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(ESanto1.htm; versión al 1.11.10.2000)
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Textos de Hans Urs von Balthasar
EL ESPÍRITU SANTO Espíritu y oración:"Puesto que el Hijo nunca encuentra al Padre (ni el Padre al Hijo) de otro modo que en el Espíritu Santo, tampoco puede darse ninguna oración de Jesús al Padre sino en el Espíritu Santo. Lc 10,21 lo subraya explícitamente: "En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños". ¿Cómo este orar "en el Espíritu" no habría de aplicarse igualmente al resto de las numerosas oraciones de Jesús que recogen los evangelios, especialmente cuando sabe que su Padre busca "adoradores verdaderos", que "adoren en espíritu y verdad" (Jn 4,24)? Si Dios en este pasaje es llamado "espíritu", con ello en modo alguno queda definido como espíritu (en el sentido filosófico). El pasaje "afirma más bien que Dios se manifiesta en el Espíritu y, en este sentido, como Espíritu. Por eso el verdadero adorador tampoco puede adorar a Dios sino en el Espíritu". Todas las palabras de Jesús dichas a los hombres, palabras que son "espíritu y vida" (Jn 6,63), también son dichas siempre al Padre, como con arreglo a la oración sacerdotal, dicha al Padre ante los discípulos que escuchan, y quizás como ninguna otra manifestada en el Espíritu de adoración. La oración que Jesús enseña a sus discípulos comienza con la palabra con la que él se dirige a su Padre y que, tras la consumación de su obra terrena, el Espíritu Santo pone en el corazón y la boca de los discípulos: "Abba" (Mc 14,36=Rm 8,15; Ga 4,6): sorprendente y comprensible a la vez, pues el Espíritu como tal (en cuanto tercera persona divina) no puede clamar así, pero posibilita el clamor del Hijo en los corazones de los hijos "nacidos de Dios"(BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 366)
"Pero esto es la obra del Espíritu Santo, que incorpora al sujeto la unidad objetiva realizada por él: "Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino con el Espíritu Santo" (1 Cor 12,3)." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 362)
"El Espíritu enviado de vuelta al Padre ha adquirido, al acompañar al Hijo en la tierra, algo así como una experiencia terrena; y cuando el Hijo resucitado envía el Espíritu a la Iglesia según su promesa, y lo inspira a los discípulos con gestos corporales, se hace visible la unidad de Hijo y Espíritu de una forma nueva que unifica lo corpóreo y lo espiritual. A decir verdad, parece tener lugar "una inversión de competencias": el Espíritu trajo una vez al Hijo al mundo, ahora es el Hijo quien envía al Espíritu al mundo; ambos están "como incluidos en un movimiento infinito, que requiere un intercambio permanente de los papeles, mientras que el Padre abarca todo el movimiento"." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 177-178).
"Así, el Espíritu ante todo tiene una libertad característica. En Juan se manifiesta en el carácter inaprensible de su soplo ("donde quiere", 3,8). En Hechos de apóstoles se manifiesta mediante sus irrupciones imprevisibles, dando determinados mandatos o prohibiciones. En Pablo se evidencia en la liberación del creyente de la esclavitud del pecado tal y como la engendra la ley exterior, en la capacitación para el amor cristiano, en cuya libre superioridad queda cumplida la ley entera (Ga 5,13s.). En tanto que es libre y hace libre, el Espíritu ya no puede quedar de-finido legalmente. Otro aspecto permanente es la verificación de un intercambio personal a través del Espíritu. Él lleva a cabo esto en cuanto es el introductor y explicador joánico de un sentido mucho más profundo que el de las verdades que se pueden aprender de un maestro; de ello dan testimonio las "fórmulas de inmanencia" joánicas. Se puede decir que, en esta actividad, el Espíritu pertenece predominantemente a la cristología. Sin embargo, introduce hasta lo más íntimo de Jesús, en su intercambio con el Padre. Con ello revela a éste con toda su personalidad y, al mismo tiempo, nos lleva a la relación personal del "hijo" con el Padre. Con ello se plantea de nuevo la cuestión de si tales funciones se pueden concebir de forma puramente apersonal. Y esto especialmente cuando Jesús mismo (también como el exaltado) mira respetuosamente al Padre que es "mayor" que él, y exige a los discípulos mirar con él hacia lo alto. Esto "sólo se puede hacer mediante el Espíritu enviado por el Hijo", en Juan "de forma absolutamente análoga al resultado paulino"; pero también conforme a la adoración exigida en Jn 4,23s. "en el Espíritu y la verdad" de Dios, quien (en cuanto es el siempre más grande) "es Espíritu" él mismo: cosas ambas que no admiten una fácil reconducción a la cristología." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 116).
