La imagen de Drácula que conocemos carecía de colmillos grandes y afilados, llevaba capa, un peinado hacia atrás y vestia elegantemente, lo que ocurre es que Bram Stoker cuando se baso en Vlad Tepes para escribir Drácula lo mostró de una manera muy diferente de como realmente era, lo convirtió en un monstruo sediento de sangre. Se han hecho muchas adaptaciones cinematográficas de este personaje tal y como lo describía Stoker. Repasemos su filmografía.
La primera película de Drácula fue dirigida por un director que iniciaba una serie de películas de terror, llamado Tod Browning, entre las que no faltaban las de tema vampirico, un tanto apartadas del Drácula de Bram Stoker. La primera de ellas fue Drácula, un clásico del género, y en la que debe ser tenida en cuenta una aportación muy importante, la del operador alemán Karl Freund que había intervenido en su país en numerosos filmes impresionistas. La interpretación corrió a cargo del actor húngaro Bela Lugosi (Béla Blaskó, 1882-1956), que llego a convertirse en un mito del cine fantástico y se identifico con su papel de tal modo que para el público llegó a ser el Conde Drácula. Producida por los mismos estudios que hicieron famosas las primeras películas de Frankenstein, el director impresiono al publico mediante la reproducción, mas evocadora que fiel, del castillo del Conde con sus vacías y retumbantes cámaras, con una mezcla muy eficaz de lujo y abandono, los aullidos de los lobos, etc. El ambiente en Transilvania era tremendamente terrorífico y los aldeanos estaban continuamente asustados. Browning solo conseguía esto en los primeros minutos de la película, mientras el coche de caballos se dirige al castillo del Conde, pero en el momento que este aparece, el efecto se desvanece. Hoy en día, esta película no tiene ningún interés para el público, pero sí para los cinéfilos. Paralelamente se rodó una versión para el publico de habla hispana (aun no se doblaban los films), dirigida por George Melford, y protagonizada por Carlos Villarias. Esta adaptación de Drácula al cine sonoro en 1930, supuso sustanciosos ingresos para la Universal International y tuvo el gran mérito de estimular nuevas producciones incluidas en el género fantastico-terrorifico. En esta primera película el vampiro era entendido como la proyección maligna de un periodo histórico al borde del caos.
Drácula estableció que lo sobrenatural atraía de gran manera al público a las taquillas, siempre que estuviese aderezado con bastante sangre, aunque la película poseía toques de jocoso ingenio gótico y , como cuando el conde, durante la cena observa una tentadora mancha de sangre en la mano de un invitado y al verla rehusa tomar ninguna bebida murmurando "Nunca bebo...vino...".
No obstante, la obra de Tod Browning no podía por menos dejar de acusar sus orígenes teatrales. Con su acento extranjero y su magnifica estatura, la incorporación de Lugosi supuso un gran acierto, siendo muy popular en su día. El éxito de Drácula propicio secuelas e imitaciones, de las cuales bastantes dejaban que desear. En 1942, la Universal produjo El hijo de Drácula, protagonizada por Lon Chaney Jr. , un famoso especialista en películas de terror, y dirigida por Robert Siodmak. Al año siguiente, la carrera de Lugosi empezó a decaer, y protagoniza películas de ínfima calidad como El retorno del vampiro, dirigida por L. Landers, y en ella no encarnaba a Drácula sino a un vampiro llamado Armand Tesla, que acechaba a sus víctimas desde su guarida, situada en una de los mas derruidos edificios londinenses.
En 1948, agobiado económicamente, Lugosi se veía precisado a la autoparodia de su personaje favorito en Abbott y Costello contra los fantasmas, dirigida por Ch. T. Barton y destinada a la diversión del público infantil. Su final fue lamentable, fue decayendo como actor, debiendo aceptar para subsistir cualquier papel. Se dejo arrastrar por el consumo masivo de estupefacientes y en su locura se llego a creer que realmente él era el Conde Drácula. Incluso dormía vestido de frac y envuelto en su habitual capa en un ataúd. Murió en la miseria, recluido en un asilo.
En 1958, se realizo la primera película de tema vampirico en color y cinemascope, Drácula, dirigida por el especialista Terence Fisher (1904-1980), el cual contó con el guión de Jimmy Sangster. El protagonista fue un conocido y sobresaliente actor secundario, Christopher Lee (nacido en Londres en 1922), elección genialmente acertada. Para encarnar a su más mortal enemigo, el doctor Van Helsing se eligió con acierto, a otro excelente actor secundario Peter Cushing (Surrey, 1913). El cartel publicitario de Drácula (Horror of Drácula, 1958) de Terence Fisher, destacaba el aspecto sexual del vampirismo, la liberación del deseo femenino reprimido por un universo machista.
