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(verbo1.htm; versión al 13.11.2000)                                                                           Página Principal

    Textos de Hans Urs von Balthasar

 

EL VERBO ENCARNADO PLENIFICA LO HUMANO (GS 22). CALCEDONIA.

 

""Gaudium et Spes, Luctus et Angor" ...Apelando a lo humano en el hombre, la Constitución pastoral ha hablado mucho de este humanum, que podría ser el vere, plene (11,1), summe (11,3), rationabiliter (63,3) humano, si tomara la medida de toda humanidad a partir del hombre-Dios: nonnisi in mysterio Verbi incarnati mysterium hominis vere clarescit, porque el primer Adán era la figura del segundo, el cual "manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su vocación superior" por la revelación del misterio de Dios (22,1). Sólo así queda resuelta por primera vez la pregunta acerca del sentido y de la verdad de la existencia humana (41,1),..." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol IV, La acción, Madrid 1995, 450).

 

Todo tiene en Cristo su consistencia. En él se personaliza la analogía entis.

"¿Cómo puede Jesucristo decir de sí mismo: "Yo soy la verdad"? Sólo porque todo lo verdadero del mundo "tiene su consistencia" en él (Col 1,17), lo que presupone de nuevo que personaliza en él la analogía entis, él es en el ser finito la adecuada mostración, donación y afirmación de Dios. Para acercarse a este misterio, debe intentarse pensar que en Dios mismo la total epifanía, autodonación y autoafirmación de Dios el Padre es el Hijo idéntico como Dios con él, en el que se dice todo, también todo lo posible para Dios. Si Dios decide libremente, pues, proferir en el Hijo (Col 1,17) una plenitud de entes no divinos, en el acto creador que realiza esencialmente todo (esse completum sed non subsitens) puede encuadrarse el acto del Hijo, en Dios esencialmente "relativo" y, en ese aspecto, "kenótico", como un acto personal (esse completum subsistens), pero a su modo igualmente "kenótico", para, desde ahí, tomar la semejanza de hombre (homoioV ma anthroV poV n, Flp 2,7) personalizando a este hombre desde su realidad, pero sin sustituir ahí, al "esse non subsistens", pues, de lo contrario, habría personalizado a la humanidad entera." (BALTHASAR, Hans Urs von, Epílogo, Madrid 1998, 84).

 

 

"Este creador de todo al principio, en la "plenitud de los tiempos" será también el "salvador de todo", pues el plan de Dios consiste en conducir a la encarnación el decurso, guiado por él, de los tiempos de la historia, para recapitular todo en Cristo, todo cuanto hay en los cielos y sobre la tierra". Que la protología del principio corre hacia esta terminación se muestra también en la espera de la creación, descrita por Rom 8, que "está en dolores de parto", todo en Cristo, todo cuanto hay en los cielos y sobre la tierra". Que la protología del principio corre hacia esta terminación se muestra también en la espera de la creación, descrita por Rm 8, que "está en dolores de parto", no por la encarnación de Jesús, sino por su perfección en su cuerpo místico, pues nosotros los cristianos, que, como miembros de este cuerpo, recibimos ya "las arras del Espíritu", suspiramos en nuestros corazones y esperamos la (perfección de la ) filiación, la salvación de nuestro cuerpo". De ninguna manera quiere la creación ser espiritualizada o queremos nosotros estar libres de nuestro cuerpo, sino ser asimilados plenamente al Hijo y a su cuerpo neumático resucitado." (BALTHASAR, Hans Urs von, Epílogo, Madrid 1998, 96).

 

 

"Por eso no hay que excluir de lo divino un analogon de lo que en el amor humano es el momento vivificador de la sorpresa. El Hijo nacido del Padre sobrepasa, diríamos, "por principio las expectativas más osadas del Padre". "Dios, a pesar de su omniscienci, ama de manera que se deja desbordar y sorprender siempre por el Amado". La vitalidad y libertad del amor eterno siguen siendo en el reino del ser divino el arquetipo de lo mejor que el amor tiene en el ámbito del devenir creatural.

