“Apenas había cincuenta metros, desde la habitación hasta la cabaña donde debían de tomar su desayuno. La lluvia no dejaba de caer, y el cielo estaba especialmente gris. A ellos no les importaba mojarse. Era el día de su aniversario, y querían celebrarlo. Hacía ya un año que estaban juntos, y aquel sería un desayuno distinto.

Ella llevaba un bonito chubasquero amarillo. A él le encantaba verla así. Se la veía tan joven, tan sencilla, tan llena de vida. En una pequeña carrera, llegaron hasta la puerta y entraron en la cabaña.

La dueña de la Posada les indicó la sala donde podían quedarse. Todo era muy bonito, y con una decoración exquisita. Estaban solos. Su única compañía era un pequeño perro que dormitaba junto a la chimenea. Rosa lo acarició, y el perro estiró un poco sus patas en muestra de agradecimiento.

La camarera les sirvió un café con leche, y una tostada. Ellos apenas hablaban. Solo se miraban, y sonreían de vez en cuando. Él siempre había sido un hombre de ideas fijas, y ahora todas sus ideas se fijaban en la mujer que tenía delante.

Rosa comenzó a untar su tostada con la mantequilla, mientras Víctor, sin dejar de mirarla, revolvía el café con su cuchara. Parecía que el tiempo se hubiera parado. El único ruido que se escuchaba, era el golpeteo de las gotas de lluvia en los cristales de las ventanas. Él recordaba... Recordaba los besos, las caricias, los abrazos de esa noche que apenas unas horas antes, le habían hecho sentirse tan unido a ella, como nunca hubiera imaginado.

Ella levantó la mirada, y Víctor comprobó que de sus ojos caían lágrimas. Rosa estaba llorando. Él le cogió de la mano.

- Víctor....... Me siento tan feliz de estar aquí contigo.... Han sido unos días inolvidables. Te quiero.

Por las mejillas de Víctor, empezaron a caer lágrimas. Apretó fuertemente la mano de Rosa, y se dio cuenta que ahora ya no podía separarse de ella. La necesitaba más que el aire que respiraba.

- Rosa... Yo te quiero más.

Los dos sonrieron entre sollozos, cuando Víctor dijo esas palabras. Ahora estaban sus manos juntas.

- Nos espera un largo viaje, Rosa........

- Si, Víctor.... lo sé.

Los dos lo sabían. Les esperaba un largo viaje. Un viaje cuyo destino siempre estará un poco más allá del lugar donde tomen su último desayuno. Un viaje en el que Víctor y Rosa volverán a llorar. Lloraran de recuerdos, lloraran de reir, lloraran de ausencias y distancias, y lloraran de encuentros, lloraran noches de soledad y noches de abrazos y caricias, lloraran de felicidad y lloraran de dolor. Pero si todas esas lágrimas se convirtieran en tinta, a buen seguro que se podría escribir una sola palabra.... AMOR."

Ese fue nuestro desayuno, Princesa.

© 1999