::Tres caminos
Tomado de "La Nación", domingo 5 de enero

"Rodolfo Cerdas

Más de un político está silbando en la   oscuridad para decir que en su    partido todo está bien. De creerles,
 resulta que no hay crisis y que los  partidos gozan de buena salud.   Padecen de lo que he llamado autismo político porque personas  inteligentes, preparadas y con experiencia no sienten, no ven y no  comprenden lo que ocurre a su alrededor.

 El caso obvio es Liberación, donde un estudio de Instancia  Socialdemócrata ha corroborado lo que todos sabíamos, pero que  su dirigencia formal insiste en negar: que el partido está en crisis   –“peligra su existencia, 55.8%”-, que hay una grave pérdida de  confianza –“decepcionado del partido, 88.1%; dirigencia local no    inspira confianza, 46.0%”–, que prevalece un desconcierto notorio y  hay un desdibujamiento de su perfil ideológico y político  –“Liberación fue un partido socialdemócrata, pero dejó de serlo,   52.5%”–, lo cual exige una redefinición sustantiva, pronta y radical,   favorecida por la circunstancia de que un 88.7% piensa que  “Liberación es mejor que otros partidos” y que un elevado 96.9%   consideró que “tiene condiciones para recuperarse”. Así, el contraste   con quienes siguen negando la crisis y hasta presumen de que las
 elecciones municipales consagraron su victoria, resulta notorio y  patético.

Esta dolencia postra no solo al PLN, sino a todo el sistema   partidario, donde los problemas de corrupción, el agotamiento de las   ideas, el carrerismo burocrático, la confusión ideológica y la ausencia    de programas motivadores y viables, el cortoplacismo y la    incapacidad de señalar derroteros y definir caminos en el nuevo    contexto nacional, regional y mundial, se suman a una crisis histórica   del liderazgo tradicional, generalizando la sensación de que no hay   nadie en quien creer. Esa sensación se ha transformado ya en un   estado de conciencia social, en que los ciudadanos perdieron su   credibilidad en partidos, instituciones y políticos de turno; y en que   basta mirar una entidad donde estos sentaron sus reales para                  constatar su mal funcionamiento y pésima gestión. Esta es la raíz de   los fracasos electorales de unos, de la ascensión circunstancial de  otros y de la posibilidad de que se pueda repetir aquí lo malo que ha    sucedido en otras latitudes.

El que se nombre cada vez más a tecnócratas en ciertos puestos y   que ellos resulten los más destacados en el Gobierno es otro   testimonio de la crisis política y partidaria. Pero esto no resuelve el   problema. Hay que abrir el sistema y reconstituir la élite política   dirigente, incorporando a ese vasto y rico sector de ciudadanos que,    por maniobras, cansancio y decencia, acabaron excluidos o  automarginados de la política y los asuntos públicos.

Lo que está pendiente es la reestructuración del Estado, del régimen   político y el sistema de partidos. Para hacerlo se necesita un ente con   poder suficiente para hacerlo en muy corto plazo. Hay tres    alternativas: una, seguir con la parálisis actual, que conduce a una  crisis imprevisible. Otra, abrir paso al gobierno de un hombre más o   menos fuerte y autoritario, que por nuestra idiosincrasia y tradición es   inadmisible, insostenible en el mediano plazo y políticamente inviable.
Y la tercera, convocar a una asamblea constituyente, mediante un   pacto social y político inteligente y audaz, que defina en democracia  y estabilidad el futuro del país.

 Todo lo demás es silbar en la oscuridad.