Así se explica que todo ser y devenir creatural esté orientado y de camino hacia el Hijo eterno y encarnado, como lo atestigua de forma expresa la Escritura (Ef 1,10; Col 1,16). De ahí que para entenderlo haya que valorarlo desde su meta. "Todas las cosas han sido creadas con la mirada puesta en el Hijo. También el hombre y su sí. Al decir sí, él atestigua que confiere importancia a su predeterminación hacia el Hijo,...Diciendo sí, permite a Dios plasmar el más acá de manera que supera su ‘ser-creado-con-miras-a’ ". "La creación entera lleva en sí la marca del Hijo; todas las cosas tienden hacia él, y todo será congregado por él en su reino, no yuxtapuesto por la coacción de un vínculo externo, sino ofreciéndose voluntariamente desde dentro. En una obediencia que procede de la obediencia del Hijo". El devenir del mundo se basa en el sobre-devenir del suceso intradivino" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol V, El último acto, Madrid 1997, 78-79).

 

 

"Seguramente se le objetará a este libro la falta de método, pues del cúmulo de la reflexión de pensadores cristianos , y también no cristianos, se ha elegido, arbitraria y ec-lécticamente, esto y no aquello, se ha admitido a la discusión a éste y no aquél. ¿Pero qué quiere decir método? Methodos es seguimiento continuado de un camino, y cuando Uno afirma ser el camino y se le cree, methodos se podría traducir como seguimiento. Allí deberían desembocar todos los caminos concebidos por los hombres, siempre y cuando no sean extraviados. Y quien se llama a sí mismo el camino no es una síntesis de todos los accesos intentados; viste la túnica inconsútil. Si denominamos a su portador "el Logos" y a esta túnica "lógica", ningún otro camino tiene perspectivas de éxito sino el que parte del presupuesto de esta inconsutilidad.

Puesto que el Logos se denomina también la verdad, no hay verdad inconsútil como su explicación de Dios, explicación de Dios Padre en el Espíritu Santo, la cual es al mismo tiempo la exactitud más manifiesta y el misterio más profundo. Una verdad tan verdadera, que incluso puede afirmarse y acreditarse más allá del principio de no contradicción. Esta verdad es ante todo la explicación del Dios uno y trino, que para la miope lógica mundana parece ya una primera contradicción, porque dicha lógica deja de lado el amor, que sólo puede alentar más allá de uno, dos y tres. Pero esta verdad es igualmente la explicación del mundo pecaminoso y alejado de Dios, y lo es en la cruz y el infierno, cuya unidad se mofa de la lógica humana casi más aún que la explicación de Dios. Pues de la cruz entiende la lógica humana tan poco que, ni puede entender como uno puede cargar con el pecado de otro, o incluso de todos (Kant ha explicado suficientemente este contrasentido), ni cómo el incomprensible abandono del Hijo por parte del Padre puede ser un acontecimiento que afecta a la Trinidad misma de Dios, ni cómo este evento puede abarcar todos los tiempos pasados y futuros (lo que, pese a la resurrección de Cristo, afirma Pascal con su "jusqu’à la fin du monde") ni cómo la manifiesta contradicción del pecado frente a la verdad de Dios puede ser vivida y hasta superada internamente" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol II, verdad de Dios, Madrid 1997, 349-350).

 

 

La misión define al Hijo:

"Al poner de relieve los diversos aspectos del misterio no se pretende ofrecer una síntesis definitiva. No se olvide que la encarnación del Logos, y también su condición humana y su pasión, con una historia agitada en la que muchas relaciones distintas entre sí tienen su espacio unas junto a otras, e incluso deben tenerlo para el pleno conocimiento de la relación; por consiguiente, no se trata de poner simplemente en relación recíproca dos magnitudes fijas. Dios mismo, en cuanto vida que fluye eternamente, no es rígida inmovilidad; ¿por qué no habría de ser capaz, al revelarse, de poner en primer plano unas veces este aspecto de su vitalidad y otras aquél? La medida siempre fija es la misión del Hijo; en ésta se decide también su modo de ver al Padre. "La misión es la quintaesencia de la vida del Hijo. Deriva del Padre; pero mientras el Hijo la lleva a cabo, el Padre se retira; la relación del Hijo con el Padre estriba, pues, completamente en su relación con la misión;... a través de ésta mira al Padre". También está a su servicio lo que se describió como "deposición" junto al Padre; este misterioso proceso tiene su fundamento trinitario en la eterna devolución de todo lo propio del Hijo al Padre, de quien lo ha recibido, y esto de ninguna manera significa en su aspecto económico –como ha mostrado un texto anteriormente citado- una pérdida para el Hijo. La misión es siempre la medida de lo que el Padre proporciona o no proporciona al Hijo de lo administrado para él. Sí, el Hijo mismo posee el poder, conforme a su misión –que tiene como centro la obediencia arquetípica al Padre para la obra redentora, así como para aquellos que le siguen- de modificar la visión del padre, sobre todo en la pasión y la cruz, de acuerdo con las exigencias de la obediencia" BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol II, verdad de Dios, Madrid 1997, 279-280).

