Tomado de elheraldo.netSergio Moya Mena
Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Internacional de las Américas
La coyuntura es particularmente interesante. La fortaleza ideológica del neoliberalismo y el pensamiento único ha empezado a resquebrajarse ante las indiscutibles evidencias de su incompatibilidad con la democracia y su incapacidad para generar riqueza con igualdad. Sin embargo, esto no debe llevar a ningún triunfalismo por parte de aquellos que aspiramos a una globalización incluyente. La visión neoliberal de una globalización estrictamente determinada por los intereses de los mercados y la ganancia sigue siendo hegemónica en todo el mundo.
A pesar de esto, hay algunas señales de optimismo en el horizonte. La victoria de Lula da Silva en Brasil es un elemento de particular importancia. Apoyado por una voluntad mayoritaria del pueblo brasileño con deseos de cambio, Lula ha sintetizado magistralmente su proyecto de país diciendo: "Quiero que al final de mi mandato, todos los brasileños coman tres veces al día". Más allá de su aparente simpleza, esta frase implica un verdadero cambio del modelo económico que sumió a millones en la pobreza, no solo en Brasil sino en toda América Latina.
El Foro Social Mundial es otra señal de esperanza. Producto de la movilización a nivel planetario de una gran cantidad de movimientos sociales y fuerzas populares que exigen un cambio de timón en la orientación liberal de la globalización, el FSM es el primer paso concreto para alterar el balance de poder y otorgar de nuevo protagonismo a los ciudadanos y los pueblos. Un laboratorio a escala planetaria de ideas, proyectos, alternativas y acciones fundamentado en la pluralidad y la democracia.
En la reunión de la IS en Roma también se hizo un claro llamado a la reforma de la globalización. En su declaración final, la IS exige la condonación de la deuda de los países más pobres, la apertura de mercados en el mundo desarrollado, la creación de un Consejo de Seguridad Económica y Social de las Naciones Unidas y la reforma del sistema de Bretton Woods, entre otras medidas. También se formuló un llamado (con cierta resistencia de los laboristas ingleses) a repudiar el unilateralismo de Estados Unidos y una eventual guerra contra Irak. Una acción militar que no sería ni justa, ni legítima.
Tanto la IS como el FSM son espacios clave para estructurar respuestas a la globalización neoliberal. No obstante, aún falta mucho para concretar una alternativa sistémica al capitalismo global. Es un esfuerzo que definitivamente demandará mucho tiempo, estudio y esfuerzo. Articular cualquier alternativa requiere acción política y esto pasa indefectiblemente por el plano local o nacional. La dispersión de las luchas contra el capitalismo global debe dar paso a una convergencia entre movimientos sociales y partidos políticos socialdemócratas, convergencia que no ha sido hasta ahora muy exitosa, pues existe cierta desconfianza mutua entre movimientos y partidos.
Para los primeros, los partidos no sirven más que para embarcar a las sociedades en el "ritual de elecciones cada cuatro años"; son parte del statu quo y no instrumentos para el cambio social. Para los partidos, algunos movimientos sociales hacen una "peligrosa crítica a la política", desconociendo que ésta es el espacio legítimamente democrático para cualquier iniciativa de cambio social y político y que los partidos son un instrumento indispensable para cualquiera de esos cambios. Lograr un entendimiento entre la izquierda movimientista o social y la izquierda política es una condición fundamental para romper con la hegemonía liberal.
Ambos sectores deben entender que las transformaciones no se producen espontáneamente, ni mucho menos por una "graciosa concesión de los poderosos". Los movimientos sociales contra el capitalismo global deben asimilar -como lo resalta el historiador Eric Hobsbawm- que la suma de minorías no hace mayorías. Se necesitan los partidos.
Por otro lado, los partidos socialdemócratas y la IS deben hacer una profunda autocrítica respecto a su actitud frente al capitalismo global. En no pocos casos se ha abdicado ante la agenda neoliberal y la ausencia en muchas de las luchas sociales contemporáneas ha hecho que mucha gente de ideas progresistas no se sienta representada por estos partidos. Costa Rica es un claro ejemplo de esto.
La esencia de la izquierda ha sido siempre la idea del cambio social en sentido igualitario. Quienes hasta el momento han expresado una verdadera voluntad de cambiar al mundo a fin de que se globalice también la solidaridad, la paz, la justicia y la democracia son los movimientos sociales que han construido plataformas como la del FSM, devolviéndoles la esperanza a millones en todo el mundo y especialmente a los jóvenes.
El momento actual implica un desafío histórico sin precedentes para la socialdemocracia. Se trata no solo de renovación sino de sobrevivencia. Es como lo dice el expresidente de Portugal, Mario Soares, "decidir de qué lado de la barricada se desea estar, del lado de los espectadores o del lado de los pobres, de la solidaridad y de la paz". Esta decisión implica -si se es consecuente con los principios- asumir el compromiso de lucha real por una globalización orientada por esos valores superiores de solidaridad y bienestar para el mayor número, una globalización en la que quepan todos. Esa es la misión histórica del socialismo en el nuevo milenio. Otro mundo es posible.