:: Autocrítica y Crítica
en la Revolución
Bolivariana
 

 Israel Sotillo
Tomado de Resumen Latinoamericano

Jorge Castañeda, el hoy canciller del gobierno de Vicente Fox, escribió por allá en el año 93 un libro titulado “La utopía desarmada”. Por esos mismos días corría, también, con mucho furor en los círculos intelectuales El fin de la historia, de Francis Fukujama. Ambos trabajos eran un verdadero referente de pesimismo para la izquierda mundial y latinoamericana en particular. Y, aunque no lo reconozcamos, los criterios esbozados en esos textos generaron una influencia terrible en nuestros intelectuales, quienes se vieron atrapados por el pensamiento único, práctico, fugaz e individualista. Solamente se les oía hablar de ‘los cambios de paradigmas’, entre los cuales estaba aquél que daba cuenta de la necesidad de erigir un modelo que agotara al Estado y lo dejara únicamente como gendarme y recaudador de impuestos para la burguesía.

Bueno, ustedes dirán por qué Israel Sotillo nos está hablado de estas cosas. Precisamente porque desde allí podemos construir una dinámica de aprendizaje que nos va a permitir identificar, o mejor, aprehender el conocimiento a partir de una discusión teórica con incidencia práctica.

Uno de esos paradigmas de los cuales les hablaba, hace poco, decía que los gente todavía. Frente a esta situación real, aquello nos paralizó, ya nadie se atrevió a discurrir su pensamiento sobre categorías políticas como, por ejemplo, vanguardia, dirección política, cuadros, intelectuales orgánicos, etc.

Bien, compatriotas y camaradas, hecha esta introducción, ahora me propongo a explicarles con la premura del caso, algunos puntos de vista sobre las materias mencionadas y surgidos del estudio de determinados pasajes de la obra de Marta Harnecker, de nuestra vivencia en la Selva Lacandona y Trípoli, de los encuentros que hemos ido sosteniendo con las diferentes Direcciones Municipales y Parroquiales del MVR en Carabobo, con el Movimiento de Parados Ferrocarrileros, con las Comunidades de Brisas del Café de Naguanagua y con la Izquierda social de la Parroquia 23 de Enero de Caracas; brotados, además, de conversaciones con los Compatriotas del MBR-200 de San Joaquín, con gente de los Círculos Bolivarianos de aquí de Valencia y de Maracay, con los Camaradas del PCV, y de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación, con los muchachos de las Brigadas Juveniles Bolivarianas; al igual que de las pláticas con dirigentes de la insurgencia colombiana, y, por su puesto, de la observación de nuestra propia realidad, ejercitando siempre la autocrítica y la crítica.

Comencemos departiendo acerca de la vanguardia ¿Qué es lo que caracteriza realmente a una vanguardia? Evidentemente, que el ejercicio de la dirección o del liderazgo. ¿Y al partido? Al partido, le corresponde conducir a las más amplias capas, sin cuya participación la revolución no es posible. Precisemos: “La vanguardia es la fuerza conductora de la lucha política”; y la organización o el partido revolucionario, es aquel que lucha por las transformaciones democráticas profundas, que como nos marca la historia no pueden lograrse sin reformas sociales radicales, y que a su vez, no pueden realizarse sin que se adopten posiciones consecuentemente antiimperialistas. Ya que, sin temor a equívocos, no se pueden efectuar cambios sociales profundos sin ser antiimperialistas. Después, la lucha misma por lograr los cambios, lo digo con toda certeza, nos va radicalizando y nos lleva a asumir esta realidad.

Para nadie es un secreto, que una organización revolucionaria avanza por constituirse en vanguardia cuando empieza a ganar la conducción de los sectores más avanzados del pueblo; que es imperioso detectar correctamente cuáles son los sectores sociales más sensibles a la movilización, y que hay que rescatar a esos sectores de las influencias oportunistas y reformistas burguesas que tienden a limitar el desarrollo del movimiento popular. Lo anterior nos demuestra que tenemos que estar instruyéndonos permanentemente de nuestra propia experiencia política.