""Dios es amor, y el Espíritu es amor. Todas las propiedades de Dios están hipostasiadas en el Espíritu; él es Dios mismo en su profundidad". Así, "el Espíritu es en la Trinidad la persona que personaliza. El Padre engendra en el Espíritu y así se constituye como persona; el Hijo es engendrado en el Espíritu y se constituye igualmente como persona. También en el mundo se personaliza el obrar del Espíritu...En el Espíritu se personaliza el hombre Jesús, asumido en la persona del Logos". El espíritu es, pues, "el que obra la encarnación", y, por tanto, el que fundamenta una cristología del Espíritu." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 56).
"...una teología, por muy sencilla o erudita que sea la forma en que pueda presentarse, sólo se puede desarrollar auténticamente en el Espíritu Santo." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 33).
"...el Espíritu "sólo quiere atravesarnos con su aliento, no convertirse para nosotros en un objeto; no quiere ser visto, sino en nosotros ojo que ve...Él es la luz que no se puede ver salvo en el objeto iluminado, y éste es el amor entre Padre e Hijo manifestado en Jesús...Aquél mediante el cual contemplamos a Dios es el Espíritu, lo inobjetivable, el misterio que alienta eternamente por encima de toda objetivación, a cuya luz, sin embargo, se vuelve claro y diáfano todo lo que realmente es susceptible de esclarecimiento". Sin embargo...se ha de recordar...que lo "perceptible" en Dios, el Logos hecho hombre, como tal no es aislable de su doble trascendencia respecto al Padre y al Espíritu; de ese modo ...está animado por el Espíritu en todos los estadios de su perceptibilidad; nunca es perceptible, por tanto, como brutum factum, sino sólo como el "objetivable" en la fe animada por el Espíritu, como el que se da. Por eso se ha dicho con razón: "No se puede elaborar nunca una cristología sin una pneumatología indirecta; pero, correlativamente, tampoco cabe una pneumatología que no introduzca en la cristología y, por decirlo así, sea medida por ella". Se podría decir que en este carácter indirecto se expresa un afán del Espíritu por permanecer en el "anonimato". En la iconografía tampoco tiene rostro alguno. "La contradicción de que una persona se represente de forma impersonal (como paloma, como viento y fuego), demuestra nuestra incapacidad para poner las manos sobre el Espíritu". "Él es para nosotros el dador de la presencia divina", lo cual da a entender la "abnegación" del Espíritu. Por eso no hay ningún "discurso [teológico] sobre el Espíritu, porque el Espíritu es ante todo el sujeto divino de la teología y de la vida eclesial". Esta declaración queda confirmada por el diálogo con Nicodemo, donde el viento-espíritu que sopla (una tautología, puesto que "espíritu" en el Antiguo y el Nuevo Testamento significa el aliento que sopla) que no se puede sujetar: "El (espíritu-) viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adonde va" (Jn 3,8). Y esto, como el texto explica inmediatamente, no vale sólo para el Espíritu, sino para "todo el que (re-)nace del Espíritu". Pablo lo confirma al decir que los agraciados con el Espíritu hablan de Dios, pero "no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, al tiempo que nosotros aclaramos lo espiritual a los que son espirituales. El hombre puramente natural no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer, pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle" (1 Cor 2,13-15). Se trata de un discurso sobre Dios (theologia) en el Espíritu que, evidentemente, sólo puede ser comprendido por el hombre de espíritu y no puede ser rechazado como necedad. Pero ¿cómo puede seguir siendo, entonces, un discurso objetivo y, por tanto, comprensible? Respuesta: hablando fundamentalmente desde el lugar donde el Logos divino (Theo-Logosk) es carne y el lenguaje de Dios se puede traducir al humano...este Logos es inseparable del Pneuma. Esto vale para toda "teología" (vivida o formulada en conceptos). Lo dicho se puede ilustrar a partir de los dos grandes