 

"Si la idea que Dios tiene del mundo es la de reunir en Jesucristo cielo y tierra en la plenitud del tiempo para que nosotros "seamos santos e inmaculados en el amor de su rostro" (katenopion autou Ef 1,4.10), entonces esta inclusión de todo lo creado en el Engendrado es la manera trinitariamente más íntima de la unión con Dios. Porque eso significa tanto la profundización del creatural distinto-de-Dios en el increado-distinto-en Dios, como ahí el persistir dentro de aquella distancia básica, hace posible el amor extremo. "Así, el intercambio del amor intradivino está abierto al mundo: como trueque entre cielo y tierra, Dios y hombre", donde se notifica a la criatura "no algo extraño", sino "lo más íntimo acerca del ser y determinación de las cosas y de sí mismo""(BALTHASAR; Hans Urs von, Teodramática. Vol V, El último acto, Madrid 1997, 102-103).

 

 

"El hecho de que al concluir el tomo anterior no pudiéramos bosquejar ninguna antropología neutral sino sólo una antropología analógicamente articulada a partir del hecho histórico de Jesucristo, dejó ya probado de antemano que una teoría sobre el hombre (y, por ello, del mundo, que él recapitula) no puede ser conducida a su fin si no es en una cristología completa" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol III, Las personas del drama: el hombre en Cristo, Madrid 1993, 19).

 

 

"Lo exacto, lo clásico, es lo que está justamente en el eje, más aún, es el eje mismo, de suerte que el punto esclarecedor más profundo se encuentra más allá de las oposiciones aparentes. El término "eje" se repite por todas partes en Péguy. El genio, por ejemplo, sitúa el tiempo de su vida "exactamente en el eje de una época". El hecho de que Cristo vino a salvar al mundo como un todo es el "eje del cristianismo". Y en el seno del cristianismo hay "un grado axial y centro en que el santo y el pecador se encuentran; en torno a este eje giran los dos y forman un sistema común e indisoluble". Y "en el eje y en el corazón del cristianismo" está el que persigue la salvación eterna en la persecución de la salvación temporal. El eje es formalmente el lugar de la justesse, y materialmente el punto fijo donde se compenetran cielo y tierra, tiempo y eternidad, carne y espíritu, contemplación y acción, gracia y empeño, no como dos factores externos, sino como realidades que se postulan y condicionan mutuamente" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte segunda: Formas de estilo. Vol 3. Estilos laicales, Madrid 1986, 425.

 

 

"En el ensayo Forma Christi (nov. 1918) tiene lugar la irrupción: se rechaza con claridad la idea de que el cosmos podía tener y "exigir una determinada meta natural". La verdadera meta final "desciende" de Dios. Sin éste, el mundo seguiría siendo "un rebaño sin pastor""(BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol V, El último acto, Madrid 1997, 149).