De allí, estimados Compatriotas y Camaradas, que para que haya una correcta construcción de las articulaciones y formas organizativas del bloque popular o del sujeto social de la revolución, es decir, del pueblo, es imprescindible que este elemento básico, o sea, la vanguardia, logre desempeñar el papel de conductor en la lucha contra nuestros enemigos.

La experiencia científico­histórica nos prueba que para que determinados sectores sociales logren articularse se requiere de la existencia de cuadros que realicen esta tarea. Estos cuadros constituyen el liderazgo natural que las organizaciones revolucionarias necesitan; y sabemos, muy bien, que los mismos, no se improvisan de un día para otro. “Es más fácil formar un ejército que formar capitanes”, decía Antonio Gramsci.

De lo antes dicho se desprende que para lograr ejercer la conducción política es muy importante que la vanguardia se articule orgánicamente al conjunto del sujeto social de la revolución. El MVR es concebido, les recuerdo aquí la Tesis de la Democracia patriótica, como un espacio de integración humana con basamento en la solidaridad, la honestidad, y el reconocimiento del otro, es decir, aquellos que los filósofos llaman “la alteridad”.

Con respecto a la unidad interna y la unidad con otras fuerzas revolucionarias Es indispensable comenzar señalando que es vital la unidad de todas las fuerzas revolucionarias. ¿Qué nos une y qué nos separa de ellas? Debemos apuntar, lógicamente, que el inicio de la unidad debe darse por lo primero y dejar para discusiones futuras lo segundo. ¿Cómo logramos la conducción de las masas? Allí surge la necesidad de materializar una estructura orgánica, la necesidad de construir la unidad ideo-política a partir de la diversidad y del internacionalismo bolivariano. La teoría revolucionaria nos señala algunos lineamentos para trabajar la unidad, que lamentablemente en Venezuela se ha venido dando más que todo en el campo electoral. Aquí sólo menciono siete, seguro que habrá muchos más, que luego de discutirlos pudiéramos darle aplicación:

1. La existencia de una voluntad unitaria.

2. Deben buscarse en los primeros pasos las metas mínimas.

3. Lo que más ayuda a la unificación de las fuerzas revolucionarias es la puesta en práctica de una estrategia que demuestre ser la más correcta contra el enemigo principal.

4. La unidad debe gestarse cuando estén suficientemente maduras las condiciones para ello.

5. Para lograr la unidad perdurable de las fuerzas revolucionarias es necesario valorar el aporte específico de cada elemento al conjunto y medir este aporte en forma cualitativa más que cuantitativa.

6. Es importante delimitar bien las fronteras ideológicas, es decir, lo que nos une y lo que nos separa antes de pasar al momento unitario final.

7. El primer paso es la unidad de la línea política, antes que orgánica, y desarrollar estructuras orgánicas de acuerdo a los requerimientos de cada momento, de acuerdo a la línea política.

En ese mismo orden de ideas, quiero precisar aquí, ya lo hemos dicho en otras partes, que si las masas populares se apropian de la consigna “Unidad del Pueblo de Venezuela” y la interpretan en ese sentido de masa, seguro que se reinsertarán en la tradición viva de las luchas populares de nuestro país y podrán así dar un contenido nuevo a las formas políticas mediante las cuales se ejercerá el poder del pueblo bajo la democracia participativa, directa, como lo señala la Tercera Teoría Universal.

Es necesario librar una batalla política con todas nuestras potencialidades y ganarla para darle a la consigna “Unidad del pueblo de Venezuela” su sentido más fuerte, aquel que pone en juego el porvenir de la lucha de la clase popular, su sentido de masa.

Sobre la viabilidad del proyecto y la dirección política
Es fundamental que el pueblo sienta que nuestro proyecto es viable, que puede llegar a materializarse, y, que como decía el Che: “que los cambios no sólo son necesarios, sino también posibles”.