himnos litúrgicos al Espíritu Santo. Al "simultáneamente adorado" con el Padre y el Hijo se le puede implorar, por supuesto, el desempeño de sus funciones. Esto, junto con la enumeración de las imágenes y símbolos utilizados por la Escritura para hablar del Espíritu, es la totalidad del contenido de los himnos "Veni Sancte Spiritus" y "Veni Creator Spiritus". Como "suprema don de Dios", debe llenar las "mentes " y los "corazones" de los suyos, sanar su debilidad, vacío, desasosiego, pobreza, desconsuelo, fatiga, vanidad, mancilla, rigidez, heridas, frío, extravío, con su venida, con su "irradiación desde el cielo", su "luz beatísima", sus "siete dones". La estrofa está cuidadosamente formulada: "Haz que veamos por medio de ti al Padre, haz que percibamos también al Hijo, haz que en todo tiempo creamos confiadamente en ti, Espíritu de ambos". Aquí se percibe perfectamente la fórmula trinitaria: "En el Espíritu por el Hijo al Padre"." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 28-30).
"...el Espíritu...introducirá en las profundidades vivas del acontecer entre el Padre y el Hijo, del ámbito hipostático. Tal introducción no se puede comparar con la del guía de un grupo de turistas, que conduce a éstos a través de un paisaje desconocido o una fascinante cueva de estalactitas; sólo cabe la comparación con la realidad cristológica. Con ello se pone ya de manifiesto el aspecto paulino fundamental de esta introducción mediante el Espíritu: nos hace hijos en el Hijo eterno: filii in Filio. Esto se puede expresar con la fórmula paulina "en Cristo", "en el Espíritu", o mediante la declaración joánica: "Vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23). De este modo se perfila ya claramente por qué el Espíritu tiene nombre propio de "Espíritu Santo": en general, siempre aparece como el testigo de la verdad y el que guía hasta ella, y en este sentido puede llamarse "Espíritu de la verdad" (Jn 14,17; 15,26; 16,13; 1 Jn 4,6); pero también se puede identificar directamente con la verdad ("El Espíritu es la verdad", 1 Jn 5,6): el ámbito entre el padre e Hijo, al que él introduce, es en cierto modo él mismo; él es,...el amor entre Padre e Hijo, pero de tal manera que, al mismo tiempo, es su fruto (y así su testigo)." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 20-21).
""Donde está la Iglesia está también el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios está también la Iglesia y toda gracia; y el Espíritu es verdad"...la introducción del hombre eclesial en el ámbito de la verdad intradivina se puede explicar principalmente como transformación en el ámbito de Dios. En segundo lugar, la acción del Espíritu será susceptible de dos líneas de interpretación: en una se entenderá más como purificación, iluminación, unificación, "divinización", efectuada mediante el entendimiento y también la virtud (así los Padres griegos); en la otra se puede interpretar más como incorporación al cuerpo de Cristo, hasta ser una sola carne como marido y esposa, un cuerpo con muchos miembros, como Cristo, que en su cuerpo se ama a sí mismo (Ef 5,28s.). "Ipsi sunt ego" (así Agustín y los Padres occidentales que lo siguen). Pero ambas perspectivas se complementan mutuamente hasta el punto de que una no puede proporcionar una doctrina global del Espíritu sin la otra." (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol III, El Espíritu de la verdad, Madrid 1998, 21).
"El Espíritu Santo...muestra al mundo que la pobreza del Hijo, que sólo buscó el honor del padre y se dejó expoliar totalmente en la obediencia, era la expresión más exacta de la plenitud total que no consistía en "tener", sino en "ser como darse". En el dar se es y se tiene. Esto no puede explicarse con palabras. ("Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello"), sino sólo hacerse y comprenderse en cuanto que se hace." (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. parte cuarta: teología. Vol 7. Nuevo Testamento, Madrid 1989, 317).
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