de los gobiernos". Miles de estudiantes se movilizaron para protestar contra la sentencia, mientras los conservadores más radicalizados también realizaron enormes manifestaciones. En realidad, la verdadera raíz de esta polémica subyace en la resistencia de los conservadores al establecimiento de una modalidad de Islam compatible con la democracia y la tolerancia.
En los últimos años, Khatami ha iniciado un acercamiento con EE.UU. afirmando que quiere derribar el "muro de la desconfianza entre ambos países". La Administración Clinton, que siempre había considerado a Irán como patrocinador del terrorismo, respondió con un tímido acercamiento al régimen, permitiendo ciertos contactos. Irán condenó los hechos del 11 de setiembre y Khatami aseguró que cualquier acto de terrorismo es una aberración del Islam.
También colaboró
en el establecimiento del gobierno de reconstrucción en Afganistán.
No obstante, EE.UU., radicalizado por las posiciones de algunos "halcones"
del gobierno de George W. Bush, acusó a Irán de proteger
a fugitivos de Al Qaeda, e incluyó al país en el "Eje del
Mal", junto a otras naciones que EE.UU. considera como una amenaza para
la seguridad internacional.
Esto cerró cualquier
posibilidad de acercamiento entre ambos países. Ciertamente, a Irán
se le acusó en el pasado de poseer armas de destrucción masiva
y de patrocinar a organizaciones fundamentalistas como Hezbollah en el
Líbano. Sin embargo, la decisión de incluirlo en el "Eje
del Mal", empieza a ser revalorada por algunos analistas y grupos económicos,
dada la importancia estratégica que tiene el país, especialmente
en un eventual escenario de guerra contra Irak.
Según estos análisis, EE.UU. no puede prescindir de Irán para asegurar la estabilidad de Asia Central y el Golfo Pérsico. Su sistema democrático -todavía con muchas carencias en el campo de los derechos humanos- es muy estable y permite mucho más pluralismo político que en cualquier otro país de la región. Este país tiene el 9% de las reservas mundiales de petróleo y el 15% de las de gas natural. Existe también un interés común entre Irán y EE.UU. en la solución al problema de Irak.
Si bien es factible que Irán se convierte en foco de estabilización en la región, aún falta mucho para que se le considere un actor confiable y fidedigno de la comunidad internacional. Este país tiene que revisar su apoyo a Hezbollah, (organización de la que ya se ha empezado a desmarcar a través del retiro de la mayoría de los Guardias Revolucionarios que mantenía en Líbano), demostrar una voluntad más contundente en la lucha contra el terrorismo y avanzar con las reformas democráticas que ha iniciado Khatami.
Por otro lado, es claro que el unilateralismo rabioso, ha llevado a EE.UU. a adoptar medidas precipitadas en su política hacia Oriente Medio, abriendo más "frentes de combate" de los necesarios y acuerpándose en aliados muy ambiguos como Arabia Saudita o Pakistán. Aún y cuando no es probable un cambio a corto plazo en la política hacia Irán, EE.UU. y las potencias europeas deberían entender que parte de la estabilización de la región, depende de fortalecer todos aquellos esfuerzos políticos que persigan más democracia, apertura y pluralismo, lo que implica no menospreciar la lucha de los reformistas en Irán.