LITERATURA, CIENCIA Y REFLEXIÓN
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Hilary Putnam
Aunque mi intención es discutir la relación entre la forma literaria y la forma científica de pensar, con lo que podríamos llamar "forma humana de comprender las cosas", por razones que quedaran claras en breve empezaré por decir algo acerca de esta materia llamada filosofía moral. Lo que diré sobre la filosofía moral está influido en gran medida por un trabajo muy reciente de Judy Baker y Paul Grice (desafortunadamente, aún no publicado). Grice y Baker consideran que la cuestión se reduce a dos palabras: "cómo vivir". Me gusta este comienzo, no solamente porque parece fresco y no trillado en comparación con las formas académicas de empezar la investigación sobre cuestiones de ética, sino también porque tiene el efecto de hacer de la ética una rama del conocimiento práctico, y creo que ésta es una idea muy importante.
Ahora bien, ¿se puede discutir racionalmente la cuestión de "cómo vivir"? Por supuesto, alguien que tiene una norma moral --al menos en el sentido de haber logrado un "estilo" o conjunto de hábitos de vida--, o alguien que ha reflexionado sobre su propio estilo de vida y que es consciente de tener lo que llamaríamos una personalidad definida, y que acepta o piensa que debería aceptar cierto tipo de crítica acerca de su personalidad --p. e., que se está comportando irracionalmente o en forma tonta en la selección que hace de los medios para alcanzar determinados fines--, puede rechazar cualquier crítica profunda de su propia moral o personalidad simplemente con la frase "ésta es la forma en que siento que debo comportarme", o "ésta forma de vida me parece corecta". Si la mayor parte de la gente pudiera bloquear de esta manera cualquier forma de crítica racional, por superficial que pudiera parecer, sobre la relación medios-fines, la moralidad(2) nunca hubiera surgido.
Me parece un hecho psicológico muy digno de tomarse en cuenta (aunque desafortunadamente no sea el tipo de cosas de las que suelen hablar los psicólogos), que las personas reflexionan sobre su propia manera de vivir, y también que las personas generalmente tratan de justificar su manera de vivir frente a otras personas, al menos cuando ésta es criticada. La mayoría de nosotros estamos interesados en justificar por lo menos algunos aspectos o características de nuestra manera de vivir, en el sentido de hacer una defensa de ellas que puidiera parecer a otros como una justificación. Por supuesto, hay límites en esto. Como señalan Grice y Baker, queremos no solamente tener una norma moral de amplia aceptación, sino que al mismo tiempo queremos tener una norma moral que nos deje bastante "espacio discrecional" (una moral que nos dictara qué debemos hacer en toda circunstancia imaginable sería insoportable).
El hecho es, sin embargo, que una vez que hemos visto que el razonamiento moral no se realiza en una especie de vacío cartesiano, sino que se desarrolla en el contexto de gente que trata de responder a críticas sobre su propia manera de vivir, y el en contexto de personas que tratan de justificar su forma de vida frente a otras personas, y que tratan de criticar otras formas de vida mediante razones que pretenden tener aceptación general, vemos que la pregunta sobre la objetividad de la ética surge en un contexto completamente nuevo, o aparece iluminada con una luz totalmente distinta. La pregunta sobre si hay una o algunas éticas objetivamente mejores que, en principio, estarían de acuerdo en un número considerable de principios, o sobre un número aceptable de "casos", es la pregunta sobre si, dadas las expectativas que automáticamente surgen una vez que hemos asumido la tarea de dar una justificación de principios que sea de aceptación general, resulta que tales expectativas implican una mejor ética (o grupo de éticas) con un grado significativo de acuerdo en cierto número de preguntas importantes.
En la terminología empleada por John Rawls, la pregunta es si existe tal ética o tales ética que aprueben el test del "equilibrio reflexivo amplio". De hecho, uno podría decir que lo que Grice y Baker están haciendo es tratando de elaborar una descripción detallada del proceso de llegada al "equilibrio reflexivo".
Obsérvese, por cierto, que el conocimiento práctico no es conocimiento científico; pero esto no es decir que el conocimiento práctico sea trascendente(3). No hay nada oscuro sobre qué es lo que, en el caso del conocimiento práctico, trasciende la teorización científica rigurosa o la formalización en la actualidad. La razón por la que el conocimiento sobre, por ejemplo, vinos o cocina no es científico, es que el criterio para calificar la buena cocina o el buen vino es el paladar humano. La cuestión sobre si la buena cocina o el conocimiento sobre el buen vino puede ser reducido a conocimiento científico "en principio" es una cuestión interesante, porque "en principio" no tiene nada que ver con la vida humana real, al menos en un previsible futuro. Ciertamente, no es lógicamente imposible que algún día podamos tener una teoría tan completa sobre nuestra propia naturaleza que podamos programar un computador que determine qué nos agradaría y qué no nos agradaría. Pero, si esto alguna vez sucede, no estaría menos que alterando nuestra naturaleza. Si alguna vez llegamos a ser tan transparentes a nosotros mismos que la distinción entre conocimiento práctico y conocimiento teórico llegue a desaparecer, entonces no cabe duda de que instituciones como la ciencia, la filosofía y la literatura, tal y como ahora las conocemos, también desaparecerían. Y si no podemos reducir el cocinar bien o elaborar buen vino a una "ciencia", ¡muchos menos podemos esperar reducir el arte de vivir a ciencia"!