Una clara diferencia entre el Drácula de Lugosi y el de Lee, es que este último mostraba una imagen mucho más terrorífica y macabra, con esos ojos ensangrentados, esa mirada asesina y amenazadora, los colmillos largos y puntiagudos, goteando sangre, etc. todo esto para conseguir el efecto deseado, y Lugosi no perdía la compostura, no exhibía sus colmillos ensangrentados, y el terror que inspiraba su presencia era mucho mas intelectual que físico. Que Christopher Lee fuera el "Drácula" por antonomasia en los años 60 y 70 lo demuestra el hecho de que cuando fue sustituido por otros actores, las películas no lograron alcanzar el éxito que tuvieron cuando las protagonizaba Lee. Las novias de Drácula, protagonizada por el poco conocido David Peel daba mas bien el aspecto de un atractivo y atildado joven seductor y libertino, que el de un ser demoniaco. Sin duda, Drácula vuelve de la tumba, protagonizada por Lee y dirigida por Freddie Francis (1968) fue una obra altamente imaginativa y una de las mejores producciones de la Hammer, y no por casualidad, recibió el Queen´s Award for Industry durante su rodaje (premio concedido por la Reina).
En España se realizaron algunas películas sobre el Conde Drácula con mucha sangre, bajos presupuestos y una excesiva dosis de truculencia que aunque con buenas intenciones, no brillaron por su calidad ni originalidad, como El Conde Drácula (1970) protagonizada por Christopher Lee y dirigida por Jesús Franco. Una de las más logradas fue Sangre para Drácula (1973) de Paul Morrisey (Nueva York, 1937). Curiosa pero nada sobresaliente, fue Drácula Negro (Blacula), dirigida por William Crain (1972) y protagonizada por el actor de color William Marshall. Un año después, se estrena Los ritos satánicos de Drácula, protagonizada por el propio Lee, y dirigida por Alan Gibson.
Drácula de John Badham (Fiebre del Sábado Noche) fue un intento con muy buenas intenciones con el poco conocido actor secundario Frank Langella quien hubiera podido pasar a la posteridad como Lugosi y Lee en su día. Esta película pretendía una aproximación mas que fiel a la obra de Bram Stoker, en la que le daba mas importancia al erotismo que a la sangre. Pese a lo dicho, la más actual revisión de la historia del Conde Drácula, es el Drácula del realizador estadounidense de origen italiano, Francis Ford Coppola (nacido en Detroit, Michigan) en 1939, hijo del director de orquesta y compositor Carmine Coppola. Es una nueva adaptación del mito pero retornando a la fuente original del mismo: la novela de Bram Stoker. Coppola pretendio realizar una fiel adaptación de la obra de Stoker, cuyos aspectos más siniestros y morbosos fueron ignorados en posteriores adaptaciones. El Drácula de Coppola tuvo una gran campaña publicitaria, en la que no escatimaron ni en medios ni en gastos, se convirtió en la tercera película mas taquillera del año 1992 en los Estados Unidos, y su estreno fue esperado con la misma expectación y ansiedad en muchos países. Coppola tuvo la suerte de contar con el extraordinario guionista James V. Hart quien escudriña la vida privada y sentimental del sanguinario principe Vlad Tepes, encarnado por Gary Oldman, obsesionado hasta el punto de perder la razón por el suicidio de su amante Elisabetha, al creerlo muerto. El despiadado personaje, desesperado, reniega del Dios cristiano, en una extraordinaria y fabulosa secuencia en la que atraviesa un crucifijo con su espada, y en la que por inequívocos símbolos, habrá atravesado también su alma, convirtiéndose en inmortal. Sin duda lo que hace de Drácula de Coppola una obra maestra, una imprescindible y sobre todo deslumbrante versión es su imaginería visual, una fantástica iconografía y su potencia hipnótica.
Coppola, en el montaje final, tuvo de descartar algunas escenas por su contenido demasiado sanguinario o erótico, ante el temor que la censura hiciera que no fueran bien acogidas. El director contó con un presupuesto un tanto reducido lo que en modo alguno afecta al resultado final del producto. De acuerdo, que pudiera existir coincidencia de criterios en la parte negativa de la película, que la tiene: exceso de violencia, sangre y sexo, pese a la autocensura, lo que reconoció el propio Coppola al suprimir algunas secuencias, pero se mire por donde se mire, según palabras del propio director: "Mi Drácula es una historia de amor, pero con monstruos.".
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