 

 

"...en Ireneo. En efecto, en Cristo el hombre "alcanza su consumación al ser imagen y semejanza de Dios. Entonces se dio a conocer este Verbo, cuando el Verbo de Dios se hizo hombre, asemejándose al hombre y asemejando el hombre a sí, a fin de que, mediante la semejanza que tiene con el Hijo, se haga el hombre precioso al padre. En los tiempos pretéritos se decía que el hombre había sido hecho a imagen de Dios, más no se mostraba (que así lo fuese). Porque el Verbo a cuya imagen había sido hecho el hombre era todavía invisible. Razón por la cual perdió también con facilidad la semejanza. Mas cuando el Verbo de Dios se hizo carne, confirmó ambas cosas: manifestó la verdad de la imagen al convertirse él en lo que era imagen, y restituyó en toda su firmeza la semejanza, haciendo al hombre semejante al Padre invisible mediante el verbo invisible" (Adv Haer V, 16, 2). Este pensamiento claro y básico, puede Ireneo expresarlo también de otra manera sin distinción de los términos; incluso lo puede precisar matizando que el hombre, compuesto de cuerpo, alma y Espíritu (Santo), al pecar perdió el Espíritu y con ello la "semejanza" con Dios, no pudiendo retener más que la "imagen."

"El fenómeno Jesús (mortal, muerto y resucitado) arroja sobre la existencia del individuo y de la historia una sobreabundancia de luz aunque esta plenitud de luz resulta insoportable para nuestros "ojos de murciélago" (como dice el Aquinate con Aristóteles); la sabiduría de Dios para Pablo aparece en la cruz de Jesús como locura, derrama lo que Dionisio denomina la "tiniebla luminosa de Dios", su luz explica a la vez demasiado y demasiado poco." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol II, Las personas del drama: el hombre en Dios, Madrid 1992, 62).

 

"...la antropología sólo puede llegar a su forma plena en la cristología y por ello desde el principio tendrá que tomar de ella su propia norma" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol II, Las personas del drama: el hombre en Dios, Madrid 1992, 187).

 

"El mundo moderno es todo él una campaña contra la aventura y la inseguridad, como mundo del dinero es el mundo de asegurarse la vida. "El mundo moderno en su conjunto es un mundo que sólo piensa en sus días antiguos. Es un inmenso asilo para ancianos. Un instituto de jubilados. En la economía, en la política, en el derecho como en la ética, en la psicología, en la metafísica, si no tenemos mejores ojos, acabaremos percibiendo una sola cosa: que esta terrible necesidad de paz es un principio de esclavitud. La libertad tiene que pagar siempre sus costas. Siempre es amo el dinero. La gloriosa insecuritas del presente es sacrificada a la seguridad del instante que viene inmediatamente". Y tal es la verdadera psicología de la idea moderna del progreso. El hombre quisiera vivir por anticipado en el futuro para que su presente sea su pasado. Preocuparse del mañana, ahorra para mañana, significa en realidad desbaratar la propia libertad, castrar la propia fecundidad, que son los máximos bienes del hombre. "Todo negocio pecuniario es dilapidación del alma; sólo el amante es el verdadero avaro, que recaba los verdaderos bienes. Esta es una profundísima doctrina evangélica. Pero estamos hasta tal punto bajo el imperio del dinero, del anticristo, que, aún sin nombrarle, presuponemos siempre su nombre". En este mundo mercantil todo se convierte en mercancía, hasta la metafísica y la teología. También éstas van en su cortejo y no poseen ya un presente auténtico.

El cristianismo está, como todo lo demás, atemporalizado y, por lo mismo, despojado de su sal. La avaricia como cuidado del mañana es la dominante del mundo. La aridez de los corazones se extiende espiritual y temporalmente. Quien no quiere la fluidez del corazón vivo y prefiere la rigidez del dinero y del concepto ha optado ya por la fluidez segunda: la liquidación del cadaver. "El problema está únicamente en qué es mercancía vendible en un mundo cualquiera y en cuál no lo es. Todo el mundo será juzgado a base de este criterio". Y, sin embargo, Clío mira con ojos dulces y tiene una excusa para esta humanidad que se disuelve en el futuro. ¿Quién sabe, se pregunta, si en esta profanación y secularización de la esperanza no venga a injertarse victoriosa la esperanza divina? La gracia recorre caminos intrincados. "Si se la arroja por la puerta, entra por la ventana. Los hombres que Dios quiere tener, los tiene; la humanidad que Jesús quiere conquistar, se la ha regalado la gracia de Dios"" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte segunda: Formas de estilo. Vol 3. Estilos laicales, Madrid 1986, 471-472).

 

 

 

 

     

 


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