Lo significativo no es que la Vº República sea un partido grande o pequeño, lo que interesa es que conduzca a las mayorías.

Debemos admitir que el MVR está en crisis. ¿Por qué se ha presentado la crisis que actualmente vive el MVR? Sencillamente porque no se han podido resolver correctamente las distintas formas de conexión o de enlace con las masas. Aquí surge obligatoriamente la necesidad de hablar de la hegemonía y del hegemonismo.

No debemos confundir hegemonía con hegemonismo. El hegemonismo, a diferencia de la conquista de la hegemonía, es pretender imponer la dirección desde arriba, acaparando todos los cargos e instrumentalizando a los demás. Se piensa erróneamente que mientras más cargos acapare el MVR, mayor será la fuerza que éste tiene. En ese sentido hemos perdido un tiempo valiosísimo tratando de instrumentar esos mecanismos de poder.

Ahora bien, pienso que tenemos que ser capaces de proponer para los diferentes cargos tanto gubernativos como de dirección a los mejores hombres y mujeres, he dicho los mejores hombres y mujeres, sean estos del partido MVR o no, así sean independientes, incluso de los otros partidos del bloque del cambio, claro, en el primer caso.

En relación a la comunicación con la gente
El momento histórico nos ha generado la imperiosa necesidad de establecer una adecuada comunicación con la gente, con el pueblo. El Presidente está llamando a todos los venezolanos y venezolanas al diálogo; el diálogo, como ustedes saben, es donde hablan dos partes y no una. En Carabobo hasta ahora no hemos avanzado casi nada, ni siquiera entre nosotros mismos. Les pregunto ¿Estaremos dispuestos de verdad verdad a iniciarlo, en primer lugar, con todos los bolivarianos revolucionarios de adentro o de afuera de la estructura?

Asimismo, es necesario trasladar ese mensaje cara a cara con la gente, es decir, hacerlo llegar al hombre y a la mujer de carne, hueso y sangre, al ser humano concreto. Tenemos que enfilarnos, es urgentísimo hacerlo, hacia la gente. El materialismo dialéctico nos permite aseverar que la base fundamental de los cambios son los pueblos, no los caudillos, no los individuos, y desde luego, no los Estados. Para que el cambio venga desde abajo hay que mantener un límite muy claro frente al poder. El documento Estructuras organizativas y funcionales del MVR, nos indica que cada miembro del MVR “es un canal de comunicación de la política emeverrista”. En ese sentido, nos llama a exponer y a practicar la línea política del MVR en el seno del pueblo organizado, y a recoger de ese mismo pueblo las críticas y otros aportes que enriquecerán nuestra política. Se trata, saben, de otorgarle la palabra crítica, cuestionadora y proponente a las masas, que son quienes hacen la historia, de ser, reitero, autocríticos y críticos con nosotros mismos.

Del mismo modo hemos aseverado en otros municipios de Carabobo que es deber nuestro escuchar y comprender las aspiraciones del pueblo en sus contradicciones; igualmente, hemos destacado la necesidad de saber permanecer atentos a la imaginación y a la inventiva de las masas. Y de otro lado, le insistimos a la gente que el enemigo se regocija con la división del movimiento revolucionario y pone su mayor empeño en acrecentar las contradicciones entre nosotros, llegando a usar, incluso, las herramientas más sucias de la propaganda oscura para lograr su objetivo, que no es otra cosa que fraccionarnos.

En torno al poder
Siempre enfatizamos que la lucha por alcanzarlo es lo que va aislando a los movimientos entre sí y va formando cascarones cupulares, élites dirigentes, organismos infuncionales, y nos va aislando a las bases. De allí que, haya que mantener algunos principios fundamentales que nos permitan crecer siempre adheridos a la base. Eso pasa por tratar de hacer las cosas siempre de la manera más colectiva posible. Es decir, que participe, que piense, que planifique, que decida la mayor cantidad de gente. Cuando empezamos a decidir cosas sin consultar a la base, porque no hay tiempo y porque nos eligieron para algo, porque la subestimamos, iniciamos un divorcio casi definitivo con las bases.