Sin embargo, el hecho de que no podamos reducir el "vivir bien" a una ciencia no significa que reflexionar sobre cómo vivir bien no sea una empresa racional, o que no pueda haber conocimiento objetivo sobre ello. Curiosamente, la ciencia misma implica tanto conocimiento práctico como teórico: aunque las teorías científicas son el paradigma del conocimiento teórico, saber cómo hacer buenas teorías científicas no parece que vaya a ser un conocimiento teórico, al menos en un futuro próximo.
Enfatizando un punto de nuevo: mi respuesta a la pregunta sobre si la moral puede "en principio" ser una ciencia, es que sólo podrá serlo cuando la naturaleza humana sea totalmente "descifrada" científicamente, si es que tal cosa es posible. Dado que tal cosa no sucederá dentro de un milenio (si es que alguna vez se logra), la cuestión sobre la moral como ciencia es mejor dejarla a un lado.
Un punto que Grice y Baker señalan, que es de importancia para el tema que nos ocupa, es que el rol de la imaginación en el razonamiento práctico ha sido sistemáticamente ignorado o menospreciado por la tradición filosófica. Uno de sus ejemplos es muy sencillo, pero a la vez muy instructivo: un hombre está escalando una montaña. A medio camino se detiene, porque no está seguro de hacia dónde debe seguir. Él se imagina a sí mismo continuando por un camino. En su imaginación, el llega hasta cierto punto, y luego se encuentra con una dificultad que no sabe cómo resolver. Luego se imagina siguiendo otra ruta. Esta vez es capaz de imaginarse llegado hasta la cima sin dificultad, así que toma el segundo camino. El punto es que esta puede ser una forma perfectamente racional de solucionar un problema práctico, que, sin embargo, no necesita ser reducida a un esquema lineal "proposición por proposición". El montañista está funcionando, por decir así, como un computador analógico más que como un computador digital cuando resuelve su problema al "desenrollar" su imaginación, tan vivamente como puede, exactamente "como habría ocurrido si...". Por supuesto, decir que éste no es razonamiento lineal no es negar que después de que él ha imaginado "que pasaría si...", pueda poner las consideraciones relevantes en palabras. Quiere decir que no tiene que guardar la información relevante en forma lingüística. Grice y Baker sugieren que imaginar formas de vida es tremendamente importante para la argumentación moral y para el razonamiento práctico en general; y que la retórica no necesita ser un mecanismo de propaganda, como generalmente se ve, sino que puede ser visto como un instrumento legítimo para conseguir que alguien se imagine vivamente cómo sería vivir de una forma en vez de otra; o por lo menos sería una forma de hacer que él o ella vean vívidamente el atractivo de una moral en oposición al atractivo de otra.
Lo que me gusta del enfoque de Grice y Baker es que sugiere que el razonamiento moral puede ser razonamiento en el sentido pleno del término, al mismo tiempo que sugiere que es algo que involucra no solamente las facultades lógicas, en sentido restringido, sino nuestra capacidad total de imaginar y sentir; en suma, nuestra sensibilidad total.
(...)
Permítanme resumir las anteriores reflexiones. No he tratado de demostrar en este ensayo que las teorías emotivistas sobre el discurso ético sean falsas, o que el relativismo ético sea falso. Esta es materia para artículos técnicos de filosofía. Lo que he señalado es que, en mi opinión, estas concepciones filosóficas tan de moda en nuestros días son falsas, y que algunos principios éticos al menos es probable que tengan un alto grado de objetividad. He sugerido, siguiendo a Judy Baker y a Paul Grice, que la "objetividad" de los principios éticos —o, más ampliamente, de las morales—, está relacionado con cosas como su grado de atracción, la habilidad para soportar cierto tipo de crítica racional (que no he intentado definir), su factibilidad, su idealidad, y, por supuesto, con cómo se siente vivir (o intentar vivir) de acuerdo con ellos. También he señalado que el conocimiento moral es lo que los filósofos llaman "conocimiento práctico", en oposición al conocimiento teórico, y que la imaginación y la sensibilidad son instrumentos esenciales para el razonamiento práctico. Mi propósito no ha sido defender estas posiciones, sino ver qué incidencia tienen, si son correctas, no en la filosofía, sino en la ciencia y la literatura.
He argüido que la idea de que la moral es "subjetiva", y el corolario de que el razonamiento moral o es meramente instrumental (esto es, que se ocupa de la selección de los medios para fines arbitrariamente elegidos), o es un concepto contradictorio, es tremendamente destructivo, no sólo para la moral sino para la cultura en general. Sólo podemos comprender la forma en la cual la imaginación literaria realmente nos ayuda a comprender nuestra propia vida y la forma en la que la ciencia realmente tiene que ver con problemas metafísicos, si tenemos una adecuada comprensión del razonamiento moral (por razonamiento moral no quiero decir solamente reflexión acerca del deber o de la virtud, sino razonamiento acerca de cómo vivir).
Notas:
1 En H. Putnam, Meaning and the Moral Sciences, Boston: Routledge, 1978. Traducido por
Moris A. Polanco.2 Entendida como la reflexión sobre el el hecho moral.
3 En el sentido de "fuera de nuestras capacidades cognoscitivas".
Última revisión: 18 Mar 1998