Llega a mi memoria la canción Playa Girón de uno de los grandes exponentes de la Trova Cubana, Silvio Rodríguez... “Compañeros de historia tomando en cuenta lo implacable que puede ser la verdad quisiera preguntar, me urge tanto ¿qué debiera decir, qué fronteras debo respetar?... ¿si alguien roba comida y después da la vida qué hacer? ¿hasta dónde debemos practicar las verdades? ¿hasta dónde sabemos?”. La hora presente, Compatriotas y Camaradas, nos está exigiendo que hay que construir el poder desde abajo, que hay que estar constantemente consultando; que hay que estar buscando nuevas formas de participación, para que participe la gente que tiene tiempo, y las que no tienen tiempo también, que debemos desencadenar la furia de la mujer como una fuerza poderosa para alcanzar el triunfo y la consolidación de la revolución. El Estado nos proporciona a muchos de nosotros, dietas, sueldos, guardaespaldas, vehículos y hasta choferes; aporta para que tengamos a la mano los periódicos, oficinas, secretarias, asistentes, locales, llamadas internacionales y de larga distancia, buen güisqui, y hasta viajes. Bueno, y pare Usted de contar; con todo y eso a nuestra disposición, Compatriotas y Camaradas, sin duda, nos alejamos del trabajo político “sin darnos cuenta”. Entonces, es en ese instante cuando hemos caído en el juego del poder, hemos entrado en el círculo del poder. Y, en aquel momento, si no tenemos conciencia de clase y convicción revolucionaria nos cuesta rechazar ese tipo de poder; estoy hablando, por supuesto, de la politiquería, de la burocratización, de la demagogia, y de la corrupción dentro y fuera del MVR. Y, como somos gobierno en muchos espacios de la patria, considero que nos asientan muy bien, las enunciaciones del neo-zapatismo: “mandar obedeciendo”, “representar y no suplantar”, “construir y no destruir”, “proponer y no imponer”, “convencer y no vencer”, maneras cabales de verdadera democracia, todas ellas imbuidas con el hacer político de las comunidades Tojolabales, Tzeltales, Tzotziles y Choles, del Estado mexicano de Chiapas.

¿Y la dirección política?
Bueno, todos sabemos que el arte de la dirección del movimiento de masas nada tiene que ver con el verticalismo. Y que conducir no significa mandar u ordenar desde arriba, expresa, más bien, ganarse la dirección gracias a que, desde muy adentro del movimiento, en pleno conocimiento de su grado de conciencia y de su estado de ánimo, y recogiendo toda su iniciativa creadora, se ha sido capaz de elaborar una línea política que la gente capte como el mejor camino para lograr la consecución de sus intereses inmediatos y, a más largo plazo, su liberación definitiva.

Nuestro vínculo, dice uno de los documentos de la Dirección Nacional de Organización, tiene que ser orgánico con los movimientos sociales presentes y por construirse en el proceso político y social venezolano; el mismo se debe viabilizar por la vía de los liderazgos situacionales protagonizados por miembros del MVR, cuya acción política y social se despliega, tanto en el seno del MVR como en el propio escenario de los actores sociales. De tal forma que el MVR no debe pretender apoderarse de los sindicatos, de las asociaciones de vecinos, de los gremios profesionales, de los centros de estudiantes, etcétera, sino orientarlos políticamente sin lesionar su autonomía organizativa, socializándolos con la cosmovisión ideo-programática, propia del Proyecto de la V República.

Ya para finalizar, quiero dejar bien claro, que lo afirmado aquí, no es más que el producto de nuestra intranquilidad por tratar de aportar ciertos elementos para la discusión necesaria que debemos empezar a dar todos los revolucionarios bolivarianos como parte del proceso de instauración de la Nueva Venezuela Bolivariana, Robinsoniana y Zamorana.